22 febrero, 2016
La flauta mágica en el Teatro Real
Vero visitó este enorme templo de la ópera de España que, a punto de cumplir su bicentenario, montó una de las más grandes obras de Mozart. ¡No dejes de vivir esta increíble experiencia junto a ella!
“… crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero”.
Mario Vargas Llosa, Elogio de la lectura y la ficción, Discurso Nobel, 7 diciembre de 2010
Así, con el mismo ánimo inflamado que describe Vargas Llosa, una traspone las puertas imponentes del Teatro Real. Y confirma que allí dentro, el mundo es más dulce y más trágico. Que es la joya discreta de Plaza Oriente. Un edificio pequeño que custodia monumentales 65.000 metros cuadrados de infraestructura. Una institución operística que celebra este 2016 una doble efeméride: los 200 años de su fundación, en 1818, por orden del rey Fernando VII; y los 20 años de su reapertura en 1997, después de una rehabilitación arquitectónica compleja y pionera. Un modelo de gestión pública que ha logrado sortear el desierto de los ajustes con los aportes crecientes del sector privado. El hogar de los amantes de la música y de la emoción.
La programación del Teatro Real desde que asumiera Joan Matabosch como director artístico es muy innovadora, se pretende que siempre constituya un acontecimiento. “Para ello –ha declarado Matabosch- debemos aunar una aproximación popular a nuevas estéticas, dramaturgias y compositores, abiertos a una gran divulgación que aproxime al teatro a todas las capas de la sociedad posibles”.
Mozart para todos
El pasado 30 de enero se bajó el último telón de “La Flauta Mágica”, una producción que había sido estrenada con gran éxito en la Komische Oper de Berlín en 2012 y viene de una gira intensa que incluye Los Ángeles y Minnesota, Óperas de Düsseldorf y Duisburgo, Festivales de Edimburgo y de Sankt Poelten y una gira por las ciudades chinas de Cantón y Xiamen. Después de Madrid, la producción continúa hacia Barcelona y París.
El director de escena Barrie Kosky, junto con Suzanne Andrade y Paul Barritt (de la compañía londinense 1927, que representó Golem ), han partido del deseo de Mozart de que su singspiel fuera popular y directo para llegar así a todo el público como una alegoría moral. Porque el genio vienés, que fue un compositor de transición entre el cortesano y el independiente (Beethoven, por ejemplo), compuso esta obra para ayudar al productor teatral Schikaneder, su amigo, el primer Papageno.
Como habrán oído, además, La Flauta Mágica es una ópera llena de símbolos masónicos -el número de notas de la obertura, los pájaros que cazaba Papageno, las pruebas del rito de iniciación que deben atravesar los protagonistas-, en tanto Mozart y Schikaneder eran masones ambos. Aclaremos, para ponerlo en contexto, que la francmasonería en 1791 constituía fundamentalmente una posición política, de ideas de la Ilustración, de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que acababa de dictarse en Francia apenas un par de años antes.
Los hombres, el amor, la música…
Dice Andrés Ibáñez que «hay tres grandes temas en La Flauta Mágica. Son los temas más importantes de la vida. (…). Los tres temas, tan unidos entre sí que son inseparables, son la fraternidad de los hombres, el amor y la música. Que podemos extender así: la construcción de un mundo basado en la fraternidad, el amor de los enamorados como vía de conocimiento, y la música como lenguaje capaz de expresar aquello que no pueden las palabras».
La producción que vi se inspira en la imaginería del cine mudo de los años 20 -Tamino está caracterizado como Rodolfo Valentino, Papageno es idéntico a Buster Keaton y así- carece de decorados y en ella los cantantes interactúan con las proyecciones de una ingeniosa película de animación llena de ritmo, humor e imaginación.
En la ópera, las partes habladas se proyectan en carteles característicos del cine mudo, acompañadas por la interpretación, en pianoforte, de fragmentos de la Fantasía en Do menor de Mozart.
Es que Mozart sigue enamorando siempre con su lenguaje universal e imperecedero -¿existe alguna obra que cante con mayor elocuencia y convicción la dignidad y maravilla del amor humano? «no hay nada más noble/que una mujer y un hombre/el hombre y la mujer/alcanzan la esfera de la divinidad» cantan los actores-. Este formato acerca su obra al gran público, en especial al más joven, que creció en un universo audiovisual. Las posibilidades que ofrece la proyección animada son infinitas. La Reina de la Noche, por ejemplo, es una araña gigante que acecha a la pobre Tamina sin piedad.
Nadie ignora que nuestro Teatro Colón es el más lindo del mundo. Pero les aseguro yo, que lo he visto y he sucumbido a su hechizo, que el Teatro Real de Madrid es un encantador sustituto.
¿Querés vivir la experiencia por un ratito?
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También podés visitar la página del Teatro Real.
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