Sociedad
11 enero, 2023
Huir 50 días y cruzar tres países, la odisea de una desertora de Corea del Norte para alcanzar su libertad
Para casi todos los adolescentes del mundo, teñirse el cabello es un acto de expresión personal; para una chica en Corea del Norte, es un acto criminal. Eunhee Park compartió su historia de cómo escapó de su país en una entrevista inédita hasta la fecha, que dio en 2020 por Zoom desde Corea del Sur.

Eunhee Park, en un retrato de su nueva vida y fuera de un país que reprime las libertades individuales. (Foto: Oslo Freedom Forum).
Por Lucía Vázquez Ger y Sascha Hannig.
El 24 de septiembre de 2012, Eunhee Park, una chica oriunda de Wonsan, en la costa este de Corea del Norte, con entonces 21 años, se dirigió al río Yalu, cerca de la frontera con China. Eran las 3 de la madrugada y el viento helado en su cara le escamaba la piel. La huida fue caminando y duró más de 50 días. Atravesó montañas, pantanos, tundra y desierto en China, Laos y Tailandia: así escapó del régimen postsoviético de su país y llegó, por fin, a una oficina protección de derechos humanos de Corea del Sur, arriesgándolo todo para hacer valer sus derechos fundamentales y vivir la vida en libertad, con dignidad.
Eunhee había sido castigada por la ropa o accesorios que lucía y su sueño era poder caminar libre por la calle con un hermoso vestido y aros colgantes. Para ella ese era el primer paso que le haría sentir que por delante tenía un futuro real. En Corea del Norte, vestirse como una quiere es un acto de rebeldía. Llevar el pelo largo, por ejemplo, está prohibido. La policía vigila ese aspecto en la vía pública. “Las mujeres no pueden expresarse fuera de sus casas. Te dicen lo que tienes que llevar y por eso me arrestaron más de diez veces. A veces iba por la calle y si para alguien mi ropa era muy llamativa, me metía en problemas. La policía estaba por todas partes. Me llamaban y decían: «Oye, ven aquí. ¿Por qué tu ropa es así? Eso es un estilo capitalista», y luego me arrestaban. Sí, me decían que eso que llevaba puesto era un estilo capitalista y que tenía que seguir las normas del gobierno. Pero yo no podía ocultar mi identidad, y a pesar de los arrestos, siempre intenté encontrar la manera de ponerme ropa bonita o incluso aros. Creo que la moda es una expresión de uno mismo. En esa época, solía preguntarme: Si este es mi cuerpo, ¿por qué el gobierno siempre quiere restringir mi individualidad como mujer?», contó Eunhee.
Luego de haber sido detenida más de diez veces, y cansada de que su decisión de vestimenta fuera una preocupación cotidiana, comenzó a plantearse cómo hacer para vivir libremente, y junto a ello, la posibilidad de escapar de su país y de enfrentarse a su vida. Una vez su abuela se sentó y le dijo: «Si quieres irte, yo te apoyaré. Nosotros somos viejos y no podemos escapar, pero tú puedes dejar este país, porque eres joven y aquí no hay esperanza para tí».
Hoy vive en California, Estados Unidos. En su Instagram se describe como Tedx speaker, storyteller, luchadora por la libertad y apasionada por los viajes.
La huida
-¿Qué recordás del momento del escape?
-No recuerdo haber sentido nada cuando escapé. No me importaba morir, porque vivir como una tonta adulando a los dictadores no era algo que pudiera afrontar. Quería encontrar mi camino. Así que me dije: “Aunque pueda morir o ser arrestada, nunca olvidaré por qué elegí dejar este país”. Tuve mucho miedo. Como mujer norcoreana, al escapar me enfrenté a situaciones muy feas, como al acoso sexual. Por ejemplo, cuando estaba con los preparativos en la provincia de Ryanggang, al norte de mi país, el agente (N. de R: es quien ayuda a los norcoreanos a escapar), que tenía más de 60 años, quiso violarme. Era asqueroso, tan asqueroso. Yo tenía 21 años, y él era un viejo sin pelo. Pero como ayudan a los desertores norcoreanos a escapar, se aprovechan y les hacen cosas a las mujeres. Esto nos pasó cuando escapamos, pero también cuando llegamos a China. En Corea del Norte nunca recibimos educación sexual, por lo que no conocíamos el concepto de acoso sexual. Pensábamos que teníamos que sacrificarnos y aceptar las violaciones y el acoso para poder escapar, porque ese era el objetivo final. Pero luego me di cuenta de que ese no era el objetivo, sino sólo un paso para seguir adelante en nuestras vidas.
