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Sociedad

24 octubre, 2022

Mundial de Qatar 2022, paganismo y negocio

Pasión popular devenida en evento comercial, el fútbol dejó de ser ese deporte colaborativo que fue alguna vez. A menos de un mes de que comience el mundial, una reflexión profunda y necesaria acerca del rito pagano que congrega multitudes.


El próximo domingo 20 de noviembre comienza el Mundial de Fútbol, uno de los eventos globales que más gente congrega a escala planetaria. Foto: Pexels.

Por Sergio Sinay

Entre las 13hs. del domingo 20 de noviembre y las 16hs. del domingo 18 de diciembre de este año se cumplirá el mayor rito pagano de los tiempos modernos. El Campeonato Mundial de Fútbol. Lo que comenzó como una justa deportiva en 1930, cuando entre el 13 y el 30 de julio de ese año se jugó el primero de estos campeonatos en Montevideo, terminó por convertirse, en la actualidad, en una descomunal feria comercial que exhibe cómo el capitalismo puede convertir todo en negocio, vaciándolo de contenido y significado. Aunque se llame Mundial de Fútbol, poco de lo que allí ocurra tendrá que ver con este hermoso deporte, cuya práctica requiere picardía, velocidad mental, espíritu cooperativo, concentración, entrega y ciertas habilidades y destrezas físicas que en algunos de sus practicantes están más presentes que en otros.

A cambio, el fútbol ofrece un rico campo para la expresión emocional, para el desarrollo de vínculos profundos (no solo entre quienes lo juegan sino también entre espectadores consecuentes), espacios de pertenencia y reconocimiento, materiales sensibles para alimentar la memoria individual y la colectiva, y es absolutamente igualitario, ya que, a diferencia de otros deportes, no exige ninguna condición física especial y hasta los más torpes pueden jugarlo con entusiasmo. Igualmente, altos y bajos, gordos y flacos, menores y mayores, pobres y ricos, jefes y subordinados (de hecho, en equipos de empresas y organizaciones ambos suelen integrar equipos y durante el juego las jerarquías desaparecen) e incluso, como actualmente, varones y mujeres. Todo lo que se necesita es una pelota (que en otros tiempos hasta supo ser de trapo, hecha con una media rellena) y cualquier espacio se convierte en una cancha.

De deporte a cruel negocio

Cada barrio, cada ciudad, cada provincia, tanto aquí como en el mundo, vio nacer equipos con los que se identifica y alrededor de los cuales se tejieron historias, amistades, relaciones profundas, leyendas, amores. Esto no es teoría sociológica. El autor de este texto da fe personal de que así es, a partir de sus vivencias, tanto afuera como adentro de la cancha, en la tribuna como en el campo de juego. Mucho de eso sigue presente, empecinadamente, en el fútbol. Pero mucho más se fue perdiendo y pervirtiendo desde que los poderes políticos, económicos y mediáticos, sumados a una gigantesca corporación internacional protagonista de turbios manejos comerciales y deportivos y que responde al nombre de FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado), descubrieron que el fútbol, al ser un fenómeno internacional de una dimensión única, ofrecía un filón que convenía explotar. Y lo convirtieron en un negocio que no repara en límites éticos ni morales, un evento que transcurre más en las pantallas que en los estadios (muchos que se dicen futboleros jamás estuvieron en una tribuna), un mercado persa en el que las marcas pujan por vender cualquier cosa a incautos dispuestos a comprarlas, víctimas de la manipulación emocional.

«Aunque se llame Mundial de Fútbol, poco de lo que allí ocurra tendrá que ver con este hermoso deporte, cuya práctica requiere picardía, velocidad mental, espíritu cooperativo, concentración, entrega y ciertas habilidades y destrezas físicas que en algunos de sus practicantes están más presentes que en otros».

