Psicología
11 octubre, 2018
Tu infancia no te condena
Muchas veces escuchamos decir que atravesar una historia difícil durante los primero años de vida condiciona a una adultez infeliz. Pero eso no siempre es verdad. ¿Querés saber por qué?
Es un hecho que la niñez es una etapa clave de la vida, en la que se construyen los cimientos necesarios para aprender y sostener aquellas herramientas necesarias para atravesar toda la existencia. Dicen los especialistas que es durante estos primeros años que se edifican la personalidad y la autoestima, y que la materia prima para hacer que crezcan fuertes y saludables es alimentada por un elemento clave: el amor.
¿Qué pasa cuando el niño no recibe la cantidad ni la calidad de cariño que necesita?
Hay muchas personas que, luego de haber sobrellevado una niñez carente de afecto, atribuyen a esa experiencia vacíos difíciles de llenar: dificultad para establecer vínculos, depresión, tendencia a las adicciones, estrés emocional, falta de empatía… Y entonces asocian a esos recuerdos, tristes y solitarios, un momento de la vida que debería haber sido feliz, aunque resultó traumático.
Pero los episodios de la infancia no son una condena.
“No importa lo que te haya pasado en tu infancia: la soledad, el abuso, las enormes ausencias de los grandes, la mano firme que no sostuvo tu manito al cruzar la calle”.
Dice nuestra columnista Virginia Gawel, psicóloga, terapeuta y docente especializada, que no toda niñez carente de afecto y contención se traduce en una madurez mustia, vacía. «Mi pasado no me condena, solo me antecede«, escribe en esta nota, proporcionando recursos para ayudarnos a tomar la decisión de reconstruir los cimientos que han sido dañados y así reciclar las bases hacia un futuro mejor. Es que, en la búsqueda de una identidad verdadera, siempre podemos retejer nuevas pautas de vida y crecer sanamente.
Resiliencia, la posibilidad de retejer
Hoy se sabe desde las Neurociencias que el cerebro se teje y se vuelve a tejer una y otra vez en la vida. Por eso, una infancia difícil no tiene por qué condicionar, ni quitar la posibilidad de vivir una adultez feliz. Tampoco de cimentar proyectos ricos y expansivos a partir de experiencias del pasado, por amargas que sean.
¿De qué depende purgar esa condena?
Hay algunas pautas para comprender ese movimiento, basado en la plasticidad que tienen nuestras neuronas para crear nuevos escenarios y hacer frente a las dificultades:
→ Nunca pensar que estamos rotos o fallados a priori por haber atravesado situaciones difíciles en cualquier momento de la vida.
→No estigmatizarnos ni estigmatizar a los demás por considerar que la falta de amor ha sido el detonante de una realidad hostil y sin vuelta atrás.
→ Confiar en los propios recursos emocionales, como un reservorio de belleza.
→ Apelar a esa capacidad humana denominada “resiliencia”, que siempre permite superar circunstancias traumáticas.
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