Sophia - Despliega el Alma

24 agosto, 2019 | Por

Paula de Elia: «Me encanta el desafío de trabajar en equipos mixtos»

La arquitecta y artista plástica, que proyectó las nuevas oficinas de Mercado Libre, integra los mundos de la arquitectura, el diseño y el arte con inteligencia y audacia en obras a gran escala, que incluyen oficinas, casas, hoteles... ¡y hasta baños públicos!


Por Agustina Rabaini. Fotos: Ioana Menéndez.

Todo está unido en mí. La arquitectura y el arte, la pintura,  la música, los viajes…”  La voz de Paula de Elia  (51) resuena como si se tratase de una partitura de orquesta de muchas cuerdas,  en medio del despliegue de arquitectura, arte y diseño de las oficinas de Mercado Libre, en el barrio de Vicente López, Buenos Aires, uno de sus primeros trabajos para la empresa tecnológica.

Pero hoy todo el mundo habla de su reciente obra, las nuevas instalaciones que diseñó para la casa matriz de la popular compañía de venta online: nueve pisos del viejo edificio que supo ser una fábrica de bombillas de luz de la firma Philips, en el Polo Dot, el último trabajo a gran escala que concretó junto a su socia, Milagros Irastorza, en el Estudio EI, en asociación con el estudio BMA y Methanoia Arquitectos, y un gran equipo de expertos de diferentes áreas. Para realizar el proyecto se presentaron a un concurso en el que resultaron ganadores.

Antes, esta prestigiosa arquitecta nacida en Buenos Aires estuvo al frente de obras para las firmas Despegar (Sede Puerto Madero y Sede Parque Patricios), Campari (Buenos Aires y Lima, Perú), Digital House (San Pablo, Brasil), Mercado Libre (varias sedes en Buenos Aires y Uruguay) y Kalpakian, entre otras, y trabajó en ciudades como Buenos Aires, San Pablo, Montevideo y Santiago de Chile. En los últimos veinte años, la lista de obras impresiona, pero a la hora de rescatar trabajos, ella destaca con énfasis las seis ediciones consecutivas que realizó para las exposiciones de Casa Foa.

“Siempre fui muy visual y tenía la particularidad de imaginarme el espacio y las situaciones en tres dimensiones. Está la realidad y lo posible, y por otro lado, lo creativo y artístico. Mi desafío es poder integrar ambos mundos”.

Más allá, o en medio de sus días, están sus obras de arte, porque Paula de Elia puede moverse con gracia también en el silencio de su atelier, donde se ensucia todo lo que puede y suelta la imaginación. Como si tomara aire para volver a las mesas de trabajo y al desafío de las otras obras, gigantes.

En ambas actividades, hay bocetos, colores y una búsqueda de belleza propia que asoma y busca expresarse. En sus dos facetas creativas, con mayor o menor exigencia, busca dar lo mejor y esta tarde, con un fuerte resfrío invernal que la obligó a quedarse en casa, conversa con Sophia con voz clarísima para viajar a recordar vivencias de una época fundante donde todo transcurría a un tiempo más lento.

Es que fue en la casa de campo familiar, en las afueras de Mar del Plata y en la infancia, que su creatividad y pasión por la naturaleza y el espacio se despertaron. Hasta los 6 años, Paula  vivió en el campo, muy cerca de Mar del Plata, luego se mudó al área urbana de la ciudad balnearia y allí vivió hasta los 16.

Una de las obras de Paula, que se formó con Kenneth Kemble y actualmente participa del taller de Alejandra Roux.

Hija de un papá que hacía tareas en el campo, pintaba al óleo y sacaba fotos, y de una madre super creativa, poeta, cantante y psicoanalista, Paula jugaba a la par de sus hermanos varones y le faltaban dos años para terminar el secundario cuando se volvió a vivir a Buenos Aires.

Acá estaba el resto de la familia y me gustó venir, terminé la secundaria y entré a la facultad. Soy una orgullosa egresada de la universidad pública”, dice y recuerda que ya de chica le interesaban el espacio, el horizonte y el dibujo.

