Sophia - Despliega el Alma

Pareja

14 febrero, 2017

Los demonios de San Valentín

En este día donde todo se tiñe de color rojo y tiene forma de corazón, el psicólogo norteamericano Kelly Flanagan nos comparte una mirada no edulcorada del amor. Un texto donde abundan los escombros, pero también las herramientas necesarias para aprender a construir de a dos.


Por Kenny Flanagan *

Me encanta Hallmark (N. de la R.: Es una tienda de regalos con sede en varios países del mundo, donde pueden comprarse tarjetas y objetos románticos, entre otras cosas), como probablemente habrás notado. Es que puedo ser un poco sentimental y Hallmark me golpea en mi punto débil. Pero el Día de San Valentín de Hallmark, en particular, siempre me ha molestado. ¿Por qué? Porque la creencia que perpetúa sobre el amor verdadero es perjudicial para el verdadero amor real de la vida real. Por eso, en el post de esta semana, me propuse corregir ese error.

kelly flanagan

* El doctor Kelly Flanagan es piscólogo clínico y vive en Illinois, Estados Unidos. Colabora con el diario The Huffington Post y tiene su propio blog, llamado UnTangled (donde suele discurrir sobre distintos temas de reflexión psicológica). En Sophia lo entrevistamos tiempo atrás, cuando viralizó una carta dirigida a su hija en ese entonces de 4 años, donde le decía que ella nunca debía pensar cómo mantener a un hombre interesado, sino ser simplemente ella misma y buscar siempre su propia felicidad. La carta, llamada “La carta de un papá a su pequeña hija (sobre su futuro marido)” fue furor en las redes y despertó la reflexión de muchos otros papás. “Tengo dos hijos varones y la llegada de mi hija menor, me hizo consciente de todas las maneras en que las mujeres se colocan automáticamente en desventaja en nuestro mundo. Porque sé que ella, que tiene la misma fuerza, el coraje y la pasión por la vida que mis otros dos hijo varones, pero va a encontrarse con que muchos no verán con buenos ojos que viva con la misma audacia que ellos. Entonces, mi desafío es hacer un aporte, el que sea, para que ese tipo de cosas no sigan ocurriendo”, nos dijo en aquella oportunidad, al otro lado de la línea.

El título es provocativo, lo sé. Pero creo que verás el punto de lo que quiero decir.

Cada año, en Nochebuena, nos reunimos con familia y amigos y celebramos un concurso de sincronización de labios, como un karaoke, pero sin voz.

Después de la cena, el concurso comienza. Los niños suelen interpretar su canción favorita del año. Nosotros, los adultos, a menudo elegimos una canción favorita de nuestros años mozos, un tema que no conoce nadie que no tenga nuestra edad.

Este año, mi hijo menor Quinn se levantó de la mesa y puso cada gramo de su corazón en una maravillosa actuación de «The Run and Go», de Twenty One Pilots. El estribillo de la canción dice así: «… no quiero darte todas mis piezas, no quiero entregarte todos mis problemas, no quiero pasarte todos mis demonios …».

Cuando el vocalista gritó el estribillo final con toda su angustia y Quinn silenciosamente hizo el mismo gesto, miré a mi esposa.

Pensé en cómo, al principio, ambos nos resistimos a darnos uno al otro nuestros trozos, nuestros problemas y todos nuestros demonios. Pensé en lo mucho que nos aferramos a la fantasía de que el amor y el matrimonio de alguna manera podría parecer cada anuncio prístino para el Día de San Valentín. En aquellos primeros años, resistiendo a nuestros demonios, fingiendo que no existían y rehusando revelarlos el uno al otro, creamos tanto, tanto dolor innecesario.

Para mantener la ilusión de que no estamos rotos, tenemos que romper a otras personas, lo cual es aún peor.

Hay un momento más adelante en ese mismo álbum de Twenty One Pilots, cuando otro estribillo se repite una y otra vez: «Estamos rotos, estamos rotos, estamos rotos, somos gente rota». En algún lugar a lo largo del camino, mi esposa y yo finalmente averiguamos que la gente rota no puede vivir en un estado permanente de San Valentín. Porque con la vida, la respiración y la gente rota por ahí, demasiadas cosas suceden. Las viejas heridas se tocan. Las viejas astillas emocionales trabajan su manera a la superficie. Los viejos hábitos se reafirman.

Por ejemplo, mi esposa tenía serias razones para creer que siempre sería abandonada. Y yo tenía mis razones para creer que siempre sería invisible para los otros.

Pero el verdadero amor sucede cuando dejamos de resistir eso roto que tenemos y, en cambio, lo revelamos a la persona que amamos y que queremos que nos ame.

Sí, el verdadero amor sucede cuando finalmente confesamos nuestros demonios.

En la tradición de San Valentín, cuando el legendario Cupido dispara su flecha mágica y te golpea, se supone que el verdadero amor sucede. Pero aquí está la cosa: no se llama amor perfecto y no se llama Hallmark-amor. Se llama amor verdadero. Entonces, cuando la flecha de Cupido realmente te golpea y te divide… ¿y si la verdad se derrama, junto con todas tus piezas, todos tus problemas y todos tus demonios?

Y qué sucede si, en el amor verdadero, que fluye detrás de esa inundación de fragilidad, llega la cosa más verdadera de todas: tu verdadero, más digno, más adorable ser.

La mitad del tiempo, parece, mi esposa y yo estamos peleando en el mismísimo Día de San Valentín. Pero eso está bien, porque el Día de San Valentín no se supone que sea perfecto. De alguna manera, se supone que tiene infinidad de demonios, porque es el día en que nos celebramos el uno al otro, nuestras piezas y problemas… Y el alma brillante que se encuentra justo debajo de todo ese lío.

Tal vez este año, en nuestra casa, tendremos un concurso de sincronización labial familiar para el Día de San Valentín, también. Y tal vez cantaré una de mis canciones favoritas de Leonard Cohen. Tal vez voy a cantar esa línea famosa: «Hay una grieta en todo, así es como entra la luz».

Tal vez mi esposa oiga esa línea y sepa la verdad: ella es la luz que entró, más allá de todos mis demonios.

Y tal vez, como nosotros dos, vos también sos humano. Tal vez tenés grietas. Tal vez estás cansado de calafatear para que las piezas no sean tan obvias, para que los problemas no sean tan molestos, y para que tus demonios no se vuelvan tan perturbadores. Quizás el Día de San Valentín es el día adecuado para dejar que esos demonios se aflojen, de la manera más vulnerable y tierna posible. Así la luz puede entrar.

Leé este y otros artículos (en inglés) en drkellyflanagan.com

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