Mes de la Mujer
27 marzo, 2023 | Por Ariel
Ser niña y mujer en Viena, ayer y hoy
Desde Austria, la autora de esta columna -una traductora y ensayista de 83 años, estudiosa de lo sagrado femenino-, repasa su infancia de posguerra y mira el presente de las mujeres con la esperanza de que logren una perspectiva empática a la altura de los complejos desafíos contemporáneos.

«Una mujer en Viena tendrá que luchar por su lugar bajo el sol. También tendrá que aprender que el éxito material o profesional no es garantía de felicidad personal», dice la autora de esta columa. (Foto: Pexels).
Por Susanne Schaup
Es probable que una niña que crece en Viena hoy experimente la Navidad rodeada de mucho entretenimiento, incluso lujos. Están los populares mercados navideños de juguetes, adornos, artesanías y la típica pastelería y panes de jengibre que solo se preparan en esa época del año. Las vidrieras exhiben artículos suntuosos y lo último en moda para esquiar, ropa pesada de invierno diseñada para las temperaturas polares, que nadie necesita porque nuestros inviernos son cada año más cálidos. A la niña se le ofrecerá cualquier cantidad de entretenimiento infantil, actuaciones especiales, espectáculos de marionetas, conciertos.
Cuando yo crecí, los vieneses estábamos más o menos entre nosotros. Ahora, nuestra pequeña niña se codeará durante su infancia con personas de muchas naciones diferentes y escuchará hablar todo tipo de idiomas. Cuando sea más grandes, será natural que responda en inglés toda vez que un extraño le pregunte, en un alemán entrecortado, cómo llegar a algún lado. Todo el mundo aprende inglés en la escuela.
Quién es Susanne Schaup. Nacida en Viena en 1940, la autora de esta nota es escritora y traductora. Autora de Sofía. Aspectos de lo divino femenino (Kairós, 1999), publicó libros sobre la vida y obra de Henry David Thoreau, Martin Luther King y Elizabeth Kübler-Ross. Tradujo la obra de autores como Emily Dickinson, Ralph Waldo Emerson, Raimon Panikkar y Walt Whitman, entre otros. A partir de marzo de 2023, publicaremos una serie de columnas de su autoría, relacionadas con la vida en su ciudad, pero también con los aprendizajes y la sabiduría que trae el tránsito por la vida.
Hoy, para una chica de clase media pocas cosas están fuera de su alcance. Se la alimenta bien -los vieneses disfrutan de la buena comida-, probablemente tenga más ropa de la que alcance a ponerse, pasará vacaciones con sus padres en el extranjero, participará en cualquier actividad deportiva o artística pagada por la familia o brindada por la escuela, y si su teléfono celular se le rompe, seguro se le repondrá con uno nuevo y más caro. Hoy en día es más difícil para ella desear algo que no está al alcance de la mano, algo a lo que aspira y sueña.
En la década de 1950, cuando yo crecí, era otra historia. Apenas unos años después de la guerra (N. de R.: Segunda Guerra Mundial), algunas partes de Viena todavía estaban en ruinas. La ciudad seguía dividida por las fuerzas aliadas en un sector estadounidense, ruso, británico y francés. Con mi familia tuvimos la suerte de vivir en el Sector Americano. Nunca vimos a ningún soldado y vivimos nuestra austera vida de posguerra sin ser molestados. Ya no se racionaba la comida, pero nos enseñaban a economizar y a no desperdiciar nada, mucho menos comida. Mi madre, una cocinera espléndida, era experta en preparar comidas sabrosas con sobras. Fuimos criados con comidas caseras simples, a menudo hechas con ingredientes económicos, y comíamos carne solo los domingos. La Nochebuena era una excepción. Solo había una sopa sustanciosa o “Eintopf” para el almuerzo, y por la tarde a los niños nos daban chocolate caliente y los deliciosos strudels de mamá hechos con rellenos muy ricos de semillas de amapola y nueces, mientras nuestros padres decoraban el árbol y dejaban los regalos en la sala.
