8 febrero, 2017
Pelos al viento: no culpes a la playa
A la hora de ir al mar, las mujeres nos dividimos en dos grupos: las que están siempre impecables y las que no. Obviamente, las que pertenecemos al segundo grupo somos inmensa mayoría. Y vos, ¿de qué lado estás?
Envidio muchísimo (envidia de la sana ehhhh, porque ante todo soy buenita), a esas mujeres que están impecables en todo momento del día. Se despiertan prolijas, están en la playa impecables, cargan pocas cosas en los bolsos playeros y no se les enreda el pelo ni aunque las agarre un tsunami. A modo de consuelo siempre me digo: “eso solo lo logran las que salen en las revistas”. Pero yo sé que no es así.
De hecho, mi amiga Marina logra vivir en estado de glamour en todo momento: ni cuando salió de la sala de parto, después de tener a Fede, estaba desarreglada. Todos los veranos busco en internet peinados que sobrelleven mi pelo largo en la playa o pileta: colitas tirantes, trenzas, rodetes…salgo de la casa pensando que luzco como una princesa de Disney y a la hora, aproximadamente, parezco más bien una Pocahontas centrifugada. Me propongo llevarme peine, gel para peinar y colitas varias, pero en algún momento las gomitas del pelo se me caen en la arena y tengo una maraña en la cabeza que solo dos litros de crema de enjuague puede acomodar.
Los bolsos para el picnic playero son otro tema. Porque en el mío pongo todo. Cuando digo todo, es todo. En otra vida debo haber sido homeless. Pareo, toallita, protectores solares (varios, con diferentes FPS), chicles, galletitas, labial con FPS, crema hidratante, agua termal, termo, yerba, pañuelos descartables, biletera, destapador, una muda de ropa para cuando comience a refrescar y todo lo que crea que me pueda ser útil para sobrevivir días, incluso años (sí, aunque la casa esté a solo dos cuadras de la playa).
Obvio que soy de las que bajan con heladerita. Chica, porque tengo mis límites. Y también reposera y sombrilla. Como verán, nada minimalista.
Pero en mi lucha por lograr una prolijidad aparente en la playa, encontré grandes aliados, como los necessaires, crema y geles para peinar y bolsos extra grandes. Pero, eso sí, soy de las que disfrutan a más no poder de largas zambullidas bajo las olas, de los mates al atardecer, de mirar el mar y el cielo durante horas, echada sobre la arena, mientras acecha mi mente una única preocupación: que esa nube que se avecina no tape el sol por mucho tiempo.
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