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Mes de la Mujer

10 marzo, 2022 | Por

Por vocación o destino, ellas luchan por la paz

Esta es la historia de siete mujeres que, en diferentes partes del mundo, desafiaron los mandatos, enfrentaron sus miedos y el ataque de grupos extremistas, en pos de construir un mundo mejor. Te invitamos a conocerlas.


Olena Zelenska (44) ▪ Ucrania

«No tendré pánico ni lágrimas»

Es la primera dama de Ucrania y encabeza esta lista porque resiste el ataque ruso (que continúa, luego de que hoy fracasara una nueva reunión diplomática) junto a su marido y sus dos hijos en algún lugar de su país. Desde su refugio, Olena utilizó su influencia en las redes sociales (tiene más de dos millones de seguidores en Instagram a través de su cuenta @olenazelenska_official) para compartir conmovedoras imágenes de la resistencia y hablarles a los ciudadanos sobre la difícil situación de su país. «Hoy no tendré pánico ni lágrimas. Estaré tranquila y confiada. Mis hijos me están mirando. Estaré junto a ellos. Y al lado de mi marido. Y con ustedes», expresó días atrás. Olena conoció a su marido, Volodimir Zelenski, cuando ambos estudiaban en la universidad. Ella cursaba la carrera de arquitectura y él, abogacía. Años después, cambiaron de rumbo y se dedicaron al mundo del espectáculo. Olena se convirtió en una exitosa guionista en la productora que fundó Zelensky, un trabajo que decidió mantener durante sus funciones como primera dama. Pero desde que su marido asumió como presidente de Ucrania, enfocó su agenda en causas humanitarias y sociales. La igualdad de género, la educación infantil y la inclusión del idioma ucraniano en la oferta cultural de Europa, fueron algunas de sus prioridades hasta antes de la invasión.

Mona Juul (62) ▪ Noruega

«Nunca está mal unir a las partes y tratar de forjar la reconciliación»

En la cocina de su casa se reunieron en secreto Israel y Palestina para lograr el acuerdo de paz y su nombre trascendió mundialmente por su participación en lo que se dio a conocer como “El acuerdo de Oslo”, que se trató de las negociaciones secretas para lograr el primer acuerdo entre Israel y la Organización de Liberación de Palestina (OLP). Las reuniones entre representantes de ambos países (totalmente prohibidas) fueron a espaldas de la Casa Blanca y organizadas por Juul y su esposo, en el comedor de su propia casa, en Oslo. Tras vivir muchos momentos de tensión, se sentaron las bases que llevaron a la firma del acuerdo de paz el 13 de septiembre de 1993 en Washington DC, del primer acuerdo entre Israel y la Organización de Liberación de Palestina (OLP). La increíble historia fue llevada al cine por Steven Spielberg. “Fueron negociaciones extremadamente difíciles –reveló Juul más tarde a la BBC–. En ese entonces, para el gobierno de Israel era ilegal hablar con miembros de la OLP. Y lo mismo para estos últimos. Incluso nosotros, como representantes de Noruega, poníamos en peligro nuestra relación con Estados Unidos, ya que todo era a espaldas de la Casa Blanca. Sostuvieron airadas peleas, se gritaban pero, al mismo tiempo, se tenían un enorme respeto. Y muchas veces tuvieron el buen sentido de introducir el humor para desviar la tensión. Se estaban dando grandes pasos. Las delegaciones acordaron una declaración de principios, que sería el marco de futuras negociaciones. Los palestinos recibieron el derecho de autonomía limitada; las fuerzas israelíes se retirarían primero de Jericó y luego de Gaza. La OPL reconocería por primera vez el derecho de existencia de Israel”.
En la actualidad es la Presidenta del Consejo Económico y Social y Representante Permanente de Noruega ante las Naciones Unidas, donde trabaja incansablemente por los más vulnerables.

Berta de los Ángeles Soler Fernández (59) Cuba

«A nosotras la violencia nos hace más fuertes»

Es la líder de las Damas de Blanco, un movimiento ciudadano cubano que reúne a esposas y otros familiares de presos políticos. Trabajó 25 años como técnica en microbiología en un hospital en La Habana, antes de pedir la baja en 2009 por sentirse acosada por agentes de la Seguridad del Estado. Está casada con Ángel Moya Acosta, un albañil disidente con quien tiene dos hijos. En marzo de 2003, su marido, fundador del Movimiento Independiente Opción Alternativa, fue arrestado durante la Primavera Negra, un esfuerzo por parte del gobierno cubano para silenciar a los disidentes de la revolución. Tras la muerte de Laura Pollán, la líder del movimiento Damas de Blanco, Berta fue elegida por sus compañeras de agrupación para sustituirla. «La seguridad del Estado empezó a decir que yo era una negra bruta y analfabeta y que no podía llevar liderar a las Damas de Blanco. Ellos pensaron que con la muerte de Laura nos silenciaban. Me subestimaron. Aquí estoy. La violencia genera violencia. Pero a nosotras no. A nosotras la violencia nos hace más fuertes», expresó.
Berta sufrió detenciones breves por «desacato» y «desórdenes públicos», o bien sin mediar imputación. Sin embargo, sin miedo y altivas, cada domingo las damas de blanco salen en silencio a protestar. La visibilidad y regularidad de sus acciones de protesta pacífica hacen de las Damas de Blanco el más icónico de los grupos de la disidencia interna cubana.

