Psicología
17 octubre, 2016
Enojo inteligente: ¿cómo lograrlo?
Una entrevista al doctor en psicología Gustavo Bedrossian, un especialista en resolución de problemas dispuesto a compartir las claves necesarias para aprovechar el gran potencial que todos tenemos: la posibilidad de abordar los conflictos de una manera saludable, sin caer en enfrentamientos estériles.
¿Qué puede tener de «inteligente» el «enojo»? A simple vista, esas dos palabras no guardan relación alguna la una con la otra. Al contrario: siempre que pensamos en un enfrentamiento, sea de la magnitud que sea, la figura que sin duda aparece en nuestro imaginario es la de un conflicto difícil de resolver y, más que todo, la de una batalla que la mayoría de las veces no tiene un final feliz. Vínculos estropeados por los idas y vueltas de un enojo no resuelto a tiempo, situaciones angustiantes y, de fondo, la bronca haciendo rechinar los dientes.
Gustavo Bedrossian es licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires y doctor en Psicología Clínica por la Universidad de Belgrano. Fue profesor en diversas instituciones educativas de la Argentina y dirige el emprendimiento de servicios psicológicos PsicoRecursos. En sus libros presenta herramientas destinadas al desarrollo personal y al crecimiento espiritual. Además colabora con Fundación Vida para Todos en el fortalecimiento de la vida familiar.
Sin embargo, en el horizonte de las emociones, nada es blanco ni negro. Por el contrario, muchas situaciones a priori consideradas negativas, pueden convertirse en una oportunidades para sanar viejas conductas que tanto nos hieren. De eso trata «Enojo Inteligente, un camino hacia la resolución de problemas» (Urano), el nuevo libro del piscólogo Gustavo Bedrossian, especialista en psicoterapia focalizada basada en la resolución de problemas, con el objetivo puesto en impulsar el potencial del cada individuo, partiendo de sus propias herramientas. Allí, Bedrossian escribe: «El enojo puede venir de la mano del amor, del compromiso, de la sincera intención por construir un mundo mejor. Un enojo bien capitalizado puede ser una gran oportunidad para solucionar problemas».
Por ese camino transita este texto que, más que una guía de autoayuda, propone una reflexión profunda, a través de una mirada esperanzadora acerca del valioso ejercicio de aprender a mirar hacia adentro para reconocer los propios recursos, aun en los peores momentos. «No te estoy alentando a que tomes decisiones con liviandad. Solo que no me parece edificante para tu vida que te quedes allí, paralizado y enojado, por la falta de visión y propósito», señala el autor. Y entonces, tácitamente, aparece formulada la gran pregunta: ¿nos animamos verdaderamente a cambiar?
–En el libro hablás de aprender a enojarse «bien», algo que a muchos podría sonarles como una contradicción… ¿por qué y cómo concebiste la idea de enseñar a construir un enojo desde la inteligencia?
–Cito en el libro una frase de Aristóteles: “Cualquiera puede enojarse, eso es fácil. Pero enojarse con la persona adecuada, por la razón adecuada y de la manera adecuada, eso no es fácil”. De eso se trata este libro. De enojarse bien, con inteligencia, sin lastimar, construyendo, buscando soluciones. El enojo cumple una función muy valiosa en nuestra vida. Es sano enojarse. El gran desafío que propongo con este material es cómo enojarnos con inteligencia.
–¿Cómo sería eso?
–Un enojo inteligente nos muestra el camino sobre cómo resolver problemas. Un enojo inteligente protege las relaciones. Un enojo inteligente promueve la salud. Un enojo inteligente siempre viene acompañado de un sentido de dignidad. Es todo lo contrario a un enojo explosivo, estéril, sin ningún tipo de resolución.
–¿Cómo es, en contrapartida, un manejo poco saludable de esta emoción a la que todos nos enfrentamos habitualmente y muchas veces nos toma en cuerpo y alma, al punto de enfermarnos?
–Algunas posibles manifestaciones serían:
- La persona eternamente amable y complaciente en su expresión externa, pero que vive en el marco de una permanente frustración por no saber cómo defenderse o poner un límite
- Vivir “mordiendo el anzuelo” ante cada pequeño fastidio de la vida cotidiana y experimentando enojo con demasiado frecuencia. Sería el “gruñón”.
- La reacción sin un proceso mediador donde intervino la pausa y la reflexión. Se dice lo que se piensa en lugar de lo que se dice. Es la catarsis sin medir consecuencias.
