Vínculos
13 octubre, 2023
El lado A de la maternidad
Muchas veces hablamos sobre las dificultades que aparecen al convertirnos en madres. Pero ¿cuál es el lado luminoso que podemos abrazar y disfrutar? Un recorrido por la maternidad que es puro amor.

Por Andrea Enjuto
En los últimos años (¡y qué alivio!) se comenzó a visibilizar el llamado lado B de la maternidad, dejando de lado la imagen edulcorada y ficticia que teníamos al respecto, dando lugar a que las mujeres nos animemos a hablar. Del cansancio, el esfuerzo, la falta de reconocimiento en las tareas de cuidados, y tantas otras cosas que resultaban un shock. Para contrastar lo real, tan diferente en cada caso, con esos ideales y mandatos que teníamos incorporados incluso sin saberlo.
Como ocurre en muchos de estos cambios, a veces la cuestión es pendular: reaccionamos con fuerza en el sentido contrario, porque es la única forma de hackear el status quo.
¿Pero qué hay del lado de A de la maternidad? ¿Cuál es? ¿Hay algo que podamos hacer para estar más en ese costado las que ya somos madres? ¿Hay algo que las mujeres que aún no son mamás podrían saber? Además de contarles todo lo que antes no se nombraba y tanto daño nos hacía, ¿hay un lado luminoso para compartir?
Recuerdo encontrarme en el living, con un bebé de semanas, viendo cómo clareaba por la ventana sin haber casi dormido, sintiéndome lo más inepta que me sentí en mi vida frente a una criatura que lloraba, y con un pecho lastimado. Recuerdo también la angustia, el «¿por qué nadie me advirtió que esto era así, que no hay vuelta atrás?«, al darme cuenta de que para todo necesitaba una logística enorme, hasta para tomar un turno en el dentista. Había perdido mi independencia casi sin darme cuenta. ¿O tal vez me pasaba solo a mí?
Hoy en día las mamás están más advertidas, pero para la mayoría el cambio sigue siendo un shock. Una cosa es tener información, y otra vivirlo en carne propia. Ser mamá pone de cabeza tu mundo en todos los sentidos posibles.
Sí, es agotador y desafiante a niveles impensados, sobre todo en los primeros años de los hijos. Y también es para toda la vida, lo que genera un compromiso enorme que no podemos dimensionar hasta que lo vivimos.
Unos amigos sin hijos nos visitaron una vez cuando ya teníamos el segundo hijo. Casi no podíamos sentarnos a la mesa o prestarles atención sin interrupciones. Cuando terminé de quejarme y de contarles todo lo extenuados que estábamos y que no podíamos hacer esto y aquello, recuerdo hacer una pausa, ver sus caras y decirles: “Pero también es lo más maravilloso del mundo”. “No se nota”, me respondió ella.
Tal vez el lado bueno lo damos por sentado, porque compensa todo el corrimiento de nosotras mismas para poder entregarnos. O, tal vez, lo que pasa es que lo más hermoso que trae la maternidad es el amor, el más fuerte e incondicional que sentiste en tu vida, algo que a veces puede incluso llegar a asustar y es difícil de definir o expresar con palabras.
Pensando en esto, salí a preguntarles a varias mamás de distintas edades y contextos qué otras cosas buenas, además del amor (ese que nos cuesta contar), trajo a sus vidas la maternidad.
Tal vez el lado bueno lo damos por sentado, porque compensa todo el corrimiento de nosotras mismas para poder entregarnos. O, tal vez, lo que pasa es que lo más hermoso que trae la maternidad es el amor, el más fuerte e incondicional que sentiste en tu vida, algo que a veces puede incluso llegar a asustar y es difícil de definir o expresar con palabras.
La mayoría hizo foco en el disfrute, que creemos perder para siempre cuando no podemos salir como antes. Aunque tal vez es otro disfrute, uno que lleva tiempo llegar a reconocer, el de las pequeñas cosas de todos los días. Pero no solo disfrutar de ellos y con ellos, sino valorar más el placer de los tiempos a solas, una charla con amigas en un café, una trasnoche con la pareja.
Volver a conectar con el juego y el asombro. Hacer cosas nuevas. Gestionar emociones. Ser pacientes o más flexibles, desdramatizar, relativizar, hackear el perfeccionismo que nos solía asediar.
