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9 noviembre, 2022 | Por

Florencia Sosa Díaz: «Tuve que aprender a darme lugar»

Oriunda de Catamarca y heredera de una compañía con más de 400 empleados, Florencia es una de las CEOs más jóvenes de nuestro país. Retrato de una mujer firme y a la vez sensible que sueña con dejar el mundo mejor a como lo encontró.


La catamarqueña Florencia Sosa Díaz (30), una de las CEOs más jóvenes y eclécticas de nuestro país. 

Por María Eugenia Sidoti. Fotos: Gentileza FSD.

La despedida fue lenta, pero no alcanzó para que la experiencia de la pérdida resultara menos dolorosa. Cuando el adiós a su padre llegó, luego de diez años de luchar contra el cáncer, Florencia Sosa Díaz, hoy de 30, apenas tenía 25 años. Ya no era una niña, pero todavía se sentía a gusto en su rol de hija cuando le tocó mudarse de piel. Entonces, la madurez la tomó por asalto y su mundo giró. No había tiempo para marearse, tenía que tomar las riendas de la empresa familiar, una importante compañía del sector salud. La más grande de Catamarca. 

Florencia Sosa Díaz es licenciada en Administración de Empresas con un máster en Finanzas y Women’s Leadership Program en la Universidad de Yale. Actualmente lidera la empresa de salud que heredó de su padre, es presidenta de la Cámara de Propietarios de Farmacias de Catamarca. Además, se dedica a la filantropía y es una de las influencers más populares de nuestro país, con más de 150 mil seguidores. 

Su padre murió un viernes. El lunes ella se presentó en la compañía. Más de 400 empleados la esperaban para ver qué decidía hacer como única heredera. Muchos de ellos tenían su edad solo de trayectoria, temían por su continuidad. Los primeros tiempos no fueron fáciles. “Soy de un pueblo del norte donde todo el mundo habla y me costó salir del papel de ‘hija de’. Que te lo regalaron, que te vas a fundir, que la vas a vender, que no sabés, que sos mujer, que sos demasiado chica… Escuché infinidad de cosas que fueron un desafío para mí”, relata. Pero no aflojó. Al contrario, sacó fuerzas de donde pudo y siguió con el legado familiar y la firme decisión de dejar su impronta. 

–¿Cómo viviste todo ese proceso tan triste, tan complejo? ¿Qué se perdió en esa transición?

–Fue lindo y horrible al mismo tiempo. Soy una agradecida de todo lo que tengo porque, obviamente, cuando hay una base es un poco más fácil arrancar. Pero sí, da miedo asumir una responsabilidad así. Perdí, sin duda, una Flor niña, hija, mimada, para transformarme en una empresaria. Una mujer mega responsable que tuvo que cambiar completamente, en un viaje que fue desde adentro para afuera. 

–¿Cómo recordás de ese momento bisagra en tu vida?

–Por suerte mi papá estuvo enfermo mucho tiempo y eso me dio la posibilidad de ir entendiendo de a poco lo que pasaba, no fue de golpe. Quizás de esa manera me pude ir preparando y aunque fue muy cansador, por otro lado también fue muy luminoso, porque pudimos aprovechar ese tiempo sintiéndonos bendecidos de tener cada día una nueva oportunidad de estar juntos. Nunca miramos para otro lado, siempre fuimos muy conscientes de lo que estaba pasando. 

–¿Qué hacías mientras tanto? Es difícil una espera semejante…

–Aproveché para estudiar, porque ya sabía lo que iba a pasar. Era mi gran oportunidad de hacerlo, sobre todo porque me fui a estudiar afuera (N. de la R.: Es licenciada en Administración de Empresas por la Universidad de Córdoba y realizó un máster en Finanzas y Women’s Leadership Program en la Universidad de Yale). Era ahí o nunca. El tiempo pasa volando y siempre digo que hay que aprovecharlo, no hay que dejarlo ir sin darse cuenta. 

–¿En qué te apoyaste en los momentos de mayor dolor, qué te dio fuerza?

–Siempre traté de salir adelante sola, porque siento que frente al dolor hay que conectar con algo muy profundo; nadie te puede sacar de ahí salvo vos mismo. Tenía que hacer el duelo de haber perdido a mi papá –que es durísimo a cualquier edad– cuando recién salía a la vida. Además, importaba mucho lo que yo iba a transmitir: tenía que darme a conocer con el equipo, con los proveedores, con los que me cruzaba en la calle. Todo el mundo tenía que saber que yo iba a poder. Pero para que eso pasara, antes tenía que creérmelo yo. Tuve que aprender a darme lugar y a nunca perder el asombro. 

