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Emprendedoras

30 mayo, 2023

Vertiente de historias: el café como excusa

Helen Cowan es la dueña de Vertiente, un pequeño café en un lugar emblemático de la ciudad de Bariloche. Una historia simple donde la intuición y las ganas de emprender dieron forma a un espacio de encuentro donde la comida es solo una excusa para compartir historias.


Por Victoria Llorente

Fui a Café Vertiente porque me lo recomendó una amiga. Me dijo que me iba a gustar. “Si estás en Bariloche, no podés dejar de pasar”. Ese mediodía de julio me senté en una mesa que miraba hacia afuera. Nevaba y los vidrios condensaban el frío de un invierno bien sureño. Saqué mi cuaderno porque sabía que ahí me iba a quedar por un rato largo. Olía a café y a pan, se escuchaban conversaciones entremezcladas y una guitarra que solo cuando me fui me di cuenta de que siempre había habido un chico tocando en vivo. Al costado de donde estaba sentada, una reja antigua que parecía haber sido parte de un ascensor, separaba al pequeño local de libros, cerámicas y papelería del comedor.

Del otro lado del mostrador estaba Helen, la dueña. No la conocía en persona, pero la había visto en fotos. Saludaba a cada uno que entraba y tenía puesto un delantal de jean, como los demás chicos que atendían las mesas. Sonreía con toda la cara cada vez que se acercaba alguien a preguntar si había lugar, y cada tanto se metía en la cocina, y salía con algún plato en la mano. Volví tres o cuatro veces más ese invierno. A desayunar, a almorzar, a tomar un café. A veces ella no estaba, y la cosa cambiaba un poco. Pero cuando Helen aparecía en escena, era como estar en el living de su casa. Cuando ella estaba, Café Vertiente se transformaba en hogar, era eso. Se ríe, ahora, del otro lado de la pantalla – ella desde Bariloche, yo desde Lincoln-, cuando le hago ese comentario y me confiesa que muchos clientes le dicen lo mismo. “Yo mucho no les creo, pero quizás lo dicen porque siempre tengo un rato para poder charlar y soy una curiosa de sus historias”, cuenta.

Atreverse a salir

“Me considero una privilegiada. Vivo desde la gratitud. Admiro el lugar donde vivo. Y doy gracias por todo esto. Vertiente es mi casa, con puertas siempre abiertas. Es mi lugar en el mundo. Y acá devuelvo el amor a la gente. Cada uno va forjando su destino desde la actitud que le pone a la vida. De la gratitud surgen sentimientos de empatía, compasión y amor, sin los cuales no puedo conectar con los demás”, dice Helen en un pequeño libro que publicó en 2022 donde reúne la historia de su emprendimiento combinado con recetas típicas del Café. Su historia es una suma de esfuerzos, de intuiciones acertadas y de haberse salido del camino esperado, para crear un espacio de encuentro donde ella hace lo que más le gusta: conectar con el otro, conocer gente, y que la comida sea solo una excusa para brindar afecto y generar conversaciones. “La hospitalidad siempre formó parte de mi vida. Creo que por eso nació este lugar”, reflexiona Helen.

— Hablás de Vertiente como tu lugar en el mundo, tu casa, y así se siente cuando uno pasa un rato por acá. ¿Bariloche siempre fue tu lugar?

— Uf, no. Pasaron un montón de cosas antes de llegar acá. Yo tenía 22 años y dos hijas cuando con mi marido decidimos venir a probar suerte a esta ciudad. Mi pareja estaba divorciada y yo venía de una familia muy tradicional, así que irme significó romper con mucho de lo establecido en casa. No solo me estaba yendo de mi lugar, sino también estaba decidiendo dejar hábitos y formas que conocía para empezar de cero en una ciudad que no conocía.

— ¿Cómo fue llegar a Bariloche con dos hijas, un marido y todo por hacerse?

— Fue difícil porque llegamos sin nada para hacer, sin trabajo. Nos tiramos a la pileta y siempre le agradecí a Mike, mi marido -ya fallecido- por haberme empujado a más. Este primer gran paso fue un avance inmenso en mi vida personal y en todo lo que lo que vino después. Él descubrió que era muy bueno trabajando con las manos y en madera y se transformó en un gran carpintero; yo me dediqué a criar a mis hijos (tuve 3 más) y descubrí mi vocación en la enseñanza.

De profesora de inglés a dueña de un café

Helen cuenta que fue profesora de inglés en colegios e institutos de Bariloche. En el medio también fue dueña de un almacén. Pasaron algunos años y cuando sus hijos empezaron a crecer, se fueron con su marido a vivir a un pequeño pueblo del sur de la provincia de Buenos Aires. “Ahí me empezó a picar el bichito este de abrir las puertas de mi casa, de recibir gente. En realidad desde chica mi casa materna había sido el lugar de encuentro de muchos hermanos, amigos, todo alentado por mi mamá, que también le encantaba cocinar”, recuerda Helen cuando le pregunto sobre su gusto por la cocina. En 2013, cuando fallece su marido, decide volver al lugar donde habían crecido sus hijos y donde aún permanecían: Bariloche.

— ¿Qué pasó en ese regreso? ¿Ahí apareció Vertiente?