El Mundial de Qatar es la culminación de ese proceso de desvirtuación y vaciamiento del fútbol. Se estima que en la construcción de esos estadios que quedarán en medio del desierto como vestigios faraónicos sin uso posterior, habían muerto hacia 2020 unos 6500 trabajadores migrantes llegados desde Nepal, Sri Lanka, India, Bangladesh y Pakistán (datos de una investigación del diario inglés The Guardian). Esos trabajadores vivieron y laboraron en condiciones de explotación inimaginables pero reales en pleno siglo veintiuno cuando se cree, falsamente, que ya no existe la esclavitud. Organizaciones internacionales dedicadas al derecho laboral calculan que, desde el comienzo de las obras, en 2010, murieron 12 trabajadores por semana. “Existe una falta real de transparencia en torno a estas muertes. Es sumamente necesario que Qatar fortalezca sus normas de seguridad”, pidió Amnistía Internacional.

Merchandising para acompañar a la Selección Argentina, una de las aristas de este deporte mundial que se convirtió en un negocio a gran escala. Foto: Flickr.

De esto se habla poco y se terminó por callar a medida que se acerca noviembre. Mientras, somos acribillados con todo tipo de anuncios y promociones conque las grandes marcas del mundo tratan de vendernos bebidas, ropa, calzado deportivo, pelotas, celulares, televisores, gigas o cualquier cosa adosándole el mantra Qatar 2022, olvidando por el momento sus eslóganes oportunistas sobre responsabilidad social y etcéteras. Entretanto, aquí las respuestas a urgencias sociales y económicas se congelan desde los poderes políticos a la espera de “lo que pase en el Mundial”, y en Qatar las mujeres siguen sometidas a tratamientos, menoscabos y ocultamientos que las rebajan a niveles infrahumanos. Dos realidades, una más cercana otra más lejana, entre las muchas que serán olvidadas mientras las pantallas nos intoxican de pseudo fútbol. 

Queda por ver cómo funcionarán la prostitución, la venta de alcohol y el narcotráfico, tres de los grandes negocios que giran alrededor de cada Mundial, en un país como Qatar, donde las transgresiones en algunos de estos campos suelen penarse con castigos lapidarios. Quizás los Hooligans y barras bravas de turno, que suelen desplazarse a gusto en los mundiales alrededor de estos “negocios”, se lleven algunos chascos esta vez. Y muchos de los entre 30 y 40 mil argentinos que se estimó que viajarían a “alentar” (de acuerdo con cálculos del embajador en aquel país) acaso se encuentren entre los decepcionados cuando el “choque de culturas” los prive de algunas de las más codiciadas experiencias extra futbolísticas del despliegue de “viveza criolla” que los mundiales suelen ofrecer como excusa.

Cuando baje la espuma

También el Mundial es un subterfugio habitual para paralizar actividades esenciales, como la educación. Con el argumento de que se instruye a los alumnos sobre geografía, cultura e historia de los países en competencia se les suele otorgar francos para que vean los partidos, cosa que ocurre también en dependencias oficiales. Por supuesto, ningún alumno recordará otra cosa más que los resultados de la selección argentina, el nombre de algunos jugadores y es posible que nada puedan decir acerca de la realidad de Qatar. Por otra parte, los álbumes de figuritas, protagonistas de una tragicomedia patética que incluso incluyó a un secretario de estado operando en vano para solucionarla, quedarán olvidados en algún lugar apenas termine la competencia. Hasta que el negocio se renueve dentro de cuatro años, con el próximo Mundial.

A la vuelta de Qatar, la invasión Rusia a Ucrania seguirá produciendo destrucción y muerte, Europa estará ante un invierno riguroso y sin gas, y en la Argentina la inflación habrá alcanzado el 100% anual, la pobreza rozará el 40% (unos 20 millones de habitantes), la indigencia irá en aumento, la educación y la salud continuarán tan desatendidas como hoy y habrá pasado más temprano que tarde la ola de falso patrioterismo que se escuda en los colores de la camiseta, en las banderas colgadas de balcones, en publicidades manipuladoras y en tararear el estribillo del himno nacional (quizás porque hay generaciones que no aprendieron o no recuerdan la letra). Cuando baje la espuma allí estarán las grietas, porque las naciones viables integran en la visión de un propósito común, que trasciende la esfericidad de una pelota, las naturales diferencias que existen en toda sociedad humana. Nada que provea el paganismo.

Leé también: Maradona, el héroe que no fue

ETIQUETAS Argentina cultura reflexiones sociedad

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