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Hijos

10 septiembre, 2018 | Por

Sos mamá… ¿y ahora?

Transitar la maternidad nos cambia para siempre y debemos ir abriéndonos paso entre la felicidad, la ansiedad y los temores. ¿Cómo atravesar la experiencia de una manera más relajada y feliz? Te compartimos los consejos de la doctora Agustina García Llorente, médica y mamá.


Llegaste con tu bebé del hospital, la casa está tal como la dejaste antes de salir rumbo al parto. ¡Pasaron tantas cosas! La ansiedad, la emoción. El llamado a una nueva vida. Ante tus ojos todo se muestra bello y extraño a la vez y el nuevo integrante de la familia descansa plácidamente entre tus brazos. Pero mientras te embarga una alegría infinita, también te sacuden algunas dudas. ¿Respira bien? ¿Es normal que duerma tanto? ¿Por qué te duele al dar la teta? ¿Estás haciendo las cosas bien?

Quienes transitan la hermosa (y compleja) experiencia de la maternidad, de sobra saben que se trata de un viaje donde nuevos sentimientos, muchas veces encontrados, arremeten, confunden, transforman. Los miedos se convierten así en pasajeros frecuentes de la misma línea área maternal; esa que de pronto augura un vuelo de ida rumbo a lo desconocido.

Para acompañar esa etapa, el trayecto que comienza con el embarazo y sigue año tras años durante la crianza, la doctora Agustina García Llorente, médica pediatra formada en el Hospital de Niños, creó los encuentros-taller S.O.S. Mamá, un juego de palabras que retrata una realidad: sí, ahora que sos mamá estás feliz, ¡pero tantas veces necesitás pedir ayuda! “Me pareció una buena idea llamarlo S.O.S. Mamá, o Sos Mamá, porque ser madre es una experiencia que requiere mucho esfuerzo. Hay una enorme demanda, sobre todo para las mujeres que trabajamos. Y está bueno que nos demos cuenta de algo: es importante retomar nuestros intereses, nuestra carrera, porque de nada sirve estar las veinticuatro horas con nuestros hijos si esas horas no son de calidad», destaca.

Por eso, Agus (así la llaman su familia, sus amigos y también sus pacientes), quiso abrir las puertas de sus conocimientos profesionales y también de sus propias experiencias como mamá de Saturnino y Guadalupe. «Tuve a mis hijos durante la residencia en el hospital y eso me agotó, pero a la vez me sirvió: hasta ese momento era demasiado rígida», cuenta y dice que fue en el curso de preparto de su primer hijo que comprendió que faltaba información sobre qué hacer con el bebé una vez que se llegaba con él al hogar. «Se habla de contracciones, de pujos, pero nada acerca de qué hacer una vez que estás con tu hijo en soledad. Entonces, cuando supieron que era pediatra, todas mis compañeras de curso comenzaron a hacerme preguntas a mí», recuerda y lamenta que la medicina muchas veces llegue tarde a resolver ciertos problemas, como la imposibilidad de continuar la lactancia, por ejemplo: «Cuando consulta, esa mamá ya viene pasándola mal. Desde la salud tenemos que adelantarnos, prevenir, informar».

«No hace falta ser una madre perfecta, sólo sé una buena madre y para ellos eso será perfecto», le gusta decir a Agustina. Médica y mamá, decidió compartir sus saberes puertas adentro y también afuera del consultorio. Son muchas las mujeres que la contactan a diario a través de las redes y por WhatsApp para pedirle consejos, o al menos una palabra de aliento. Ella elige estar  www.instagram.com/s.o.s.mama

 

En sus encuentros hay recomendaciones con sustento científico, «lo que está estudiado y escrito», según dice, pero también consejos prácticos sobre cómo transitar la maternidad. «Cosas básicas. Saber que muchas veces no hay que comprar tanto, sino aprovechar lo que ya tenemos o nos pueden prestar. Ese plus me lo dio el trabajo en un hospital público, donde lo que hace la diferencia es la creatividad», destaca.

−¿En qué te cambió la maternidad a nivel profesional?

−Me volvió más flexible, más empática. Para una mamá lo más importante es su hijo y todo lo que hace es por su bien, aunque a veces cometa errores. Antes me volvía loca cuando alguna me contaba que le había dado un tecito de yuyos al bebé para curarlo del empacho, pudiendo intoxicarlo por eso. Hoy sé que hay que enseñar y acompañar atendiendo las dudas de esa mamá, brindándole información sin echarle tanto la culpa.

−¿Qué es lo que más necesitamos las madres?

−Tranquilidad y seguridad. Saber que van a ser buenas mamás. Hay un miedo enorme a no poder, a no saber hacer. Solo es cuestión de acompañarlas. Por eso yo les pido que me escriban, que me llamen, que cuenten conmigo. Cuando saben que estás, baja mucho la ansiedad.

−¿Cómo repercute en las mujeres que la maternidad esté  atravesada por tantos mensajes culturales?

−Hay muchas veces que la madre escucha que debe seguir su instinto, que todo le va a salir solo. Y no siempre es así. Hay formas distintas de amamantar, momentos para la lactancia. En algunos sectores, las mujeres están acostumbradas a ver a una mamá dar la teta. En otros no: la mujer se tapa, se va al cuarto. Ese ejemplo compartido es muy importante, hay técnicas que hay que aprender y no hay mejor maestra que otra madre. Se necesita recuperar el intercambio entre mujeres.

−¿Cuál es el equilibrio entre lo que dice el libro y la realidad? 

−Mirá, yo soy pro lactancia, pero hay mamás que por distintas razones no pueden amamantar a sus hijos y entonces les digo que no pasa nada: dar una mamadera con amor es maravilloso. ¿Qué gano con demonizar a la leche de fórmula cuando no hay otra opción? La cesárea es otro tema, muchas viven la experiencia como una frustración, pero no se es mejor madre por tener un parto vaginal y cuando una cesárea ocurre, es porque era la mejor opción. Otra cosa: «la hora de oro», charlo mucho sobre eso, porque si bien es un momento espectacular para estar con el bebé, cuando queda en observación en Neo porque hay que descartar algún tema médico, ¡no pasa nada! Muchas lloran a mares porque no quieren perder ese momento, pero tienen que saber que todo va a estar bien…

−¿Qué nos pasa a las mujeres frente a la llegada de un hijo?

−Nos damos cuenta de que en la maternidad estamos solas, aun cuando tengamos marido y estemos rodeadas por nuestros seres queridos, al punto de sentirnos un poco invadidas. Se trata de un momento de una sensibilidad enorme, de algo muy íntimo, y es lógico que aparezcan muchas preguntas. En ese momento siempre hacen faltan mujeres que acompañen y no juzguen, como una madre, una hermana, una amiga, una vecina… y una buena dosis de sentido común, ante todo.

Cuatro consejos, como médica y mamá

→ Escuchar: «Las madres ya saben un montón, yo no soy la única que tiene información para dar. Si aportamos entre todas generamos un valioso intercambio, una comunidad».

→ Acompañar: «Muchas veces no hace falta salir de madrugada corriendo a la guardia y exponer al bebé al frío, o a otras enfermedades. Se puede resolver con una consulta telefónica con el médico».

→ Abrazar: «Siento una enorme necesidad de ayudar y sé que, muchas veces, el abrazo y la escucha atenta curan más que los medicamentos».

→ Informar: «Claro que se puede buscar información en Google, pero hay que hacerlo en lugares serios, como la Sociedad Argentina de Pediatría. ¡Por su bien, manténganse alejadas de los foros y del boca a boca sin sustento!». 

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