Una joven ilustradora nos comparte sus trabajos, obras profundas con un toque surrealista, donde plasma su amor por la vida y la naturaleza.

Luisa Lerman tiene el cabello dorado y una sonrisa preciosa. Sus 22 años de vida llevan consigo una certeza principal: nunca se es demasiado joven para intentarlo. Pedaleando, de casa a la facultad (y viceversa), lleva su talento a cuestas, por todas partes, al igual que ese cuaderno que saca de la mochila cada vez que lo necesita. En el tren o en la calle, sin importar nada más, en él plasma todas las imágenes y las sensaciones que la conmueven y la atraviesan.
Otra certeza: el mundo no le pasa desapercibido y no concibe andarlo sin compromiso y sin esperanza.
Su ilusión es poder vivir de ilustrar, ese oficio que tanto ama. Por eso, a la hora de buscarse un destino cercano, eligió estudiar la carrera de Artes Visuales. Y si tiene que ponerse a dibujar, prefiere captar algo de lo cotidiano, de las situaciones pequeñas, domésticas, esas que nadie más se detiene a ver, quizás por rutinarias o por demasiado obvias. Como los rostros que no conoce, por ejemplo, o la belleza de las flores, los silencios, las casas y los cielos.
“Tengo la sensación que mi interés por el dibujo y la construcción de imágenes fue algo que siempre estuvo presente en mí. En un primer momento, venía de una intención con un tinte más fotográfico, digamos, de querer tomar registro y capturar lo que me rodeaba. Con el tiempo se fue sumando la posibilidad de bajar subjetividades e ideas al mundo físico y ahora lo disfruto también desde la posibilidad que me da para conocer, estudiar y difundir algo“, comparte.
Naturalista de alma, Luisa mira y también admira lo que ve. Y luego, claro, lo dibuja.

No es raro encontrarla absorta en sus pensamientos, gustosamente perdida en el fantástico túnel de la imaginación, dejándose llevar por los vaivenes de su propio trazo que, de pronto, le reservan una sorpresiva composición: mujeres, malvones y un vagón de tren. “La naturaleza siempre va a encontrar el modo de presentarse en mi trabajo. Partiendo desde ahí, encuentro en las vivencias cotidianas inspiración constante. También me parece importante estar atenta a las situaciones y las distintas realidades del contexto en el que una se encuentra. En cuanto a técnica, las acuarelas y él grafito es de lo que más disfruto, pero sus derivados —témperas, acrílicos, tintas, pasteles— también me gustan. Es interesante cómo la imagen muchas veces sugiere la elección del material y viceversa“.




Sí, hay algo surrealista en algunas de sus obras… ¿Desde dónde le viene esa mirada particular donde personas y plantas conviven de repente en una escena de lo más urbana?
“Hay muchas cosas distintas que pienso como un todo, por más de que sean inconexas. No sé muy bien cómo llego a esas imágenes, pero me gusta mucho la metamorfosis, la transformación; ver los posibles significados que pueden aparecer cuando superponés cosas, las tensiones de dos ideas distintas. A su vez, el concepto del mundo como un conjunto de situaciones que transcurren paralelamente me llama mucho la atención, debe haber algo de eso que bajo al papel. Muchos artistas que admiro y me inspiran trabajan con este recurso“, dice.
¿Tiene un sueño Luisa? Por supuesto. Pero no es solo uno: hay unos cuantos más.
“¡Que me editen en papel!”, dice enseguida. Y agrega: “Ver mis ilustraciones físicamente en libros y revistas. Formar parte de un equipo editorial como ilustradora, ilustrar proyectos literarios de todo tipo. Realizar mi propia novela gráfica, poder desarrollar a la par la carrera artística y la de ilustración, eso… ¡queda mucho por delante!“, dice con emoción.


Por último, al momento de reflejar las experiencias que la enriquecieron, elige el camino de regreso a esa patria grande que es la infancia, un territorio que aun no le queda tan lejos. “En mi casa siempre hubo un tránsito constante de material cultural. Después, tuve la necesidad de adquirir ciertas herramientas técnicas. También me nutrió encontrarme con los trabajos de ilustradoras y novelistas gráficas como Power Paola o María Luque, quienes me abrieron una puerta infinita y, por supuesto, la ventana de influencias que da internet. El año pasado, con mi amiga Marina Do Pico, empezamos publicar a artículos en revistas digitales, como Sophia, donde yo hacía las ilustraciones de sus notas. Eso me consolidó y confirmó mis ganas de desarrollarme como ilustradora“.


Y así, en sus propias palabras, más que nada en sus dibujos, queda de manifiesto el retrato de una artista joven y singular; una mujer en construcción que tiene unas ganas enormes de hacer y que cree, con todas sus fuerzas, en ese amor para toda la vida que le reserva su sagrada unión con el arte.
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