Las dos Florencias: líder del Grupo de Empresas ECA y Minerva Farmacias y activista por la autonomía de las mujeres. 

–¿Qué te conecta con lo trascendente de tu vida?

–Sigo un poco enojada con Dios por lo de mi papá. Y me lo permito, me parece válido sentirme así, porque sé que pronto me voy a amigar. Sin querer fue Catamarca, mi lugar, la que me terminó conectando con un montón de cosas. Después de estudiar afuera no pensaba volver a vivir full time. Pero de pronto tuve la necesidad de desarrollarme acá. Yo tenía espíritu emprendedor, era una mujer joven con ideas diferentes y dispuesta a innovar. Sentí que había lugar en mi provincia y decidí hacerlo. Sin buscarlo, descubrí que además podía convertirme en una referente para otras mujeres. 

–También tenés un costado más lúdico que te llega a través de la moda, como influencer…

–Sí, la moda me conecta con un montón de cosas y a la vez me divierte, pero lo tomo con mucha responsabilidad. Es un lugar donde puedo jugar, ser creativa. Es como mi obra de arte: no pinto, me dedico a mis redes (sonríe). Un poco terminó siendo un trabajo, pero no fue planeado y me trajo mucha exposición. Fue difícil sumarlo a mi otra faceta, todavía me cuesta. El desafío es integrar esas dos personas que conviven en mí. Creo que esa es la magia: darme permiso para sentarme a negociar en una reunión con unas gafas gigantes o pasear a las ocho de la mañana con un pantalón amarillo. Me gustaría que la gente no lo viera como algo superficial, sino como una forma de identidad.

–¿Sentís que aún se percibe una cierta frivolidad en esas elecciones?

–Totalmente. Hay quienes no entienden por qué te exponés en las redes, pero a mí me ayudaron a crear valor y a defenderme. Si hay algo que no me gusta a nivel político, lo digo ahí, y del otro lado aparece una respuesta. Como tengo muchos seguidores, las autoridades me escriben para preguntarme qué pasó o ver cómo se puede solucionar. Esa gente es mi respaldo. No son mis amigos, no es mi familia, pero me escuchan y eso es importante. Todavía no puedo ganar cosas por mi trayectoria, porque no la tengo, pero esa comunidad sabe lo que estoy haciendo y me da transparencia. Entonces hablo con mucha tranquilidad porque, por suerte, no le debo nada a nadie. Y esa autonomía no tiene precio. 

Sus últimas publicaciones en Instagram, donde cuenta con más de 150 mil seguidores. Foto: @florsosadd

–¿Cuál es el mensaje que te interesa transmitir a través de las redes sociales? 

–Que defiendo mucho el lugar de donde soy, jamás me olvido de dónde vengo, me importa Catamarca. Y que creo en las instituciones, porque es desde ahí desde donde podemos pelear para impulsar cambios. A mi generación le importa muy poco el partido político, creemos más en las ideas y en que se vean las acciones. 

–¿Harías política?

–No lo sé. No digo que no, tampoco que sí. Todavía estoy evaluando qué es. Creo que hay un buen uso de la política y que la hacemos todos los días, desde todos los lugares. Pero seguro que se podría aprovechar mejor. 

Preocupada por la situación del país, la empresaria apuesta a generar oportunidades para los sectores postergados de su provincia. 

–¿Cuál sentís que es nuestra deuda siempre pendiente?

–La desvinculación desde lo económico. Que una comunidad haya quedado fuera del sistema, o que viva alejada. La brecha entre “arriba” y “abajo” es cada vez más grande. La clase media va desapareciendo y en el interior se ve muy claro. Eso duele. Tampoco hay oportunidades: Catamarca tiene más del 70% de empleo público y la actividad privada negocia en una mesa muy pequeña. Hoy el chico que se recibe no vuelve al interior, a su casa. Y el que tiene una idea, por buena que sea, no consigue el capital para invertir en ella, tiene que llegar a las capitales para ver si alguien lo escucha. Así perdemos valor, talentos, y las grandes ciudades colapsan. 

–Venís tejiendo redes apostando a la filantropía. ¿Por qué elegís no mirar para el costado? 

