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29 septiembre, 2017 | Por

Zaida Muxí: pensar las ciudades con mirada de género

La arquitecta y urbanista propone construir urbes más justas, donde las voces femeninas, su mirada, sus necesidades diarias, sus estilos de vida, sus puntos de vista y sus experiencias sean integrados en cada uno de los espacios que habitamos.


 

Zaida Muxí vendrá al país para participar de la XVI Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires.

Por Carolina Cattaneo.

“Cuando se construye la historia, se decide darle visibilidad a ciertas cosas y no a otras, se construyen referentes y se instalan valores. Si esos valores están promovidos desde una única experiencia –hombre, mediana edad, situación social y económica privilegiada, con sus capacidades físicas completas, con su vida resuelta–, obviamente lo que esta experiencia informa del mundo, es muy parcial. Si solo eso pasa a la historia, quedan olvidadas todas las mujeres, pero también quedan olvidados muchísimos otros. Luego, si pensamos que ésta es también la referencia con la que construyes el futuro o piensas una ciudad, esa ciudad no será accesible, no será inclusiva, no será segura para todos”, dice por teléfono, en un español que aún conserva algo del acento argentino, Zaida Muxí, doctora arquitecta, docente en la Escuela de Arquitectura de Barcelona en la Universidad Politécnica de Cataluña y especialista en urbanismo de género.

A punto de visitar el país para participar de la 16º edición de la Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires, la especialista argentina con residencia en España desde 1990, habló con Sophia y compartió su mirada sobre el urbanismo con perspectiva de género, un aspecto de la vida cotidiana actual que propone que la voces femeninas, su mirada, sus necesidades diarias, sus estilos de vida, sus puntos de vista y sus experiencias urbanas sean integrados con urgencia si queremos construir sociedades más justas.

Inquieta activista que desde los distintos sectores en los que se desempeña busca instalar la idea de que una mirada más compleja al momento de construir ciudades, barrios o viviendas es imperiosa, Zaida Muxí fundó el Col·lectiu Punt 6 (Colectivo Punto 6), un grupo interdisciplinario de profesionales dedicado a repensar los espacios desde la experiencia que busca hacer ciudades más justas aplicando la perspectiva de género; y también participa de Un día|una arquitecta, un proyecto que busca, desde la difusión en un blog, darle visibilidad a diario a una mujer arquitecta, paisajista, diseñadora, urbanista o académica, de cualquier parte del mundo, del presente o del pasado.

Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires

Entre el 9 y el 20 de octubre habrá muestras de espacios geniales y conferencias de los referentes nacionales y extranjeros más destacados de la arquitectura y el urbanismo.  Con actividades gratuitas y aranceladas. La cita será en La Usina del Arte, Agustín R. Caffarena 1. Más información en labienalarq.com

–Cuando se escribe sobre vos, se te menciona como especialista en arquitectura y urbanismo de género. ¿Coincidís con esto o te percibís más ampliamente?
–Es una de las características que tengo. He hecho más cosas, pero sí que es un rasgo bastante característico. En España, con el Colectivo.6, hemos sido pioneras en poner el género como una variable urbanística y arquitectónica. En mi caso, también lo fui introduciendo en las clases en la universidad.

–¿Qué implica poner el género como variable urbanística?

–Implica qué datos tomas o qué miras para pensar la ciudad. El urbanismo tradicional toma las decisiones a escalas muy grandes, en grandes paquetes, donde no hay un detalle del cotidiano, del cerca, de lo que pasa en la vida de las personas; se toma a la sociedad como un genérico, con estadísticas en función de ingresos, de clases. Y sin embargo, los seres humanos somos muy diversos, y en una primera diversidad, hombres y mujeres tenemos características muy diferentes, ni mejores ni peores. Pero luego, además, en su rol de género, por un lado, y también por el machismo, en ciertos sitios, si la ciudad no está bien pensada para que sea segura, esté iluminada, haya actividad diversa en la calle, etcétera, para una mujer estar en espacios públicos se hace muy peligroso. Y por otro lado, estadísticamente, en España 70 por ciento de las tareas de la reproducción las hacemos las mujeres. Se habla de las tareas de producción como las del trabajo remunerado, mientras que las de reproducción son las de la vida en el hogar, el cuidado de la comida, la ropa, el cuidado de los otros, de los mayores, etcétera, y esto no se tiene en cuenta al hacer la ciudad. Si piensas en hacer un barrio allí donde no hay nada, y pones solo casas, ¿luego dices “esto es un barrio”. No. ¿Dónde está el transporte? ¿Dónde están las escuelas? ¿Dónde está el centro de salud? ¿Dónde está el comercio? ¿Cómo te mueves de allí? Esa confusión tiene que ver con pensar la ciudad desde una mirada muy productivista, donde el día a día, la realidad, no cuenta, porque la persona que la pensó se mueve en coche, alguien le resuelve su día a día, se sienta a la mesa y la comida está puesta, entonces, se trata de poner en primer plano la experiencia de las mujeres en su rol de género, aunque no es desable que sean solo las mujeres quienes se ocupen de esas tareas, pero la realidad es que hoy es así, por lo tanto es necesario, recabar la mayor cantidad posible de información sobre la experiencia de las mujeres, y con eso mejorar las ciudades.

