Sociedad
3 junio, 2022
Salud mental: un debate urgente y la necesidad de ampliar la mirada
La pandemia sacó a la luz y profundizó una deuda pendiente y hoy la sociedad exige una reflexión profunda y acciones concretas frente a los padecimientos psíquicos. ¿Cómo construir una nueva conciencia?

“No quiero estar en el velorio de mi hijo”, dijo esta semana Marina Charpentier, la mamá del popular cantante conocido como Chano, durante una jornada de reflexión en el Senado de la Nación. Las lágrimas le impedían hablar, pero se recompuso una y otra vez para hacer llegar el mensaje que había ido a dar: exigir un cambio de conciencia colectivo en la forma de abordar las adicciones y, puntualmente, una reforma en la ley vigente de Salud Mental. “No importa si es buena o mala, lo que sí sé es que la ley que tenemos hoy no nos ayuda”, señaló y compartió las duras vivencias que, desde hace más de veinte años, mantienen en vilo la vida del artista y la de toda su familia. Además, lamentó que tantas madres, padres, hermanos y abuelos aún sigan sintiendo vergüenza de reconocer que tienen un ser querido en una situación de consumo: “Detrás de la adicción, lo que hay en verdad es una depresión muy profunda”, expresó.

Marina Charpentier, mamá de Chano Moreno Carpentier, durante su visita al Senado de la Nación para reflexionar sobre salud mental y adicciones.
Bajo el lema “La madre marcha”, el próximo viernes 24 de junio se convocó a una marcha al Congreso de la Nación para pedir una ley específica de adicciones, en el marco del debate sobre Salud Mental.
Carl G. Jung, uno de los máximos referentes del estudio de la salud mental en el siglo XX, refirió esa tristeza, esa pérdida de sentido, como uno de los grandes males de la vida moderna. Convencido de que la ausencia de lo sagrado llevó al ser humano a la desorientación y el desequilibrio psíquico, escribió: “Cada uno sufre en primer lugar por haber perdido lo que las religiones vivas han aportado siempre , y ninguno se cura verdaderamente si no ha vuelto a recuperar su concepción religiosa”. Para él, la espiritualidad, independientemente de una religión particular, debía ocupar un lugar fundamental en la psiquis humana. “El mundo de los dioses y los espíritus es verdaderamente ‘nada más que’ el inconsciente colectivo dentro de mí”, señaló y sus palabras continúan más vigentes que nunca.
Sin embargo, esa falta de encuentro con lo trascendente ha dado lugar a una interacción social e individual que, en muchos casos, se ha vuelto patológica. “La enfermedad mental es un problema espiritual. El enfermo mental es un paciente que sufre mucho, muchísimo. Y es deber de la gente que lo trata, de los profesionales, ver esta parte de sufrimiento como una necesidad espiritual de contención y de guía, no solamente desde su psiquismo”, destaca la doctora Mónica Pucheu, médica especialista en Psiquiatría y en Medicina Legal, presidente honoraria del capítulo de Psicooncología de APSA y cofundadora y secretaria de FUNDAPAP. Y es durante ese proceso, asegura la especialista, que el amor cumple un rol fundamental: “El enfermo mental es una persona muy vulnerable que necesita amor, no que se lo estigmatice o se lo deje tirado. Pero para darle amor a un enfermo mental hay que tener un proceso hecho sobre el amor hacia nosotros mismos. Como sociedad estamos muy lastimados como para decir ‘nos vamos a ocupar de la salud mental’, las familias están muy solas”, sostiene.
Cifras de salud mental a nivel global
> Alrededor 1 de cada 5 niños, niñas y adolescentes es diagnosticado con un trastorno mental.
> La depresión es uno de los principales trastornos que afecta a la población mundial, siendo una de las causas más importantes de discapacidad.
> Una persona se suicida en el mundo cada 40 segundos aproximadamente.
> Las personas con trastornos mentales graves mueren de 10 a 20 años antes que la población general.
