Sophia - Despliega el Alma

Punto de Vista

26 junio, 2010 | Por

La fuerza de la empatía

Este mes, una lectora quiso compartir con nosotras la carta que escribió a sus amigos contándoles las emociones que le produjo la nota que leyó en Sophia sobre CONIN, la fundación del doctor Abel Albino que lucha contra la desnutrición infantil. Cristina Miguens quiso contestarle desde su “Punto de Vista”.


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Queridos amigos, cercanos y no tanto:

Son las 12.45 de la noche del lunes 10 de mayo de 2010, mi casa está a oscuras, Tomy y Adela duermen, y yo no puedo parar de llorar. Después de mi primer día de vencimientos de ganancias me quise despejar leyendo un poco, y en una revista Sophia que compré para estos momentos, leí un artículo que desde que lo empecé a leer, no podía parar de llorar. Hablaba principalmente de pensar en los demás y de ponerse en el lugar del otro, ¿¿y de quien me acordé?? De mi querido Edu, y sentí que me estaba dando las fuerzas para hacer algo con esto que acababa de leer. Voy por el séptimo renglón, no sé cómo seguir, y sigo llorando, necesito hacer algo con esto, es una fundación que ayuda a combatir el hambre de los bebes. Lo que más me impresionó es que contaba que esta gente en Mendoza, que no precisamente tiene la suerte de esquiar en invierno, se muere de frío y de hambre, como en tantos lugares en la Argentina y en el mundo y en la esquina de mi casa. Decidí armar este texto para compartirlo con todos y pedirles ayuda para ayudar a este médico que hoy ayuda a que esos chicos con riesgos de crecer con deficiencia mental por mala alimentación puedan hacer crecer su cerebro, porque si no se alimentan bien esto no pasa y muchas otras cosas buenas que podrían pasarles no les pasarán, porque no podrán luchar para alcanzarlas.

Además de llorar por la parte donde cuenta que los chicos duermen en pozos en la tierra y los tapan con perros para que no tengan frío, lloro por pensar que Adela duerme con sábanas de Pottery Barn y toma la leche más cara del mercado. Pensando en esto me dije ahora voy a comprar la leche más barata y x 2, así la segunda la dono a algún lado, pensé en escribirle a este señor y mandarle mis honorarios de las declaraciones juradas, pensé muchas cosas, pero me decidí por mandar este mail, hacerlo cadena y que me escriban los que quieran ayudarme a ayudar…

Quiero ayudar con este granito de arena a que haya un granito menos de miseria, dolor y tristeza en alguna parte del mundo…

(…) Por más chico que sea el papel que nos toca en la sociedad si lo hacemos con el corazón va a ser lo suficientemente grande para salvar a alguien de una pena. Y acá estoy, divagando o no pero haciendo lo que sentí esta noche que es salir a tocar las puertas desde mi casita calentita con mi familia y feliz y con ganas de pensar alguna vez en gente que me necesita. Bueno ahora llegó la hora de secarme las lágrimas y convocarlos para que me propongan la forma de recaudar para esta gente, de cada uno de ustedes la suma de cincuenta pesos, me ofrezco a buscar por donde me digan este dinero, a la hora que me digan y el día que me indiquen. Ya es tarde y no redacté del todo bien, pero si se animan a ayudarme a concretar esto, ¡¡¡iré por más!!!

Gracias a todos, Josefina.