–No me gusta la caridad, la dádiva. Me interesa conocer a las personas y aportar desde ahí. Con la fundación (N. de la R.: Es presidenta de la Fundación Ayudanos a Ayudar Catamarca) empecé a trabajar en los barrios y en los comedores locales, con la idea de enseñar algo, porque lo más importante es brindar herramientas. Me llena el corazón ver que alguien logra tener su propio ingreso. Para eso brindamos capacitación, materiales y ayudamos con el branding de la marca y las redes sociales, buscando espacios donde puedan concretar sus ventas. No sé si les voy a transformar la vida, pero al menos quisiera que sepan que no necesitan de nadie más que ellos mismos para generar su propio ingreso. 

–En esa dinámica las mujeres te interesan especialmente…

–Sí, porque las mujeres son las que generalmente abren la puerta de su casa. Muchas veces les falta todo y están tapadas de actividades, porque tienen cinco chicos, no tienen las condiciones necesarias y aun así creen que pueden dar siempre un poco más. Ahí es donde se me despertó esa curiosidad y fui detectando sus perfiles. Para mí son como una familia, una comunidad que me banca. 

–¿Y los jóvenes, los que recién están empezando?

–Creo que tenemos que darles lugar, sobre todo en política. Es una edad difícil y este es uno de los países más inhóspitos para emprender. Desde mi lugar, intento colaborar con emprendedores invirtiendo en ideas nuevas y talentosas en las que creo realmente. Así nació Activar, la primera incubadora de Catamarca, donde colaboraron Endeavor y el Estado con la intención de crear una mesa de trabajo para pibes que tengan ganas de hacer algo diferente. Ya armamos dos proyectos: Tengo una idea y Tengo un emprendimiento, para motivar desde esos dos pilares a quienes no sepan para dónde ir. Ojalá podamos sumarlos a mesas donde haya gente dispuesta a invertir o financiar sus proyectos. 

–¿Pedís consejo a otras mujeres?

–Hablo con mi mamá, es una gran referente y empresaria, una mujer muy potente. Y voy buscando gente que me pueda entender. En mi rubro todavía hay personas muy conservadoras, cuesta un poco. Además, no encuentro tanta gente de mi edad tomando decisiones, eso me hace sentir un poco sola. Por eso, en nuestra empresa hoy tenemos más del 80% de mujeres, la mayor en el NOA, y casi a nivel país. Es un lío, no lo voy a negar, pero hemos creado una concepción muy maternal, donde el ecosistema es muy considerado. Ese liderazgo que tenemos las mujeres, tan distinto, es el que me interesa cuidar. 

–Por último, estás floreciendo en tu lugar, ¿qué frutos te gustaría darle a esta tierra? 

–Dejar un proyecto que haga una diferencia sería un honor. Le destino mucho tiempo, capital, energía a lograrlo y me comprometo con todo aquello en lo que creo. Siento que hay muchas oportunidades acá y por eso invito a todos los jóvenes que tengan posibilidades y ganas, a que desde sus comunidades y profesiones sepan que se puede hacer un cambio. Lleva tiempo, energía y responsabilidad, sí. Pero es posible.

Andina, el sueño de tejer un futuro mejor

En Laguna Blanca, Catamarca, Florencia descubrió a un grupo de tejedoras de vicuña que realizaban trabajos increíbles, pero que no tenían conectividad para poder vender. Así que decidió hacer algo por ellas, ayudarlas a crecer. «Fui a conocerlas de manera turística, pero enseguida quise saber qué hacían, qué necesitaban. No había pobreza, sino búsqueda de oportunidad. No tenía sentido darles una ayuda puntual: ellas estaban haciendo algo muy exitoso, solo necesitaban visibilidad para dar a conocer sus tejidos», señala Florencia. A partir de ahí, junto a su socia y colega Florencia Bovo, dio vida a Andina, un ambicioso proyecto que mezcla lo autóctono del tejido con lo último en tecnología digital. «Es la primera colección de tejidos de vicuña en NFTs. Y ellas están felices, muy preparadas para toda la producción. Mi idea de este intercambio es que sea como cuando comprás un cuadro: sabés quién lo hizo, por qué, cuándo, qué material usó. Que compres un producto, pero te lleves también una historia», cuenta orgullosa de cara a lanzar una colección de oro de 10 ponchos exclusivos hechos por 10 mujeres únicas. Conocé la propuesta en somosandina.com

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