Fuente: OMS/ OPS
En diálogo con Sophia, Jess Browne, mamá de Ignacio, un joven que se suicidó en plena pandemia, comparte su historia con Sophia: “Nadie lo vio venir. Él jamás había dado una muestra de tener algún problema de salud mental, era un chico al que llamamos ‘exitoso’, por eso nos invito a todos replantear lo que significa ‘éxito’, porque a veces puede parecer que alguien lo tiene todo y, sin embargo, sentir mucha angustia, miedo y sensación de fracaso”, relata. En una de las cuatro cartas de despedida que dejó, su hijo señaló que nadie era culpable de su decisión y que lo hacía porque no podía salir de su tristeza: “La sociedad machista en la que vivo no me deja pedir ayuda”, escribió. Por eso, para Jess, como para tantas otras madres que se encuentran atravesando una vivencia tan dolorosa, resulta muy importante referirse abiertamente al tema: “Celebro que los medios quieran hablar, porque no es un tema fácil y muchas veces se lo evitó, como si al nombrar el suicidio los demás se pudieran contagiar. Pero esto está pasando, los índices son muy altos y mientras no lo hablemos, mientras las personas no se permitan contar lo que les pasa y hacer visibles sus tristezas, pensando que no hay espacio para el dolor y que todo debe ser maravilloso como se ve en Instagram, seguiremos lamentando suicidios como el de Ignacio”.
En su libro, Empesares (Urano), Jess narra en primera persona los matices de un duelo que no termina nunca, pero a la vez habla de la necesidad de instalar el tema de una vez por todas en nuestra sociedad. Quiere echar luz, dice, sobre esa noche oscura que conoce bien, y para eso también creó un espacio de ayuda para otras mamás y, sobre todo, para aquellos chicos que hoy necesitan contención y apoyo profesional para encontrarle sentido a la vida. «Somos un montón los padres que pasamos por este infierno. Pero se sobrevive y la vida aún vale la pena. Hay mucha gente que necesita que los que quedamos confiemos y contemos nuestra historia», escribe en este libro que, asegura, nunca hubiera querido tener que escribir, pero que se convirtió en una guía para acompañar a otros en su dolor. «Me hace muy bien hablar de esto, aunque es incómodo, porque que si lo hablamos con cariño puede hacernos sentir mejor a todos».
Escuchá la charla completa con Jess Browne haciendo clic acá.

Jess Browne junto a su hijo Ignacio y el libro que, luego de su muerte, escribió para sanar y ayudar a otros.
Atravesados por una pandemia
Con el advenimiento de la covid-19, la cuestión recrudeció. Según un informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), durante la pandemia por COVID-19, la prevalencia mundial de la ansiedad y la depresión aumentó un 25%. “De hecho, el secretario de las Naciones Unidas instó a los gobiernos, a los estados, a las comunidades, a empezar a invertir en el tema”, describe la doctora Silvia Bentolila, médica especialista en Psiquiatría, integrante del equipo regional de respuesta frente a emergencias sanitarias de OPS / OMS y docente universitaria, y agrega: “Han aumentado a nivel mundial los trastornos depresivos, las crisis de ansiedad, los intentos de suicidios, los consumos de sustancias; podría dar una enorme cantidad de datos. Porque además están los que padecieron covid, que tienen más riesgo de tener problemas de salud mental: trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, pero a su vez, están los familiares de los que fallecieron, para quienes el impacto es muy grande y el aumento de oferta profesional no es lo suficientemente importante”.
Líneas de acompañamiento, apoyo y orientación en salud mental
> Asistencia al suicida: 0800-345-1435
> Sedronar: 0800-222-1133
> Salud Mental Responde: 0800-333-1665
Al estigma aún persistente y a la existencia de una ley de Salud Mental que despierta polémica en parte de la población médica y no médica, se suma un aspecto estructural. La demanda de asistencia por parte de los pacientes y sus familiares no siempre es atendida a tiempo, incluso cuando se trata de situaciones que requieren atención inmediata. Profesionales y pacientes consultados por Sophia mencionan como problemas de base la falta de turnos tanto a nivel público como privado, las pocas sesiones de terapia que brindan las prepagas, el desajuste en la formación de profesionales para atender problemáticas actuales y complejas, como la incertidumbre, el estrés o el consumo problemático de sustancias. En síntesis, refieren a un sistema de salud que no puede ofrecer una respuesta acorde a la demanda. Con la proliferación de los trastornos de ansiedad y la depresión, y médicos agotados, la pandemia agravó la situación a nivel local y también a nivel global.
