Artes
13 noviembre, 2020
Mensajera
Hoy te proponemos un ejercicio vital y muy sencillo: tomar un descanso de unos minutos para sentarte a leer y dejarte llevar por este poema de la escritora Mary Oliver. ¿Te gustaría recibir el mensaje que sus palabras tienen para darte?

Mary Oliver nació en 1935, en Maple Heights, Ohio, Estados Unidos y murió el año pasado, en Florida. Siempre que pudo habitó el bosque y se maravilló con todas sus criaturas. Ganadora del premio Pulitzer en 1984 en la categoría de Poesía y del premio Nacional del Libro en 1992, Mary Oliver supo explorar como nadie el estrecho vínculo que existe entre naturaleza y espiritualidad, reflejando su magia en cada palabra. Su legado es el resultado de una observación profunda y conmovedora de la naturaleza.
Mi trabajo es amar al mundo.
Aquí los girasoles, ahí el colibrí,
idénticos buscadores de dulzura.
Aquí la apresurada levadura; ahí las azules ciruelas.
Aquí la almeja, hundida en la arena moteada.
¿Mis botas son viejas? ¿Mi abrigo está roto?
¿Ya no soy joven ni todavía la mitad de perfecta?
Déjenme
concentrarme en lo que importa,
que es mi trabajo,
El cual, en su mayoría, es estar de pie y aprender a estar
asombrada.
El mosquero, la candelilla.
Las ovejas en su pastura, y la pastura.
Lo cual es, en su mayoría, jubiloso, pues todos los ingredientes están aquí,
que son gratitud, por haber recibido una mente y un corazón
y estos cuerpos vestidos,
una boca que da gritos de alegría
a la polilla, al reyezuelo, a la soñolienta y recién excavada almeja
para decirles, una y otra vez, cómo es
que viviremos para siempre.
Mary Oliver
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