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Espiritualidad

18 abril, 2023

«Mi meta era llegar a Jerusalén, mi objetivo era ponerme a disposición de Dios»

En enero de 2022 Carlota Valenzuela se puso en marcha para recorrer, sola y a pie, más de 6.000 kilómetros desde Finisterre (España) hasta Jerusalén (Israel). Y, a lo largo de un año, atravesó 11 países por tierra y por mar. En esta nota comparte con Sophia su historia de fe, sus anhelos, sus miedos y sus aprendizajes.


Carlota Valenzuela en la Catedral de Santiago de Compostela, ubicada en Galicia, España.

Por Bea Vilá Bertrán

Carlota Valenzuela (30) nació en una familia católica de Granada. En su casa se respiraba mucha libertad. Durante su infancia y adolescencia, tanto ella como su hermano buscaron su propio camino. Aunque creció con grandes ejemplos de fe en su familia, no fue consciente de ellos hasta más adelante. A los 23 años, mientras estudiaba Abogacía, se puso de novia con Isaque, un chico brasileño protestante, quien marcó un antes y un después en su vida espiritual. “Él tenía una fe super viva, me hacía muchas preguntas sobre mis creencias. Me sentía un poco ridícula defendiendo algo que no vivía y ni siquiera sabía lo que era”, cuenta. 

Por ese entonces aplicó a un intercambio universitario para irse a Suiza. “Cuando la gente se va de Erasmus se dedica un año a salir de fiesta y yo, en cambio, me veía en un ambiente que no era el mío en el cual podía elegir quién quería ser y me di cuenta de que quería algo diferente. Elegí dedicar ese año a leer la Biblia, a ir a misa diaria, a reunirme con un grupo de jóvenes católicos y, de repente, mi fe explotó”. 

Profundizando en esa sed espiritual incipiente

Al volver de Suiza, Carlota tuvo la oportunidad de hacer un voluntariado con las Misioneras de la Caridad en Calcuta, India. Esa experiencia de seis meses la hizo madurar. “Antes del viaje pensaba que las historias de la Biblia eran algo que había pasado hace más de 2000 años y que no tenía validez a día de hoy. Estaba convencida de que eran historias de otros que no estaban vinculadas a la mía. Las escuchaba, las respetaba y me generaban amor, pero no me sentía conectada de forma directa con ellas”, asegura Carlota. En Calcuta entendió por primera vez que el Evangelio era verdad y que todo estaba pasando en ese momento. Sintió cómo la teoría se condice con la realidad, conoció a Jesús, y pudo verlo en la gente. Lo que descubrió allí, no se lo olvidará jamás.

La peregrinación incluyó un alto en Pontemaceira, Galicia, España.

Como hábito diario, Carlota realiza veinte minutos de oración contemplativa a primera hora de la mañana, cuando no hay ruido. Su ritual consiste en recitar una pequeña oración, leer un capítulo del libro para prepararse y hacer silencio. Las primeras semanas fueron difíciles, porque no paraba de distraerse y se entrometían las tareas que tenía pendientes. Pero, poco a poco, el ruido empezó a ceder. “En el silencio la única clave es la perseverancia», asegura.

Al regresar a España, empezó un máster de Comercio Exterior en Madrid. A sus familiares y amigos les empezó a causar un poco de inquietud su nueva faceta religiosa. Algunos de ellos se metían con ella y le decían “¡que te vas a volver monja!”. Eso le generó reparo y, en los siguientes años, vivió su fe de forma solitaria. Estaba claro que la semilla había germinado y se ocupó de seguirla cultivando mediante la lectura, la oración, la eucaristía y la adoración. “Mi fe fue creciendo y de alguna forma empecé a sentir que Dios era excesivamente generoso conmigo; siempre tuve ese sentimiento súper anclado. No solamente me sentía afortunada por la familia, por mi entorno, por mis posibilidades, sino sobre todo a nivel de dones. Tengo muchos dones y sentía que tenía que ponerlos a su servicio pero no encontraba aún cómo, cuál era la fórmula, y qué me estaba pidiendo realmente”. 

En enero del año 2021, por vías diferentes, le recomendaron un libro: Biografía del Silencio, de Pablo D’Ors. Fue entonces cuando el silencio empezó a aparecer en escena y se dió cuenta de que ella siempre rezaba hablando, pero nunca se ponía en una situación de escucha. “Cuando empecé a hacer silencio fue un descubrimiento. Me di cuenta de la cantidad de cosas que hacían ruido en mi cabeza, que en el día a día no las podía ordenar y por eso no las entendía. Pasan tantas cosas, estamos siempre con tanto ruido, con tanta prisa que cuando bajé ese nivel de ruido, tuve muchísima más claridad sobre cuáles son mis verdaderos anhelos y qué es lo que Dios quería de mí”. 

