Inspirada por los pintores que plasmaron paisajes naturales, la artista plástica y fotógrafa Karina Azaretzky sale a capturar el encanto de la naturaleza en la ciudad.

Cuando Karina Azaretzky dejó su Tucumán natal hace nueve años y se instaló en Buenos Aires sintió la falta: todo en la capital del país le parecía gris, opaco, oscuro. Extrañaba la luz y el verde, la naturaleza desplegada a sus anchas, exuberante, de su provincia. Ella, Licenciada en Artes Plásticas y fotógrafa, por entonces con 30 años, salió a la calle a buscar lo que le faltaba. Y lo hizo con la cámara en mano.
“El Jardín Botánico fue mi primer refugio, y luego vinieron otros: la Reserva Ecológica, los bosques de Palermo, el Jardín Japonés, los jardines de algunos museos”, cuenta. Con el tiempo, su mirada se expandió y Karina supo encontrar eso que necesitaba en todos lados: “Me di cuenta de que en realidad la naturaleza estaba ahí, en las calles, en las veredas, en las avenidas. Que no hacía falta ir ningún lugar en especial para encontrarla, sólo había que prestar más atención”.


Así recorre la ciudad Karina Azaretzky, atenta a la paleta que tiene para ofrecer cada estación del año. También, atenta a esas duplas entre plantas y fachadas de casas o edificios que se asocian, a veces al azar y por capricho, y lo hacen todo más bonito. Cuando encuentra la combinación que la atrae, que le tira suavemente de ese músculo entrenado para dejarse conmover por la belleza, dispara. Y entonces quedan capturados el encanto de una ventana de casa de estilo inglés cruzada por una rama de paraíso de un verde encendido, o la elegancia de un balcón francés acariciado por las flores sutiles de un jacarandá.
Karina no se queda para sí sus “hallazgos”, como los llama. Los comparte en un blog www.historiasenverde.com y a través de su cuenta de Instagram @historiasenverde. Allí encuentra un espacio donde puede compartirlos e invitar a otros a que la imiten, a que salgan a buscarlos con los ojos hambrientos: “A advertir esa belleza que se nos pasa por alto en el apuro cotidiano. Esa belleza que se encuentra tanto en las flores de los árboles como en un detalle de la arquitectura, y que cuando están juntas, se potencian”.

Inspirada por los artistas que pintaron o fotografiaron el paisaje natural, Karina, que es profesora de la materia Arte y Fotografía en la UADE y dicta cursos privados de fotografía e historia del arte, siente identificación con la tradición de pintores románticos, con los impresionistas y post-impresionistas. “Si bien yo me expreso mediante la fotografía, mi inspiración viene mayormente de la pintura”, cuenta. De hecho, uno de sus cursos actuales es sobre los artistas y sus jardines. Como en los libros que lee, los temas que investiga y las fotos que saca, arte, fotografía y naturaleza se entrecruzan todo el tiempo en la vida de Karina.



“Puedo estar horas haciendo fotos de un yuyo. Me cautivan los colores y las formas de las flores. De las plantas en general, me llaman mucho la atención la morfología, la estructura. Y sinceramente me emociona todo: la luz del sol cuando se filtra entre las hojas de los árboles, el cielo de un atardecer, la soledad e inmensidad de la montaña, el sonido del mar. Me emociona estar en el medio de un paisaje y respirar ese aire puro. Me cuesta expresarlo con palabras, pero cuando estoy en esas situaciones, inmersa en la naturaleza, soy inmensamente feliz”.



Texto: Carolina Cattaneo.
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