4 enero, 2021 | Por Sophia
Sara Itkin: «Las plantas nos ofrecen amistad y bienestar»
Es médica naturista y, de la mano de las comunidades mapuches, se acercó a los saberes botánicos ancestrales. Hoy, comparte y difunde las propiedades sanadoras de las flores y plantas en cursos, charlas y libros. Desde Bariloche, nos abre las puertas de su jardín para compartir su amorosa mirada sobre la naturaleza.
Por Carmen Ochoa.
“Cuando me aumenten las penas
las flores de mi jardín
han de ser mis enfermeras
Y si acaso yo me ausento
antes que tú arrepientas
heredarás estas flores
ven a curarte con ellas…”
La tradicional canción “La Jardinera”, de la folclorista chilena Violeta Parra, refleja cándidamente la práctica ancestral de valorar y sanar gracias a las propiedades curativas que nos brindan las plantas. Y el mismo mensaje es el que transmite hoy, desde su jardín en San Carlos de Bariloche, la médica naturista y generalista Sara Itkin. “Las plantas nos ofrecen amistad y bienestar, y no sólo tengo que tomarme un té para que una planta me sane. El disfrute de sus diferentes colores y formas es sanador, pueden darme consuelo o alegrarme. Caminar por un bosque o un jardín florido también puede reconfortarme”, afirma esta “médica yuyera” –como se autodenomina Sara– sobre el uso medicinal que podemos darle a las flores, plantas y yuyos de nuestro propio jardín.
Sara aprendió sus primeros saberes botánicos mientras recolectaba y comía frutos silvestres en el patio de su casa natal, en María Grande, un pueblo de la provincia de Entre Ríos. Años después estudió en la Escuela de Medicina, dependiente de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario. En la misma ciudad realizó su residencia en Medicina General, hasta que descubrió que la forma de sanar más antigua, pero siempre vigente, estaba en las plantas.
–Sara, ¿qué beneficios nos aportan las plantas?
–Somos seres de la naturaleza, y el tener en casa una huerta o un jardín –como yo lo llamo “jardín de bienestar o botiquín natural”– nos da la posibilidad de volver a sentirnos parte de la tierra, de conectarnos con su energía sanadora y sentir su bienestar. Desde siempre, las plantas fueron usadas en rituales y ceremonias de todos los pueblos originarios. Poseen virtudes protectoras que no podemos tocar, ver ni beber.
–¿Cómo te acercaste desde el mundo de la ciencia a la medicina natural?
–Me abrí al diálogo de los distintos saberes: el que yo traía de la Escuela de Medicina y el saber de la gente con la que me reunía a charlar, durante los primeros años de mi residencia. En las consultas les preguntaba de dónde venían y algo más sobre su vida, hasta que terminaban contándome que habían utilizado alguna planta para intentar sanar. Ese diálogo de saberes se fue acrecentando cuando vine al sur, a realizar una experiencia de trabajo intercultural, y conocí al pueblo mapuche.
Qué cultivar en tu casa, según Sara Itkin
A través de su libro, “Plantas de la Patagonia para la salud”, Sara también transmite esos conocimientos. En sus cursos enseña a preparar tinturas madre, jarabes, pomadas y aceites herbáceos. Aquí, algunos ejemplares de plantas que recomienda cultivar:
• Melisa: reconforta el corazón, alivia los estados de angustia, los dolores de cabeza, los mareos. Posee propiedades digestivas y ayuda a un buen dormir.
• Tomillo: estimula el apetito, es digestivo y antiviral. Alivia a través de sus vahos las congestiones nasales.
• Rosas: ayudan a mantener la piel saludable, suaviza, nutre y regenera.
• Caléndula: una maravilla para la piel. La nutre, regenera, cicatriza y protege.
• Llantén: es una planta con gran poder antibiótico y cicatrizante.
Saberes ancestrales
En la cosmovisión mapuche, el uso de las plantas medicinales y su preparación se entrelaza con el concepto de salud, que también incluye la armonía del ser humano con el entorno, con el resto de los miembros de su comunidad y consigo mismo. La forma en que este pueblo originario respeta a la naturaleza, se siente parte de la Tierra y utiliza las plantas como medicina, pero también en lo cotidiano, maravilló a Sara.
“Esos saberes comenzaron a latir, resonaron en mí y los hice propios. Mixturar estos conocimientos me llevó a revalorizar la vegetación como la medicina más antigua de todos los pueblos”, recuerda Sara, quien continuó su aprendizaje junto a las comunidades de otras provincias, hasta que se radicó en Bariloche. “Me dí cuenta de que gracias a las plantas los pueblos reencontraban su identidad, valoraban su historia, fortalecían su autoestima y también sanaban”.
–¿Pensás que podemos volver a conectarnos con la naturaleza, como los pueblos originarios?
–Yo creo que sí. El reencontrarnos con nuestra esencia nos lleva a conectarnos con la Tierra y ella ya nos está llamando. De alguna manera, al querer saber sobre alguna plantita que me ayude a sanar ya se crea un vínculo, como una especie de cordón umbilical que me muestra el camino de regreso, para ayudarme a vivir de una manera sencilla y más armoniosa. Y ese regreso, a veces, consiste en mirar las estrellas, saber en qué fase de la Luna estamos y percibir cómo influye en nuestras emociones y fluidos, o ver cómo las plantas cumplen sus ciclos.
–¿Qué podemos aprender de las plantas?
–Uno de sus atributos puede ser la resistencia. Por ejemplo, las plantas nativas toleran la sequía, la nieve y algunas soportan hasta a los herbicidas, como el glifosato. Yo valoro mucho la fortaleza de las plantas.
–¿En qué nos afectó el avance de la civilización? ¿Qué perdimos?
–Perdimos la simpleza, nos fuimos alejando de la naturaleza y, al hacerlo, quisimos dominarla. Nos distanciamos del resto de los seres vivos y terminamos siendo destructores en nombre de un supuesto progreso. Por eso hay que volver a lo simple pero de una manera muy cuidadosa, para no volver a alejarnos de nuestra propia esencia.
–¿Cómo podemos comenzar a utilizar plantas medicinales?
–Buscando plantas conocidas, algunas son ampliamente usadas, seguras y utilizadas por adultos y niños, como el té de menta, de melisa, el llantén. Las plantas nos curan desde siempre, desde que los primeros humanos están en la Tierra. Hay que dejar fluir esa fibra que llevamos y que está enlazada a nuestros ancestros.
–¿Y cómo logramos que nuestro jardín se transforme en un espacio de salud y bienestar?
–Cada uno puede acercarse a su jardín de la manera en que lo sienta. Es importante que haya flores y las plantas aromáticas siempre son buenas compañeras. Si me siento cansada puedo oler el romero, o la lavanda cuando hay mucha tensión, hasta lograr mi estado de bienestar. Es importante observar las plantas que ya tenemos y conocerlas, entablar un dialogo con nuestro jardín, ya sea en un patio o en un balcón con macetas. El cielo se puede ver igual de todas partes, la Luna está en todos lados y las plantas también. Conectándonos con ellas, comenzaremos a vibrar de una manera más natural.
Fotos: Sara Itkin.
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