15 junio, 2015
La emoción de los libros
Acaba de terminar la Feria del Libro en Madrid y nuestra bloguera la recorrió en cuerpo y alma. Entonces no le quedó más opción que ponerse a escribir sobre esos tesoros a los que tanto ama: los libros.
«Solo recuerdo la emoción de las cosas«, Antonio Machado.
Este es un post de libros, porque a mí me encantan los libros. Ocurre que en mi vida cotidiana no me puedo dar el lujo de ser caprichosa (los caprichos son patrimonio ajeno y suelo estar para cumplirlos, o disuadirlos, o padecerlos; lo que toque en suerte y me gane en persistencia) y he decidido que ahora les toca a ustedes, mis queridas y pacientes lectoras, soportar mi berretín.
Así que empiezo con Machado, para dotar de algo de brillo cósmico a mi pobre prosa. De verdad, las cosas que una se encuentra en este ambiente, emocionan.
Es que hasta ayer estábamos de Feria del Libro en Madrid y la cosa se puso francamente auspiciosa para escribir sobre esto, que más puedo hacer. Y hoy vengo entusiasmadísima de haberla recorrido, abarrotada de gente, lectores y distraídos, porque la feria se hace en un rincón del Parque del Retiro, gratis y al aire libre, así que puede pasarle a cualquier paseante encontrarse así, de sorpresa y sin buscarlo, en plena fiesta lectora. Calor, sol y mucha literatura.
Confieso además que mi felicidad tiene nombre y apellido, porque el mismísimo Javier Marías me firmo su última novela. Así empieza lo malo, con una dedicatoria poética que supera ampliamente el anodino «con cariño» o similares: «que nada malo le pase, ni regular tampoco». Estaba cansado, muerto de calor, fumando, pero él seguía siendo genial y me prometió intentar volver a los cuentos, que «tiene abandonados», según me explicó. Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza (ya sé que es una frase de Borges, pero como es así como él decidió finalizar su Torre de Babel y también estamos hablando de libros, confío en que me van a perdonar el plagio).
A Madrid la fiesta llega última, se hace rogar, porque venimos oyendo hablar de otras ciudades disfrutando sus ferias del libro desde hace varios meses. Toca ahora sacarse las ganas y exprimir las ofertas, novedades, charlas (son pocas en comparación con las que se organizan en Buenos Aires) y el contacto con los autores que se inmolan, de verdad, estos días.
Vi firmando a Javier Marías, Rosa Montero, Sanchinarro, el autor de Futbolísimos, rodeado de chicos fanáticos, todos poniendo el hombro para salvar esta industria que cae en volumen de ventas, pero es sagrada.
Me gustó la caseta de la editorial Juan Rulfo, que tenía en su mostrador muchos autores argentinos y latinoamericanos, entre quienes con júbilo encontré a Horacio Quiroga y sus Cuentos fantásticos, que acaban de reeditar. Me decían los representantes de la editorial que no es un autor difícil de vender acá en España, a pesar de su terminología tan localista (es que nadie conoce tanto de flora y fauna y naturaleza como Quiroga, ¿o no están conmigo en eso?). Me hicieron feliz.
Deliré con los libros antiguos, ediciones de colección de El Quijote, el Romancero Gitano (como aquel niño, la miro miro, así la estaba mirando), obras de arte como la Biblia de Pamplona ilustrada, la Vida de Cristo, tesoros encuadernados.
Como la bomba de la novedad, las nuevas tecnologías se hicieron un lugar entre tanto objeto analógico: Amazon organizó una mesa redonda sobre el libro electrónico y varios autores -entre ellos, Arturo Pérez Reverte, que no para de vender su último «Hombres buenos»- firmaron libros en video.
Hubo, como el año pasado, una muestra fotográfica bordeando el Paseo de los Carruajes y sus magnolias, que se llamó Montañas y mostró la belleza de esos picos, ocupándose de alertarnos sobre el peligro que corren estos espacios que merecen protegerse, en tanto fuentes de aire limpio y agua, pero además «de un buen puñado de intangibles como lo alejado, solitario, limpio, difícil, libre y todavía completo».
Todo comenzó el 23 de abril, Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor por la UNESCO pero Sant Jordi acá cerca, en Cataluña. Según la tradición, en el día de San Jorge, se regala un libro a los hombres y una rosa a las mujeres. Imagino que habrá quien no cumplan ese mandato, como yo: les compré libros a mis hijos varones y a mi hija por igual, ¡basta de estereotipos que nos embrutecen! La cuestión es que se vendieron 1,4 millones de libros, más de 5% de las ventas anuales, y 6 millones de rosas…
En Barcelona, la feria se celebra en Sant Jordi. Y en Alcalá de Henares, ese día Juan Goytisolo recibió el Premio Cervantes de manos de los Reyes. Enorme Goytisolo en su cuerpo menudo. Le regaló al mundo hispano parlante un discurso del que no paramos de escuchar extractos, aunque es tan redondo que no puede extractarse, en mi opinión. Pego a continuación el link de RTVE para que lo vean, lo saboreen, lo vuelvan a escuchar. Yo prefiero leerlo, porque puedo así paladearlo de verdad, pero seria largo y engorroso y probablemente un vergonzoso robo copiarlo aquí. Ustedes lo buscan y ahí está, literatura, denuncia, sabiduría.
Y termino con una reflexión de Rosa Montero, que me impactó muchísimo. Decía ella -simpatiquísima y parafraseando sin citar a alguien cuyo nombre no recordaba- que si una persona lee un libro a la semana entre los 8 y los 80 años (que es aparentemente la trayectoria de un lector y me encantaría que fuera la mía, que he visto momentos de gloria, pero soy menos constante), lee solamente 3000 libros. Entonces hemos de elegirlos muy bien. Son muchas palabras, muchas ideas, mucha poesía para nuestras vidas, si sabemos cómo leerlos.
¡A leer entonces, que se acaba el mundo!
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