— No, faltaba un poco todavía. Cuando volví retomé las clases de inglés y hasta me transformé en Directora del área de un colegio conocido. Pero no estaba muy contenta ni convencida de lo que estaba haciendo. En ese momento mi hermano estaba haciendo una formación en coaching ontológico y me quedé muy impresionada con su transformación. “Tenés que hacerlo vos también”, me dijo. 

—  Y arrancaste…

— Sí. Y mientras lo estaba haciendo me di cuenta que era algo que ya tenía muy a  mano, que sin saberlo lo ponía en práctica con mis alumnos o en la vida diaria. Esto de acompañar al otro, de escucharlo, de incentivarlo, de tratar de ser inspiración. En mis 35 años como profesora de inglés era justamente lo que yo trataba de hacer con los chicos: que aunque fuera obligatorio le encontraran la riqueza y les resultara agradable aprender el idioma. Cuando me formé en Coaching Ontológico sentí que era el pedacito del rompecabezas que faltaba y que encajó justo en mi vida personal y para acompañar al otro.  

Ser lugar de encuentro

“Una mañana levanté las cortinas del café y había dos chicas conversando desde temprano en la vereda. Las invité a entrar. No paraban de charlar y pidieron un desayuno contundente. Era el día del amigo. Evidentemente habían decidido encontrarse para celebrar y ponerse al día con sus cuestiones. Mi curiosidad me hizo preguntarles sobre su vínculo y me dijeron: Somos amigas, sí. Pero además hace unos días nos enteramos de que somos hermanas”. Helen me cuenta que hay cientos de historias de este tipo pasan en su café. “El otro día entró una chica, me pidió un café y me dijo: acabo de abortar”.

— ¿Cuándo abriste las puertas de Vertiente, entonces?

— Fue en 2018, unos meses después de haber puesto la idea en un papel, en una “declaración” de Coaching.

— Contame de esto.

— Un día nos preguntaron cómo nos veíamos a cinco años desde ese momento. Mi primera respuesta casi automática fue: teniendo un café propio o un Bed and Breakfast.

— ¿Era la primera vez que lo pensabas?

— Sí, me salió muy de adentro. Pero creo que tuvo que ver con esto de que me encanta disfrutar de conectar con el otro, conocer a la gente, de no solo brindar comida, sino también afecto; y de generar conversaciones. Y siento que esta formación me ayudó a que el café sea un lugar de mucho cuidado donde podes venir a charlar lo que quieras y no vas a ser juzgado ni va a haber opiniones fuertes.

¿Dónde queda Café Vertiente?
20 de febrero 698, San Carlos de Bariloche, Río Negro
www.vertientecafeconideas.com
@vertiente_cafe_con_ideas

Las piezas van cayendo en su lugar

Helen habla de atreverse, habla de intuición. Habla de ser extranjera en el lugar donde vive y también de confiar y de estar atento. Helen habla de animarse y también de enojarse cuando las cosas no son justas. De todo eso habla cuando cuenta cómo llegó a pasar su declaración a la realidad. “Siento que acá hago mucho coaching encubierto, hay mucha gente que se abre a hablar. Podría escribir un libro contando las cosas que te cuenta a gente, es muy increíble. Me encuentro acompañando personas  que por ahí no conozco, pero que tienen una vida normal y vienen acá a buscar conversación, a sentirse acompañada. Y esa es la parte que más me gusta de mi trabajo: poder estar para el otro”.

— ¿Cómo pasaste de esa idea que anotaste en tu formación como Coach a la apertura de Vertiente?

— A Martín y a Lila, los dueños anteriores, los conocí porque  ella era alumna mía del colegio. Con él formé una amistad muy linda desde antes de venir al café y él tenía mucha relación con mis hijos. Cuando volví de uno de mis viajes, pasé casualmente por el café y Martín me contó que querían dejar el negocio. “Vos serías ideal para manejarlo”, me dijo. Eso fue un viernes y al viernes se la semana siguiente cerramos trato. De una semana para la otra me convertí en la dueña de Café Vertiente.

“Vertiente es mi casa. Los clientes son amigos que se pasean por el comedor, conviven en la cocina o se sientan confortablemente en mi living. Esa sensación de estar habitando un hogar, más que un local comercial, convierte a la experiencia en algo distinto. Nutre el ambiente de un valor agregado que es, precisamente, la sensación de estar en familia. Me reconforta mucho que haya gente que en vez de decir “Vamos a Vertiente”, dice, directamente, “Vamos a lo de Helen”, dice en el pequeño libro que publicó dos años después (y una pandemia mediante), sobre Café Vertiente. Ella cuenta, orgullosa, que todo lo dulce lo cocina ella, que disfruta mucho de este lugar que parece el living de su casa,  que se siente una agradecida de la vida, que hay cosas, como en todo trabajo, que no le gustan y que en la cocina “conocen al sargento y se me va la sonrisa” (lo dice y ríe de la versión menos conocida por los que nos acercamos al lugar). Dice, sin dudarlo, que para emprender lo que uno quiere hace falta amor, disponibilidad, buen humor, sonrisa, intuición y confiar en lo que uno tiene para decir y para dar. Y que, sobre, todo hay algo que no puede faltar: atreverse a dar el primer paso.

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