29 julio, 2015
Una película española
La celebración de aprender atraviesa este post, llenándonos de sensaciones y texturas. ¿Cuánto puede darnos el cine con una buena película? La respuesta, entrando acá...
Habrán leído alguna vez la frase que dice: «cine no se puede enseñar, pero se puede aprender». Con películas como la que vi el viernes, seguro que se aprende. Y uno se llena de preguntas, reflexiones y buenos propósitos para su vida post créditos. «Hablar», de Joaquín Oristrell, es una propuesta arriesgada y novedosa: filmada en un único plano secuencial en el barrio madrileño de Lavapiés, parece más teatro que cine, aunque -confieso- no me hubiera gustado tanto en un escenario. Abrió el Festival de Málaga y gustó mucho.
La cámara de Oristrell, delicado vehículo de lo etéreo, reconoce el escenario variopinto de ese barrio imprescindible de Madrid y sus personajes, y salta de uno en uno con excitada agilidad. Quedan algunos personajes desdibujados, como la pareja en la que se observa violencia machista (no voy a decir de género, disimula su brutalidad), pero en general con lo que vemos por pedazos nos alcanza para interesarnos, identificarnos, registrar la denuncia y emocionarnos con esas personas y sus circunstancias.
Vemos a una mujer que no para de llorar y a quien, cuando sale de la boca del subte, alguien le pregunta: «¿Quieres hablar?». Una madre con un bebé y mucho hambre. Un matrimonio con interferencias inaceptables y conversaciones desopilantes. Un hombre en una cita a ciegas, esclavo de sus palabras anteriores frente a quien las resignificaba. Un explotador que se convence de su moralidad («nuestro» Juan Diego Botto, sensacional). Dos compañeras de trabajo que no se comprenden. Dos hermanos diferentes. Un cronista y la más rabiosa actualidad. El drama del desempleo para personas muy calificadas. Muchas historias, en un paseo.
Y sobre todo, la comunicación. Su ausencia, su distorsión, la soledad, la trampa de la tecnología. La conversación, ese arte fugaz e íntimo, que cada vez se cultiva menos. En el mundo actual, uno debe ser glamoroso y fotogénico, mostrar todo lo que hace aunque no deje huella, porque hablar (o sea, tener algo para decir) no importa tanto: ser interesante pasa por otro lado. La comunicación, el puente que se tiende entre personas, es un desafío del que intentamos zafarnos desesperadamente. Entonces, esta película nos propone hablar. Simple. Qué gran idea. Los actores son increíbles, claro que la película depende de su oficio y se lucen.
Quería hablarles de cine español porque, hasta este post, jamas lo he mencionado. Es que el choque cultural es suave, pero existe. La primera película que vimos en Madrid fue Blue Jasmine, doblada. No les puedo decir lo que la padecí. Sobre todo a la hermana de la exquisita Cate Blanchett -que aun castiza queda bien, bah, regular-, porque como era tontona y malhablada, usaba todo un repertorio de ordinarieces españolas que, obviamente, estaban fuera de contexto. Y era todo inverosímil, incomprable, forzado. A partir de esa experiencia, las opciones eran renunciar para siempre a la pantalla grande, o encontrar cines que pasaran películas en la versión original. Qué bueno que haya dos de esos por acá: imagínense, de otro modo, mi tristeza sin fin. Es en uno de ellos, el Renoir de la calle Princesa, adonde pasan esta película de la que les hablo, Hablar.
La película termina con el poema En el principio, del mítico Blas de Otero. Aunque sea el final. Y eso si es teatro puro. Dos actores que la leen y van cerrando los temas que mostró el largometraje: resistir, la comunicación, el hambre, los labios ensangrentados, las pérdidas, la crisis nacional. Esta es la poesía:
En el principio
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
Les dejo el trailer oficial de la película, pero en YouTube hay varios clips publicados por el director que también vale la pena ver…
Y hablando de palabras, necesito recomendarles las palabras que estoy leyendo: Primera memoria, de Ana María Matute. Escritora de posguerra, fundamental de la literatura española, relata con singular profundidad los dilemas de la personalidad humana en la interacción cotidiana. Lo que me pasa con esta novela es que, aun cuando no la estoy leyendo, estoy sumergida en ese denso ambiente insular. Desde la casa de doña Praxedes, entonces, las saludo: ¡hasta la próxima, amigas!
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