Sophia - Despliega el Alma

3 octubre, 2022 | Por

Male Ramos Mejía: «La enfermedad es un grito desesperado del alma»

La pérdida de una hija, una grave enfermedad y un proceso comprometido hasta la sanación. De todo eso habló con Sophia la creadora de la comunidad The Food Alchimist, donde comparte a través de las redes sociales su visión integral del ser humano y de la salud.


Luego de perder un embarazo avanzado y de padecer una grave enfermedad, Male Ramos Mejía emprendió un auténtico viaje de sanación. (Fotos: Instagram).

Por Lucía Vázquez Ger

La alquimia es el proceso por el cual el metal se convierte en oro. Yo creo que lo que sucedió conmigo fue eso, que hice alquimia con mi cuerpo y con mi alma. Es como haber pasado de ser un metal en bruto a la sanación, que es como el oro. Es sanarte y que tus células vuelvan a brillar y a trabajar. Que cuerpo, alma y mente vayan hacia el mismo lado”, cuenta Male Ramos Mejía (39) en esta charla con Revista Sophia.

A pesar de que años atrás le dijeron que no había cura para su enfermedad, y que tenía que abrazarla y aceptar esa realidad que le tocada transitar, Male decidió emprender un camino sostenido hacia su sanación. “Fue como volver a nacer”, señala esta mujer que, contra todos los pronósticos, decidió ir en busca de una vida mejor. Hoy, desde su cuenta de Instagram @the_food_alchimist con más de 225 mil seguidores y con sus cursos online, acompaña e inspira a muchos en sus procesos para alcanzar el bienestar. 

Renacer desde la enfermedad y el dolor

El 18 de mayo de 2016 Male fue al sanatorio a dar a luz a su segunda hija, Violeta. “Lo lamento, no tiene latidos”, le dijo el médico. Este triste episodio marcó el comienzo de un proceso de transformación personal muy profundo para Male, que junto con esta pérdida tuvo que enfrentar dos enfermedades autoinmunes que avanzaban con gravedad dentro de su cuerpo. 

El embarazo de Violeta había sido normal, con algunas hinchazones, pero sin el diagnóstico de una patología. Y si bien en el posparto comenzó a deshincharse de a poco, su cuerpo se fue empezando a endurecer. Pronto le costaba moverse, no podía levantar el brazo, atarse el pelo, abrocharse una camisa, agacharse para atarse los cordones o cortarse las uñas del pie.

Algo raro le estaba pasando. En julio de ese año le diagnosticaron el síndrome de Reynaud en las manos, y en octubre, dos enfermedades autoinmunes, esclerodermia sistémica difusa y polimiositis. Tenía entonces 33 años y el tratamiento que la medicina tradicional le proponía prometía, con suerte, evitar el progreso de la enfermedad, pero no revertir el daño causado. 

Pero Male siempre supo que se iba a curar. Que su cuerpo era sano y que solo había que devolverle su equilibrio, su balance. Saber, desde un principio, que el médico no podría ayudarla le dio una pista clara de que tenía que buscar por otro lado. Así, en paralelo al tratamiento médico tradicional, comenzó distintos tipos de terapias y exploró nuevos modos de alimentación.

La alquimia es el proceso por el cual el metal se convierte en oro. Yo creo que lo que sucedió conmigo fue eso, que hice alquimia con mi cuerpo y con mi alma. Es como haber pasado de ser un metal en bruto a la sanación, que es como el oro. Es sanarte y que tus células vuelvan a brillar y a trabajar. Que cuerpo, alma y mente vayan hacia el mismo lado”.

Según cuenta, la medicina tradicional “le compró tiempo” para salir del momento agudo de su enfermedad y le permitió comenzar este camino de sanación integral, que tuvo como eje central un cambio radical en sus hábitos alimentarios. De un día para el otro dejó el gluten, los lácteos, el azúcar refinada, el maíz, la soja, los conservantes, los aditivos de todo tipo y comenzó una alimentación totalmente natural. 

Para ese entonces ya había comenzado a tomar remedios por los efectos de los remedios, y hasta se había tenido que internar por una taquicardia causada por la medicación. El cansancio era permanente. Pero las pequeñas mejoras que empezó a sentir con su nueva alimentación la impulsaron a profundizar en este tema y a buscar todo tipo de recetas. 

“Entendí que somos cuerpo, alma y mente, que somos uno. Entonces, si tengo una enfermedad sistémica, mi alma también está enferma. Ahí descubrí que la enfermedad es un grito desesperado del alma. Muchas veces el cuerpo nos da señales y no lo escuchamos. Entonces tiene que aparecer la enfermedad para que nosotros cambiemos”, relata Male. 

