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Viajes

24 abril, 2023

Ruta Azul, la Patagonia que mira al mar

La llaman la Ruta Azul, pero la protagonista de este viaje (y autora de la nota) prefiere referirse a ella como "la de los mil colores, o de los contrastes infinitos". Acompañala en este recorrido por el Parque Patagonia Azul, el proyecto más joven de la Fundación Rewilding Argentina. ¿Te animás a comenzar la travesía?


Texto y fotos: Victoria Llorente

Al sur en el mapa, debajo de Puerto Madryn, está Comodoro Rivadavia. Entre una ciudad y la otra hay un mundo inmenso dentro de la estepa, y también a su costado. El mar argentino se recorta entre acantilados amarillos de coirones, donde guanacos y choiques están recuperando el espacio que alguna vez fue tomado por el ganado ovino. Formaciones rocosas milenarias descansan sobre las costas inhóspitas de una Patagonia que yo no sabía que existía. En mi imaginario, decir sur del país era hablar de bosques y ríos; de montañas, lagos y coihues. Pero hay otra Patagonia y está lejos de la Cordillera. Y tiene historias de navegantes, rastros de eras pasadas y animales inmensos que viven en ese mar azul que se encuentra con una estepa inmensa y solitaria. Por esa Patagonia anduve hace unas semanas. De a ratos, mi cabeza vuelve a sumergirse en ese mar inmenso, salado y desconocido.

Foto: Maike Friedrich

De paisajes lunares que miran al mar

A la Ruta Azul, como se lo conoce a este trayecto tan poco recorrido de la ruta 1, en Chubut, llegamos en avión por Comodoro Rivadavia. También se puede llegar por Trelew. Aunque no importa por donde entres, son 450 kilómetros que unen Rawson con la ciudad petrolera, a través de cuatro portales que hoy son de acceso público. Hasta hace poco tiempo, algunos de ellos eran parte de estancias privadas y había que pedir autorización para su ingreso. O, incluso, eran lugares conocidos solo por los navegantes que llegaban a sus costas.

En el aeropuerto nos esperaba Martín Pérez, dueño de Patagonia Salvaje, para sacarnos de la ciudad y adentrarnos, en menos de una hora, en un paisaje totalmente insólito en las orillas del Mar Argentino. “A raíz de la pandemia, empezó a llegar gente nueva a Comodoro que empezó a darle una mirada diferente al mar y a los recursos naturales. La ciudad es inevitablemente petrolera, pero de a poco queremos que la gente empiece a vincularse con la historia y sus paisajes”, cuenta orgulloso, mientras en su 4×4 nos adentramos por un paisaje que siempre deja al mar a su derecha. El viento no cesa y vuela tierra hasta teñir el cielo. Estamos en el Área Natural Protegida Rocas Coloradas. Valle de Marte, Valle de la luna, Bosque Petrificado son solo algunos de los nombres que nos va mencionando Martín, que conoce la zona como nadie.

Durante el recorrido, pasamos de los amarillos y marrones a los rojos y ocres que alguna vez albergaron un mar inmenso y del que todavía quedan rastros en sus caracoles fosilizados. Cada trayecto del Portal Rocas Coloradas es diferente y no terminamos de acostumbrar la mirada a este escenario que parece sacado del noroeste argentino pero que, en vez, está al sur de nuestro país y tiene un vigía permanente: el mar. El mismo que nos dio un descanso entre tanto viento y tierra para un rico almuerzo al resguardo de uno de los tantos ranchos de pescadores que hay sobre la costa.  Si tenés suerte y el viento elige ser más amable en tu paso por este lugar, Martín, además de ser un experto en la zona y en sus historias, es un gran especialista en comidas al disco.

Noches patagónicas al aire libre

De Rocas Coloradas seguimos el recorrido hacia otra puerta de entrada al Parque Patagonia Azul. Son 270 kilómetros los que separan a Comodoro de Camarones, un pequeño pueblo pesquero de no más de 2000 habitantes. Lamentablemente, hay que desviarse hasta la ruta 3 para poder llegar a este portal, porque hay un trayecto de la ruta 1 que está totalmente destruido. A 15 kilómetros de este pequeño pueblo patagónico, que desde 2017 lleva la distinción de Pueblo Auténtico y que se está transformando en el centro turístico de la Ruta Azul, la fundación Rewilding Argentina, en lo que solía ser la Estancia El Sauce, inauguró el Portal Isla Leones y abrió las puertas de dos campings con acceso a las costas de esta zona a las que antes solo podían llegar los dueños de las estancias. Aunque estén dentro de la misma estepa, los dos son completamente diferentes, pero surgieron con el mismo propósito: que la experiencia de vivir una (o más) noches patagónicas en lugares donde el silencio, las estrellas y la fauna del lugar sean los que mandan, sea una posibilidad para todos.

