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Sabiduría

27 septiembre, 2023

Vivir la buena vida

Frente a un paradigma cultural que establecía la búsqueda de dinero y prestigio como el modelo para conseguir la felicidad, Scott y Helen Nearing apostaron por una vida autosustentable, en contacto con la naturaleza y la paz.


Foto: Pexels

Por Susanne Schaup

Un verano, me puse a investigar sobre estilos de vida alternativos en Norteamérica para una serie de programas de radio. Era la época donde la revolución cultural de los sesenta transformaba a Estados Unidos y se extendía hacia Europa. Los jóvenes rebeldes rechazaban el concepto de “la carrera de ratas” en busca de dinero y prestigio para seguir “el modelo de vida americano”. Muchos abandonaron este ideal y dejaron las ciudades contaminadas y congestionadas en busca de una nueva vida en las afueras. Era la época donde surgía el movimiento Back to the land (Volver a la tierra) y aparecían comunidades con la intención de vivir bajo los ideales inscritos en la Constitución: “vida, libertad y la búsqueda de la felicidad”. 

Investigando sobre lugares donde esta experimentación fue puesta en práctica, di con los nombres de Scott y Helen Nearing. Ambos fueron pioneros en el movimiento, habiéndole dado la espalda a la civilización moderna en los años treinta, optando en vez por una vida simple en la zona rural.

Intrigada, pacté un encuentro con ellos y un día me encontré manejando con una amiga hacia el pequeño lugar en Maine, al noreste de la costa de Nueva Inglaterra, donde los Nearing vivían desde hacía treinta años. En ese entonces ya estaban mayores: Scott a tan solo dos semanas de cumplir los cien años y Helen alrededor de los ochenta. 

Scott y Helen Nearing en su casa. Foto de la página web de The Good Life Center

Ella, una mujer fuerte y en muy buen estado físico, nos recibió con calidez en la espaciosa casa de piedra de dos pisos que ellos mismos habían construido. Los muebles de madera sólida también eran obra de su propio diseño y confección. Había abundantes flores y por la ventana se veía un enorme jardín de vegetales, una huerta, una plantación de arándanos y campos bien cuidados.

“¡Scott, visitas!” gritó Helen con voz clara. Recuerdo lo descolocada que me sentí al ver al famoso Scott Nearing, arrugado e increíblemente mayor, acostado en su pequeña cama como si estuviera dormido. Su rostro parecía una manzana marchita, con cachetes rojizos. Al oír a su esposa, abrió los ojos y nos digirió una larga mirada. No habló, pero sus ojos azules y relucientes estaban vivos, y él totalmente consciente de cuanto sucedía a su alrededor. Aunque era claro que pronto su vida acabaría, su presencia era muy poderosa: irradiaba salud y autoridad. 

Ninguno de los dos había nacido en un contexto de este tipo. Como dijo Scott en forma irónica, a él lo educaron “a los tumbos”. Venía de una familia de buen nivel socio-económico y tenía gran pasión por la enseñanza, la verdad, y genuinas preocupaciones respecto a la corrupción de las grandes corporaciones y sus efectos en la gente más pobre. Su sentido de justicia lo llevó a abrazar las ideas socialistas en un momento donde no eran aceptadas por parte los grandes poderes y prevalecía la represión política y persecución a las personas con ideas de izquierda.

Scott Nearing, autor prolífico y reconocido profesor de economía y materias afines, perdió su posición en el ambiente académico y la posibilidad de seguir publicando. Se le quitó además su plataforma de oratoria y no fue invitado a dar más charlas. La poderosa oligarquía industrial-militar lo despojó no solo de su fuente de ingreso sino de cualquier perspectiva a futuro. 