-¿Qué recuerdas del camino?
-Al llegar a Laos no teníamos ninguna ciudadanía, no éramos norcoreanos ni surcoreanos; tuvimos que escondernos y caminar. Caminamos durante siete horas, desde la medianoche hasta las siete de la mañana. Nunca había hecho una excursión en mi vida. En los países libres la gente hace ejercicio y va a la montaña para ver el paisaje, pero nosotros íbamos a la montaña para conseguir leña o comida. Estaba agotada. No había comido mucho desde que salí de Norcorea, porque estaba tan agobiada por la huida, que si comía algo lo vomitaba todo. Durante la huida dependíamos del agente, quien ya tenía la experiencia de conducir a otros desertores, por lo que nos limitamos a seguir sus instrucciones. Al principio éramos dos desertores, pero luego se empezaron a sumar más, y terminamos siendo unos 15.
-¿Te acordás de alguna persona concreta que haya representado una inspiración para vos durante la huida?
-En Tailandia, fue la primera vez que conocí a muchos norcoreanos con diferentes orígenes, porque en Norcorea no hay libertad para viajar. Fue cuando conocí a una mujer que había escapado de China, con una hija de 2 o 3 años. Se había escapado de Corea y vivió en China más de diez años, pero no estaba segura allí y decidió huir del país. Le pregunté: «¿Qué tan difícil fue escapar con una niña de 3 años?». Me respondió: «Escapé hace mucho tiempo de Corea del Norte. Mi familia no tenía comida y pasamos hambre durante diez días. No tenía suficiente energía para ver el techo de mi casa. Entonces decidí que tenía que sobrevivir en lugar de esperar a la muerte». Cuando me contó esa historia pensé: «Ese es el potencial humano». Entonces, cuando llegué a Corea del Sur, si bien tuve muchas dificultades, nunca me rendí porque nuestra gente lucha por la vida.
-¿Qué representa la resiliencia en tu vida?
-La resiliencia fue mi principal motivación para escapar. La gente se va para evitar la muerte, pero al escapar nos enfrentamos directamente con la muerte. Me enfrenté a todos los obstáculos pensando en la huida. Y sobreviví. Pero mucha gente fue capturada y enviada a campos de concentración o ejecutada en público. Yo tengo tanta suerte de haberme escapado, de haber llegado a esta vida y de poder respirar este aire.
Emigrar, inmigrar y discriminación
Cuando Euhnee llegó a Corea del Sur tuvo un nuevo desafío: enfrentarse a la discriminación hacia los desertores norcoreanos. «Vienen de un país pobre, no saben nada del capitalismo y la democracia», le decía la gente en Corea del Sur. «Los desertores norcoreanos, aunque vengamos de un país pobre, hemos arriesgado nuestra vida por una vida mejor», respondía ella.
-¿Cómo fue tu llegada al destino?
-Cuando llegué a este departamento, no tenía nada, solo la ropa que llevaba puesta. Simplemente lloré: había pasado tantas dificultades para encontrar una vida mejor, pero cuando llegué al destino no había nadie que me diera la bienvenida. No podemos elegir nuestro lugar de nacimiento, pero la gente acá nos critica por el lugar en el que hemos nacido. La gente no se da cuenta de lo difícil que es volver a instalarse en un país moderno como Corea del Sur. Empecé a trabajar en una panadería para pagar la deuda de 6000 dólares que tenía con mi agente. Al tiempo me despidieron porque no entendía muchas cosas.
-¿Recuerdas algún episodio concreto de discriminación?