El proyecto más joven
Parque Patagonia Azul es el proyecto más nuevo de la Fundación Rewilding Argentina. El destino turístico Patagonia Azul vincula a los municipios de Comodoro Rivadavia, Camarones, Trelew, Los Altares y Sarmiento bajo una misma marca territorial. Cuenta con cuatro portales de acceso público (Portal Rocas Coloradas, Portal Bahía Bustamante, Portal Isla Leones, Portal Punta Tombo), dos Pueblos Auténticos (Caleta Córdova y Camarones), dos Parajes Históricos (Bahía Bustamante y Cabo Raso), los puertos de Comodoro Rivadavia, Caleta Córdova, Camarones y Rawson y un gran territorio marino. Más info: www.rewildingargentina.org

El camping Cañadón del Sauce, más alejado de la costa, tiene grandes formaciones rocosas con cuevas donde nidifican halcones peregrinos y águilas mora. Recomiendo hacer la caminata hacia el cañadón, que aparece “mágicamente” en medio de la estepa amarilla para dar lugar a un oasis de vegetación verde, coronado con un viejo sauce a orillas de un arroyo. El Camping Bahía Arredondo tiene una de las vistas más imponentes del mar (está a solo 800 metros) y una de las cosas más lindas del trayecto hasta llegar a este punto es ir escuchando los chasquidos de los guanacos al costado del camino. Vale la pena cada kilómetro recorrido para llegar a la orilla de este mar inhóspito y repleto de caracoles. Más si el viento decide apaciguarse, la luna reflejarse en una laguna pequeña repleta de flamencos y el calor de un marzo patagónico aparece en escena.

De faros e historias de navegantes

Fue desde aquella misma costa, a pocos metros del camping Bahía Arredondo, que llegamos al mítico Faro Isla Leones, después de poco más de una hora de navegación en mar abierto. Teníamos previsto arribar a aquel punto histórico y desconocido por muchos. Lo que no teníamos previsto era que llegar hasta allí iba a ser un regalo del agua, donde ballenas Sei, toninas, delfines, lobos marinos, pingüinos y una variedad de cormoranes también se iban a sumar en el trayecto. “Rewilding no llegó acá con la idea de trabajar con la biodiversidad marina, sino para hacerlo con la biodiversidad terrestre y aves marinas que aparecen por las costas recortadas de la zona, que en otros lugares no hay. Pero de repente nos encontramos con estas ballenas hermosas, que cada vez vemos más. Los chicos salen todos los días a navegar y suelen ver siempre. Lo interesante es que el avistaje por esta zona va en contra de la temporada de la ballena franca austral de Península valdes, que va de mayo a fines de noviembre. Hay días en los que también vemos ballenas jorobadas”, explica María Mendizábal, de Rewilding Argentina, Coordinadora de Turismo y de Desarrollo de la Ruta Azul.

Con un mar de fondo que nos hizo subir y bajar en cada ola, llegamos al faro que realmente pareciera ser una postal viviente de siglos pasados. De un lado, la Bahía de los Ingleses; del otro, la de los franceses, quienes alguna vez se asentaron en la isla para cazar lobos marinos de un pelo y producir aceite. Aún quedan rastros de su paso por aquellas tierras y, si bien el faro, que fue Declarado Patrimonio Cultural Natural, está abandonado, se pueden ver todavía cómo el lugar alojó a navegantes y curiosos de la zona. Merece la pena trepar desde la orilla para entrar en esta casa faro que dejó de funcionar como tal en 1968, cuando se habilitó el Faro San Gregorio, a pocos kilómetros del lugar. De regreso, la Caleta Hornos es un paso obligado, donde formaciones de rocas rojas inmensas contrastan con un mar verde esmeralda. Y entre tanto serpenteo silencioso nos enteramos que es un lugar histórico: en 1535, en esta caleta, el español Simón de Alcazaba habría fundado la Gobernación de Nueva León, que incluía todas las tierras desde el Atlántico al Pacífico.

