Sophia - Despliega el Alma

17 marzo, 2022 | Por

«La mirada femenina puede ayudarnos a humanizar la historia»

Emilia Zavaleta es una apasionada de la historia. En plena pandemia, dejó atrás doce años de trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores y creó Mulanas, un espacio educativo y cultural con perspectiva de género donde fusiona sus grandes pasiones: el arte, la literatura, la historia de nuestra región y la fuerza femenina. 


Emilia Zavaleta es madre de tres hijos y se formó como Licenciada en Relaciones Internacionales. 

Por Bea Vilá Bertrán

Emilia Zavaleta (38) es licenciada en Relaciones Internacionales y magíster en Integración Latinoamericana. En su infancia vivió mucho tiempo en otros países y eso le ayudó a abrir su mente y disfrutar de otras culturas, idiomas y costumbres. Luego de trabajar doce años en Cancillería, tomó impulso y decidió darle alas a Mulanas, Mujeres en la historia latinoamericana, un espacio educativo y cultural con perspectiva de género, para rescatar de la memoria la figura de distintas mujeres que ayudaron a forjar nuestro presente. A través de sus propios relatos y poesías, busca reflejar la esencia de cada una de ellas desde una visión contemporánea, para despertar las mismas emociones que sintió ella al descubrirlas. Su objetivo es hacer visible esa fuerza femenina que va dejando huella a través del tiempo.

Desde pequeña se interesó por la historia: «Mi infancia estuvo fuertemente marcada por cambios y mudanzas. Mi papá jugaba al polo profesionalmente y la familia entera se trasladaba varios meses a Estados Unidos y luego a Francia. En esos destinos estábamos en contacto estrecho con la naturaleza y solíamos visitar muchos museos o castillos. Esas escapadas fueron mis ventanas al mundo cultural. Siempre me interesaba conocer la historia sobre el lugar al que íbamos, que me contaran quiénes habían vivido ahí o qué habían hecho. Y entender el porqué de las cosas. Creo que esa es la base de toda mi creatividad y búsqueda constante», comparte en esta charla con Sophia.

En estos días presentará Mulanas (India Ediciones), un libro de relatos y poesía, donde refleja la importancia que tienen las huellas que dejaron nuestras ancestras «para ayudarnos a comprender nuestro presente y delinear un futuro mejor», como señala su autora, convencida de que ellas fueron la fuerza escondida que le dio impulso a la construcción de la nación. A través de las páginas, entre reflexiones y versos, las fotografías (otra de sus pasiones) ayudan a configurar un escenario muy particular. «Creo que la naturaleza y los paisajes de América Latina son esenciales para entender toda nuestra historia, costumbres y cultura», resume.

El libro que presentará próximamente; en él condensa su fascinación por la historia y las palabras. 

—¿Tu amor por la lectura y la escritura empezó desde temprano?

—Sí, me gustaba mucho leer cuentos de terror o de suspenso como los de la colección Elige tu propia aventura. Pero en mi mesita de luz también podías encontrar novelas clásicas como Mujercitas. Como pasaba mucho tiempo entre caballos, me fue fácil adquirir las costumbres o el lenguaje de los cuidadores, por ejemplo. Creo que ese fue mi nexo con las costumbres y tradiciones de la cultura argentina. Solía escribir mucho, tenía el típico diario íntimo en el que volcaba todo lo que hacía. Era muy observadora. Escribía todo tipo de historias sobre los caballos, ellos fueron mis primeros personajes. En ese entonces no sé si era consciente de que escribía, pero me entretenía así. Fue recién en la adolescencia cuando empecé a escribir diarios más poéticos.

—¿Y cómo fue tu adolescencia? ¿Hubo algún hecho que sembrara tu interés por la historia latinoamericana?