–Nuestra sociedad nos muestra que cada vez existe una respuesta más violenta a distintas situaciones, en una escalada que no para. ¿Hay salida a este tipo de enojo colectivo?
–Asumir nuestra responsabilidad en el asunto no es un tema menor. Es un reflejo de madurez reconocer nuestras emociones y gestionarlas de un modo saludable. Lo colectivo se construye a partir de que cada individuo deja de externalizar y pretende construir una vida saludable que promueva el desarrollo de vínculos saludables. Verás que repito la palabra “saludable” porque es un desafío y una responsabilidad trabajar en nuestra salud. Somos generadores de climas. Afectamos para bien o para mal a nuestro mundo.
–Hablás de la tristeza, de la impotencia, del cansancio y de tantos otros sentimientos que subyacen al momento de enojarse. ¿Cómo construir una vida mejor, aun cuando esas emociones se hagan presentes en nosotros una y otra vez?
–Por eso es fundamental saber cuándo expresar el enojo. En aquel momento donde la frustración, el cansancio o la impotencia reinan, es preferible parar, reflexionar, ver qué es lo que nos está sucediendo. Cuando estemos más claros y más descansados, multiplicaremos las chances de darle una vía de expresión más constructiva al enojo. No es lo mismo discutir un miércoles a la medianoche, que en un momento tranquilo del fin de semana.
En cuanto a la tristeza, es interesante cómo se entremezcla y se confunde con el enojo. Veo cómo muchos enojos provienen desde el enojo. Cuando se expresan a través de la ira, generan rechazo o contraataque. Por el contrario, cuando la persona pueda manifestar su dolor, tiene más chances de ser escuchado.
«Cuidemos nuestras emociones, cuidemos nuestros vínculos, cuidemos el mundo que nos rodea. Enojarse con inteligencia es ayudar para promover un mundo de paz».
–También referís la importancia de no intentar evitar los conflictos. ¿Por qué?
–A veces, ante pequeñas frustraciones de la vida cotidiana, es un acto de inteligencia emocional evitar el enojo. Pero ante otros temas donde hay situaciones injustas significativas, cuando no respetan nuestros límites, por ejemplo, no registrar la alarma que dispara el enojo, es atentar contra nuestra dignidad y contra ese vínculo. He visto a parejas separarse por no haber discutido a tiempo temas que se dejaron pasar.
–¿Qué aprendiste a través de tus propios enojos, los de los seres queridos, los del consultorio y los que has visto en tantas oportunidades por ahí, incluso, como testigo casual de su fuerza?
–En mi caso tuve que aprender a enojarme. Hace unos cuantos años vivía evitando el conflicto. Lo reconocí como una señal de inmadurez y comodidad. Cuando te comprometés con algo o con alguien, no te da lo mismo, una cosa que otra; querés algo mejor. Es preferible enfrentar una situación incómoda a tiempo que puede ser el trampolín para que un vínculo madure. Si alguien no respeta un límite, hay que pensar si esa relación vale la pena.
–Si tuvieras que compartir algunas claves, un ejemplo concreto, un consejo o algunas de tus mejores herramientas para caminar hacia la resolución de problemas… ¿Cuáles elegirías?
–Detener la reacción inmediata. No juntarse con gente violenta que sólo promoverá reacciones violentas. Entender que el enojo puede ser el camino para mejorar las situaciones. El camino de la paz es un camino donde no todo fluye. Implica decisiones y esfuerzo. En mi caso, la oración, la conversación con Dios, me reubica y me saca de cualquier lugar de victimización.
–¿Por qué muchas veces lo que nos enoja del otro es aquello que, en la reflexión profunda, reconocemos como un defecto o una limitación propia?
–No hay linealidad en este asunto. A veces nos enoja aquello en lo que hemos mejorado y ahora, desde un lugar de superación, creemos que todos deben tener “aprobada” esa materia. Pero olvidamos que otros nos tienen paciencia en asuntos en los que somos más primitivos.
También es cierto que externalizamos, que nos resulta más cómodo percibir en el otro aquello que también padecemos. Por ejemplo, puede ser que el individuo sea una persona manipuladora o entienda las relaciones siempre en términos pragmáticos. Al vivir siempre en esa dimensión, se enoja cuando “detecta” que otros pretendan hacer lo mismo. Quizá coincida en su diagnóstico, pero podría ser también que su mirada esté influenciada por el estilo de afrontamiento que él desarrolla ante la vida.
Para cerrar, cuidemos nuestras emociones, cuidemos nuestros vínculos, cuidemos el mundo que nos rodea. Enojarse con inteligencia es ayudar para promover un mundo de paz.
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