“¿El estigma existe? Sí. ¿Es menor que antes? Sí. La pandemia visibilizó la posibilidad de hablar de eso. Esto es global y la Argentina no es una excepción en este momento”, comparte la doctora Bentolila. Y la doctora Pucheu agrega: “Yo, que soy legista, he hecho un montón de recursos de amparo que, por ejemplo, necesitan un acompañante terapéutico y la prepaga no se los da. No es fácil en este país: la salud mental para las prepagas y para todos es un gasto muy alto por la medicación, por el acompañante terapéutico, por la internación y, lamentablemente, eso se mira, no desde el lado humano, sino desde el lado económico. Ahí está la enfermedad espiritual. Mientras se siga viendo desde ese lugar, esto no va a cambiar”.

Medicina para el alma
A pesar de haber dejado atrás algunos tabúes y prejuicios, los desórdenes de salud mental continúan siendo una problemática sobre la que existe un manto de silencio y, por ende, en la que resulta difícil trabajar con empatía y eficacia para su diagnóstico y tratamiento. Quizás por eso muchas personas aún sienten vergüenza de reconocer, por ejemplo, que se encuentran atravesando patologías psiquiátricas como la depresión, la ansiedad, los trastornos bipolares o el pánico —diagnósticos que la mayoría de nosotros hemos visto extenderse a nuestro alrededor—, o las adicciones, de las que tanto se habló durante la última semana. Justamente a eso se refería Jung, cuando escribió sobre la necesidad de poner de manifiesto los padecimientos sobre los que tanto nos cuesta hablar: “La razón del mal en el mundo es que la gente no es capaz de contar sus historias”.
«No es fácil en este país: la salud mental para las prepagas y para todos es un gasto muy alto por la medicación, por el acompañante terapéutico, por la internación y, lamentablemente, eso se mira, no desde el lado humano, sino desde el lado económico. Ahí está la enfermedad espiritual. Mientras se siga viendo desde ese lugar, esto no va a cambiar».
Mónica Pucheu
Paola Díaz tiene 43 años y se encuentra actualmente medicada por sus arranques de enojo y angustia, que aparecieron luego de su separación, en plena cuarentena. Taquicardia, palpitaciones, llanto e ira fueron algunos de los síntomas. Según cuenta, toda su vida tal como la conocía se derrumbó: no se podía salir a la calle (“Era la época de la ‘fase uno’”, apunta), su ex dejó de un portazo el departamento que compartían y de pronto se quedó sola, con una nena de un año, un alquiler sobre los hombros y sin trabajo. “Perdí la esperanza, todo se volvió oscuro”, resume. Además de la tristeza, reconoce que sintió mucha vergüenza y solo le compartió el diagnóstico a sus tres mejores amigas. Hoy sigue adelante con su tratamiento, pero a la hora de definir qué es lo que le produce mayor malestar, lo resume en una palabra: “Soledad”.
“Creo que la conciencia de la comunidad tiene que llevarnos a que la salud mental ocupe el mismo lugar que ocupa la compra de vacunas”, opina Bentolila y afirma que el sistema actual requiere ámbitos de abordaje grupal, por ejemplo, “espacios donde la salud mental se empiece a trabajar desde la escuela. Todo lo que tiene que ver con bullying, acoso, violencias son problemas de salud mental muy graves, que más tarde te llevan a tener un padecimiento y hoy no están abordados”. Como formadora de otros profesionales, dice Bentolila, su objetivo siempre es que toda la comunidad tenga herramientas de cuidado de la salud mental. ¿Qué significa esto? Que, a distintos niveles, los ciudadanos adquiramos herramientas básicas para acompañarnos comunitariamente en las situaciones críticas. “Hay un nivel que es la consulta profesional con psicólogos o psiquiatras, pero hay otro nivel que tiene que ver con el cuidado de la salud mental que hay que implementar en un plano más institucional desde la escuela, la universidad, el trabajo. Hay muchas cosas por hacer que tienen que ver con reducir los contextos de violencia o mejorar la modulación emocional”, describe.