­–¿Cuál es la necesidad de darle visibilidad a las mujeres arquitectas, tanto de la historia como contemporáneas, que motiva al proyecto Un día|una arquitecta?

–Cuando estudias arquitectura, no hay referentes mujeres. Hay dos o tres que han logrado instalarse en el parnaso masculino, como Zaha Hadid. Si tú preguntas a estudiantes de arquitectura por referentes mujeres, con suerte te pueden decir unos cinco nombres y eso es mucho. No tener referentes es un problema para las chicas que estudian arquitectura. Hay que reflejar que hace muchos años que hay mujeres ejerciendo arquitectura, haciendo cosas interesantes e importantes, y que si no las visibilizamos y somos conscientes de ello, siempre estaremos empezando. En los libros de historia las mujeres no están.

–¿Las arquitectas han quedado más ocultas que las mujeres en otras profesiones?

–No conozco el caso de otras profesiones, pero si uno se pone a pensar qué medicos hay famosos, no hay mujeres. Y dicen que no hay mujeres porque están en su casa: no, mentira. Aparte, cuando estudias arquitectas del pasado, supongamos de los años 20 o 30, encuentras que en su momento tienen reconocimiento, publican, tienen roles protagonistas, dan conferencias, pero después, la historia las borra.

Como docente, Zaida Muxí incorporó la perspectiva de género en sus clases.

­–En la Bienal anterior se habló de humanizar las ciudades. ¿Ese concepto está asociado a la perspectiva de género?

Tiene que estarlo. Muchas veces cuando desde un discurso masculino se quiere hablar de estos temas, no se es capaz de entender todas estas diferencias y se habla de una experiencia de un hombre, que puede tener mucha sensibilidad, pero sigue siendo una experiencia particular, de una clase privilegiada, como son los profesionales arquitectos o cualquier profesional universitario. Para mí, humanizar las ciudades es pensar la dimensión múltiple que tiene la ciudad, que por un lado es un territorio que tiene sus peculiaridades, pero también quién la habita y cómo haces que esa ciudad sea amable para todas las personas que la habitan, y no solamente para unas pocas. Que tenga menos contaminación y más verde, pero sin dejar de tener una variedad y vitalidad comercial y distancias cortas. Ese equilibrio es complejo. Muchos dicen “yo quiero el verde, me voy a vivir a un country a 80 km de la ciudad”, pero tu verde, esa decisión individual, condiciona y empeora las condiciones de vida de quienes se han quedado en la ciudad. Hay que introducir el verde en la ciudad, recuperar el aspecto policéntrico, que no tengas que trasladarte siempre para todo, que en los barrios puedas hacer la mayoría de las cosas de tu vida. Obviamente, hay ciertos trabajos que están fuera, o que están centralizados en otro lugar, pero no es necesario que todos nos movamos todo el tiempo, entonces hacer una ciudad más humana es esto, que tenga distancias más próximas, que permita estar en la calle de manera segura, que los niños puedan jugar en la calle, recuperar la naturaleza, intentar que la vivienda sea un derecho real.

-¿Y cómo entra a jugar el aspecto de género aquí?

