Sophia - Despliega el Alma

Mes de la Mujer

8 marzo, 2021

¿Qué mujeres dejaron una huella en vos?

Desde Sophia decidimos convocar a un grupo de mujeres inspiradoras que aportan su granito de arena para construir una sociedad más equitativa. Te invitamos a descubrirlas y a conocer sus elegidas para conmemorar este día tan significativo.


Psicóloga y psicopedagoga, presidenta y fundadora de la Asociación Civil Haciendo Camino que trabaja para combatir la desnutrición infantil y el desamparo de mujeres y niños.

Me inspiran las mujeres que desde el anonimato enfrentan la adversidad y luchan por mejores oportunidades. Aquellas mujeres que asisten a los Centros de Haciendo Camino en Santiago del Estero y Chaco y que habiendo vivido infancias sumamente difíciles, con muchas necesidades básicas insatisfechas, se esfuerzan para que sus hijos tengan un futuro mejor al que tuvieron ellas. También, las mujeres que se enfrentan a sus maridos violentos y se animan a romper ese círculo en el que se encuentran inmersas, haciendo valer sus derechos. Y las niñas que viven en nuestro hogar en Añatuya, que después de sufrir situaciones de abuso y de maltrato se animan a alzar su voz y a denunciar a los responsables. Con mucho esfuerzo, buscan salir adelante y construir un proyecto de vida propio.

Las mujeres que asisten a los Centros de Haciendo Camino en Santiago del Estero y Chaco.

Periodista y escritora. Fue diputada y senadora. Junto a María Eugenia Estenssoro fundó la revista Mujeres&Compañía. Es una militante incansable por la verdad y la justicia.

El verdadero lugar de nacimiento es aquel en el lanzamos una mirada inteligente sobre nosotras mismas y los otros, escribió Marguerite Yourcenar, la escritora que más admiro y descubrí en el exilio en Madrid. El lugar en el que renací cuando entendí mi índole personal: rebeldía y curiosidad, lo que me llevó a admirar a aquellas mujeres intelectuales que fueron rebeldes como la escritora sudafricana Doris Lessing y la rusa Lou Andreas-Salomé, conocida más por los hombres que la amaron, que los libros que escribió.
Más cercano en el tiempo, me deslumbró el pensamiento de Hannah Arendt, una mujer alemana, judía, paria, que desentrañó los orígenes del totalitarismo y tuvo el coraje de pensar libremente, aun a riesgo de las polémicas que generó. Admiro a las mujeres que hicieron y hacen la diferencia en la política: mujeres democráticas, dirigentes ciudadanas como la francesa Simone Veil. Admiré a Françoise Giroud, la gran dama del periodismo y el feminismo francés, que fue ministra, fundó y dirigió el semanario el semanario L’Express.
En general, mujeres libertarias que combatieron el fascismo y el nazismo y tienen convicciones democráticas, las cualidades que hacen de Angela Merkel el modelo de la dirigente ciudadana del siglo XXI que más respeto. Ahora, en esta parte de la vida, pienso en mi madre, mi gran inspiración. Una madre de pañuelo blanco a la que la tragedia de ver desaparecer a sus dos hijos menores, Néstor y Cristina, no la doblegó ni resintió. Una mujer vital en la que pude reconocer la misma rebeldía y curiosidad.

Hannah Arendt

Ejecutiva de empresa con 25 años de experiencia en organizaciones en Recursos Humanos, es una de los CEOs más influyentes de nuestro país.

Entre todas las mujeres que me han inspirado a lo largo de la vida, hay una muy grande: la Madre Teresa de Calcuta, inspiradora no solo por el resultado de su accionar, sino por cómo lo llevó adelante. Su liderazgo, su frescura para traer la verdad y hacerla visible en cada lugar. La forma en que sabía ver la riqueza entre los más pobres. Su vida me parece una interpelación para todas las mujeres en el accionar de cada día. Me acuerdo su imagen en la televisión: tan bajita, tan grande. Una época en la que Lady Di era también una gran vocera de reinvindicaciones relacionadas a las guerras en los países pobres.
En el ámbito empresarial hay grandes mujeres. En Argentina, un caso concreto es Rosario Altgelt, una líder consecuente con sus valores, con una forma transparente de encarar el liderazgo, a veces ante situaciones muy difíciles, de crisis. Lo que diferencia a las mujeres que me inspiran es cómo hacen las cosas y me conmueve que sean siempre fieles a sus valores. Hay algunas mujeres de la política, como Angela Merkel, con su gran liderazgo internacional y en la Argentina María Eugenia Vidal y Margarita Stolbizer, que han sacrificado su vida personal pero no sus convicciones. Creo que ese es el aporte más fuerte que puede hacer una mujer: lo femenino trae una clara conexión clara con las emociones. Es algo central y ya no se vuelve atrás. Liderar de un modo diferente hoy está reconocido y eso se agradece.