Sus comienzos en la arquitectura fueron de la mano de la llegada de su primera hija. «En mi vida todo se dio muy rápido. Conocí a Ramón, el papá de los chicos, y quedé embarazada cuando tenía 22 años. Me faltaban dos para recibirme de arquitecta, así que terminé mi carrera con Azul en brazos. Ramón me ayudó un montón porque no era fácil; en la facultad era la única en esa situación. Pero seguí adelante y después tuvimos a nuestro segundo hijo, León, y al tercero, Simón».

—¿Cómo te fuiste abriendo paso entre la carrera y el trabajo?

—Tuve una linda formación, muy buenos profesores y empecé a trabajar enseguida. Siempre fui muy autónoma y eso, a veces, no es tan fácil, o no lo era en una época en la que los hombres todavía tenían mucho peso. Por eso me gusta tanto lo que está pasando con las mujeres. En la construcción hay que poner el cuerpo, la fuerza y todo lo que implica tener una obra a tus pies. Yo empecé trabajando en vivienda, haciendo refacciones de departamentos y después fui ampliando el trabajo hacia otras áreas.

—En las exposiciones de Casa Foa de las que participaste, fuiste premiada en todas las ediciones, entre 2001 y 2006. ¿Qué significó eso para vosí?

—Fueron siete exposiciones y los premios me estimularon, me dieron fuerza para seguir. Casa Foa fue un espacio de investigación que me permitió plasmar ideas y meter metáforas, jugar, salir al mundo de lo comercial. Tenía sponsors y eso, lejos de limitarme, me permitió hacer trabajos diferentes y me dio impulso. Armamos algunos espacios delirantes, lo que sucedía era sorprendente y después se hablaba de eso, tuve la suerte de que los medios me acompañaran.

—¿Resolver lo concreto del trabajo pero sin alejar la creatividad y mantener la cabeza abierta?

—Sí, eso después me sirvió en la vida. En mi última participación en Casa Foa, en 2006, gané el primer premio y fue una alegría grande porque la obra eran baños públicos. Era la oportunidad de meterme en el terreno de lo público desde la arquitectura, y es algo en lo que quisiera seguir incursionando. Los baños que hicimos tenían humor, eran unos cubos a los que les salían caños hacia el exterior.

De avanzada: las instalaciones de la popular compañía de venta online facilitan los espacios de conexión y encuentro entre sus empleados (PH Ioana Menéndez). 

El arte tiene un lugar fundamental en los proyectos arquitectónicos de Paula, como esta obra de Timoteo Lacroze (PH Ioana Menéndez).

Apasionada por crear 

«En este trabajo todo puede ser creativo y genial, pero las instalaciones tiene que funcionar, nada se puede inundar. Ese mundo de lo concreto es diferente de lo que ocurre con la pintura, donde no tengo que ser eficiente ni la obra tiene que ser útil. Es un espacio muy reconfortante, también», reflexiona Paula a la hora de trazar ese punto exacto donde se encuentran las diferentes facetas de su creatividad.

—Primero tuviste tu estudio en solitario y, con las obras más grandes, apareció la necesidad de trabajar en equipo…

—Siempre me gustó invitar a otros arquitectos a asociarse para los proyectos. Con mi socia, Milagros Irastoza, nos encontramos hace cuatro años y hemos podido hacer muchas cosas. Hay que saber convivir y hacer sinergia. Siempre trabajé desde un lugar de autonomía, quería descubrir quién era y qué quería hacer. No empecé en un colectivo y el camino fue interesante, porque al comenzar en un bloque es más difícil individualizarte. Hasta que necesité cambiar de escala, no solo para trabajar para empresas, sino en una arquitectura más comercial, con muchos metros cuadrados y desafíos más grandes. Quise salir de la Argentina también: el Hotel Solace, en Santiago, fue un proyecto al que pude sumarme gracias a mi amigo Martin Bodas. Trabajar en otro país, con otra gente, otra cultura y otra visión del trabajo es interesantísimo. En esa época, hace unos diez años, me llamaron de Mercado Libre y así empezó un largo proceso de colaboración en diferentes ciudades.

