Finalizado
20 septiembre, 2023
Taller de lectura: un ida y vuelta entre madres e hijos a la luz de grandes autores
Llega un nuevo ciclo en el que la vida se renueva y nos sentimos convocados por su movimiento. Por eso, en este nuevo encuentro de primavera te proponemos ahondar en lecturas plagadas de belleza y vitalidad.

Madre e hijo, Pablo Picasso (1951).
Hace tiempo que sabemos y transmitimos, desde las páginas de Sophiaonline, que maternar no implica solo el hecho meramente físico de traer un ser humano al mundo, sino más bien de una actitud de entrega y de consciencia profunda del cuidado de la vida en cualquiera de sus formas.
A lo largo de la historia de la literatura y el arte se han desplegado voces que supieron reflejar y homenajear ese espíritu, escritos de madres e hijas e hijos que abordaron ese bellísimo –y complejo– entramado vincular. Tanto como las voces de quienes dedicaron su vida y todo su tiempo y su corazón al cuidado de niños que no eran de sus familias, y a proteger y abrazar animales, plantas, bosques y otras formas de vida.
“Ser madre es un lugar, una actitud de cuidado que tiene más que ver con el amor que con la genética, la edad o el sexo”, decía ya Cristina Miguens, directora de nuestra publicación, allá por 2001, y a la hora de rescatar la voz y la valentía de grandes madres, podríamos pensar en Jane Goodall, por poner un ejemplo, esa madre de la Tierra siempre luminosa. Goodall, mujer líder de la protección de las especies animales y referente para niños y jóvenes de todo el mundo, nos interpela con firmeza y urgencia cuando dice: “Necesito que me ayuden a cuidar nuestro mundo”.
Con este enfoque, preguntas y reflexiones, en nuestro espacio de taller de lectura de octubre nos adentraremos en un universo infinito de palabras y sentido, de la mano de autores y autoras enormes (consagrados y contemporáneos) alrededor de esta gran zona de exploración, allí donde comienza todo: el amor, el alimento, el abrigo, el lenguaje: las madres y los hijos, por un lado… y la naturaleza como fuente de vida, ya con la primavera en el aire, con su despliegue inspirador.
Leeremos fragmentos, cuentos, poemas y abriremos un espacio de creatividad y conversación que incluirá preguntas y dilemas profundos; un lugar donde las ideas, las emociones y el pensamiento bailen y se expandan, en ronda.
Allí estarán las madres de todos los tiempos y estas otras madres más actuales, ya no romantizadas sino humanas, imperfectas, o suficientemente buenas, como pedía Winnicott (ni tan buenas ni tan malas); con errores y con sentimientos como hartazgo, cansancio y hasta furia descontrolada.
Buscaremos aportar algo para “deconstruir” cierta romantización de la maternidad y alejarnos de la idea de madre abnegada, que “deja la vida” por sus hijos, o de la irreal mujer perfecta que combina cuerpo esbelto, tener una vida social, una vida laboral, sostener todo y mostrarse socialmente “como si no pasara nada”.
Cinco días antes del taller, recibirán un adelanto (en texto e imágenes), y una hora antes del taller, recibirán el dossier de lectura (vía Drive) que compartiremos durante el taller.
No se requieren conocimientos previos, solo un cuaderno a mano y buena conexión a Internet.
¡Las esperamos!
¿Qué día y a qué hora es?
El sábado 7 de octubre de 10 a 12:30hs.
¿Cómo es la dinámica?
Es un único encuentro online de dos horas y media de duración. Un rato antes de comenzar, les haremos llegar un dossier de lectura y cinco días antes, recibirán un adelanto de lectura por mail.
¿Cuál es la modalidad?
El taller se dicta a través de la plataforma Google Meet (quienes no conozcan el funcionamiento serán guiados antes del encuentro para poder realizar la experiencia).
¿Qué se necesita para participar?
No se requieren conocimientos previos. ¡Pero sí tener ganas de leer en buena compañía!
¿Cuál es el valor del taller?
El arancel es de $5300 para quienes viven en la Argentina y de USD 25 para residentes en el exterior.
¿Cómo empezar?
Sólo tenés que inscribirte a través de los botones de pago. ¡Reservá tu vacante, los cupos son limitados!
♥ Si sos miembro de Círculo Sophia, tenés un 10% de descuento. Inscribite desde www.circulosophia.com con el usuario y la contraseña que creaste al registrarte en la membresía.
♥ Si querés saber más sobre Círculo Sophia, ingresá a circulosophia.com/membresia
¿Tenés alguna duda? Escribinos a cursosytalleres@sophiaonline.com.ar
Algunos textos, a modo de adelanto:
“La madre, al menos en la poesía argentina, tiene espaciosa y bien amueblada residencia”.