Una invitación clara y contundente

A raíz de este silencio, Carlota fue viendo que, efectivamente, Dios le estaba pidiendo que pusiera sus dones a su disposición. “Sentí que me llamaba a algo, y la palabra camino no paraba de resonar todo el rato. Cuando hacía silencio aparecía siempre, empecé a ver la palabra en todos sitios. Escuchaba música y ahí estaba”. Entonces sintió que Dios la estaba llamando a hacer un camino, pero ¿cuál?, se preguntaba. Un día de junio, mientras oraba en silencio, entabló una conversación con Dios. Sintió que Él le preguntaba: “¿Pero tú a quién buscas?” y ella le contestó: “A Jesús”. Y Él le dijo: “¿Pero adónde vas a ir a buscarlo?”. Y ella le volvió a responder: “Pues a Jerusalén”. En ese momento tuvo la certeza de que era eso, que su camino era hacer una peregrinación a Jerusalén.

La propuesta no la asustó, no le pareció demasiado grande ni ridícula. El impacto de pensar que de alguna forma remota ella podía estar haciendo la voluntad de Dios, le hizo decirle sí al minuto uno y esa predisposición le generó mucha paz y alegría. Dejó reposar la idea unos días, la meditó y afirmó que estaba destinada a eso. A pesar de no contar con ninguna experiencia de peregrinación previa, estaba segura de que el propio camino la prepararía.

Pero tenía temor de compartir su intención con sus familiares y amigos cercanos, pensaba que le iban a decir “¡se te ha ido la pinza!”. Su hermano Nacho fue el primero en enterarse, ¡y le pareció la decisión más normal del mundo! Luego se lo contó a sus amigos más cercanos y surgieron todo tipo de reacciones: algunos se alegraron y demostraron admiración por su valentía; a otros les pareció una idea absurda. “Recuerdo que una persona me preguntó: ‘¿No se te ocurre nada mejor que hacer en un año que esto?’. Y entendí que eso no era algo que le iba a causar emoción a todo el mundo”. 

Al momento de su llegada al santuario de Lourdes, ubicado en Francia.

La petición de apoyo más importante

Le resultó difícil enfrentar a sus padres para contarles y eligió hacerlo un domingo mientras cenaban pizzas en su departamento de Madrid. Al principio a ellos les generó muchísima preocupación. “¡Imagínate! En el momento en que tu dices la palabra ‘Jerusalén’ todo lo que te viene a la cabeza no es que vas a peregrinar por Francia y por Italia, lo que te viene a la cabeza son los países colindantes como Siria. Y, claro, eso a mis padres les generó una preocupación tremenda en ese momento”, afirma Carlota. 

“‘¿Cómo vas a llegar? ¿Cómo lo vas a hacer sin compañía?’, me preguntaban. Lo que más les preocupaba era el hecho de que peregrinara sola. Una niña sola por el mundo, cada noche en un sitio, los caminos, los peligros… En ese momento parecía un drama”. Pero, aunque la preocupación se palpaba en el ambiente, sus padres le aseguraron que iban a apoyarla y eso significó muchísimo para ella. Aunque luego también hubo llantos, noches sin dormir, discusiones. No fue un camino de rosas… 

Dos momentos del trayecto: en Medjugorje, Bosnia y Herzegovina (izq.), y su llegada en barco a Israel (der.).

De Finisterre a Jerusalén

Cuando Carlota sintió la llamada, se preguntó si habría alguien que ya hubiera hecho este trayecto, y la historia más reciente que encontró fue la de dos señores españoles que partieron desde Madrid hasta Jerusalén en el año 2001. Ambos habían escrito libros y ella decidió comprarlos y empezar a documentarse un poco, pero la realidad era que habían pasado muchos años y la ruta de ellos no tenía nada que ver con la que ella tenía en mente. Decidió que lo mejor sería empezar a unir vías de peregrinación en España, Francia e Italia, y luego improvisar sobre la marcha su propio itinerario.

En diciembre del 2020, un mes antes de partir, filmó un video corto como para presentar su proyecto y creó un perfil público en Instagram @finisterreajersualen, para poder empezar a compartir su experiencia y que sus familiares y amigos pudieran seguir el trayecto. “Cada mes compartía un mapa con los destinos que iba a recorrer para saber si alguien conocía personas que vivieran en esos lugares. Como empecé el Camino en enero, que es pleno invierno en el Hemisferio Norte, la mayoría de los albergues para peregrinos estaban cerrados. Este llamado a la hospitalidad fue clave, ya que necesitaba gente que me pudiera hospedar en sus casas, y así empecé a concretar muchos contactos”.

Un camino lleno de desprendimientos para ir más liviana

Carlota tuvo que elegir pocas cosas materiales para cargar en su mochila. “La mochila física llevaba lo esencial y me di cuenta lo a gusto que se vive sin tener muchas cosas. Antes de empezar doné todo lo que tenía. Ahora que solamente poseo lo que llevo en la mochila tengo una posición ante la vida mucho más relajada”. 

Para poder caminar más ligera, tuvo que deshacerse también de muchas cargas espirituales. Fue incorporando varias enseñanzas como parte del proceso. “Lo primero que solté fueron los miedos. Los suelto todos los días, porque me los encuentro muchas veces. Dios también me ayudó a desprenderme de la prisa. Ahora mismo no tiene cabida en mi vida, es que me roba tanta paz lo de ir corriendo a todos sitios y no estar realmente en ninguno”. También, a lo largo de la peregrinación, conectó de forma especial con la escucha. Aprendió a abrir los ojos, los oídos y el corazón a todo lo que está pasando. “Además, aprendí a deshacerme del sentido de la productividad que tenemos tan instalado. No todo tiene que tener un fin productivo ni deberíamos medir los frutos con ese parámetro”. 

Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale de tus planes

El desafío más fuerte llegó al final del Camino, cuando Carlota aprendió a distinguir su meta de su objetivo. “Mi meta era llegar a Jerusalén, pero mi objetivo era ponerme a disposición de Dios, así que daba igual hasta que punto llegase”. En la etapa final le entraron nervios y un imprevisto la llevó a soltar su afán por controlarlo todo a corto y largo plazo. Ella quería peregrinar dos meses por Tierra Santa para poder ir con calma a todos los lugares santos. Pero cuando estaba llegando a Ein Karem, que es el lugar de la visita de María a su prima Isabel, recibió una llamada de su familia en el cuál le informaron que su abuela María Luisa había sufrido una caída y no estaba bien. De repente, se le cayeron todos los planes. Carlota decidió ponerse en oración para preguntarle a Dios qué quería de ella, y cuando entró de forma anticipada a Belén sintió súper claro que su lugar ya no estaba en Jerusalén, sino en su casa, con su abuela. 

Visitar al Papa, un gran anhelo del Camino. “Cuando me dijeron que podía asistir a la audiencia general y que podía saludarlo, estaba muy nerviosa, pensando que tenía que preparar un buen discurso. Y cuando estuve ahí me cambió el paso, se puso a bromear y estuvimos riéndonos, básicamente“. Carlota le llevó dos regalos: una credencial de peregrino con los datos personales del Papa y reflexiones que ella fue escribiendo a lo largo de su peregrinación hasta llegar a Roma. El otro era más bien un autoregalo: una nariz de payaso que le pidió que la bendiga “para poder llevar la alegría de Dios al mundo entero«.

“Lo último que aprendí fue a ejercitar la paciencia y a confiar en el proceso. Yo pensaba que al primer mes de estar peregrinando iba a estar con un grado de misticismo altísimo y que iba a notar muchos cambios”, asegura. Llevaba tanto tiempo esperando ese momento y, aunque había hecho un esfuerzo enorme, no se sentía preparada aún para visitar todos los lugares santos y dar por finalizada su experiencia. Emocionalmente fue un día muy duro, ya había llegado a Jerusalén pero se sentía desconcertada. En el Huerto de los Olivos en Getsemaní se encontró con un sacerdote franciscano que la puso en su lugar: “Es que esto no va de ti, Dios te lleva esperando toda la vida”. Así pudo entender que la devoción genuina no dependía de su fuerza, ni de los kilómetros recorridos, ni de lo valiente que se sintiera al recorrerlos. Al final, Dios quiso que aprendiera a despojarse hasta de sus planes. “Tú te montas que eres el ombligo del mundo y que todo gira en torno a ti, pero todo es tan circunstancial que pierde dramatismo e importancia cuando te das cuenta de tu pequeñez”. 

En el Santo Sepulcro sintió una sequedad muy triste. Al día siguiente, al tomar el vuelo de regreso a casa y ver por fin a su abuela, reafirmó que su decisión había sido la correcta y pensó para sus adentros: “Ahora sí que he llegado, esta es la pasión que Dios quería que pasase”. A los tres días, su abuela falleció. Ella había sido su gran motivación. Durante todo el año compartían videollamadas en las que Carlota le enseñaba los caminos y se reía con sus historias. Agradeció haber tenido la claridad de ver que era el momento de volver, que tenía que estar con ella. Y sintió que era un gran regalo haber podido acompañarla en sus últimos días.

Una bella postal del mar de Galilea, también llamado mar o lago de Tiberíades, en Israel.

Una vez peregrina, por siempre peregrina

Carlota no duda en confesar que su mayor aprendizaje como peregrina a lo largo de un año fue descubrir que Dios la quiere en este momento tal y como es, de forma perfecta. “Es algo que tenía en la teoría, pero no lo había interiorizado”, confiesa. Ahora que se siente tan querida por Dios tiene calma, paz y tranquilidad. “La vida me parece tan divertida y amable sabiendo que soy su hija amada, que ya nada más me puede robar eso”. 

A pesar de haber recorrido más de 6.000 kilómetros a pie, Carlota siente que el camino no ha hecho más que empezar. Actualmente, se encuentra hace unos meses en nuestro país, al norte de la Patagonia, misionando en Andacollo, Neuquén, junto con su acompañante espiritual, Marco. Vino en busca de perspectiva para poder digerir toda su experiencia, la cual intentará plasmar en un libro. 

Actualmente, junto a Juan Manuel Sotelo, director y productor cinematográfico de varias películas católicas está por lanzar Hagan lío www.haganlio.org, una serie documental que se producirá de forma independiente con el objetivo de mostrar la cara más bonita de la Iglesia. La idea es exponer, de forma gratuita a través de una plataforma de videos, grandes historias que están sucediendo ahora mismo en todo el mundo.

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