 

Querida Josefina:

Gracias por tu tan emotiva carta. Me conmovió por la espontaneidad con que está escrita, con los sentimientos a flor de piel, con el alma en la mano, y también por la confianza que significa el haberla compartido con nosotras. Pero, además de esto, tu carta tuvo un efecto especial en mí, que te quiero contar. Llegó a mis manos justo cuando estaba en el proceso de escribir mi columna. Dudaba entre dos temas de la actualidad que me preocupan mucho, como son las causas abiertas en la Justicia de nuestro país contra funcionarios de gobierno y los derrumbes de las economías en la Unión Europea, y sus vinculaciones con la pobreza. Hacía varios días que hurgaba en mi biblioteca buscando textos para citar, autores y pensadores eminentes que con sus palabras pudieran traer serenidad y esperanza en estos momentos en que tantos enfrentamientos políticos y económicos hacen tambalear el planeta. Pensaba que frente a las crisis era bueno ser racional, poner el foco –como hacen los investigadores– en “la ruta del dinero” y proponer alternativas para encarar el flagelo de la pobreza analizando la responsabilidad de las instituciones, los ciudadanos, los medios, la educación, etcétera.

Sin embargo, Josefina, tu carta me volvía reiteradamente a la cabeza, como empeñada en interponerse y en hacerse oír. La releí. Bañada de tantas lágrimas, desbordada por tu tristeza –presumo por un duelo–, pero llena de amor a los demás, tu carta me interpelaba desde otro lugar.

Intenté silenciar esa voz y seguir con mi idea, pero mi razón perdió la pulseada con mi alma. Hace rato que estoy convencida, como Pascal, de que el alma tiene razones que la razón no entiende. Y tu carta tiene esas razones que la razón no entiende. Tiene la fuerza del alma que ha sufrido, que conoce el dolor de la pérdida de ese “querido Edu” de quien recibe inspiración espiritual y que, aunque no sabe cómo, necesita darle un sentido diferente a su vida, trascender sus fronteras individuales, para llegar a otros que también sufren.

Descubrí que mi alma seguía impactada por las imágenes que elegiste para conmover a tus amigos: la de tu querida Adela durmiendo calentita y feliz entre sábanas de Pottery Barn, y la de los niños pobres que de noche duermen en un pozo en la tierra y se cubren con un perro para abrigarse. ¿Y sabés por qué? Porque me volvieron las imágenes de los chicos que vi el año pasado en los humildes ranchos de Añatuya, junto al doctor Albino y los jóvenes de la fundación Haciendo Camino. A esos chiquitos descalzos, semidesnudos, jugando entre la basura y rodeados de esos perritos flacos que en el invierno les servirán de frazada, los vi con mis propios ojos… y están grabados en mi alma.

Pero al acordarme de ellos también recordé la inmensa alegría que sentimos todos ese día en Añatuya cuando inauguramos el nuevo centro CONIN Estábamos felices y radiantes, aunque “racionalmente” supiéramos –igual que vos– que era sólo un granito de arena.

Y ahí me convencí de que me estaba equivocando si escribía mi columna sobre la pobreza sobre la base de argumentaciones teóricas, citas brillantes y reduccionistas, vanidades intelectuales, en vez de publicar tu carta, que con sus lágrimas, su dolor y su compromiso era un testimonio de esos que sacuden el alma y descolocan a la razón.

Porque tengo claro, Josefina, que éste es el camino y no el otro. Jesús no hizo brillantes discursos intelectuales sobre la pobreza, sino que entregó su vida, y nos pidió una sola cosa, casualmente en el Evangelio de esta semana:

Éste es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. (Juan 15, 12-13)

Dar la vida es eso: es dar nuestro tiempo, es preocuparnos y ocuparnos en aliviar el dolor de los demás, aunque sea mínimamente. El resto lo hace Dios. Porque cuando nos “aprojimamos” a los que sufren, tanto que sufrimos y hasta lloramos por ellos –como te pasó a vos–, se pone en marcha la fuerza de cambio más poderosa que tiene la humanidad, esa que algunos llaman “empatía” y otros simplemente “amor”. Y ese amor profundo y desinteresado que brota del alma es como un fuego interior que nos renueva y nos cambia la vida, porque viene de Dios. Nos hace personas nuevas: alegres, optimistas, creativas, audaces y arrolladoras. Y para muchos, un poco “locas”, claro.

Gracias por recordármelo con tu carta, Josefina. Secá tus lágrimas, y andá por más.

ETIQUETAS empatía pobreza solidaridad

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