–Respecto al género, humanizar las ciudades es pensar en toda la diversidad de gente que habita la ciudad y entender las diferentes necesidades que existen y cómo  das respuestas a todas. No es una ciudad a la carta, pero lo que no sirve, esto es seguro, es una ciudad que atiende a una estadística abstracta, porque ese personaje no existe y esa ciudad no sirve para nada. Entonces pensar, por ejemplo, en los tiempos del semáforo: están diseñados solamente en función de la vialidad y de que el tráfico fluya, pero si uno se pone a pensar que ha de cruzar una persona mayor, con la pierna escariolada, o una mama o un papá con niñitos, ¿cómo cruzan? Es decir, siempre la variable es la del más fuerte. Y eso hay que cambiarlo.

–Requiere empatía y una mirada compleja.

–Implica empatía, mirar muchas variables a la vez, y esta es una crítica ya hecha por una mujer en los años 60, Jane Jacobs, en Estados Unidos, que tiene un libro que se llama Muerte y Vida de las Grandes Ciudades. Ella ya critica a los urbanistas de las grandes ciudades y dice que no se puede resolver problemas super complejos con ecuaciones de dos variables, como “tengo una fábrica, tengo que llevar gente, pongo un bus”. No. Porque resulta que a esa fábrica viene gente de distintos lados, hay gente que se mueve a otros lugares, durante las horas que la fábrica no trabaja también pasan cosas. Hay que complejizar.

El Blog Un día | una arquitecta difunde la vida y la obra de una mujer del rubro, viva o no.

–En un artículo titulado Mujeres públicas, mencionás mujeres que hicieron cambios significativos en sus barrios o ciudades para mejorar la vida de las personas. ¿Quiénes son y qué hicieron?

Hay una autora norteamericana, Daphne Spain, que dice que muchas veces, en los momentos de crisis en los que aparecen grietas en la sociedad porque hay cosas que cambian y no se sabe cuáles son los nuevos patrones, han sido las mujeres las que tomaron la delantera. Cuenta el caso de las mujeres de Boston, Nueva York, Washington o Chicago, en Estados Unidos, que durante fines del siglo XIX y principios del XX, ante ciudades que crecían con la llegada de inmigrantes que no tenían dónde vivir y a la vez se iban haciendo bonitas, con grandes avenidas y grandes parques, pero con barrios que eran un desastre, tomaron la posta de comenzar a cuidar esos barrios, a proponer espacios para que jugaran los niños y no estvieran en las calles en contacto con el agua podrida y los animales, a proponer que hubiera baños donde ir a bañarse, que tuvieran escuelas. Se pusieron a cuidar. Esas mujeres dijeron: “Si somos las encargadas de cuidar el hogar, también lo somos del cuidado de lo doméstico de la ciudad”.

Otro caso fue en el año 29 que, con la crisis en Estados Unidos, en las grandes ciudades se hacía complicado conseguir comida. Entonces, recuperaron la idea que ya habían trabajado sus antecesoras, y comenzaron a hacer huertos urbanos en los tejados o en los patios de las escuelas, buscando la manera de solucionar el problema de la alimentación.

La idea de utilizar solares infrautilizados para juegos o para huertos, la recuperó en los años 50 otra mujer en Amsterdam, la urbanista Jakoba Mulder, que a partir de observar por la ventana a una niña jugando en la calle, en el centro de la ciudad toda bombardeada luego de la Segunda Guerra Mundial, se le ocurrió que momentáneamente se podían utilizar parcelas convertidas en solares vacíos para que los niños jugaran. Entonces le pidió a un arquitecto, que fue muy  conocido, Aldo van Eyck, que diseñara unos elementos modulares muy baratos que pudieran mezclarse y hacer una zona de juegos, y pidió a la ciudadanía que quien viera un solar vacío en su barrio, y hubiera niños, que lo dijeran, y entonces el ayuntamiento se ponía en marcha para ver cómo lograr ese uso temporal, y lo arreglaba. En este caso, es interesante esta triple pata: legislación, diseño y participación de la gente.

Y el último caso, reciente, es el de Mariahilfer, un barrio de Viena, Austria. Se trata de un proyecto de mejora con modificaciones tan pequeñas que son casi impercetibles, pero que cambian la vida de la gente. Consisten en hacer pasos accesibles, que haya ascensores, que haya recorridos marcados, que se ensanchen las veredas a la salida de las escuelas, cosas que cuando las ves, no notas que hubiera pasado algo, pero en el día a día de ese barrio, transforma la vida cotidiana.

Tras la guerra, Jacoba Mulder pensó en crear espacios para los niños en Amsterdam.

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