—Cuando llegó mi adolescencia nos asentamos de forma definitiva en Argentina para que no perdiera la currícula escolar. Yo seguía muy fanatizada con la historia mundial. En el colegio secundario priorizaban más la historia europea que la de nuestra región, pero recuerdo que nos dividieron en cinco grupos y nos hicieron leer una novela a cada grupo. A mí me tocó La amante del restaurador. ¡Me atrapó muchísimo, María Esther de Miguel escribe como los dioses! Supo recortar la figura de Juanita Sosa y construir con ella una intriga que enlaza historia y ficción. Cuando miro atrás, pienso que por algo pasan las cosas, porque hoy en día me sigo sintiendo muy atraída por la historia de Rosas y las mujeres que lo rodearon. Siempre termino trasladándome a esa época de los caudillos y mi fascinación debió nacer ahí.

Por el trabajo de su padre, Emilia se crio en entornos donde la naturaleza siempre fue protagonista.

—¿Te sorprendiste al comprobar que existe una influencia femenina en la política?

—A mí me atraían mucho las reinas de las monarquías europeas. En la secundaria tuve que escribir una monografía para un concurso de becas y elegí escribir sobre Juana de Arco, porque ya tenía mucho interés por el papel de la mujer en la historia. Pensaba que en la Argentina las mujeres no habían cumplido una función tan importante. Sin embargo, con este proyecto se me abrió un mundo, y me di cuenta de que fueron igual de importantes, o todavía más. No tendremos historias de reinas, pero tenemos historias muy lindas de guerreras, indígenas y artistas latinoamericanas. Falta mucho conocimiento del camino que fue trazando la mujer para llegar a lo que somos hoy. La historia es mixta y yo veo al feminismo desde un lado humanista.

—¿Cuándo sentiste el impulso de crear Mulanas? ¿Cómo concebís los relatos?

—Me animé a seguir este camino por un episodio muy fuerte en mi vida: la muerte de una prima de mi edad, Geñi (N. de la R.: Eugenia Laprida, que falleció a los 34 años en junio de 2018). Ella me enseñó mucho en vida y tras su muerte, aún más. Tuve que atravesar un duelo muy difícil y, casi por un impulso espiritual, sentí la necesidad de recuperar mis pasiones. Volví a conectar con la escritura, que me ayudó a canalizar el dolor. También empecé a leer biografías de distintas figuras femeninas y una cosa llevó a la otra… Al vincularme con ellas sentí la necesidad de dejar una huella para otorgarles reconocimiento. Sé que hay personas que no van a leer biografías porque les parece muy engorroso, académico y denso, por eso me propuse encontrar la manera de que se interesen por la vida, la lucha y el aporte de estas mujeres valientes. Así nacen mis relatos y poesías que inspiran, atrapan y enseñan. Apelo a mi creatividad para comunicar sus esencias desde otro lado. Para eso, utilizo distintos registros: desde diálogos y reflexiones en primera persona tomando la voz del personaje, hasta crónicas o descripciones imaginarias según hechos documentados.

Con el apoyo del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires e Impulso Cultural, Mulanas desarrolló un ciclo de charlas denominado Fechas Matrias, una iniciativa que propone otra mirada de las fechas patrias para destacar el rol de las mujeres en nuestra historia:
25 de Mayo: Las mujeres de Mayo.
17 de junio: Las mujeres de la emancipación que acompañaron a Güemes.
20 de junio: Las mujeres que acompañaron a Belgrano.
9 de julio: Las mujeres de la independencia.
17 de agosto: Las mujeres detrás de la gesta sanmartiniana.
11 de agosto: Homenaje a Juana Manso.

—¿A qué personaje femenino decidiste investigar primero?