—¿Dónde encontraste fuerza para permanecer y sostenerte en este camino frente a tanta incertidumbre, y atravesar este proceso hasta tu sanación?

Max, mi marido, que es coach ontológico y espiritual, me ayudó un montón a entender que siempre hay un para qué. No un por qué, sino un para qué. A entender que nosotros estamos acá para aprender y para ser felices; para integrar nuestras sombras y nuestra luz: que el tiempo es hoy y hay que soltar y confiar. Mi hija Viole también me ayudó un montón. Estuvo súper presente: yo la sentía y me daba cuenta de que me iba mandando fuerza y me iba guiando. 

Cuando me escuchaba a mí misma sentía que iba a estar bien, aunque no sabía cuándo. A veces me preguntaba, ¿pero cómo, cuándo voy a volver? Una cosa es lo que vos sentís adentro tuyo cuando estás conectada, pero después durante el día hay momentos en que no estás conectada y te agarra eso de ‘¿y si no me curo? ¿y si sigo así toda la vida?’. A veces podés sentir que querés llorar, que estás en víctima. Hacelo, está bien. Pero después vas a tener que salir, porque la única que tiene el poder para ser feliz sos vos. La única que tiene el poder de hacer las cosas que te hagan bien, sos vos.

—¿En quiénes te apoyaste en el proceso? ¿Tuviste una red de contención? 

En Max sobre todo. Y en Sophie, mi primera hija, que tenía 2 años y no sabés lo que me ayudó. Los chicos te obligan a estar en el presente y jugar con ella era como una meditación. Me ayudaba a estar en el ahora sin pensar en nada. Mi familia, mis hermanos, mi familia política, mis papás, mis suegros, mis amigas estuvieron súper presentes. Siempre me daban una mano para todo, una bendición. 

También me ayudaron las meditaciones de cocreación y visualización usando la llama violeta de Saint Germain. Meditaba y hacía otras visualizaciones y decretos de sanación, entre dos a cuatro horas por día. A veces siento como si en 2016 y 2017 hubiese viajado a la India. Viví como en un submundo, súper conectada con todo lo que me iba pasando para poder salir, porque yo sabía que estaba en una situación grave, que tenía que meterle de lleno. 

El 14 de enero, en su cumpleaños número 39, Male celebró la magia de la vida junto a su marido Max y su hija Sophie.

—Hablás mucho de la presencia de Dios en tu vida. ¿Cómo fue la relación con él durante este proceso?

Fui a un colegio católico y siempre fui muy creyente. Siempre tuve mucha fe, con una comunicación fluida con mis maestros, Jesús y María. Pero en mi proceso esto se profundizó desde otro lugar. Descubrí un montón de herramientas espirituales más allá de la religión que me ayudaron mucho, que tienen que ver con que Dios está dentro nuestro. Entonces, al tener esa parte de Dios, sos protagonista, y por eso tenés esa capacidad de cocrear, de visualizar y de generar y crear cosas. Somos todos pedacitos de Dios. 

—¿Qué te llevó a escribir tu libro, Alquimia de cuerpo y alma? 

En 2018 abrí mi cuenta de Instagram para contarle a la gente que existe la posibilidad de sanar, más allá de que te digan ‘esto no tiene cura’. Ahora, tenés que dar todo de vos. Y se lo quería contar al mundo. En 2019 me contactaron de Editorial Planeta para ver si quería escribir un libro de recetas. Yo dije que sí, pero que también quería contar todo lo que me fue sucediendo, para que se entienda que la sanación no es solo de cuerpo, sino también de mente y alma. Por más que coma bárbaro, si yo no estoy haciendo lo que vine a hacer, si no estoy feliz, no estoy contenta, tampoco voy a estar sana. Es una conciencia mucho más profunda. 

—En el libro hay dos capítulos que dicen, «Mi enfermedad, mi camino», “Tu enfermedad, tu camino”. ¿Puede una enfermedad ser un camino? 

—Creo que la enfermedad puede ser parte del camino. El camino de nuestra vida es sinuoso, va para cualquier lado. Con ese título me refiero a que este es mi camino y esto es lo que yo te transmito. Después, cada uno tiene su misión en su vida y cada uno se tiene que hacer cargo de lo que le está pasando. Yo te entrego mi experiencia para que vos te hagas cargo de la manera que vos creas. Si vos te conectás con vos misma, vas a poder ver cuál es la manera en la que podés sanar. 

