Solidaridad
27 marzo, 2019
Recuerdos que no voy a borrar
Erica Voget y Bernardo Greco son una pareja de fotógrafos argentinos que recorre escuelas rurales del país y América Latina para retratar a los niños y entregarles en mano una fotografía impresa de ese momento basal de sus vidas.

Por: Carolina Cattaneo. Fotos: Gentileza Memoria Escolar.
Nadie que abra un cajón con cosas viejas y se reencuentre sin quererlo con una fotografía de su niñez, vestido o vestida con el guardapolvo recién planchado y el peinado tirante, cierra el cajón sin haberse conmovido, aunque sea un milímetro. ¿Quién no guarda esa instantánea del jardín o la primaria en la que se nos ve retratados con cara de sueño? Es tan fuerte la tradición de conservar ese fotograma de nuestras vidas, que ni la era digital pudo desterrarlo, y aún seguimos imprimiendo y conservando en soporte tangible ese segundo basal que es el paso por la escuela.

Sin embargo, aún existe una enorme cantidad niños argentinos que, finalicen o no el recorrido escolar, no podrán llevarse ese recuerdo, y en el futuro, cuando sean adultos y las escenas del pasado se empiecen a borronear, solo podrán recurrir a la fortaleza de sus memorias para recuperar una imagen de quiénes eran ellos cuando eran pequeños, quiénes eran sus compañeros y quiénes sus maestros.

En eso pensaron Erica Voget y Bernardo Greco cuando dieron impulso a Memoria escolar, un proyecto personal, familiar, profesional y altruista que busca entregar en mano a los chicos, maestros, cocineras y auxiliares de escuelas públicas rurales de la Argentina y del resto de América Latina un retrato impreso suyo en la escuela.
Allí donde “el acceso a la fotografía profesional es limitado o nulo”, ellos van: conducen su auto, varios kilómetros después, arriban a algún pueblo o paraje remoto y desensillan sus equipos para quedarse el tiempo que les requiera el trabajo. Su propósito es destacar y valorizar la misión de la escuela rural y darle visibilidad a cada una de ellas. También, dicen, dejar a los niños una impronta de su vida escolar.

“El fin es que la fotografía genere un recuerdo, y se convierta en un producto iconográfico que permanezca en espacios del recuerdo familiar y/o institucional y que, en consecuencia, influya en la construcción de una memoria escolar individual y colectiva, ya que los recuerdos reafirman la identidad, crean una mayor autodefinición y un sentido de pertenencia con las raíces, convirtiéndola en un certificado de presencia, inseparable de la memoria”, dicen.

Erica y Bernardo viven en la ciudad de La Plata, son pareja y tienen ocupaciones que no son idénticas, pero sí muy cercanas. Erica es calígrafa pública e investigadora y conservacionista de Fotografía Documental, y Bernardo es diseñador en Comunicación Visual y director de arte. Ambos, además, trabajan como fotógrafos independientes. Su amor por lo que hacen los inspiró a llegar allí donde escasamente llegan wi-fi o la señal de telefonía móvil; y sus profesiones conspiraron en este camino que los conduce por rutas de tierra y parajes remotos.

Hasta el momento visitaron escuelas de Formosa, Jujuy, San Luis, Neuquén, Rio Negro y Tucumán: camino hacia allí, y desde el colectivo, es desde donde Erica envía las respuestas para esta nota. Esta vez, como las anteriores, llevan consigo el equipo fotográfico, notebook, una impresora con seis tintas que les fue donada, papel, carpetas, una mesa de corte, trincheta y pegamento.

“La idea nació a partir de la necesidad de generar un proyecto social donde tuvieran relación la fotografía y los niños, ya que los dos teníamos experiencia en la fotografía documental de nuestros propios hijos. En principio la idea era comenzar haciendo fotos en escuelas rurales de la zona de La Plata, pero nos dimos cuenta que debía tener un alcance nacional”, cuentan.
Entonces expandieron las fronteras de lo cercano y conocido para abrirse a lo lejano e ignoto.

A cada abrir y cerrar del obturador, Erica y Bernardo reconfirman que las fotografías, entendidas como construcción histórica, son útiles para la investigación de las organizaciones escolares y sociales. Con cada disparo, ellos reafirman su propósito.
“La sensación inmediata que nos sucede al observar una fotografía es la vinculación con el pasado y el recuerdo que ella puede atraer, tanto de la persona fotografiada como del contexto en que sucedió. La relación imagen-memoria supone también silencios y emociones que conllevan a recordar el espacio vivido. El paso de los niños por la edad escolar es una marca en su desarrollo. Las amistades, la vestimenta, los juegos, sus maestros, el espacio físico de la institución, marcan una época vital de su crecimiento, por ello creemos que documentar esta etapa es tan necesaria como importante”.

Entre muchos
Erica y Bernardo van con sus equipos a cuestas por las rutas argentinas. Para llevar a cabo económicamente su proyecto, venden algunas de las fotografías que sacan en los pueblos y reciben apoyo de personas particulares. En sus recorridos por las escuelas, además, llevan donaciones de ropa y útiles con las que parten desde La Plata.
Facebook: @memoriaescolar | Instagram: @memoriaescolar
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