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Sustentabilidad

4 julio, 2022

Reforestar la Patagonia: un llamado de la naturaleza y del ser humano

Días atrás se completó la plantación de araucarias en Ñorquinco, Neuquén, una de las pocas áreas del planeta que cuenta con estos magníficos árboles autóctonos en peligro de extinción. Acompañamos a los voluntarios para conocer más sobre su conmovedora tarea.


En un gesto esperanzador para la realidad ambiental patagónica, una voluntaria sostiene un plantín de araucaria que pronto será parte del Parque Nacional Lanín.

Por Clementina Escalona Ronderos. Fotos: Gentileza Carolina Morgan.

María brilla. Al compartir la experiencia como voluntaria de la Asociación Amigos de la Patagonia, no se notan ni el cansancio del largo viaje de regreso a Buenos Aires desde Neuquén, ni el agotamiento por los cuatro días intensivos de plantación. Más bien todo lo contrario: el rostro de María resplandece con una alegría que la excede. “Algo bien debo haber hecho para poder estar ahí”, afirma, refiriéndose al enorme trabajo realizado en el Parque Nacional Lanín.

La reforestación es actualmente uno de los temas más urgentes a resolver en la Patagonia Argentina. Las araucarias (nombre mapuche, pewen), son árboles ancestrales que conforman los bosques andino-patagónicos más antiguos y los únicos del país. ¿Cómo puede ser que una especie arbórea que existe hace millones de años, incluso previo a los dinosaurios, se encuentre ahora a punto de extinción? 

Desde el 2017 Amigos de la Patagonia trabaja para la restauración de bosques nativos degradados, principalmente por incendios forestales, que cada vez son más frecuentes. Las principales causas del aumento en intensidad y frecuencia están asociadas al cambio climático, a la transformación de bosques en zonas agrícolas y a la quema intencionada de vegetación para actividades ganaderas.

La respuesta —aún debatida entre científicos—, incluye distintos factores como el cambio climático, el sobrepastoreo, la invasión de especies exóticas de pino y el crecimiento urbano. Otra de las causas y una de las que más incide en la problemática, son los incendios, que pueden ser naturales, intencionados o accidentales, ocasionados estos últimos a raíz de fuegos mal apagados por visitantes al parque nacional o residentes de la zona.

Es con la misión de conservar estos árboles que nació la alianza entre el programa Hacemos Bosque, implementado por la Asociación Amigos de la Patagonia, y el Proyecto Pewen liderado por el Parque Nacional Lanín. La propuesta condujo a la recuperación en dos etapas del área de Ñorquinco, al norte de la provincia de Neuquén, zona que se vio severamente afectada por un incendio en el verano de 2013/14. 

Los incendios forestales representan una de las mayores causas de pérdida de ejemplares autóctonos.

El equipo que integró la segunda etapa de la plantación estuvo compuesto por más de veinte voluntarios, coordinadores, científicos ambientales, biólogos, guardabosques, vecinos y brigadistas. “Es difícil delimitar el alcance de cada una de las personas que conforman el equipo porque todo se entreteje, como un ecosistema vivo de roles”, cuenta María. Durante cuatro días fueron familia. “Dormíamos todos en una gran escuela iluminada que nos esperaba en la cordillera. La escuela se convirtió en casa, las aulas en cuartos. Ahí dividimos las tareas, yo me sumé al grupo de cocina. No nos conocíamos, pero estábamos todos ahí por lo mismo, y pronto nos encontramos haciendo pozos uno al lado del otro”.

Emocionada hasta las lágrimas por la importancia de su labor, María trabaja la tierra para plantar una de las tantas especies que peligran.

“Cuidaremos sólo lo que amamos, amaremos sólo lo que conocemos, y conoceremos sólo lo que se nos enseñe”, es el lema de la asociación.

Tomando en cuenta que la araucaria es una conífera de crecimiento lento y dispersión limitada, sumado a las dramáticas reducciones de área forestal, nos encontramos en el punto en el cual su mera existencia en el corto plazo corre peligro. ¿Por qué es tan importante que la cuidemos? Además de su relevancia ambiental en el ecosistema, la historia del pewen convive con la del pueblo mapuche desde hace miles de años. Se trata de un vínculo sagrado que une las tradiciones religiosas de la gente y su cosmovisión de la vida. Además, constituye la fuente principal de sus ingresos; la venta de piñones —semillas del árbol—, y productos derivados, permiten la vigencia y el desarrollo de un flujo económico sustentable para estas comunidades.

Protegidos, los pewenes viven un promedio de 500 años de vida, con posibilidades de superar los 1300. Hay que darles la oportunidad. Hasta la fecha, ya se llevan plantados 9330 árboles y 7500 semillas, provenientes de los viveros de diversas comunidades locales. El trabajo es preciso y delicado: combina una cuota alta de pasión por la naturaleza, la buena voluntad del trabajo en equipo y la trasmisión del conocimiento. “Luego de introducir los plantines a los pozos en la tierra, hay que apretar fuerte con los pies para evitar que las heladas los levanten. También es importante ubicarlos detrás de arbustos o árboles caídos, para protegerlos del sol y del frío”, explica María. “Tapamos, presionamos, rezamos, nos despedimos. Algunos de los plantines los dedicamos a quienes ya no se encuentran entre nosotros”. 

Nada sería posible sin el apoyo mutuo del trabajo en equipo. En la foto, los integrantes del proyecto Hacemos Bosque.

El trabajo en conjunto es clave en el proyecto Hacemos Bosque, dentro del cual además de llevar adelante las plantaciones, se promulga y desarrolla un programa de educación ambiental. El lema “cuidaremos sólo lo que amamos, amaremos sólo lo que conocemos, y conoceremos sólo lo que se nos enseñe”, adoptado del técnico forestal senegalés Baba Dioum, subyace a toda la misión de Amigos de la Patagonia, por lo cual implementan talleres de concientización para alumnos y vecinos de las zonas reforestadas. Así, la Escuela N°72 Lonco Mula que alojó al equipo, cumple una doble función: la de hogar y la de espacio de enseñanza e intercambio.

“Cantamos, lloramos, nos mojamos con la lluvia. Comimos chocolate y plantamos plantines”, dice María, resumiendo la experiencia en el sur. Es en la convicción de su mirada y la calidez de su sonrisa que logro comprender la importancia y la nobleza de la tarea. La reforestación es un regalo para todos y su conservación depende de nosotros.

¿Cómo hacer para mantener en pie todo este trabajo? ¿Qué semilla podemos plantar para contribuir a la reforestación? Podés sumarte a la misión con tu ayuda mensual a la Asociación Amigos de la Patagonia o donando un árbol, a través de la página web: aapatagonia.org.ar

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