—En ese proceso de duelo leí la biografía de Juana Azurduy de Pacho O’Donnell y me sentí muy identificada con su dolor. Me pareció tan fuerte su vida, de una resiliencia impresionante. La vi a Juana no tanto como esa guerrera amazonas que fue y que todos conocemos, sino que la vi más como madre, como viuda, como amiga, como hermana. Todos esos roles en los que creo que hace falta ahondar para comprender mejor cualquier historia, tanto de una mujer como de un hombre. Cuando ella va a parir la quieren atacar y consigue escaparse con su bebita. Cruza montes y ríos para salvarla, y se la entrega a una indígena porque piensa que ella no la puede criar en ese contexto, porque ya perdió a cuatro hijos, a su marido y a su mejor amigo. A través de ella pude conocer desde otro lugar a Belgrano, a Bolívar, a Güemes. Y llegar a entender la historia del Alto Perú, porque parecía que la Argentina terminaba en Tucumán. Empecé a comprender un montón de cosas que tienen que ver con la geografía, con los paisajes, con el campo.

—¿Con qué mujeres te topaste en este camino?

—Siempre digo que las mujeres me buscan a mí, porque al seguir el rastro de alguna van apareciendo otras y, de repente, tengo cantidad de ventanas abiertas en la computadora. Tengo que crear un listado, porque me interesa todo. Voy armando el rompecabezas de a poco. La pandemia me ayudó mucho a desarrollar los relatos. Ya fui tras la pista de Mariquita Sánchez de Thompson, Juana Manuela Gorriti, Juana Manso, Violeta Parra, Leopoldina de Braganza, Domitila de Castro e Melo, Manuela Sáenz, Rosita Campusano, Juana Azurduy, Micaela Bastidas, Javiera Carrera, María Remedios del Valle, Felicitas Guerrero, entre otras. De todas ellas fue fácil encontrar registros históricos. Pero hubo otras más difíciles de investigar, la mayoría indígenas: la india Catalina, la india huarpe Teresa de Ascencio, la india charrúa Micaela Guyunusa o la montonera gaucha Martina Chapanay. En esos casos me valgo de la imaginación y busco conectar con ellas a través de la naturaleza. Trato de entender cómo pudo ser esa vida en esos paisajes tan agrestes y salvajes.

La creadora de Mulanas disfruta de investigar y dar a conocer a las figuras femeninas de nuestra historia. 

—¿De qué fuentes te nutrís a la hora de investigar a cada mujer?

—A veces llego a fuentes directas. Por ejemplo, hace poco me enteré que el abuelo de una compañera de clase de mi hijo es descendiente de Eduarda García Mansilla. Yo misma tengo muchísima familia en Tucumán que me va compartiendo historias o libros que escribieron familiares. También tengo amigas repartidas por toda la región que me ayudan a chequear fuentes. A veces les pido que me consigan un libro, o que se fijen si en un museo o un instituto de su ciudad pueden encontrar información interesante. Cuando viajo a diferentes pueblos del interior me encanta investigar, siempre me acerco a sus bibliotecas o casas de la cultura. También reviso muchas fuentes de Internet, leo papers e informes académicos. Me fascina. Incluso me cuesta desconectarme después. Tengo esa capacidad de meterme tan de lleno en otras vidas que a veces hasta me siento afectada. Cuando leo una novela me transformo en los personajes, me voy ahí, no es que cierro el libro y ya está.

A través de Mulanas, Emilia buscó crear experiencias de la mano de distintos eventos culturales. Y aunque en 2020 la pandemia frenó  toda posibilidad de encuentro, el proyecto logró reinventarse y potenciarse a través de los vivos «Tiempos de Relatos», que brindó desde su cuenta de IG @sermulanas

—¿Cuál es la historia que más te impactó?