Las nuevas oficinas de Mercado Libre, Polo Dot, sede central, el gran proyecto de Paula y Milagros junto a BMA y Methanoia. Vidrio, madera y mucha luz (PH Ioana Menéndez).  

—¿Hay algo de esta avanzada de las mujeres que te interpela u ocupa?

—Me encanta el desafío de trabajar en equipos mixtos, como pares. Creo que todo debería ser así, en colaboración, porque nos complementamos bien. Hay gente que está enojada con los hombres, yo no lo estoy. Adoro que existan y que nos acompañen, pero también tienen que poder escucharnos. Milagros, mi socia, es de General Madariaga y creció en el campo, como yo. Las dos tenemos la experiencia de haber crecido en el interior y una confianza en la intuición, cierto poder de supervivencia y algo en la mirada. Somos exigentes, nos gustan los desafíos y nunca tuvimos miedo: nos hemos animado a proyectos muy grandes. Más allá del resultado final, nos interesan los procesos y ahí no solo cuenta que seas creativo, sino el respeto por el cliente y por las personas con las que trabajás. Y no te la tenés que creer, si te la creés, perdiste.

—¿Cómo fue criar tres hijos trabajando tantas horas? 

—Mi ex marido, el padre de los chicos, se ocupó mucho de ellos y tuvimos una gran organización con los horarios y las responsabilidades. La crianza fue de a dos, equitativa. Conté con su apoyo para poder trabajar y mis hijos también ayudaron. Aprovechaba al máximo los momentos que pasábamos juntos, criándolos para que pudieran ser autónomos. Además, ellos también participaban de mi trabajo: en nuestras charlas, hasta hoy, hablamos de eso y me interesan sus miradas y aportes. En los baños públicos, por ejemplo, hay dibujos de cuando mis hijos eran chiquitos. Hoy León está cursando tercer año de arquitectura. Azul es fotógrafa y Licenciada en Comunicación, y Simón estudia Derecho y Literatura.

«Me encanta el desafío de trabajar en equipos mixtos, como pares. Creo que todo debería ser así, en colaboración, porque nos complementamos bien. Hay gente que está enojada con los hombres, yo no lo estoy. Adoro que existan y que nos acompañen, pero también tienen que poder escucharnos».

—¿Hubo momentos difíciles?

—Creo que es algo que nos pasa a todos los que hacemos algo con pasión. Hay que responder a mucha gente y cumplir con las expectativas. Además, me separé joven. Y hay algo de la vida personal que hay que cuidar: los espacios, la pareja, si uno la tiene. Yo tengo la pintura y me siento privilegiada por eso. Hay algo del orden de lo espiritual ahí. Sin ser una persona religiosa, más bien una librepensadora, creo en el poder sanador del arte. La pintura enriquece mis horas de trabajo y puedo decir que soy mejor arquitecta desde que me conecté más con la pintura. Me parece muy importante incorporar el arte en mis obras.

—¿Me contás un poco más sobre las oficinas de Mercado Libre? Alguien dijo que, en algún sentido, reflejaba la matriz del útero, que lograron un espacio contenedor… 

—Qué interesante esa interpretación, es muy lindo lo que nos devuelve la gente que trabaja ahí o visita el lugar. Las oficinas de Polo Dot, Saavedra, son la casa matriz de Mercado Libre en nuestro país y era importante que la gente pudiera vivir la oficina, caminar, moverse y encontrarse. El desafío más grande era vincular los pisos; tenía que poder leerse la comunicación y la idea de la navegación. Para eso generamos conexiones aleatorias e hicimos una metáfora con un hormiguero. A las escaleras las llamamos “links”. Cuando vimos por primera vez el edificio, se estaba cayendo a pedazos y con Milagros pensamos que se tenía que poder restaurar. Por eso me emociona ir ahora, ver a la gente contenta, con espacios donde distenderse, mucha luz natural, arte y verde en algunos espacios; ver cómo la obra produce un impacto social y ambiental. Se dio una sinergia genial.

Las oficinas de Mercado Libre Al Río, en Vicente López, también son un proyecto de la arquitecta Paula de Elia, Construccion Contract (PH Gustavo Sosa Pinilla). 

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