Madre Teresa de Calcuta

Directora ejecutiva de la asociación civil Nuestras Huellas, dedicada desde hace 18 años a promover el desarrollo de mujeres en situaciones de vulnerabilidad social para que alcancen la libertad económica.

A Estela Cammarota, Estelita, como le gusta que la llamemos, la conocí en plena crisis vocacional al final de la carrera de Administración de Empresas de la UBA, a la que no terminaba de encontrarle el sentido. Gracias a ella, que fue mi profesora, le fui encontrando el valor a la carrera y pude entender cómo volcar lo aprendido en proyectos sociales. Estelita logró aportarle a los conceptos técnicos una mirada de autodesarrollo y de desarrollo ético, y me enseñó la importancia de combinar lo social con los números. Fue un cambio muy significativo en mi vida.
Ella es de profesión ingeniera. Hace varios años se sumó a la organización Ingeniería sin fronteras, donde hoy es presidenta, y allí encontró un espacio de despliegue, de disfrute y de construcción comunitaria con pares. Ahí aporta a la construcción de un mundo más humano, siempre involucrada en las cuestiones sociales y el desarrollo humano para que todos vivamos un poco mejor.
Es una mujer disruptiva en su pensamiento, constructiva e innovadora. Como docente, en clase a clase, el aula se trasforma en un espacio sagrado y único, donde ella cuida de cada uno de sus alumnos y alumnas con amor y ternura. Enseña desde la propia vida y no solo desde la teoría. Ayuda a pensar las cosas desde otro punto de visa, a generar nuevas perspectivas. Ilumina, acompaña y enseña desde un amor profundo, a mí me enseñó a mirar el mundo de manera diferente. Si estás en clase, sos alumna y nota que tenés los ojos cansados, en un aula de cien personas, ella se detiene, te mira a los ojos y te abraza con la mirada. Y si tiene gotitas, te da gotitas. Tiene esa capacidad de hacerte sentir especial: para ella, nadie es un número más en la Facultad de Ciencias Económicas, donde muchas veces se priorizan costos y beneficios y el lucro. En sus clases se aprende a gestionar proyectos sociales, a mirar de forma amorosa al que tenemos al lado y armar equipos de forma sostenida. A pesar de lo técnico de las temáticas, logra generar aprendizajes muy sentidos y dejar huellas de manera significativa.

Estelita Cammarota. Foto: Ariel García.

Escritora y narradora de historias, un oficio que descubrió gracias a una mujer. También es actriz, directora teatral y docente.

A la hora de elegir a algunas de las mujeres que me heredaron tanto de sí, las que he conocido y las que no, no me es fácil elegir.
Conocí en el pueblo de mi abuelo, en Almería, España, a una sobrina de él cuya existencia desconocía, prima hermana de mi madre. Se llamaba Ana María y era conocida, a sus 87 años, como la narradora oficial del pueblo, porque todos iban a su reja por consejos, chascarrillos, coplas, oraciones y cuentos. Yo aún no contaba aquí profesionalmente. La fui a ver tres veces más y su influencia fue decisiva en mi vida y en mi desarrollo profesional.
Niní Marshall que, siendo muy joven, separada y con una hijita, se sentó a la máquina de escribir para hacer sus propios guiones, desafiar su timidez y apuntar al corazón de nuestra risa con sus personajes desenfadados y entrañables. Fue una capocómica cuando el humor estaba solamente en manos de los varones.
Nina Simone, la cantante afroamericana que soñaba con ser la primera concertista clásica en Estados Unidos. El establishment se lo negó. Cuando se sentó al piano a cantar jazz, pensaba yo que esas canciones eran románticas. Luego comprendí que eran un grito de ayuda que interpelaba a su marido, que también era su manager y el hombre que la violentaba.
Cada una de mis amigas, un coro de mujeres sabias y contenedoras.
Y mi madre, que va a cumplir 95 y tiene un doctorado en intuición y en comprensión de la experiencia humana. Tengo la dicha, todavía, de que cada noche, cuando pongo la cabeza en la almohada, sé que ella está rezando por mí.

Niní Marshall y Nina Simone.

Estudió Pedagogía, fue modelo y conductora. Hoy acompaña a otras mujeres en su camino y se define como «motivadora de almas».