—Hay un montón de historias. El primer relato que escribí fue sobre Martina Céspedes, una viuda de San Telmo que tenía una pulpería. Me acuerdo que fui al barrio, me senté en la plaza e hice de cuenta que la estaba observando, que la miraba caminar, me situé en plena segunda invasión inglesa de 1807. ¡Su historia es tan espectacular! Ella recibió a doce soldados ingleses que tocaron la puerta de su pulpería. Los hizo entrar de a uno en uno, y los fue secuestrando con la ayuda de sus tres hijas para poder entregárselos al General Liniers al día siguiente. Durante esa noche en cautiverio, uno de los soldados y su hija menor se enamoran. Es como este síndrome de Estocolmo, ¡el inglés se engancha con su secuestradora! Me pareció fascinante ese remate. Escribí el relato yendo y viniendo, describiendo lo que ocurría en la plaza en el pasado y en el presente. Fue mi primer relato y quizás por eso lo considero especial.

—¿Hay alguna figura que haya cambiado el curso de la historia y creas que no se reconoce tanto su aporte?

—Macacha Güemes me parece un tesoro escondido.  Su historia  tiene que ver con la hermandad. Ella era la hermana de Güemes, su máxima consejera y una diplomática de la época. Me los imagino muy cercanos, muy compinches desde chicos. Él, que tenía un carácter fuerte y a veces era un poco caprichoso, lideró a este ejército de gauchos que rompió con todos los patrones de comportamientos y estructuras, pero como era un líder nato el pueblo lo siguió. Y ella de alguna forma supo apaciguar esa pelea de egos que tuvo su hermano con Rondeau, haciéndole entender que tenían que resolver sus diferencias para avanzar hacia una patria unida. En ese momento se necesitaba una bandera, una declaración para poder expulsar a los españoles y demostrar que teníamos un proyecto común. Gracias al Pacto de Cerrillos, que se firmó en su estancia el 22 de marzo de 1816, fue posible que el 9 de julio de ese mismo año se declarara la independencia de España y de toda dominación extranjera. Me parece muy importante el rol de Macacha como mediadora y pacificadora, fue la que optó por el diálogo y no por las armas, la que trató de evitar el conflicto y solucionar el problema por otros medios. Y es un poco esto de “los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera” que escribe luego José Hernández. Me parece tan ejemplar esa relación entre hermanos… La historia es tanto más interesante cuando la entendés desde un plano doméstico.

Una escena registrada para la producción de los cortometrajes que nacieron en plena pandemia. 

—¿Cómo surge la idea de empezar a grabar cortometrajes basados en tus relatos?

—Mi hermana Sonia y mi prima Laurita Laprida decidieron hacer un corto en plena pandemia con sus celulares al que titularon “Manuela y Rosita”. Es un corto basado en uno de mis relatos, que es un intercambio epistolar imaginario entre Manuela Sáenz y Rosita Campuzano, amantes de los grandes próceres de América, que eran amigas entre sí desde mucho antes de conocer a San Martín y a Bolívar, respectivamente. Las dos ecuatorianas, con una historia muy interesante, muy por la causa y las distintas patrias, guiadas por el amor. Luego decidimos avanzar en esa línea y profesionalizar los cortos, con la ayuda de Isidro Escalante, el novio de Sonia, que es director de cine. Él escribió el guión de “Las Rosas”, basado en un relato mío de un diálogo entre la madre de Rosas, Agustina López de Osornio, y su mujer, Encarnación Ezcurra. Y lo hicimos un poco más picante, buscamos un lugar con mucha naturaleza para intentar recrear mejor ese momento de la historia. Tuvo mejor producción, vestuario, edición, lo cuál significó una apuesta mayor.

—Hace poco lanzaste una Sociedad Literaria. ¿Cómo surge esta idea?

