17 julio, 2023 | Por Sophia
Gisela Colombo: «Prescindir de los mitos es empobrecer la realidad»
Su libro Des-mitificar obtuvo la faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores en 2022, en la categoría Ensayo. En él, la docente y escritora frece una mirada profunda sobre los mitos y permite una lectura amena a quienes quieran zambullirse en el poder simbólico de estas apasionantes historias.
Gisela Colombo es docente y escritora y, desde siempre, ha encontrado en los mitos una fuente de inspiración y sentido.
Por María Evangelina Vázquez
En Des-mitificar. Desnudando la verdad oculta de los mitos, un libro de ensayo, la escritora y docente Gisela Colombo investigó los mitos griegos en forma exhaustiva para transmitirlos de manera accesible a todos los lectores. La autora, que es docente y colabora con el suplemento cultural Caldenia, encontró el tono justo entre el saber académico y el periodístico para escribir este libro tan necesario para todo aquel que quiera iniciarse en la mitología, o profundizar en sus saberes.
Licenciada en Letras de la Universidad Católica Argentina, Gisela trabajó en el ámbito editorial como selectora y correctora. Su primera novela, El juego del colgado, fue finalista en el Premio Planeta-Casa de América de novela 2008 y se publicó en 2013. La segunda, Que el río sangre, fue premiada en 2016 por el Fondo Editorial Pampeano como el primer premio de Novela, y se editó en 2017. Ese mismo año Nexo di Nápoli publicó Viajeros del papel, una novela para adolescentes y herramienta didáctica para enseñar Lengua y Literatura en cuarto año del secundario. En 2018 vio la luz la continuación para quinto: El cisne del aula vacía. Coordinó talleres literarios, dirigió teatro adolescente y es autora de diversas adaptaciones de textos clásicos que se pusieron en escena entre 2011 y 2017. Actualmente es profesora de Lengua y Literatura en el nivel medio en La Pampa, donde vive.
Con ella hablamos para saber de dónde surgen estas historias que siguen ejerciendo fascinación sobre todas las artes y que tienen gran aceptación entre los jóvenes, cómo se han conservado y qué relación tienen con la cultura de hoy y con la religión. A través de Des-mitificar, la propuesta es quitarles a los mitos la pátina de irrealidad y fantasía con que se los ha concebido desde la Ilustración y acercarlos más a una lectura metafórica.
–¿Cuál es la esencia de un relato para que sea considerado un mito?
–Históricamente, nos enseñaron que eran historias mediante las cuales pueblos primitivos, sin ciencia, explicaban fenómenos naturales; que se remontaban a relatos fantasiosos. De esta última característica emerge una concepción de mito como un producto orientado a un público infantil o a una sociedad igualmente infantil. Siguiendo esta lógica, la presencia de un mito se torna una confirmación de ignorancia. Pero cualquiera que se acerque a los mitos sin estos prejuicios racionalistas, notará rápidamente que esos hombres del siglo XVIII que los calificaban así estaban influidos por el etnocentrismo europeo, entonces más vigente que nunca.
–¿Cuál sería entonces la definición de mito con una mirada más actual?
–Más acertada quizás sea la definición que ofrecen algunos autores autorizados. El filósofo rumano Mircea Eliade sostiene que “los mitos son historias verdaderas contadas metafóricamente”. Lo cual significa que, aunque parezcan relatos alucinados, tienen un fondo de verdad. No obstante, como su lenguaje es metafórico, hay que desarrollar otro tipo de pensamiento para interpretarlos. No sirve el pensamiento binario, por verdadero o falso, propio de los estudios científicos. Es preciso un tipo de intelección no cientificista que logre percibir el fondo verdadero, aunque no tenga tanto rigor, que desnude una verdad universal y esencial, más allá de la apariencia de hechos inverosímiles de lo que relata. Educar ese pensamiento analógico, que nos es natural, debiera ser prioridad para padres y educadores. Y, en cambio, permanece silenciado en nombre de la “Luz de la Razón” y el pensamiento analítico.