Foto: Fundación Rewilding Argentina

Un mar lleno de vida

Cuando nos dijeron que íbamos a conocer el pueblo de Camarones, lo primero que pensé fue en la superpoblación de aquellos bichos de mar que íbamos a poder probar. Pero parece que hay una gran cantidad de versiones sobre el nombre de este pueblo pesquero de 2000 habitantes a orillas del mar argentino. De hecho, no pude probar los camarones, pero sí un salmón delicioso y unos cuantos frutos de mar en mi breve paso por este lugar que fue nombrado Pueblo Auténtico en 2017. Más allá de lo pintoresco del pueblo, la bahía de Camarones es una puerta de salida de navegación hacia Islas Blancas. Hacia allá partimos con la intención de ver a las famosas toninas overas, de las que tanto nos habían hablado en la zona. Camarones es chiquito, pero tiene encanto. Desde la Casa Arrabal, que aún mantiene la fachada del viejo almacén de ramos generales, se puede caminar por la costanera e ir viendo algunas casitas de madera que fueron testigos del paso del tiempo de este pueblo frente al mar.

Pero volvamos a las toninas y a la tarde de fin de verano sobre el mar argentino. Después de algunos minutos de navegación desde la costa, nos empezaron a señalar a los lejos el movimiento del agua. Y en pocos instantes, unos cuantos “pandas de mar”, como llaman a este tipo de tonina, estaban jugando atrás de la estela del semirígido que nos llevaba a bordo. Fue de las cosas más lindas que vimos esa tarde. Nos siguieron un rato, hasta que llegamos a un islote bañado en guano de cormorán (de ahí el nombre de la isla). Empezaron a aparecer, a lo lejos, los famosos lobos marinos de un pelo, que a nuestro paso se iban asustando y tirando al agua. En el medio, se entremezclaban cormoranes de distintas variedades mientras las gaviotas aprovechaban nuestra estela en el mar para acechar bogavantes. Lo más impresionante de la navegada fue la estampida de lobos marinos del otro lado de la isla. Es un fenómeno que a veces sucede cuando los animales sienten miedo o curiosidad y bajan a toda velocidad de las piedras. Más tarde nos enteramos de que en ese pasaje al agua se suelen lastimar mucho entre ellos y que quienes más salen perjudicados suelen ser sus crías.

Foto: Maike Friedrich

Para quienes tengan ganas de ver a los famosos pájaros blancos y negros que no vuelan, a 30 kilómetros de Camarones, un camino se desvía hasta llegar a Caleta Sara, donde está la primera reserva de pingüinos de la provincia, muy poco conocida por la gente, dentro del Área Natural Protegida Cabo Dos Bahías. Llegar hasta ahí también es un regalo a los ojos. Aparecen playas y caletas sobre un camino quebrado donde el coirón sigue tiñendo el piso de amarillo, el viento no cesa, los azules en distintos tonos bordean las costas y los guanacos y choiques se pasean por las banquinas. Sobre el cielo, petreles y gaviotines antárticos sobrevuelan el hogar de estos pingüinos que deciden salir de sus nidos cuando el soplido caliente del viento patagónico es el que manda.

Foto: Hernán Povedano

Foto: Lucas Beltramino

El alga que inventó un pueblo

Desde el Portal Isla Leones hasta el Portal bahía Bustamente hay cerca de 90 kilómetros de ripio de estepa colorida. Cada tanto aparece el mar de fondo y algunas estancias. Ovejas, choiques, zorros y guanacos con sus crías conviven en este tramo del paisaje de la Ruta Azul, que ya nos va llevando de regreso a Comodoro Rivadavia. Ahí cerquita está, en pleno desarrollo, otro camping agreste del Parque Patagonia Azul: el Arroyo Marea. El avistaje de aves y el disfrute de un paisaje cambiante por las subas y bajas de las mareas son las dos propuestas más interesantes para los que elijan quedarse alguna noche en este lugar. (Es necesario llevar todo para acampar o pasar el día, incluyendo el agua potable).

Desde ahí mismo, y a lo lejos, ya se puede ver el contorno de bahía Bustamante, que no es un pueblo, pero que es una joyita para alojarse dentro de este recorrido sobre un mar poco conocido. Sobre la derecha se ven casitas bajas, con algunos toques de colores, que hoy hospedan a personas de todo el mundo, una recepción que habla de un pasado que quiere ser permanente, y en el medio, un restaurant con una galería sobre el mar. No hay viento y parece raro, pero Astrid Perkins, anfitriona de este lugar soñado junto con su marido Matías Soriano, nos dice que la Patagonia es así: cambiante. Moody, dice, en realidad. Que en castellano sería algo así como “malhumorado”.