—La Sociedad Literaria es un club de lectura basado en una membresía mensual para quienes estén interesados en descubrir  escritoras latinoamericanas del siglo XIX. Yo me ofrezco como guía para que se puedan empapar de la lectura. No hay por qué acotarse únicamente a Esteban Echeverría, Sarmiento o José Hernández para remontarnos a esa época. Hubo mujeres como las hermanas Ocampo, Juana de Ibarbourou, Juana Manuela Gorriti o Clorinda Matto de Turner que escribieron con otra mirada, una mirada femenina. Muchas escribieron en contextos de guerra o dolor, haciendo frente a injusticias, impulsando una corriente feminista que es tan recurrente a lo largo de ese siglo. Esa energía fuerte y desmedida se fue afianzando con la ambición de consolidar distintas conquistas para las mujeres. Porque, si bien adquirimos derechos, falta mucho camino por recorrer y creo que está bueno conocer esas bases. La igualdad no es otra cosa que la búsqueda de una buena convivencia entre hombres y mujeres, o entre culturas también.

—¿Qué papel cumple la historia para vos? ¿Qué sentimientos te despierta?

—Al abordar la historia creo que es clave describir más a fondo qué significó cada cosa, para llegar a la empatía. Los historiadores deberían ayudarnos a ponernos en tiempo y espacio tratando de entender cómo vivieron los personajes, porque no es muy distinto a lo que podemos vivir hoy. ¡Ahí está la clave! Las mujeres que decido retratar sintieron cosas que puede sentir cualquier mujer hoy en día. En un contexto que por ahí no es el mismo, porque no es de batallas pero sí que es conflictivo porque estamos viviendo una pandemia, que es como una guerra porque hay una incertidumbre constante y algunas personas tienen la muerte a la vuelta de la esquina. La historia no es lineal, es cíclica. Y Mulanas es un proceso personal, una forma de vinculación, de tender redes y fomentar el diálogo. Es un espacio de canalización, de conocimiento interior y exterior, ya que los descubrimientos propios generan cambios a nuestro alrededor. También tiene mucho que ver con la energía femenina para armonizar un montón de espacios que están bloqueados.

—¿Qué idea o proyecto tenés para este año?

—Me encantaría seguir profundizando en la senda educativa y brindar charlas para llevar estos contenidos a algunas escuelas, porque creo que ayudaría a que los chicos viajen en el tiempo y entiendan mejor la historia. Lo hice en el colegio de uno de mis hijos y fue una experiencia lindísima. Me gustaría avanzar con la Sociedad Literaria que ya arrancó, e ir a por otras escritoras. A raíz de los relatos y cortometrajes se abrieron puertas y hay una productora con la cuál estamos pensando un formato de Mulanas para la televisión.

El año pasado se celebró el bicentenario de la muerte de Güemes y Emilia buscó homenajearlo con un relato que incluye un diálogo entre él y su hermana. A continuación te compartimos un fragmento de ese texto y un poema dedicado a él desde la mirada de Macacha:

Ciudad de Salta 20 de enero de 1816

«Escucháme; mientras tejía uno de los ponchos se me ocurrió una idea. Vamos a coser unas polleras con bolsillos internos, ahí vamos a poner cartas con información que te las vamos a hacer llegar al cuartel. El otro día oí que Pezuela está con vientos a favor, los españoles podrían atacar en cualquier momento. San Martín necesita que declaremos la independencia para que pueda llevar a cabo su campaña libertadora en Mendoza, pero Rondeau te la está haciendo difícil. No te va a perdonar nunca que le hayas sacado los refuerzos en la Batalla del Marqués. Aunque sinceramente creo que está buscando una excusa para justificar su posterior derrota de Sipe Sipe. Cortémosle los víveres, Martín, poné a los ‘infernales’ como trinchera para que quede aislado. Y cuando se canse de hambre y sed le propones llegar a un acuerdo. Yo pongo la casa, firmás una tregua y apaciguamos la cosa. Salta está controlada, pero no por mucho tiempo».

POEMA

Mi hermano, mi guía, mi otro yo
Mi sangre, mi gaucho, mi fiel convicción
Te sigo, seguime, hacia un mismo camino,
por cerros y montes de esta Patria que estimo.
Aunque me vaya o te ausentes
unidos mi hermano, hoy y siempre
tu hermana eterna

Macacha Güemes

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