Está claro que si tenés una enfermedad, para sanar, es muy necesario comer bien para poder ayudar a la sanación, porque eso es el combustible que vos le das a tu cuerpo, entonces tiene que estar. Ahora, tenés gente que dice, “dejé el gluten un 90% y trabajé tanto internamente y cambié tantas cosas, que me sané igual”. 

—Desde tu experiencia, ¿cómo pueden convivir el dolor y la alegría? 

—Somos luces y sombras. La luz y la sombra conviven todo el tiempo. Cuando queremos tapar constantemente nuestras sombras es cuando aparecen los problemas. Al no aceptar, nos peleamos con esa sombra, o nos enojamos, y en realidad están. Es cuestión de verlas, de transitarlas y de ponerles luz. 

«A veces podés sentir que querés llorar, que estás en víctima. Hacelo, está bien. Pero después vas a tener que salir, porque la única que tiene el poder para ser feliz sos vos. La única que tiene el poder de hacer las cosas que te hagan bien, sos vos».

Cuando pasó lo de Viole yo estaba muy triste, y sin embargo también estaba muy en paz y muy bien. En casa todo fluía. Había una sensación de que estábamos sostenidos y al mismo tiempo muy tranquilos. Somos luz y sombra y eso convive en todos los aspectos de nuestra vida. Somos amor, somos enojo, somos miedo, somos odio. Somos todo eso al mismo tiempo. Se trata de ir poniéndole luz a nuestras sombras, para poder descubrirlas y trabajarlas. 

A través de su cuenta @the_food_alchimist la nutricionista comparte sus experiencias y sus recetas para ayudar a otros a llevar una alimentación consciente.

—En Instagram formaste una gran comunidad, donde además de tu experiencia y recetas, compartís testimonios de personas que gracias al cambio de vida que proponés empezaron procesos de sanación. ¿Cómo ves el poder de la comunidad, de la tribu, de la puesta en común? 

Es mágico. Porque cuando hacés comunidad te salís de vos y escuchás al otro. Das tu tiempo, das tu espacio, das tu energía y también te sanás vos misma. Hay reciprocidad. Escuchar a otra gente con otros testimonios también acompaña. Es como una compañía en el camino. Te muestra que no todo tiene que ser de una sola manera, sino que puede ser de muchas. Y eso motiva. 

—¿Cómo vivís la experiencia de haber formado en estos años una gran comunidad de gente que te sigue, donde hay tanto fruto y tanto agradecimiento?  

Es emocionante. Cada vez que recibo uno de estos testimonios me parece espectacular y me lleva a dar gracias. Si todo lo que viví sirvió para esto, lo vale, una y un millón de veces. ¿Por qué? Por esa luz y esa oscuridad. Yo la pasé pésimo, al punto que es el día de hoy y me acuerdo de cosas y lloro. Pero al mismo tiempo la pasé bien por lo que soy hoy; porque me llevó a ser esta persona, a tener la familia que tengo, a hacer un montón de cosas que para mí valen una y mil veces la pena. Hoy soy mucho más feliz, mucho más libre. Y si todo eso sirvió para que además haya gente que en el camino también está descubriendo su poder personal, lo vale un millón de veces. 

—¿Cuál dirías que es el eje de tu propuesta nutricional y de salud? 

Integrarnos cuerpo, alma y mente en consciencia. Alimentación consciente, vida consciente. Es un proceso que no se logra de la noche a la mañana, porque ser consciente implica que cada vez te vas dando cuenta de más cosas. Desde cómo le hablás a tu gente, cómo decís, cómo te tomás las cosas, qué elegís para comer. Es un camino que nunca termina. Desde la alimentación, es darle a tu cuerpo nafta premium para que tus células puedan trabajar en sanar y en reparar, en vez de estar detoxificando o eliminando de tu cuerpo aquello que estás comiendo que no le hace bien. Y eso es parte de la consciencia. Se trata de hacernos cargo y poner consciencia hasta el punto que vos quieras. Cuánto más puedas darle alimentación consciente a tu cuerpo, mejor. 

—¿Tu sueño hoy?

—Muchos. Seguir viviendo feliz. 

—¿Te gustaría compartir algo más? 

—Que se puede. Que nosotros llevamos este poder de sanarnos y que requiere mucho trabajo. Lo bueno es que cuando nos empoderamos y hacemos esa tarea, después también lo aplicamos a otros aspectos de nuestras vidas. Entonces, ya tenés tu herramienta. Y te sirve para todo.

Male en su huerta, donde siembra sus propias frutas y verduras, mientras recoge los frutos de una vida próspera y feliz. 

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