Una Navidad, sonó el timbre y la puerta se abrió al esplendor de esta fecha. Ahí estaba ella, la muñeca que tanto había anhelado. Era la muñeca que mi madre tenía de niña, con cabeza de porcelana y pelo de verdad. Trude era una belleza de un tipo de muñeca pasada de moda. Mi madre la había vestido con ropa nueva, y el obrero que ayudaba en la casa le construyó muebles de madera que parecían verdaderos, una camita, una cómoda y un armario. ¡Qué hermosura! Compadezco a todas las niñas de hoy que se crían con muñecas Barbie con las mismas características estereotipadas, producidas en masa y vendidas millones de veces. Mi Trude era única. La heredé de mi madre y la amé y jugué con ella durante muchos años.

Susanne Schaup, pasado y presente: la autora de esta nota creció en posguerra y hoy, con mirada actual, anhela que las mujeres alcancen no solo sus derechos, sino la grandeza espiritual para vivir en un mundo complejo.
En esa época había otros juguetes: muñecos de trapo, figuras extrañas y animales de peluche de formas tan rudimentarias que la imaginación tenía libertad para darles cualquier identidad.
No éramos pobres, pero recuerdo que en invierno siempre pasábamos frío. Nadie en esos días calentaba sus casas a más de 18 grados. El carbón era caro. Se entregaba en otoño, se almacenaba en el sótano y tenía que durar todo el invierno. Cuando las temperaturas bajaban de cero, usábamos dos o tres suéteres uno encima del otro, dos pares de medias de lana y un calzado con hebillas hechos de fieltro resistente. Nunca tuvimos una prenda verdaderamente abrigada o botas de invierno adecuadas.
«Compadezco a todas las niñas de hoy que se crían con muñecas Barbie con las mismas características estereotipadas, producidas en masa y vendidas millones de veces. Mi Trude era única. La heredé de mi madre y la amé y jugué con ella durante muchos años».
Vivíamos con escasez, pero nunca nos sentimos privados de nada. Mucha de nuestra ropa la hacía una vieja costurera que venía a casa, cambiaba la ropa que nos había quedado chica o rehacía algunos de los viejos vestidos de mi madre para que nos quedaran bien.
Los tiempos cambiaron para mejor. La ciudad vieja y sucia en la que crecí, con los estragos de la guerra visibles durante años y las veredas llenas de excremento de perro, se recuperó lentamente y se volvió no solo ordenada, sino hermosa. Durante un período de unos veinticinco años, la vieja gloria, la de cuando Viena era la capital de un gran imperio multiétnico, parecía haber vuelto. Una población que envejecía con una tasa de suicidios francamente alta e impactante se vio rejuvenecida por la afluencia constante de trabajadores, estudiantes y profesionales, especialmente de Alemania, pero también de Turquía y otras naciones. Cada año, Viena se vuelve más y más atractiva para los turistas extranjeros. La ciudad se convirtió en sede de organismos internacionales, centro de una rica escena cultural, punto de encuentro de la música como en los viejos tiempos, de las bellas artes, de la danza y del cine. Este desarrollo continúa hasta hoy. Viena se ha convertido en un lugar favorito para conferencias internacionales y un terreno neutral para cumbres políticas. La ciudad se enorgullece de desempeñar un papel de mediador diplomático en los conflictos actuales. Inmersa en un paisaje de belleza natural, con la pureza del aire y el agua, la relativa seguridad de nuestras calles y bienes culturales de gran diversidad, Viena se posiciona por encima de otras capitales en lo que a calidad de vida se refiere. Es divertido crecer en Viena hoy y probablemente sea más seguro que crecer en Nueva York, Ciudad de México o Río de Janeiro.

Con su belleza natural y sus bienes culturales, «Viena se posiciona por encima de otra capitales en lo que a calidad de vida se refiere», asegura la autora. En la foto: escultura de conejo a pocas cuadras de la Ópera de Viena (Foto: Pixabay).
Hoy los jóvenes pueden disfrutar de todas las ventajas que ofrece Viena, las comodidades de una metrópolis culturalmente rica y próspera. Por otro lado, es más difícil distinguir entre lo falso y lo genuino, penetrar la superficie atractiva para confrontar alguna dura verdad debajo. El pasado histórico, durante tanto tiempo negado o minimizado, finalmente se trata incluso en las escuelas. El mito de que Austria fue la primera víctima de la Alemania nazi por fin dio paso al hecho de que la mayoría de la población era partidaria silenciosa o activa de un régimen criminal. Esta semilla del mal sigue irritando y siendo un punto doloroso en nuestra política.
