Un dúo formado por dos artistas (ella española, él mexicano) nació con la idea de alegrar el paisaje urbano y se convirtió en mucho más que un mero hecho artístico.

Octavio Macías Alegría nació en México. Ester González del Prado en España. Y lo que comenzó en 2011 en Guadalajara como un proyecto compartido de intercambio artístico, enseguida se transformó en una historia que se animó a trascender la distancia, el océano, los muros. Primero, decidieron trabajar juntos para crear murales capaces de cambiarles el día a los transeúntes. Y luego, entre colores vibrantes y pinceles de brochas variadas, se enamoraron pintando. A partir de esa comunión crearon el dúo Alegría del Prado, una fusión de sus apellidos pero más que nada de sus almas: «Desde ese primer mural no hemos dejado de pintar juntos«, comparten estos jóvenes artistas callejeros.



Sus pinceladas son exquisitas y en sus obras se condensa un espíritu a la vez natural, mágico y festivo. Hay animales salvajes, personajes mitológicos y elementos orgánicos, como árboles, flores y plantas, que esconden un matiz surrealista en cada trazo. La intención de cada una de sus obras es ofrecer un espectáculo visual impactante y una experiencia onírica a los cientos de espectadores casuales que transitan las calles de la ciudad cada día.


¿Qué los llevó a pintar juntos? «El talento del otro, el amor y las ganas de aprender«, cuentan Ester y Octavio, que viven entre México y España y han recibido numerosos pedidos y reconocimientos. Los posteos en las redes sociales los hicieron populares en distintas partes del mundo.
En su mundo nada es casual y la elección de elementos de la naturaleza tiene su razón de ser: «Es una manera de acercar la parte primitiva al espectador, recordarnos que estamos ahí, en un mundo natural, que hay que cuidar, querer«, explican.


¿Y por qué eligieron el arte público? Según dicen, fue la mejor manera que encontraron para llegar a la gente que no se siente cerca del arte formal. Es que sus obras son admiradas por espectadores inesperados, atemporales que, aunque estén apurados, siempre hacen un alto para admirar la belleza de sus murales. «Es la mejor manera de dismitificar el arte, de sacarlo de los círculos habituales de galerías y museos y acercarlo al pueblo«, sostienen.

«La experiencia de pintar en la calle te regala momentos inolvidables con gente bellísima«, reconocen a dúo los integrantes de esta pareja dispuesta a poner en valor el sentido de la vida natural, para acercar (como ya lo dice su nombre) la alegría del prado a las ciudades y dejar una huella sustentable en cada una de ellas. El regalo es para todos pero, especialmente, para aquellos que se sienten perdidos entre muros de cemento, pero de pronto encuentran, en una calle o una esquina cualquiera, otra forma de ver y valorar la vida y el mundo que los rodea.
Podés recorrer los trabajos de Alegría del Prado en
www.instagram.com/alegriadelprado
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