Ese es el trabajo que lleva adelante desde Pergamino José Gigena a través de la ONG Asociación Nueva Vida, donde se dedica al fortalecimiento de los vínculos familiares, bastión fundamental para la construcción individual y colectiva. Él, que se rehabilitó de una situación de violencia familiar luego de iniciar un profundo viaje interior, nos cuenta: «A mí mi me ayudó que otros me hicieran ver lo que yo no podía. Siempre hay alguien que te mira y logra ver en ese talento para ‘lo malo’, que en mi caso era la violencia que ejercía, un poder transformador para ‘lo bueno’. Ese camino empezó cuando unos amigos me llevaron a un encuentro espiritual del cura Brochero, en Quilmes. Ese momento fue clave, porque fue la primera vez me emocioné: nunca había llorado, ni siquiera con la muerte de mi padre. Los chicos que, como yo, sufren abuso, tienen la parte emocional quebrada», comparte y asegura que, aunque él nunca había creído en nada, ese día algo lo hizo arrodillarse: «Fue ante un Dios que yo no conocía y que me rescató de un lugar de descarte. Fue un camino largo, muy duro, de revolver lo que estaba en el pasado y pedir perdón. Hoy estoy orgulloso de lo que soy y de abrazar a las personas que llegan a pedirme ayuda. Para recuperarse, el ser humano tiene que emocionarse, hacerse niño, romper la coraza. Todos somos valiosos y merecemos vivir».
Construir salud en comunidad
Según Jung, la depresión es la experiencia del ego agotado de sí mismo. “Podemos ver los efectos de esta pérdida del alma en todas partes hoy en día, no solo en la devastación y la contaminación de vastas extensiones de la Tierra, sino en la existencia infeliz, empobrecida y sin esperanza que la gente soporta en los suburbios horribles y en constante expansión de nuestras ciudades, en el aumento de enfermedades como el cáncer, la diabetes y las enfermedades mentales, en particular la depresión”, explica la terapeuta y escritora inglesa Anne Baring quien, en una charla con Sophia, relató haber atravesado ella misma por varias fases depresivas: “Cuando paso por un periodo depresivo siempre sé que tengo que quedarme quieta, ir a la parte más profunda de mi ser y hacerme preguntas. ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué necesito cambiar o qué quiero expresar? Si una se sienta con un pedazo de papel y un lápiz en la mano, dispuesta a escribir las respuestas, el alma siempre las hace llegar”, nos compartió en esta entrevista tiempo atrás.
“Hay un nivel que es la consulta profesional con psicólogos o psiquiatras, pero hay otro nivel que tiene que ver con el cuidado de la salud mental que hay que implementar en un plano más institucional desde la escuela, la universidad, el trabajo. Hay muchas cosas por hacer que tienen que ver con reducir los contextos de violencia o mejorar la modulación emocional”.
Silvia Bentolila
Pero para que cada individuo pueda encontrar el camino de regreso hacia sí mismo, el trabajo no es solo personal: la comunidad toda debe acompañar. “No se puede separar la salud mental del resto de la salud; la salud es algo integral. Lo mental está directamente ligado a las emociones, y lo que pasa en las emociones se expresa en el cuerpo. Lo contextual, lo social, no se puede separar de emocional, lo emocional no se puede separar de lo corporal, y de hecho, si tenés ira, irritabilidad, tenés más riesgo de sufrir hipertensión. Estas son cosas que están absolutamente probadas. La idea de un cuidado integral de la salud incluye construir lazos solidarios en la comunidad, que puede ser la educativa, el barrio, el club. La soledad nos enferma: el estar acompañados y crear lazos nos ayuda a enfermar menos y a curarnos más rápido. Parece un cliché, pero también está probado”, destaca Bentolila. En una charla TED que dio en 2020, la especialista brinda una guía para ayudar a otros en una situación de crisis (por ejemplo, una emergencia), que sintetiza en tres palabras: conectar, apoyar y proteger. Tan solo esas tres acciones, asegura, generan un contexto de emociones más amorosas, “porque también lo que nos está enfermando, es que estamos viviendo en un contexto de alto nivel de violencia. El estar acompañados y el apoyo psicosocial es uno de los mayores protectores a largo plazo”.