«Cada año, Viena se vuelve más y más atractiva para los turistas extranjeros. La ciudad se convirtió en sede de organismos internacionales, centro de una rica escena cultural, punto de encuentro de la música como en los viejos tiempos, de las bellas artes, de la danza y del cine».
Cuando era joven, Estados Unidos era el gran ideal, con sus valores de libertad y democracia, la música, el arte y la moda estadounidenses. Hoy es difícil encontrar ideales. Sólo hay modas pasajeras. Todos los ideales han sido puestos en duda. Depende de cada persona hacer sus elecciones y saber qué está eligiendo y por qué. El estilo de vida heredado de la generación anterior ya no es válido. Demasiados pilares del viejo orden mundial resultaron vacíos. Un joven en la actualidad necesita encontrar su propia orientación. Tiene suerte si tiene una guía confiable en la persona de un maestro o un padre.
La vida en Viena no carece de las incertidumbres y dilemas de nuestro tiempo. La sustentabilidad de la tierra está en juego y quienes ocupan los sitios de poder hacen muy poco para lidiar con estos temas candentes. Además, existe una brecha cada vez mayor entre las clases privilegiadas y marginadas, incluidas en estas últimas, muchas mujeres e inmigrantes. Las mujeres todavía ganan un tercio menos que los hombres por el mismo trabajo. La violencia contra ellas ha alcanzado un triste récord. Todavía es difícil para las mujeres llegar a los puestos más altos. Austria es básicamente un país conservador, y la práctica de la igualdad de género va notoriamente detrás de la legislación.

Estatua de la esfinge en los jardines del Palacio Belvedere (Foto: Pixabay).
Una niña que crece hoy en Viena tendrá que saber que tiene derecho a todas las oportunidades que disfruta un joven como algo natural. Las instituciones de nuestro estado de bienestar social la ayudarán a realizar sus aspiraciones, hasta cierto punto. En realidad, tendrá que luchar por su lugar bajo el sol. También tendrá que aprender que el éxito material o profesional no es garantía de felicidad personal. Es estresante llegar a la cima, y sus relaciones y su familia pueden sufrir por la tensión. Viena tiene mucho que ofrecer para hacer que la vida sea agradable, pero la fuente más profunda de satisfacción tendrá que encontrarla dentro de sí misma. Un marco exterior estable, como instituciones democráticas que funcionan, ayuda. El conocimiento de que innumerables compatriotas están sosteniendo la economía con su trabajo honesto, su aporte diario de energía e inteligencia para mantener el país a flote, también es tranquilizador. Es libre de realizar estudios en el extranjero, de contactarse y relacionarse con personas de otras culturas y ampliar su mirada más allá de las posibilidades que pudo tener su madre. Hay buenas chances de que pueda escapar del patriotismo nacional de mente estrecha de muchos de sus mayores. En el mejor de los casos, podría darse cuenta de que ella, ciudadana de un pequeño país en el mapa global, es heredera de todas las cosas buenas que este mundo tiene para ofrecer. Está en ellas tomarlas. Y ella comprenderá que esto solo se obtiene al precio de la paz mundial.
Entonces, de hecho, puede sentirse orgullosa de su hermosa ciudad, mientras pasea por Ringstrasse, el magnífico bulevar bordeado de edificios históricos, y tal vez sentarse en uno de los cafés tradicionales en el camino. Aquí, lo antiguo y lo moderno se encuentran en armonía. Puede comprender que no puede haber un futuro significativo sin aceptar el pasado. Para alguien criado en Viena, el pasado es visible en cada esquina detrás de la palpitante vida del presente. Se dará cuenta de que hay otros, menos privilegiados como ella, en los extensos suburbios más allá del Danubio, refugiados que han venido aquí solo con la ropa que llevan puesta. Ellos también tienen aspiraciones. Ellos también tienen dones y talentos y desean una educación y acceso a nuestra cultura, que no es exclusivamente nuestra, sino para que el mundo la comparta. ¿Tendrá esta perspectiva equilibrada, orgullosa y humilde al mismo tiempo? ¿Sabrá que no tenemos futuro a menos que compartamos lo que tenemos con los demás? Deseo fervientemente que lo haga.
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