–¿Cuál es la vigencia de los mitos hoy?
–Como todo saber universal, se tornaron un clásico de lectura. Pero el peligro es que se los lea con la idea del mito como historia infantil. O que se los valore como simples recursos de erudición o motivos para la creación literaria. Eso termina de reducirlos —aunque sigan leyéndose— a tradiciones religiosas o a tópicos artísticos. Ese no es su valor fundamental. Por eso el libro, que resiste esa reducción, lleva el título “Des-mitificar”, que sería quitarle la pátina de irrealidad y fantasía con que se los ha concebido desde la Ilustración.
–¿Hay algún sustrato que tengan en común los mitos de diferentes culturas?
–Sí. Definitivamente. Cuando estudiamos varias tradiciones podemos observar coincidencias sorprendentes. Coincidencias que no resisten el argumento de que dos pueblos que difunden historias semejantes han tenido contacto en algún momento. Los relatos sobre el Diluvio Universal se han registrado en tantas tradiciones que, aun cuando la ciencia no lo había comprobado, el mito dejaba clara la existencia de un fenómeno ocurrido de verdad.
Para Gisela es muy importante difundir la importancia de la mitología para comprender la universalidad de la experiencia humana.
–¿Cómo se relacionan los mitos con los escritos de Carl Gustav Jung sobre el inconsciente colectivo y los arquetipos?
–Jung es uno de los estudiosos que se deja interpelar por estas coincidencias. Y se pregunta si no es una estructura innata del hombre la que determina creaciones semejantes provenientes de pueblos muy distantes. En su concepción, el hombre recibe desde su gestación una serie de estructuras con las que percibe los múltiples contenidos de la experiencia. Esas estructuras resultan arquetípicas para Jung. En eso consisten las llamativas similitudes. Algo de eso también es atendible.
–¿Los dioses griegos estarían más cerca de los humanos que el Dios cristiano porque poseen todos nuestros defectos?
–Para los griegos, los dioses no son perfectos, sólo son eternos. No mueren, pero eso despierta cierta envidia del hombre. Porque para un ser humano cada instante es precioso porque es único, no habrá oportunidad de reeditarlo. De la caducidad de lo humano surge la envidia.
–¿Actualmente los cuentos y novelas para chicos vuelven a recurrir a los mitos?
–Sí, claro. Es una buena forma de conocer las historias, sin que puedan iluminar la experiencia todavía. Lo ideal sería que después de ese conocimiento literal sobreviniera una hermenéutica creciente en hondura, conforme la madurez lo permitiera.
–¿Hay textos de la cultura cristiana que tienen resonancia de mitos griegos?
–Los hay. Se me ocurre la escena de Prometeo puesto en cruz sobre una piedra, sometido a un sacrificio cíclico: un águila lo acomete y le quita el hígado y se lo come. Él usa la noche para reconstruirlo y volver a ofrecerlo al día siguiente. Este relato se parece al de Cristo, si tomamos en cuenta ese adagio que hace al ofrecer su corazón para que el pecado de los hombres vuelva a atravesarlo permanentemente. La postura de ambos explicita más el vínculo: en cruz invita sugestivamente al paralelo.
—¿Esto invalida la veracidad de los relatos cristianos?
—No creo que debilite el mensaje religioso. Todo escrito sagrado surge de una cultura y busca la credibilidad ante la gente de esa misma cultura. Ningún relato sagrado prescinde del estilo de vida de los hombres que le son contemporáneos. ¿De qué otro modo comprenderíamos la poligamia de los patriarcas del Antiguo Testamento? Si en esos textos bíblicos prevalece el lenguaje metafórico, mucho más. ¿Cómo podría explicarse que dos hijos varones de Adán y Eva pudieran reproducirse y poblar la tierra? Evidentemente, el mito ha tocado esos relatos y no conviene leerlos según el pensamiento binario.
–¿Quiénes escribieron los mitos griegos y de qué fuente provienen?