Sabemos que, para cuidar de nuestra salud corporal, debemos mejorar la alimentación, hacer actividad física y acudir a la consulta médica para realizar chequeos periódicos. Pero no siempre sabemos qué hacer ni cómo pedir ayuda en los momentos de mayor sufrimiento. Entonces, ¿qué pasa cuando son nuestras emociones las que necesitan abrigo y reposo? Cuando la pena es demasiado grande o sentimos que ya no tenemos fuerza para seguir adelante, pareciera que muchas veces nos quedamos sin esa cobertura asistencial fundamental que es nuestro por qué y nuestro para qué en esta vida.
“A veces las crisis de pánico son crisis espirituales y a los que acuden a la consulta los medican y los dopan. No es que no haya que medicar para que dejen de sufrir, pero hay que hacer un encuadre para ayudar a ver qué le está pasando a esa persona. Si no nos convertimos en ‘pánico tal pastilla’, ‘ansiedad tal pastilla’. Y es lo que justamente no hay que hacer. La pastilla es un ayudante, un complemento, pero lo que importa es la relación humana con el paciente. ¿Qué le pasó? ¿En qué momento de su vida está? Creo que lo que hay que hacer es trabajar con uno mismo y saber que los procesos espirituales también son esto que estamos viviendo, y no dejarse caer y seguir con la meditación, con las creencias, con lo que crea cada uno que hay de superior en esto”, concluye Pucheu.

Una de las marchas por el Derecho a la Salud Mental en Córdoba. (Foto: Facebook Marcha por el Derecho a la Salud Mental / Córdoba Drone Video y Fotografía Aérea).
“LA LEY DE SALUD MENTAL FRACASÓ”
Por Marcela Campagnoli*
¿Por qué modificar la actual Ley de Salud Mental? Porque necesitamos, como establece la OMS, que se considere que la persona a tratar padece una enfermedad o un trastorno mental, a diferencia de aquellos que tienen «un padecimiento mental o sufrimiento», como refiere la actual ley. Por eso, lo primero que hace falta es definir a quiénes abarca la ley.
Otro problema es que la ley actual ha anulado la existencia de hospitales monovalentes, que son los que atienden específicamente esta problemática. Los institutos psiquiátricos son muy importantes, porque están preparados para atender a este tipo de pacientes, a diferencia de los hospitales generales. Además, es fundamental que el médico psiquiatra dirija al equipo interdisciplinario durante una emergencia y decida si, eventualmente, esa persona se debe medicar y/o internar, evaluando su historia clínica.
Tampoco podemos olvidarnos de la familia, que necesita acompañamiento y capacitación para saber cómo tratar a ese familiar. Lo mismo ocurre con la fuerza de seguridad: meses atrás, un policía de la Ciudad de Buenos Aires murió acuchillado frente al Malba porque no supo cómo proceder con una persona que estaba atravesando un brote.
Muchos jueces me han dicho: “Si la persona no se quiere internar no podemos hacer nada”. Y como se trata de alguien que puede dañarse o dañar a otros, a muchas madres no les queda más remedio que denunciar a sus hijos. Por esa razón, la internación no debe quedar en la cabeza del sujeto, tiene que ser la decisión de un médico.
Hoy es evidente que esta ley fracasó y es muy importante instalar el tema, porque los padecimientos son tremendos: luego de la pandemia se han incrementado los desórdenes mentales, especialmente el suicidio entre los jóvenes. Son cuestiones que necesitan atención urgente y deben hacerse visibles en la sociedad. Es una cuestión que reviste diferentes aristas y que vulnera a muchas familias. Para la sociedad continúa siendo un tema tabú del que cuesta demasiado hablar y eso genera mucho dolor en los familiares, porque sienten que están perdiendo a su ser querido y que no pueden hacer nada. La angustia es constante y no hay respuestas del Estado.
*Abogada y Diputada Nacional.
Informe: Carolina Cattaneo y María Eugenia Sidoti.
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