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Sustentabilidad

15 febrero, 2016

JANE GOODALL: “Estamos destruyendo el planeta porque perdimos sabiduría”

Es la conservacionista y primatóloga más reconocida en el mundo. Su pasión por proteger a las especies se mantiene intacta y más viva que nunca a sus 81 años. Una charla con la inspiradora Jane Goodall sobre el planeta en el que vivimos y las personas que lo habitamos.


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Sin bastón ni objeto de apoyo. Sin esa rapidez constante con la que solemos vivir en la era de la hiperactividad. Sin un celular en la mano que le quite su atención. Simplemente ella, con su característico pelo canoso y siempre con la sonrisa intacta, la mirada profunda, acompañada por Mr. H, un mono de peluche que la ayuda a concientizar a los más pequeños en cada país que visita. Así se presenta Jane Goodall cada vez que se hace presente ante niños, jóvenes y adultos alrededor del mundo.

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Foto: Bruno Basile, Instituto Jane Goodall Argentina.

La mujer que cambió la forma de ver el planeta

En sus 20, fue en contra de los modelos de estudio de la época, y se adentró en la selva para estudiar a los chimpancés en interacción constante con ellos. Sí, una mujer, joven, británica, en el medio del Parque Nacional Gombe Stream en Tanzania, África Central, haciendo estudios sobre especies de una forma que no era aceptada por la ciencia. Siempre inspirada y acompañada por otra mujer, su madre, rápidamente tuvo el reconocimiento internacional por los hallazgos científicos realizados: los chimpancés podían crear sus propias herramientas. Pero rápidamente advirtió que esas mismas especies que estudiaba, estaban en peligro por culpa del ser humano. Desde entonces, viaja 300 días al año para generar conciencia sobre la necesidad de cuidar el planeta Tierra. Y siempre se hace tiempo para brindar una charla.

Leé también: «Mujeres que cuidan la tierra»

Confesión de autora

Cada instante que Jane Goodall recuerda los orígenes de su vocación y pasión por el cuidado de las especies, retoma un hecho muy singular y característico. Ella, que había estado en contacto con los chimpancés, que había interactuado con ellos, que casi había sido una más entre sus grupos, era desafiada por los “grandes hombres” de la ciencia que le decían que los animales no tenían sentimientos, que no eran inteligentes, que no debían ser llamados por nombres sino figurados como números. Goodall sabía que no tenían razón. ¿Por qué? “Porque había un ser que me demostraba a diario que no era así… mi perro”, asegura sonriente. Cada vez que alguien cuestiona la problemática del cambio climático o que se cree superior a otra especie, o incluso a la propia humana, miro a mi perra y recuerdo esa frase…

—Muchas veces se piensa que el cambio climático es un problema meramente ambiental, cuando en verdad se vincula a otros problemas del mundo actual, como por ejemplo la pobreza. ¿Cómo explica ese vínculo?

—El cambio climático está ocurriendo y está afectando a los bosques, a los océanos, a las personas. Pero no es un problema singular, se debe a una combinación de distintos factores. Uno de los problemas es la pobreza. Cuando hay tal grado de pobreza, una familia sufre hambre, llega a talar hasta el último árbol para comer y compra los productos más baratos. Eso la lleva a comprar alimentos que se producen de manera no amigable con el ambiente, o ropa que se elabora en condiciones no dignas. Intentan satisfacer sus necesidades del modo que sea posible.

—Sin considerar ese grado extremo de pobreza, ¿cómo vivimos el resto de la población? ¿Es saludable para el planeta nuestro estilo de vida actual?

—Luego de la pobreza, el segundo gran problema que subyace a las problemáticas ambientales es el estilo de vida del resto de la población. Muchos de nosotros tenemos cosas que no necesitamos e incluso hay gente que está muy por encima de lo que normalmente tenemos. En una teórica mejor calidad de oportunidades, tenemos un estilo de vida que no es sustentable.

—Usted siempre subraya la importancia del crecimiento demográfico. ¿Cómo incide en el ambiente?

—El aumento de la población humana es una enorme preocupación. Ya hoy hay más personas de las que puede contener el planeta y eso es algo que debemos cambiar. Si continuamos con este crecimiento demográfico, no se podrán satisfacer las necesidades de todos y el impacto será mayor. ¿Cuántas personas puede soportar este planeta?

—¿Por ello es vital la educación en las mujeres?

—Así es. La educación de las mujeres en los países subdesarrollados y en desarrollo es la clave. Allí suelen tener muchos hijos y es necesario darles herramientas para que haya una planificación de la familia con conciencia.

«Perdimos algo que se llama sabiduría. Es una sabiduría de la que hablan muchas poblaciones indígenas, es la que nos debe llevar a que cada vez que tomemos una decisión pensemos en cómo va a afectar a las próximas generaciones».

—En términos de conciencia, ¿Somos tan distintas a las otras especies?

—Una vez que convencimos a la ciencia de que los chimpancés tenían una cultura, una personalidad, una mente y emociones, se esforzaron por demostrar que estábamos equivocados diciendo, por ejemplo, que no tienen religión, o ahora el tema es si tienen o no conciencia. Continúa existiendo en el ser humano un intento por ser diferentes y sentir que somos la especie dominante del planeta. Queremos pensarnos como diferentes, pero no somos tan distintos; nosotros también somos animales.

—En el documental “El viaje de Jane”, usted menciona que, siendo el ser humano el primer ser en caminar sobre la Luna es, al mismo tiempo, el responsable de destruir el planeta. ¿Por qué no dejamos de hacerle daño al único lugar que tenemos para vivir?

—Es porque perdimos algo que se llama sabiduría. Es una sabiduría de la que hablan muchas poblaciones indígenas, es la que nos debe llevar a que, cada vez que tomemos una decisión, pensemos cómo va a afectar a las próximas generaciones. Hoy muchas de las decisiones se basan en cómo va a incidir en mí, en las acciones de determinada empresa o en la próxima campaña política. ¿No les parece que hay una especie de desconexión entre esa mente tan inteligente y nuestros corazones, que nos dictan el amor y la compasión? El ser humano nunca va a alcanzar su pleno potencial hasta que no exista una conexión profunda entre su mente y su corazón.

—¿Qué la inspira a seguir queriendo cambiar el mundo a los 81 años?

—A veces uno se pregunta si vale la pena continuar. Pero no pasa un día en que no vea a un niño pequeño en un avión, en un ómnibus o en la calle y, al mirarlo, me pregunte cuánto daño le hicimos al planeta desde que yo tenía esa edad. Me da una sensación de enojo y bronca. Pero soy una persona extremadamente obstinada, no voy a dejar que me tiren para atrás sin dejar de seguir esforzándome para salir adelante. 

Participá de las actividades del Instituto Jane Goodall a nivel local en Argentina o buscá la sede de tu país en su sitio global. 

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“La Dra. Jane Goodall y el Instituto no aprueban manipular o interferir con los chimpancés silvestres. Los chimpancés en las fotografías son huérfanos que viven en los santuarios del instituto”.

Por Tais Gadea Lara. Fotos: Jane Goodall Institute. 

ETIQUETAS chimpancés humanidad Jane Goodall planeta sabiduría sustentabilidad

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