Foto: Pexels

En medio de esta crisis existencial, encontró una respuesta creativa: junto a Helen Knothe, una joven música de formación teósofa y su futura esposa, decidió lanzarse a vivir por sus propios medios como granjero autosuficiente. Ambos eran pacifistas y vegetarianos estrictos, amaban la vida simple en contacto con la naturaleza y no les importaba el trabajo duro. Compraron su primera granja en un remoto valle de montaña en Vermont. Gracias a una cuidadosa planificación de producción orgánica, lograron producir el 80% de sus alimentos: frutas, vegetales, algunos granos, legumbres y hierbas. También comenzaron a producir azúcar de arce y almíbar como hacían muchos de los granjeros de la zona. Todo lo que no consumían lo regalaban generosamente a otros o lo comerciaban, obteniendo así el poco dinero necesario. Prescindieron de la carne, el té, el café, el alcohol y el tabaco y rara vez utilizaron manteca, queso o huevos. Esta dieta casi ascética los benefició con una excelente salud y calidad de vida, tanto para su cuerpo como para su espíritu, a lo largo de todos los años en la granja. En su libro de cocina escrito en 1980, Food for the Good Life (Comida para la Buena Vida), Helen comparte sus recetas vegetarianas para quienes desean comer bien y de manera simple. El libro es encantador y está lleno de sabiduría y sensatez.  

La buena vida de Scott y Helen fue construida en base a un cronograma diario de trabajo físico y bastante tiempo disponible para investigar, escribir y dedicarse a sus actividades sociales. La casa de los Nearing se convirtió en una sede de encuentros musicales y debates para todo el vecindario, una suerte de laboratorio de una sociedad no competitiva, cooperativa y pacífica. Living the Good Life (Viviendo la buena vida), es el título del libro más popular que Helen y Scott escribieron juntos y que los volvió famosos. Publicado en 1954, se convirtió en una guía para las generaciones siguientes. 

Luego de que Vermont fuera invadida por el turismo comercial, los Nearing decidieron dejar su granja y mudarse al norte, donde continuaron con la vida buena en Maine. Dado el gran reconocimiento que adquirió su trabajo, recibieron a cada vez más personas que acudían a ellos en busca de sus consejos. Su casa era una casa “puertas abiertas” y a todos les daban la bienvenida. A la par de la vida social y las redes interpersonales que tejieron, siempre mantuvieron su rutina de trabajo duro y disciplinado.

No siempre estamos hechos para una vida ardua y frugal, por más gratificante que sea. Sin embargo, hay un lugar en la esfera personal de cada uno para sostener los principios de no herir, de salir de la carrera por querer más, de buscar el dinero y el beneficio, de distinguir entre las cosas esenciales y el lujo superfluo.

A lo largo de cincuenta años, los Nearing demostraron que es posible vivir una vida de autosuficiencia, frugalidad y cercanía a la naturaleza, basada en fundamentos científicos, el trabajo disciplinado y la perseverancia. Demostraron que a pesar de las presiones de la civilización moderna, se puede vivir una vida alegre y plena. Ambos transmitieron sus conocimientos y habilidades con otras personas a través de libros y charlas, siguiendo el principio de “vivir y ayudar a vivir”. 

«El Centro de la Buena Vida», creado por Scott y Helen Nearing.

¿Cuál es el punto central de su visión? La vida buena va más allá de cultivar tu propio alimento. Se trata de abrazar el concepto de satyagraha, el poder de la verdad, que profesó Mahatma Gandhi. Implica alzar la voz para la protección de toda la vida, salvaguardar los recursos de la tierra en lugar de la explotación y destrucción. Es vivir en armonía con la naturaleza y nuestro prójimo. Estos eran los principios transmitidos por Henry David Thoreau, a quien tanto admiraban y a menudo citaban.

Sin duda fue una buena vida y resultó bien para los Nearing. Pero, ¿acaso es para todos? No siempre estamos hechos para una vida ardua y frugal, por más gratificante que sea. Sin embargo, hay un lugar en la esfera personal de cada uno para sostener los principios de no herir, de salir de la carrera por querer más, de buscar el dinero y el beneficio, de distinguir entre las cosas esenciales y el lujo superfluo. Todos podemos decir que no a la explotación y el despilfarro, a la avaricia e hipocresía. Podemos contribuir a la sanidad, a una convivencia pacífica y compartir nuestras ideas con otros. “La vida buena es una afirmación”, como dijo Scott Nearing. 

Scott murió en paz luego de cumplir los cien años. Su casa en Harborside, Maine, ahora es “El Centro de la Buena Vida” que continúa con su legado. Se ha enseñado a miles “cómo vivir de manera sana y simple en un mundo complejo” y su mensaje sigue siendo escuchado por miles de personas más.

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