“Ahora tengo más confianza en mí ―dicen muchas―. Descubrí que puedo muchísimo más de lo que imaginaba”. Y eso ahora genera un derrame positivo en otras áreas de sus vidas.
Y muchas también coinciden en que les enseñó a compartir, a pensar más allá de ellas mismas y a ser más tolerantes con los procesos o necesidades de los demás.

¿Qué cosas nos ayudan a sobrellevar el lado B?
Entregarnos. Si jugamos, jugamos. Si hay fiebre, hay fiebre. No hay nada más frustrante que estar queriendo estar en otro lado, o que las cosas sean de la forma que queremos. La rigidez hace que todo lo difícil sea más difícil y que todo lo disfrutable se nos pase de largo.
Y así como nos entregamos al baile cuando corresponde, también podemos alejarnos.
El espacio personal. Desde tomar tiempo para bañarse tranquila cuando el bebé tiene días, hasta ir al gym o a un recital. Esto también incluye cuándo y cómo retomar nuestras actividades laborales, hacer cosas que nos gusten o gratifiquen.
La “tribu”. Familia, amigas y otras mamás con las que compartir e intercambiar experiencias, consejos, o tan solo hacer catarsis. Quizás eso antes se daba de una manera más natural, cuando las mamás estaban en sus casas. Ahora tal vez necesitamos buscarla, armarla, de manera más intencional, a veces con personas que no son de nuestro núcleo familiar.
Pedir ayuda. Alguien nos metió el chip de que tenemos que poder con todo. Verbalizar qué necesitamos, tener conversaciones incómodas con la pareja, si lo estamos sobrellevando solas. Pagar, si se puede. Contar con abuelos o tíos. A veces somos nosotras las que no lo habilitamos.
Las rutinas. Por qué vamos a querer hacer un copy and paste de otras familias o seguir modelos, si podemos encontrar las propias, adecuadas a nuestros ritmos y necesidades, que nos organicen. Y ponernos de acuerdo en las responsabilidades compartidas.
No compararnos. Con lo que muestran las redes ni con otras mamás. Nuestra forma de maternar es única. Nuestros hijos son únicos. Nuestro vínculo también.
¿Qué acciones, pensamientos o actitudes nos ayudan a conectar con el lado A?
Estar presentes. En el momento, no hacer mil cosas a la vez. Veinte minutos de atención plena es un montón de tiempo, mucho más que una hora entrecortada y con el celular en la mano.
Conectar con la naturaleza. Algo que nos calma, nos cambia el ritmo.
Cultivar la gratitud. Hacer el ejercicio de buscar qué fue lo bueno del día, qué salió bien, en lugar de lo que falta.
Compartir cosas. Según la edad, cocinar juntos, mirar una peli, aprender algo nuevo, hacer collage, elegir ropa, leer. Hacer cosas que nos gusten.
La salida. Ir al parque, sacar entradas para un show, conocer un museo, quedar con amiguitos.
No al perfeccionismo. Dejar de lado las presiones y la exigencia de tener que hacer todo, y todo bien. Dejar de lado el miedo a equivocarnos. Luego de escucharlas, pienso en un detalle importante que pude ver con los años: todo pasa. Lo malo y lo bueno. Lo más difícil y lo más luminoso. Nuestros hijos crecen y ya no nos necesitan tanto. O mejor dicho: nos necesitan de nuevas formas. Un día se duermen solos, otro día se bañan y cuando te das cuenta, no tenés que buscarlos a la salida porque se toman un cole. Se van a terminar las noches entrecortadas, las fiebres, y también las pijamadas y los “contame un cuento”. Sí, vamos a tener más tiempo personal y a la vez un amor que nos modificó la vida entera. Y, como escribí en un texto, tomo nota de lo que dicen las abuelas: “Disfrutalos, nena, que crecen tan rápido”.
Te compartimos las preguntas que les hice a las mamás que me contaron sus experiencias para esta nota. A todas ellas, gracias.
¿Qué cosas buenas te trajo la maternidad? ¿En qué sentís que te modificó para bien?
¿Qué cosas hiciste o podés hacer para sobrellevar el lado B?
¿Qué acciones, pensamientos, actitudes te conectan con el lado A? ¿Qué te ayuda a disfrutar más esta etapa de tus hijas e hijos?
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