Artes
20 febrero, 2020
Norah Borges: el espíritu de la profundidad
El Museo Nacional de Bellas Artes exhibe una exposición de Norah Borges (1901-1998) que merece una visita. La extensa muestra, que concluye en pocos días, permite conocer una artista incomparable y desconocida para el gran público, que trasciende la etiqueta de "la hermana menor" de Jorge Luis.

Por Ana Martínez Quijano
El acento de la exhibición está puesto en los primeros años de su trayectoria, cuando Norah, la hermana de Jorge Luis, el escritor, brilla como una estrella y deslumbra a los vanguardistas de España. En primer lugar a su marido, Guillermo de Torre, mentor del ultraísmo. El escritor Isaac del Vando Villar lo publica así en la revista Grecia: “Hermanos del Ultra: Norah Borges es nuestra pintora, saludadla, porque además está nimbada de una dulce belleza, análoga a la de los ángeles del divino Sandro Boticelli”.
En su libro Sobre lo espiritual en el arte, Vasili Kandinsky habla de las formas artísticas que son «un nutriente para el espíritu, […] ya que el espectador encuentra un lazo con su alma». Y para aclarar más aún este concepto, cita a Robert Schumann, cuando dice: «La misión del artista es echar luz sobre las tinieblas del corazón humano«. Las obras de Norah lo confirman

Su nombre de nacimiento es Leonor Fanny, pero su hermano la bautizó Norah, con hache final, durante la infancia compartida. Una etapa llena de pensamientos mágicos y héroes míticos que forjó el destino de ambos.
Norah nació en 1901, cuando Jorge Luis tenía un año y medio y la familia Borges viaja a Europa en busca de una cura para la ceguera progresiva de su padre. La Primera Guerra Mundial los encuentra en Suiza y los hermanos estudian en Ginebra. En 1919, cuando acaba la reclusión impuesta por la Guerra, se establecen en Lugano.

Norah aprende allí la técnica del grabado y conoce el expresionismo alemán; Borges traduce poemas de los expresionistas alemanes. Las imágenes lapidarias y fragmentadas de los grabados de Norah ostentan el mismo espíritu de los versos que expresan la conmoción ante el horror de la guerra. En Palma de Mallorca ambos muestran interés por la arquitectura. Norah retrata la imponente Catedral y la imagen y el verso van a la par: “La catedral es un avión de piedra / que puja por romper las mil amarras / que lo encarcelan”.
Tres años antes de su muerte, Norah relata: “Georgie (N. de la R.: En referencia a su hermano) tenía un profesor, un sacerdote que vivía en la Catedral; le enseñaba latín y le hablaba de Dios. Una noche fuimos a admirar esa Catedral, luego él escribió un poema y yo hice un dibujo«.
Pinceladas de los Borges
La urgencia vanguardista, el dinamismo de los grabados y las palabras resulta notoriamente afín. Sin embargo, en el Museo Nacional de Bellas Artes se exhiben tan solo las imágenes y las asociaciones con los textos del escritor corren por cuenta del espectador. También Borges destacaría años más tarde afinidades y diferencias: «Norah, en todos nuestros juegos, era siempre el caudillo; yo, el rezagado, el tímido y el sumiso. Ella subía a la azotea, trepaba a los árboles y a los cerros; yo la seguía con menos entusiasmo que miedo«.
En 1921 los Borges regresan a Buenos Aires y con ellos llega la vanguardia. En la revista mural Prisma los rotundos grabados de Norah muestran la ciudad con una definida impronta cubista junto a los versos ultraístas. La propia artista relataría que ella miraba por la ventana cuando Borges y sus amigos salían a pegar la revista en los muros.

No obstante, la velocidad y el vértigo se detienen en Buenos Aires. El mundo de Norah se vuelve quieto y estable y aparece en la obra de se hermano de un modo más o menos intenso hasta promediar sus trayectorias, cuando ella se inclina hacia un universo religioso poblado de ángeles que oscilan entre el cielo y la tierra.
El gusto por la arquitectura urbana, motivo de interés para ambos en Europa, se renueva en Buenos Aires. Norah descubre el mágico sosiego de los suburbios porteños e ilustra Fervor de Buenos Aires, el primer libro de poemas de Borges, quien años más tarde escribiría: «Guardé esa imagen, esa imagen deliberadamente simplificada y que mi hermana acentuó en la portada del libro, donde pinta una suerte de Buenos Aires platónico, todo con casas bajas, todas con azoteas, todas con zaguanes, todas con patios. Yo me aferré voluntariamente a esa primera imagen”.
Los Borges buscan imágenes y palabras que describan o sustituyan las plazas, azoteas o zaguanes rioplatenses. Y así sueltan las amarras de la vanguardia.

