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Sociedad

17 abril, 2015 | Por

Mujica y yo

El periodista Mauricio Rabuffetti muestra en su biografía del expresidente uruguayo que, de la mano del líder político que interpela al mundo convidándole un mate, la revolución tranquila ya empezó.


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Foto autor: Pablo Porciúncula.

 

Un día, al periodista uruguayo Mauricio Rabuffetti lo llamaron para ofrecerle escribir una biografía sobre José Mujica. Pero él dijo que no, que muchas gracias. “Ya hay otras muy buenas”, respondió al editor, por teléfono.

Más tarde, algo lo hizo cambiar de opinión: ¿Y si en cambio plasmaba en ese libro algo más que la vida del presidente de Uruguay? ¿Y si le daba, de pronto, por hablar de la crisis de valores en general y, en particular, de que quizás en las sensatas palabras de ese hombre se anunciaba un cambio de cosmovisión? El desafío lo tentó. Así nació José Mujica. La revolución tranquila (Aguilar), una biografía que, ante todo, es una invitación a reconstruir un personaje potente. El mismo que, un día, el mundo entero se detuvo a mirar.

“Sabía que iba a tener una valoración positiva de algunas cosas, como su política energética, pero también era consciente de los déficits de su gobierno, sobre todo en educación. Entonces, me propuse hacer un libro equilibrado y desapegado, aunque comprometido con remarcar su mensaje sobre el cuidado del medio ambiente y en contra del consumismo”.

En diálogo con Sophia mientras Mujica se despedía del gobierno para retornar a su tranquila vida de campo, Rabuffetti recordó la primera vez que él mismo le prestó real atención. “Iba en auto con mi papá y en la radio hablaban de su llegada al Congreso en una Vespa. Fue una charla intrascendente: le comenté a mi padre qué curioso era que un legislador anduviera en moto y él me dijo algo sobre lo peligroso que se había puesto el tráfico en Montevideo”, se ríe.

Ya había nacido en él –un chico criado en una familia de clase media, aunque sencilla, como la de Mujica, en su forma de encarar la vida– la vocación por el periodismo. “Fue mientras veía los reportes de guerra de Arturo Pérez Reverte en la televisión en blanco y negro de mi abuela, una de las imágenes más nítidas de mi infancia durante la dictadura”. El periodismo a color llegó para Rabufetti recién entrada la democracia, mientras el exlíder revolucionario Tupamaro recuperaba la libertad después de quince años de cárcel y torturas sistemáticas, un viaje de esos que no tienen retorno, salvo a través de un cambio de consciencia.

“Desde chico me interesó cruzar fronteras y con este libro me propuse hacer el ejercicio opuesto: contarle al mundo quién era el presidente de mi país. Aunque no soy admirador de ningún político, él me resultó interesante por varios motivos, especialmente porque siempre tuvo claro que su cargo era coyuntural, no sacralizó el poder ni intentó perpetuarse en él, y eligió llevar una vida sencilla y cerca de la gente, sin cortezas. ¿Qué otro presidente de América Latina escapa a la divergencia entre lo que dice y lo que hace, como él?”.

Rabuffetti tiene una pluma avispada: fue corresponsal en Washington y secretario de Redacción de la Agencia France Presse en Brasil y hoy es el editor de Economía de AFP, colabora con The New York Times y es columnista invitado del diario El País de Uruguay. “El objetivo fue buscar la explicación a una dualidad: ¿por qué en el exterior se lo veneraba y en Uruguay se lo criticaba de manera virulenta? Muchos no le habían perdonado su pasado”.

«No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje; vivo con lo justo para que las cosas no me roben la libertad».

José «Pepe» Mujica, expresidente uruguayo.

Sin embargo, en julio de 2014, el 56% de lo uruguayos aprobaba su gestión. “José Mujica quiso hacer una Revolución por la vía de las armas a fines de los sesenta y principios de los setenta. Pero fue con gestos, discursos humanistas y decisiones pioneras que conmovió al mundo al llegar al gobierno”, cuenta en su libro. En él, desmenuza mensajes, datos, fotos y actos a través de anécdotas propias y prestadas, y aporta en el medio un análisis profundo. “La conclusión es que Mujica es un ‘cuerpo a cuerpo’ permanente”, su resumen. Una persona que, a sus 80 años y a sabiendas de que lleva más tiempo vivido que por vivir, supo hacer de sus pruebas y sobre todo de los errores, una bandera victoriosa.

Pero ¿qué es lo que quiere decirnos el periodista con eso de que el presidente saliente de su país llevó adelante una revolución tranquila, entre mate y mate? “Me gustaría que lo descubriera el lector, porque el título tiene más que ver más con su visión de la vida que con aquello que hizo. Es un hombre que se crió en la pobreza y supo hacer un culto de la sencillez, muy lejos del materialismo. Yo comulgo con él en eso de ir liviano, de dejar de correr para satisfacer un sistema esclavizante”. Rabuffetti lo dice desde su vida en las afueras, en una casa donde se respira el verde y el consumo porque sí no tiene ningún valor. Aunque sin perder de vista que toda revolución, por más tranquila que sea, no se puede encarar desde otro lugar que no sea desde adentro.

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La primera edición, coincidente con la salida de Mujica de la presidencia, se agotó a los pocos días en Argentina.

Popular, inimputable, caótico, genuino. Mujica tenía materia prima de sobra para construir una historia y los resultados confirmaron la percepción de la editorial: la primera edición se agotó a los pocos días de ver la luz y, especialmente en la Argentina, las ventas fueron un boom. Eran muchos más de los pensados por el propio autor quienes querían leer las entrelíneas hombre que llegó a presidente por el voto popular, pero que nunca dejó su casa, ese rancho humilde al que la oposición, con sorna, calificó de “tapera”. Una casa tan humilde como la de gran parte del pueblo uruguayo, pero que tantos coterráneos vieron aparecer en las fotos con pudor: cocina con cacerolas y sartenes remendadas; paredes con humedades sin pintar; viejos cajones de naranjas para guardar los libros, tesoros preciados.

Que en pleno ejercicio de su cargo abrazara más fuerte que nunca la humildad (renunciando a los lujos, los protocolos e incluso a su sueldo), estrechando a su, compañera, de siempre, Lucía Topolansky y a su perra Manuela, hizo que el mensaje llegara a destino con acuse de recibo. Y el periodista supo encontrar en ese personaje para muchos excéntrico, pero sin duda popular, la excusa perfecta para colar su propia postal.

“A través del libro me gustaría que la gente reflexione sobre la forma de vivir que elige y haga un clic y cuestione modelos impuestos. Mi forma de meter la cuchara es hacer periodismo, escribir un libro y educar a mis dos hijos. En definitiva, la mayor, a sus 5 años, ya sabe de Mujica lo importante: que es un señor viejo que anda en un Fusca como el nuestro, y que nunca tira las cosas que se rompen, porque todo, a la larga, se arregla”.

ETIQUETAS José Mujica Muricio Rabuffetti Pepe Mujica política Uruguay

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