Sophia - Despliega el Alma

5 enero, 2023 | Por

Malena Higashi: “Busquen aquello que las haga felices”

El té en Japón está ligado al momento presente. Desde la invitación a detenernos y abrir los sentidos al aquí y ahora, la escritora y difusora de la cultura japonesa comparte instantáneas de su vida y de su camino como practicante de chadō, mamá, amante de la belleza de las pequeñas cosas y autora de un libro publicado recientemente: El camino entre los pinos (Fiordo).


Malena Higashi, escritora y difusora de la cultura japonesa.

Por Agustina Rabaini.  

 

“Si aprender a preparar un té lleva para los japoneses, toda una vida, ¿qué se aprende realmente al preparar un té?”. Esta pregunta de Malena Higashi  (Buenos Aires, 1984), abre una intensa exploración en su flamante libro, “El viento entre los pinos. Un ensayo acerca del camino del té” (Fiordo).

Nacida en Buenos Aires, la autora es descendiente de japoneses de tercera generación y practicante de chadō (ceremonia del té japonesa), además de ser docente del Instituto Superior de Estudios Japoneses Nichia Gakuin, periodista y Licenciada en Letras.  Su abuela, Emiko Arimidzu, fue una prestigiosa maestra de esta disciplina en nuestro país y supo transmitir a su nieta el amor por la práctica y la sabiduría que encierra el mundo del té. Años atrás, Malena viajó  a Japón en busca de un camino propio, y en 2017 fue becada para estudiar un año en la escuela de Urasenke Kioto, en Japón.

Desde entonces, se dedica a difundir el chadō y la cultura japonesa a través de la sede argentina de Urasenke, de sus encuentros de té, talleres, curaduría y artículos periodísticos. Pudimos conversar con ella en los últimos días del año y el intercambio nos trajo la oportunidad de detenernos y hacer una pausa a horas de un nuevo comienzo.

 

Malena Higashi en Japón, país de origen de su familia.

 

–Malena, ¿qué te llevó a escribir «El viento entre los pinos», tu ensayo acerca del camino del té?

-Siempre pensé que algún día iba a escribir un libro, pero el tema no aparecía. Me llevó tiempo darme cuenta de que lo que quería contar era la historia de mi abuela y de qué se trata la ceremonia del té. Una vez que lo ví, fue muy claro. Siento que es una disciplina que tiene tantas capas para desplegar, que tenía que empezar por algún lado. Mi intención es que los lectores puedan tener un acercamiento al camino del té a través de los sentidos.

–¿Podrías compartirnos algún aprendizaje clave que te haya dejado tu acercamiento a Japón y tu inmersión en el mundo del té? Pienso en las Siete Reglas del Té que mencionás en el libro, por ejemplo…

-Hay un verso atribuido al gran maestro Sen no Rikyu, que dice:

El agua fresca y el agua hirviendo

el paño y el batidor de bambú.

los palillos largos y cortos

el cucharón de bambú. Y tu corazón

mejor si son nuevos.

Se refiere a esta idea zen de mantener siempre la mente de un principiante. En este caso, que la emoción de hacer té se renueve cada vez. Lo lindo de esta disciplina es que, en el fondo, es una metáfora de la vida; ver cómo cambia la perspectiva si nos proponemos encarar determinadas tareas como si lo hiciéramos por primera vez.

–¿Dónde más encontrás belleza y sentido todos los días?

–Hace un tiempo empecé a darme cuenta de que realmente encuentro la belleza en las pequeñas cosas: cómo se filtra la luz del sol en distintas partes de mi casa, bordear las alfombras de flores que se arman en las calles, o disfrutar de un momento en silencio con un cuenco de té. Escribo todos los meses sobre estas cuestiones en el instagram @wabi_sabi_journey. Con respecto al sentido, una obsesión que tuve durante años fue el tiempo o, más bien, la falta de tiempo, la sensación de perder el tiempo. Uno de los consejos que suelen darme –desconocidos, gente que pasa– es “aprovechá el tiempo con tu hijo porque se pasa volando”. Esto me hizo detener a pensar que no tengo la sensación de que el tiempo vuela porque trato de que el tiempo que pasamos juntos sea por completo dedicado a él: a jugar, a conversar, a desayunar. Cuando una se entrega de esa manera a hacer lo que se proponga, la noción de tiempo cambia. El tiempo vivido así se hace presente, no se acelera.

–¿Un propósito o deseo cumplido y otro pendiente, por cumplir?

-Un deseo o propósito cumplido ha sido publicar mi primer libro «El viento entre los pinos: un ensayo acerca del camino del té».

¿Un deseo pendiente?

-Conocer Portugal.

–¿Un hábito que te conecte con lo trascendente?

–Prender incienso y que el aroma me transporte a otro tiempo/espacio.

–¿Un libro para recomendar?

–Me gustaría recomendar el libro «La luz y la montaña», de Soledad Urquía (Tenemos las máquinas), porque me hizo pensar en cómo la maternidad atraviesa la meditación, cómo una disciplina de la India se practica acá, y qué derivaciones tiene eso. También lo recomiendo porque está escrito con una voz singular, calma y reflexiva a la vez. Siento que es un libro que va lento y yo estoy en esa frecuencia.

–¿Con quién te gustaría mantener una larga conversación? (una persona real o de ficción, viva o que ya no esté en este plano)

–Me encantaría poder conversar con un ceramista que menciono en mi libro: Kichizaemon XV. Tiene 73 años y viene de la tradición de cerámica Raku.  Se dedica a hacer cuencos de té con la técnica raku. Es un tema que me fascina, pero él, además, tiene una biografía increíble. Me gusta pensar cómo dialoga la tradición con lo contemporáneo y él es alguien que seguramente tiene algo interesante para decir al respecto.

En una escena del pasado, Malena junto a sus abuelos.

 

–¿Cuál es tu foto más querida y por qué es tan especial?

–No podría elegir una, tendrían que ser dos que están juntas porque con ellas armé un collage hace mucho tiempo. En la primera estoy sentada en el tatami con mi abuela Emiko y las dos vestimos kimono. ¿Tendré 7, 8 años? No tengo mucho registro de esa época en que para mí la ceremonia del té era un juego, y por eso esta foto es un tesoro. En la otra, estoy con mis abuelos paternos, Yoshio y Toyoko. Estamos parados delante del sakura florecido que ellos tenían en su casa, en la parte de atrás de su tintorería, “Nueva Nippon”. Entendí lo que significaba para la cultura japonesa este árbol, muchísimos años después. Me parece un milagro que haya crecido en un patio de Buenos Aires. Tengo en la mano una valijita de lata. Con ellos sosteniéndome en brazos, y las caras que tenemos, nos imagino recién bajados de un barco venido de Japón.

–¿Podrías, finalmente, elegir un objeto entre todos los demás?

–No es estrictamente un objeto, pero hace unos meses armé una pequeña huerta en mi jardín y su cuidado y observación se volvieron una forma de devoción.

–¿Hay algo más que quieras compartir con las lectoras de Sophia?

–Decir que «El viento entre los pinos» es, también, el relato de una transformación y detrás  de todo eso hay un una búsqueda, un deseo muy fuerte de transitar el camino, y de escribir. Quiero alentarlas a que busquen aquello que las haga felices. Puede sonar cursi o trillado, pero cuando se da, empiezan a pasar cosas fascinantes dentro de una y también alrededor.

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