(María Elena Walsh, en el libro “A la madre”, del que fue compiladora)
***
“La Tierra es mi Madre, la amo, la amo
La Tierra es mi Madre, la cuido, la cuido
Nace la vide en mi Madre sagrada…”
(en La tierra es mi madre, Abuela Margarita de México)
***
«Amamos como nos han amado en la infancia, y los amores posteriores suelen ser sólo una réplica del primer amor. Te debo, pues, todos mis amores posteriores”.
(Milena Busquets a su madre, Esther Tusquets, en Esto también pasará)
***
Idea Vilariño (Montevideo 1920-2009)
Hoy tengo el corazón frío y azul,
los ojos de neblina
y las manos heladas.
Ah, madre,
qué cansada estoy,
qué cansada.
Si ya no puedo más con este fardo
este fardo sombrío
que me he echado a la espalda.
Y estos que van conmigo
y que me escuchan
se miran y preguntan
¿De qué fardo nos habla?
Ah, madre,
no sabes cómo estoy
de cansada.
***
Joyce Carol Oates (Nueva York, 1938)
En memoria de Carolina Oates (1916-2003)
«La última vez que ves a alguien y no sabes que será la última vez. Y todo lo que ahora sabes, ojalá lo hubieras sabido entonces… Pero no lo sabías, y ahora es demasiado tarde. Y te dices: “¿Cómo iba a saberlo? No podía saberlo”.
Te lo dices.
Ésta es la historia de cuánto echo en falta a mi madre. Algún día, de una forma única, será también tu historia”.
(Al comienzo de Mamá, Joyce Carol Oates)
***
María Teresa Andruetto (Arroyo Cabral, Córdoba, 1954)
Sólo escucho a la niña
Aprendí mucho de ellas, dice mi hija
por teléfono y comienza a nombrar
a abuelas, madres, tías… en la casa
que queda al pie del cerro, me enseñaron
a bordar, pirograbar, a hacer flores
de papel para los muertos. Me contaron
historias de mujeres, amores de ellas
mismas: alguien le decía mi tusquita,
otro entró a la historia del boxeo,
un cantor cantaba soy del treinta,
un gringo que pasaba por los campos,
una de ellas sedujo a un hombre joven,
otra se olvidó un día del marido,
y otra… las nombro como un mantra,
dice, Francisca, Cleofé, Petrona, Arcadia.
Laureana, Gregoria, Gioconda,
Juana, brotan sus nombres en el teléfono,
mientras la niña tapa con balbuceos
su voz de madre. Y entonces ya no escucho
sino a esa niña que habla con la fuerza
de lo que nace, como debe ser.
***
Visita
Hoy vino mi madre a visitarme
y caminamos las dos por estas calles.
Hablamos de mi hermano,
de los hijos, de las chicas del Sur,
de mi cuñado. Otra vez yo critiqué
al gobierno y ella dijo otra vez
“¡Es un país tan grande!”. No quiere
que me queje: “¡Este país generoso
recibió a tu padre!” y rodamos las dos
hacia una zona de tristeza, en silencio,
hasta que se detiene y dice: “Ayer
hice dulce de duraznos” y yo digo
que hablaron de mi libro
en el diario.
***
Con mi hija, en auto
A Josefina
Íbamos, con tu hija durmiendo
en el asiento de atrás, hablando las dos
de un modo nuevo sobre cómo lo real
atraviesa la experiencia del cuerpo
y de la psiquis. ¿Estás cansada?,
pregunté y enseguida pensé que había
hablado por demás. En otros tiempos
reprochabas no hables fuerte, no hables
tanto, no hagas gestos, pero anoche,
en la oscuridad del camino que va a casa,
preguntaste por mis partos, mis puerperios,
y yo te conté de aquella noche
llegando más muerta que viva al hospital.
Largué lo que tenía atascado en la garganta
y vos dijiste a mí si me hacen eso, los mato,
te juro que los mato. Hablábamos las dos
de un modo nuevo, en medio del camino,
con tu hija durmiendo en el asiento
de atrás. Entonces me contaste
lo que habías leído, que todo el dolor
que guarda el útero se sana en los hijos
de los hijos, y la resaca que guardaba
se fue limpiando entre los saltos
del auto sobre el ripio.
***
Fabián Casas (Buenos Aires, 1965)
Después de largo viaje
Me siento en el balcón a mirar la noche.
Mi madre me decía que no valía la pena
estar abatido.
Movete, hacé algo, me gritaba.
Pero yo nunca fui muy dotado para ser feliz.
Mi madre y yo éramos diferentes
y jamás llegamos a comprendernos.
Sin embargo, hay algo que quisiera contar:
a veces, cuando la extraño mucho,
abro el ropero donde están sus vestidos
y como si llegara a un lugar
después de largo viaje
me meto adentro.
Parece absurdo: pero a oscuras y con ese olor
tengo la certeza de que nada nos separa.

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