Omer Goldman (32) Israel

«No puedes hacer de tu vida una gran lucha, debes escoger tus batallas»

Su oposición a la ocupación de los territorios palestinos siendo una adolescente la llevó a unirse al movimiento de los objetores de conciencia israelíes. Y su historia familiar acaparó la atención de los medios internacionales, ya que Omer es hija de Naftali Granot, un alto cargo del Mossad, el servicio secreto israelí. “Protestamos por el robo de tierras palestinas y por la expansión de asentamientos en nombre de la defensa de Israel. Rechazamos la transformación de pueblos palestinos en guetos cerrados por el Muro de separación y los controles militares», decía la misiva de 2008, en la que sesenta adolescentes también se rebelaron contra «la actitud violenta y humillante de los militares hacia los residentes palestinos de Cisjordania».
Omer, al igual que muchos de sus compañeros, expresó sus razones ante un tribunal militar y fue encarcelada dos veces por ello. Hasta que una pérdida de peso alarmante obligó a su puesta en libertad. Hubiera podido servir en alguna oficina de Ejército, o alegar problemas de salud para librarse del uniforme. Pero escogió la objeción de conciencia pública, el camino más largo, para “hacer pensar a la gente. En más de una ocasión le preguntaron cómo es la relación con su padre. “Él y yo nos parecemos, compartimos opiniones, pero diferimos en el camino a seguir. Durante un tiempo nos dejamos de hablar, luego entendió que la objeción era algo más que un capricho de la pubertad y ahora ambos evitamos ciertos temas durante las comidas familiares», expresó.
Omer asegura que “una vez que abres los ojos, la decisión es lógica”. Huye de la ingenuidad de creer que israelíes y palestinos tendrían que ser amigos y se define a sí misma como una pacifista moderna, que nunca mataría ni tocaría un arma, pero convencida de que cada país tiene derecho a defenderse. Con los años, la joven se convirtió en modelo y actriz, pero aún continúa con su lucha por la paz desde su lugar. “No puedes hacer de tu vida una gran lucha, tienes que escoger tus batallas», en sus propias palabras.

Malala Yousafzai (24) Pakistán

«Tenemos que creer en nuestras hermanas, en nuestras hijas, y permitir que sean lo que quieran ser»

Las montañas del valle del Swat habían sido un destino turístico para pakistaníes y extranjeros hasta que, en 2007, gran parte de su territorio cayó bajo el dominio de las milicias del movimiento talibán paquistaní. Además de los abusos contra los Derechos Humanos, se ensañaron especialmente con la educación y las mujeres. Les prohibieron salir de sus casas si no iban acompañadas de un varón y destruir las escuelas fue uno de sus objetivos prioritarios: así lo hicieron con alrededor de 170 establecimientos. Malala tenía sólo 11 años en ese momento. Su papá era el director de una escuela femenina en Mingora, la principal ciudad de la región. La escuela tuvo que cerrar sus puertas y ella comenzó a contar la dura experiencia de vivir bajo el dominio talibán en un blog en urdu –la lengua más hablada en Pakistán– que era republicado por la BBC. El seudónimo con el que firmaba sus escritos, Gul Makai –»flor de maíz»–, es también el título de una película india que cuenta su vida. De esa historia se hizo eco también el New York Times. Pero su continua reivindicación casi le cuesta la vida: en 2012 miembros de un grupo talibán subieron al autobús escolar en el que se encontraba Malala y la dispararon con un fusil, alcanzándola en el cráneo y en el cuello. Tres meses y medio después, el 8 de febrero de 2013, fue dada de alta, aunque la rehabilitación siguió y tuvieron que implantarle en el cráneo una placa de titanio y también un dispositivo auditivo en el oído izquierdo. Desde entonces, vive en la zona de West Midlands de Birmingham, donde su padre ocupa el puesto de agregado de educación del consulado de Pakistán. A los 17 años, en 2014, se convirtió en la persona más joven en ser premiada con el Nobel de la Paz y también recibió numerosos premios por su defensa del derecho a la educación. Para ella es fundamental que los hombres se involucren en este movimiento, como lo hizo su propio padre quien, al contrario que muchos hombres de su comunidad, quiso que su única hija se educara y nunca frenó sus aspiraciones. “Tenemos que creer en las niñas, tenemos que creer en nuestras hermanas, en nuestras hijas, y permitir que sean lo que quieran ser. Como dice mi padre, no tienes que hacer nada, simplemente no tienes que cortarles las alas, dejarlas volar libre y que consigan sus sueños. Así que los hombres tienen que dar un paso adelante y apoyar a las mujeres… Solo vivimos 70 u 80 años, así que ¿por qué no vivirlos con un buen propósito? ¿Por qué no dedicarlos al servicio de la humanidad? Así que yo quiero ayudar a todas las niñas que pueda para que reciban una educación de calidad y cumplan sus sueños”, concluye.