Una de las mujeres que me inspiró de pequeña fue la Madre Teresa de Calcuta: su amor incondicional, su vocación y su entrega a esos seres a los que pocas personas veían. También Luisa, la mujer que trabajaba en casa, me encantaba verla, tan prolija con su pollera tubo y su blusa blanca impecables y esos bellos rasgos jujeños. Siempre me fascinaron su estilo pulcro, despojado, y eso que hoy llamaríamos mindfullnes: estaba siempre en eje, plantada, no se apuraba ni se enlentecía; tenía el foco puesto en lo que hacía y lo hacía con un amor y una perfección increíbles.
De los libros, mi gran maestra fue Margaret Mead porque siempre me interesó la Antropología. También Virginia Woolf, su vida y su obra completa. He admirado a muchas otras que se animaron a cosas diferentes en una época en que no era fácil para ellas. Mujeres que perseguían sus sueños, sus ideales y vocaciones, a pesar de no ser valoradas por su entorno.
Y mi mamá, mi gran maestra, una mujer húngara que vivió las dos guerras y tuvo que cruzar el Atlántico sola, con un bebé en brazos, para encontrarse con mi padre que estaba luchando en una trinchera. Ella se hizo cargo de todo y supo salir adelante, por eso siento una enorme fascinación por ella.

Margaret Mead y Virginia Woolf.

Fundadora y presidenta de GlobalNews Group y Miembro del board de Voces Vitales Cono Sur.

Podría hablar de miles de ellas, porque he tenido la suerte de que en mi camino he encontrado una enorme riqueza de mujeres reales, tangibles, y cada una desde su espacio y a su estilo me han demostrado valentía, entereza, empatía y capacidad de resolver y salir adelante. Podría hablar de mi abuela, mi primera jefa y tantas otras mujeres.
Prefiero enfocarme en lo que me inspira y admiro de todas ellas: poder impactar en los otros, salir adelante más allá de las circunstancias y sin que estas se conviertan en impedimento, tener la capacidad de adaptarse, de ser prácticas, eficientes, de empatizar con el entorno y encontrar soluciones aun donde nadie cree verlas. Tener la capacidad de ser líderes de sí mismas, de tomar sus propias decisiones más allá de los condicionamientos sociales, de tener autonomía económica y de armar redes para evolucionar.
No es todo fácil para nosotras. Pero cuando lo enfrentamos, cuando nos unimos para hacerlo, cuando nuestra voz no se calla, es entonces que nos volvemos inspiración real y nos honramos a nosotras mismas.

Cantante y recopiladora de la cultura mapuche.

Para algunas mujeres probablemente el 8 de marzo sea todos los días, todas las noches, la vida misma. Y en esa vida misma, está el trabajo, las luchas, la alegría, la sonrisa, la esperanza, la confianza entre nosotras y en las redes que solemos hacer con sencillez y simpleza, pero profundas y bien amarradas. Desde esa red, construida por la memoria de las mujeres antiguas, me lanzo y me sostengo. Mi madre ha sido una de ellas. Además de ser mapuche, una mujer de la tierra, fue una mujer despojada de todo que, habiendo tenido que dejar su casa para ayudar a la familia, contaba que estando en la gran ciudad de Buenos Aires, ella se relacionaba con su madre y con su abuela a través de la luna: por las noches, en la casa donde vivía y trabajaba como doméstica, desde la ventana miraba la luna y pensaba en ellas. También ellas miraban la luna y, así, con la mirada, sentían que se abrazaban. Mi mamá nunca cantaba y sin embargo era una persona que tenía confianza y fortaleza en la vida. Nunca la escuché quejarse, ni maldecir, siempre ponía lo mejor de sí y vivía con fe y confianza en el mañana. “Mañana vamos a estar mejor que antes”, decía. Eso lo tengo y lo llevo conmigo.
Otra gran mujer que me marcó fue la cantante mapuche Aimé Painé (1943-1987). Al igual que mi mamá, dejó en mí la marca de la resistencia, la alegría. Una vez, en mi búsqueda vocacional, aun cuando no sabía adónde iba, Aimé Painé me dejó una sentencia: “Usted Beatriz que canta tan bonito, ¿cuándo va a sacar nuestros cantos?”. Yo le respondí: “Es que yo no conozco nuestra lengua”. “Apréndala”, me dijo. Y así salí a buscar quién podía entregarme ese conocimiento antiguo.
También, en este trajinar de cuarenta y pico de años por las comunidades, aprendo y me nutro de nuestras papai, nuestras abuelas que sostienen e impulsan a su familia, a su gente, a sus nietos. Ellas son, para mí, las figuras señeras.

Aimé Painé

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