-Una vez me discriminó una mujer chino-coreana, cuando fui a un restaurante. Me gritó y me dijo que simplemente odiaba a los norcoreanos. Ese día no dormí y lloré toda la noche. Me pregunté por qué tenía que haber nacido en Corea del Norte. Yo no tuve la oportunidad de elegir mi país de nacimiento. A la mañana siguiente estaba sin energía, muy ansiosa. Me dio fiebre y llamé a la ambulancia. Mi cuerpo temblaba, me desplomé porque no había comido. Fui al hospital y me inyectaron. Ahí decidí no decir nunca más de dónde era; algo que no podía ocultar por mi acento. Desde entonces, todos los días me levantaba a las 5 de la mañana a practicar el acento Corea del Sur para salir y que la gente no me discriminara. Ahora tengo un acento surcoreano perfecto y si quisiera nadie reconoce que soy del Norte, pero elijo decirlo, para animar a los desertores.
Como si el cansancio, la falta de higiene, los abusos y el debilitamiento fuera poco, Eunhee tardó tres años en adaptarse a Corea del Sur. Aunque para muchos ese sería el fin de la historia, para ella fue solo el comienzo de una época casi tan oscura. Debía pagar su deuda con el agente, aceptó trabajo tras trabajo siendo discriminada por su acento norcoreano. Luego descubrió una de las secuelas más terroríficas de la desnutrición y la vida sin cuidados médicos: tenía tuberculosis. “Me sentía tan sola; había estudiado y trabajado tanto y no había ninguna garantía de que eso me llevara a una vida mejor”, recuerda. Para su tranquilidad, su salud mejoró y las cosas también mejoraron. Aprendió inglés, y antes de darse cuenta estaba compartiendo su historia en un canal de televisión.

La plaza Kim Il-sung de Pionyang es el sitio de los desfiles militares del régimen de Corea del Norte. (Foto: Pixabay).
Corea del Norte, un país sin espacio cívico
Según la organización internacional Human Rights Watch, Corea del Norte es hoy uno de los países con mayor represión del mundo. Desde 2011 el dictador Kim Jong-Un gobierna este país en el que no se reconocen los derechos más básicos como la libertad de expresión, de movilidad o asociación. Allí está prohibida la libertad ambulatoria y las personas no pueden desplazarse libremente entre ciudades. Suele conocerse por la prensa las tensiones que provoca este país con sus misiles y armas nucleares en las relaciones internacionales, pero poco se sabe de la vida humana y la violación de los derechos humanos que hay al norte de esta península de Asia Oriental. Por eso muchos se van, desertan. Se escapan. En busca de asilo político o libertad.

Las estatuas de los líderes políticos de Corea del Norte Kim Il Sung y Kim Jong Il, dispuestas para que los seguidores dejen ofrendas en homenaje. (Foto: Pixabay).
-¿Qué imagen tienen los norcoreanos de Corea del Sur?
-En la escuela en Corea del Norte, aprendemos que Corea del Sur es un país más pobre y que los niños no van a la escuela por falta de dinero. En cambio, en nuestro país, Corea del Norte, la educación y la salud son gratuitas y eso lo hacía mucho mejor. Cuando tenía 15 o 16 años, vi por primera vez un drama surcoreano y aquello abrió mis ojos.
-¿Y eso cómo te cambió?
-Cuando vi el drama surcoreano fue increíble. La industria no tiene comparación. Las mujeres llevaban vestimentas y accesorios de colores y autos caros. En ese momento presté atención a los seres humanos. Vi que allí eran libres y llevaban puesto lo que querían. En cambio, en Corea del Norte no se puede hacer eso. Incluso hay leyes para comprobar el largo de tu pelo. Todo son restricciones. Pero en los dramas surcoreanos, las mujeres eran hermosas y tenían libertad para expresarse. Entonces comencé a hacerme muchas preguntas.
-¿Qué es la democracia, para vos?
-Para mí la democracia es, en primer lugar, tener voz y voto. Porque en Corea del Norte no tenemos derecho a votar. Simplemente vamos y elegimos a las personas que ya nos han preparado para que votemos, porque sólo hay un candidato. No sabemos mucho sobre el proceso de la democracia. Pero aquí, en el sur, la democracia es importante, y exige que todo el mundo tenga voz. En democracia, la gente no teme a sus políticos, porque también son seres humanos. Pero los políticos suelen estar ávidos de dinero y poder. Así que si la gente no se opone a eso, al final sería lo mismo que el socialismo, el comunismo o las dictaduras, porque los sistemas se pueden erosionar.
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