Esa mañana la Patagonia, parece, nos recibió de muy buen humor. “A Bahía Bustamante lo fundó el abuelo de Matías, Lorenzo, que vio en las algas la posibilidad de reemplazar un ingrediente que le faltaba para la elaboración del fijador para pelo Malvik”, cuenta Astrid. Bahía Bustamante funcionó activamente con una escuela, una iglesia, policía, una proveeduría, un club y todo lo que un pequeño “pueblo” y sus 400 habitantes necesitaban entonces. Hoy deambulan curiosos, familias, y aventureros durante la temporada que están abiertos (cierran desde abril hasta octubre, aproximadamente), para disfrutar de un lugar donde solo corre el viento y donde las mareas también mandan. Cada detalle habla del mar. En cada espacio se respira una Patagonia azul, salvaje. Y sobre sus costas, inhóspitas y a la que solamente pueden acceder navegantes o personas que se alojen en el hotel, se ven soplidos de ballenas a cada rato. Con solo recorrer la cara sur de la bahía, vimos ballenas Sei, playas con nombres románticos, piletones de agua y piedras milenarias. Desde ahí, atravesando la estepa para llegar a la ruta 3, nos alejamos del mar salado de este lugar del mapa donde la Patagonia muestra una cara que pocos ven, para llegar de regreso a Comodoro Rivadavia.

Hay un mundo en la Ruta Azul. De historias, de navegantes, de paisajes lunares que te dejan sin respiro. Hay un mundo en este punto del país que pocos conocemos. Hay un mundo, ahí mismo, donde la Patagonia se encuentra con el mar. Un mundo que vale la pena conocer.

Datos que te van a servir si elegís viajar al Parque Patagonia Azul

Dónde dormir

Hosterías de Naturaleza

  • Bahía Bustamante: la joya de la zona www.bahiabustamente.com
  • Cabo Raso, Refugio Natural: una pareja de Trelew reconstruyó un pueblo abandonado sobre la Ruta1. Recomiendo la hostería con cuartos privados o la primera casa www.caboraso.com
  • La Antonieta: hostería de una estancia ganadera, cerca de Punta Tombo, para no tener que ir y volver por el día. Vale la pena quedarse una noche, comer casero y rico y sumar una cabalgata (son 3 cuartos con baño privado) www.laantonieta.com.ar
  • Campings agrestes gratuitos: Bahía Arredondo, Cañadón del Sauce, cerca de Camarones www.instagram.com/parquepatagoniaazul
  •  Arroyo Marea (cerca de Bahía Bustamante) www.instagram.com/parquepatagoniaazul

Camarones:

  • Casa Camarones (casa de alquiler frente al mar) www.casacamarones.com
  • El Faro Casa de Mar www.elfaro-patagonia.com
  • Alma Patagonia: más rústico, linda onda con pileta climatizada www.almapatagonica.com.ar
  • Caleta Sara (Dentro ANP Cabo dos Bahias, ex Club Náutico Comodoro) restauraron los containers y tiene una carta sencilla, solo para almas aventureras.
  • Hotel Boutique, Casa de Huéspedes Las Piedras: en construcción, abrirá sus puertas próximamente.

Dónde comer

  • A(M)AR – Casa de Carola, restaurante de puertas cerrada. Casa frente al mar. Su especialidad son los platos a base de algas y pescados.
  • Alma Patagonia: Pescados y comida local, lugar histórico. Abierto mediodía y noche. Cierra una vez por semana (a confirmar). Julio A. Roca y Sarmiento (frente a la plaza). Tel: +549297 4222270
  • Comedor Camarones: Deonilda te recibe con los brazos abiertos y comida casera (comida de olla, milanesas, guisos, canelos) No cocina pescado. Abierto mediodía y noche. Cierra una vez por semana. San Martin s/n. Tel: +549297 4963094.
  • Indalo Inn: Comida muy rica. Dentro del hotel, abierto mediodía y noche todos los días. Sarmiento y Julio A Roca (frente a la plaza). Tel: +549297 4963004
  • Camarón CLUB (Bar, cervecería artesanal y comidas rápidas, pizzas, hamburguesas, papas fritas). San Martin casi Moreno. Tel: 0280 4838018.

Viento Azul: salidas terrestres y náuticas a Portal Isla Leones y Bahía de Camarones www.vientoazul.com.ar @vientoazulexcursiones info@vientoazul.com.ar

Patagonia Salvaje 4×4: para hacer la travesía en Rocas Coloradas hay que llamarlo a Martín Pérez. Facebook: patagoniasalvaje4x4 Instagram: @patagoniasalvaje4x4

Cuándo ir: De octubre hasta fines de marzo.

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