Leymah Gbowee (50) Liberia

«Somos nosotras, las mujeres, las que estamos al frente de todos los reclamos»

Sufrió abusos en un campo de refugiados y luego también los golpes de un marido maltratador y la violencia de un país en guerra. Pero su lucha por la paz la ayudó a alcanzar su sueño: ayudar a otras mujeres a no pasar por la misma situación. En su casa de la infancia aprendió que debía estudiar para no depender de nadie. Se recibió de asistente social y organizó la Acción Masiva por la Paz de las Mujeres de Liberia, una agrupación que realizaba protestas pacíficas contra la violencia violencia: rezaban por la paz en iglesias, trataban de acercarse a los medios de comunicación, pero nada parecía funcionar. Hasta que se decidieron a realizar una huelga sexual. «Enseguida los medios tomaron nuestra lucha. Fue una gran estrategia mediática. Planteamos no tener sexo. En las ciudades fue difícil, porque los hombres violaban a las mujeres. Pero en las zonas rurales las mujeres fueron más inteligentes y los llevaron a las iglesias para que prometieran no atacarlas», compartió al respecto Leymah. De esta manera, y siempre vestidas de blanco para simbolizar la paz, lograron contarle al mundo la situación que se vivía en Liberia, y se logró un acuerdo de paz que en 2003 puso fin a la segunda guerra civil del país. También lideró la elección de Ellen Johnson como presidenta –era la primera vez que una mujer llegaba a ese puesto– y junto a ella y la yemení Tawakkul Karman obtuvieron en 2011 el Premio Nobel de la Paz.
Leymah Gbowee se convirtió en la protagonista de un documental de 2008, Ruégale al diablo que regrese al infierno, usado como bandera para luchar por la paz luego en Sudán y Zimbabue. También armó la Red de Mujeres por la Paz y la Seguridad y el Programa de Mujeres por la Construcción de la Paz. «Somos nosotras, las mujeres las que estamos al frente de todos los reclamos. Hemos avanzado mucho, pero falta. Seguramente mis hijas van a luchar por conquistar derechos, pero no serán los mismos por los que luché yo», manifestó.

Nadia Ghulam (36) ▪ Afganistán

«Este dolor está en mí, en mis cicatrices físicas y psicológicas»

Tenía 6 años cuando una bomba cayó en su casa de Kabul, en Afganistán, mató a su hermano, desquició a su padre, postró a su madre en una silla de ruedas y, a ella, le deformó la cara. Durante diez años, Nadia fingió ser Zelmai, el hermano muerto, para salvar a su familia del hambre en medio de la guerra civil de Afganistán. Se disfrazó de hombre para trabajar y sobrevivir en un país donde las mujeres no tienen siquiera el derecho de caminar solas por la calle, aunque estén literalmente tapadas desde la cabeza hasta los pies.
“Durante 10 años tuve que vivir como un hombre, trabajar como un hombre… Perdí mi identidad, parte de mi infancia, toda mi adolescencia…», contó en una entrevista concedida a Euronews. Pero luego de fingir durante una década, Nadia Ghulam pudo irse de su país. La Asociación para los Derechos Humanos en Afganistán (ASDHA) le ofreció devolverle la identidad y padres adoptivos en Barcelona. Sus padres biológicos decidieron quedarse y ella se convirtió en escritora. Su primer novela autobiográfica, El secreto de mi turbante, escrita en colaboración con Agnès Rotger, ya fue traducida a varios idiomas y pronto llegará a los cines.
Durante la última toma por parte de los talibanes en Afganistán, la escritora le pidió al presidente español Pedro Sánchez que incluyera a seis miembros de su familia, todas mujeres, en la lista de evacuados que rescatarían. El operativo fue exitoso. «He podido salvar seis vidas y darles un futuro mejor, porque estas niñas podrán estudiar, ir a la universidad y ser libres. Para mí, mi familia no es sólo la gente que viene… sino todas las mujeres de Afganistán. Y si ellas no están bien, yo no estaré bien. Ahora quiero luchar por sus vidas, por su libertad. No puedo quedarme callada. No puedo estar aquí y olvidar a esas otras, mujeres porque me identifico con su dolor. Este dolor está en mí. En mis cicatrices físicas y psicológicas. Y esto no lo voy a olvidar».

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