Artes
19 febrero, 2020
Puntadas andinas
Entre las mujeres que habitan las comunidades rurales de Jujuy aún persiste la tradición del bordado de flores sobre rebozos, un saber ancestral que sigue vivo y se comparte entre generaciones.

Sus vidas transcurren entre montañas, en parajes rurales lejos de las muchedumbres, las luces artificiales y los ruidos de la ciudad. Su entorno es un paisaje sereno, cercano a las nubes, donde los sonidos de la naturaleza aún son dueños del espacio. Cuando salen al campo, se encuentran una y otra vez con la belleza indómita de las flores silvestres, que gracias a sus formas y colores conforman retratos naturales de silencioso encanto. Ellas las capturan en sus retinas y las atesoran, para luego reproducirlas, puntada a puntada, en mantos bordados que usan sobre sus hombros.

Esa labor ancestral que se derrama de generación en generación entre las mujeres de Caspalá, Santa Ana y Valle Colorado, en la provincia de Jujuy, aún persiste y quedó plasmada en las 200 imágenes del libro Mujeres bordadoras, una obra publicada en 2019 que transmite el espíritu de lo hecho a mano y sin prisa.
“Estas mujeres artesanas habitan pueblos recluidos en profundos valles de altura a unos 3400 metros sobre el nivel del mar, pequeñas comunidades andinas que forman parte del paisaje cultural del Qhapaq Ñan, el Gran Camino Inca. Su vestimenta, muy particular y colorida, narra la historia textil de América. Sus tradicionales rebozos bordados están colmados de flores y hablan del paisaje que habitan”, dice Sandra Figoni Prado, artífice del libro.


La poca accesibilidad y la particular ubicación geográfica de estas comunidades rurales hizo que sus pueblos conservaran características originales. “El resultado es una cultura local singular, rica y auténtica, asentada entre la puneña del altiplano y la gaucha de los valles”, detalla la autora, quien compartió con Sophia su conocimiento sobre esta tradición andina.
–¿Quiénes son y cómo viven las mujeres bordadoras de Caspalá, Santa Ana y Valle Colorado?
–Ellas son pastoras, trabajan en el campo, cuidan a sus hijos, sus familias, sus casas, cocinan y el bordado es una actividad que las acompaña en distintos momentos a lo largo del día. A donde ellas van, lo hacen con sus bordados y, en cuanto tienen un tiempo libre, se ponen a bordar. Toman la tradición de sus raíces culturales andinas y enriquecen esta herencia sumando a sus obras su propia creatividad, su amor hacia la naturaleza, un oficio excelso y una implacable voluntad identitaria.
–¿Cuáles son los rasgos particulares de la técnica de bordado?
–Cuando ellas salen al campo, miran las flores. A veces las juntan o, valiéndose de la tecnología moderna, les sacan fotos. Al llegar a sus casas, las copian en un cuaderno de dibujo. Realizan espontáneamente y de manera autodidacta un proceso de diseño de absoluta delicadeza. El dibujo luego se pasa a la tela, sin calcar, simplemente observando el motivo y realizando la composición completa sobre la misma prenda a medida que se dibuja. Una vez que la tela está marcada, comienza la tarea de bordar el rebozo que, según la complejidad del diseño, puede tomar entre dos y tres meses.
–¿En qué estado se encuentra ese saber? ¿Se mantiene vivo entre las generaciones más jóvenes?
–Las chicas jóvenes siguen usando los rebozos bordados como parte de su vestimenta diaria, aunque en lugar de usar pollera, prefieren ponerse jeans. Ellas aprenden a bordar y muchas veces lo hacen para vender su artesanía. Su interés ha crecido también al ver que su artesanía de bordado tiene relevancia y difusión turística-cultural.


Sandra Figoni Prado lleva diez años registrando las distintas formas en que la cultura andina contemporánea se manifiesta y se materializa. Ese trabajo etnográfico queda plasmado en libros de divulgación publicados bajo el sello de la editorial Tilcarallajta. Mujeres bordadoras es el tercer libro; le antecedieron Quebrada de Humahuaca, naturaleza y cultura (2013) y Arte en las Alturas (2016). Todos, explica su autora, son una construcción colectiva de pobladores locales, artesanos, fotógrafos, artistas plásticos, diseñadores gráficos, referentes culturales y botánicos: “Ellos aportan su valioso conocimiento para revelar la profundidad de la incomparable cosmovisión andina”.

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