La encantadora calma de la pintura Montevideo (1929) resulta enigmática; hay una mujer negra con un atado de ropa sobre su cabeza; más atrás, una joven se asoma a la ventana como una aparición. La perspectiva elevada del horizonte coincide con la estrategia de la pintura metafísica y configura una arquitectura de ensueño. En Luna de enfrente (1925), libro de poemas también ilustrado por Norah, aparecen referencias temporales: “Quiero el tiempo allanado / el tiempo con baldíos de ansiar y no hacer nada / quiero el tiempo hecho plaza”. Se percibe la futura naturaleza de la obra literaria.
Una mujer en la vanguardia
La muestra Norah Borges, una mujer en la vanguardia, curada por el diplomático Sergio Baur, le otorga el mayor protagonismo a la obra gráfica y las publicaciones. Paul Valéry decía que uno debe excusarse por hablar de pintura, pero agrega: “Todas las artes viven de palabras: quite a los cuadros la posibilidad de un discurso interior u otro, en seguida los más bellos lienzos del mundo pierden su significado y su finalidad”. La necesidad de formular “palabras” se vuelve imprescindible cuando los críticos, luego de calificar a Norah como pintora “ingenua”, aseguran que pierde su talento cuando abandona la vanguardia y se convierte en una mujer dócil, opacada por su marido y su hermano.
Lo cierto es que la vanguardia, como un valor en sí misma, dejó de tener sentido para Norah y para Borges también. Ella conoció y estudió todos los ismos, se casó con el creador del ultraísmo, el crítico de arte Guillermo de Torre; expuso sus pinturas junto a las de Pablo Picasso y Joan Miró, escribió reseñas críticas con pseudónimo para no “opacar” a nadie y publicó sus preferencias estéticas en el periódico Martín Fierro, donde fue una figura frecuente.
Vacunada contra el frenesí vanguardista logró un estilo personal.
Desde luego, el hecho de ser mujer dificultó su inserción en el mundillo del arte. Y, si bien Borges y su marido acaparaban la atención donde quiera que estuvieran, de ningún modo se dedicaron a domesticar a Norah, ni la recluyeron en una prisión. Sí estuvo en prisión en 1948, un mes entero y en un lugar sórdido, por cantar el Himno Nacional en la calle Florida para protestar contra la reforma de la Constitución Argentina. Al año siguiente Oscar Ivanissevich denunciaba: “El arte abstracto, el arte morboso, el arte perverso, la infamia del arte”.
Si se analiza cómo puede haber influido en la sensible Norah el contexto político, es posible conjeturar otras hipótesis. Miguel de Torre Borges, su hijo, asegura que ella se refugió en las iglesias. En el convento Santo Domingo, incendiado luego del cruento bombardeo de 1955 a la Plaza de Mayo, pintó un fresco con la imagen de San Martín de Porres, como si quisiera restañar las heridas.
Su mirada celestial de la vida se manifiesta, una y otra vez, en sus imágenes.
La amistad fue para Norah una gran compañía y entre los dibujos y pinturas, casi todos en manos privadas, aparece una carta de Silvina Ocampo ostentando la sinceridad del afecto. Entretanto, el capítulo dedicado a los mapas es sencillamente maravilloso. Vale la pena mencionar el plano de Buenos Aires que dibuja para contarle a su amado Guillermo el recorrido que va desde el puerto, donde él pronto llegará, hasta la casa de la calle Quintana donde vivían los Borges.


El espacio destinado a las ilustraciones, está casi completo. Norah es excepcional, lleva a tal grado su afinidad e intimidad respecto de lo leído que acaba por subvertir y a la vez jerarquizar ese ejercicio de dependencia en que, usualmente, deviene el oficio del ilustrador. Lejos de carecer de “autonomía estética”, sus ilustraciones poseen luz propia y prestan su esplendor a textos heterogéneos y significativos de grandes y pequeños autores.
En 1940 las biografías de Norah que surcan el océano desde España a Buenos Aires en viajes de ida y vuelta, finalizan, como si hubiera muerto. Aunque la crítica de aquí y de allá, con mayor y menor reputación, desconoce su obra posterior, la muestra del Bellas Artes la exhibe. Pero no avala su calidad. ¿Serán inapelables las palabras del curador cuando afirma que la obra a partir de los años 40 es “una recreación del pasado que se vuelve permanente”? El Museo de Arte Moderno de Nueva York compra sus obras y Norah siguió pintando, experimentando nuevos estilos y exponiendo con serena tenacidad casi hasta su muerte, en 1998.
«Nosotros hemos soñado el mundo«, dice Borges. Norah pintó ese sueño.

Si querés saber más sobre la exhibición, hacé clic en este enlace.
¿Te gustaría recibir notas como esta en tu e-mail?
Suscribite aquí y te las enviaremos a tu casilla todos los meses
No está conectado a MailChimp. Deberá introducir una clave válida de la API de MailChimp.