–Cuando hablamos de textos de transmisión oral, como los mitos, se pierden los registros de quién, dónde y cuándo fueron creados. Pero Homero nos da una pista. Utiliza esos mitos para su Ilíada y su Odisea, relatos creados en el siglo IX antes de Cristo. Probablemente ya estuvieran en circulación unos cuantos siglos antes. Eso también explica las diferentes versiones que existen.
–¿Quiénes fueron los responsables de recoger y conservar los mitos?
–Aunque no sabemos a ciencia cierta quiénes lo hicieron, sí tenemos conciencia de que la transmisión y conservación dependió de comunidades que los han hecho propios como fuentes de sabiduría. Eso debiera bastar para convencernos de que no son simplemente “cuentitos” para niños. A nivel cultural, los romanos hicieron un trabajo de difusión innegable, aun cuando pueda reclamárseles el atribuirse una cultura heredada y traducida al latín, como si fuera propia.
–¿Cómo fue tu proceso de escritura e investigación de tus textos que fueron publicados?
–Me interesaron los mitos toda la vida, porque el hombre es esencialmente siempre el mismo. Y sus pasiones, sus dolores, sus miedos son iguales, aunque puedan contarse en diferentes momentos por medio de un olifante, por señales de humo, por telégrafo, por Internet o mediante una embajada de mil naves. Lo que cambia la humanidad es meramente accidental. Lo esencial es universal.
–¿Cuáles son tus mitos preferidos, los que más te convocan?
–El matrimonio de Cronos y Rea me parece una enseñanza necesaria para los chicos de hoy que, criados en una cultura “Disney”, creen que sólo se trata de desear mucho para ver realizado el más quimérico de los propósitos. Esa unión es un modo de afirmar que para lograr algo es preciso tener una capacidad natural (Rea) y un tiempo necesario (Cronos) para desarrollar esa habilidad.
Y el de Hefesto, que suple su falta de encanto por medio del talento y la capacidad de trabajo. Del rechazo de su propia madre, se convierte en uno de los dioses más valorados por sus pares, gracias a su resiliencia férrea como si él mismo hubiera sido endurecido en su propia fragua.
«Lo que cambia la humanidad es meramente accidental. Lo esencial es universal», explica la autora del libro Des-mitificar. Desnudando la verdad oculta de los mitos, que obtuvo la faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores en 2022.
–¿Cuál es la relación de los mitos con la moral?
–Mucha, porque fueron un instrumento de ordenamiento social de corte religioso. Pero la interpretación moral queda muy pequeña frente a los saberes que ofrecen estas historias. El teatro, las artes plásticas y la psicología se abrazaron a ellos casi desde su origen. El motivo es precisamente que los mitos reflejan sentires, mecanismos y conflictos típicos del hombre, tanto primitivo como contemporáneo.
–¿Cuál te parece el motivo de fascinación que ejercen los mitos, que han inspirado tanto obras literarias como de artes visuales y musicales?
–Creo que la profundidad con que sondea la naturaleza humana, que es lo mismo que hablar de universalidad.
–¿Por qué crees que a veces nos referimos al mito como sinónimo de mentira?
–Porque dimos por cierta la postura de los enciclopedistas del siglo XVIII, que han sido un faro racional, pero también se dedicaron a negar todo aquello que el método empírico no puede conocer. Hasta las religiones sufrieron su descrédito.
–Como docente, en tus clases, ¿recurrís a la mitología?
–Sí. Y saltan cosas espectaculares. Aunque sorprenda, es uno de los temas que más interesa a los jóvenes. Porque no son conceptos objetivos y lejanos. Cuando descubren que sus propias experiencias pueden ser explicadas o reflexionadas por los mitos, los textos se vuelven un arma de autoconocimiento.
–Como escritora de ficción ¿te apoyás en los mitos, también?
–Para mí no son recursos discursivos. Están en mi concepción de mundo como pilares, son la expresión de un universo más amplio. Prescindir de ellos sería empobrecer la realidad y convertirla en lo estrictamente comprobable en laboratorio, en un cosmos sin espíritu.
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