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Solidaridad

20 enero, 2022

El gran desafío de educar para el trabajo

Una charla con Silvia Uranga, directora de una fundación dedicada a la inclusión laboral de jóvenes de bajos recursos, para crear conversación sobre la necesidad de brindarles oportunidades y animarlos a diseñar un proyecto de vida.


Según el Programa de ONU para el Desarrollo, el desempleo entre los jóvenes argentinos casi triplica a la población adulta.

Por María Eugenia Sidoti. Fotos: Fundación Pescar.

Desde hace más de 40 años, Silvia Uranga se dedica a ayudar a las personas con el foco puesto en cuestiones vinculadas a la juventud y la educación. No es casual: dice que la vocación «de dar» fue algo que mamó desde chica, en su casa. Más tarde, decidió continuar con esa noble misión junto a Marcos Uranga, su marido, quien fuera un gran referente del polo argentino a nivel mundial. Junto a él buscó transmitirles el espíritu solidario también a sus siete hijos y mientras trabajaba sin descanso en el sueño de crear un futuro mejor para los jóvenes de la Argentina, fueron llegando, uno a uno, sus veinte nietos.

De profunda creencia religiosa, Silvia dio sus primeros pasos como catequista en Villa Jardín. Luego, encantada con la posibilidad de acompañar los procesos de aprendizaje, trabajó en distintas escuelas rurales y se dedicó a educar para vivir en democracia. Hasta que la difícil situación económica la llevó a dar un paso más allá: «Desde hace más de 20 años acompaño la inclusión social y laboral de jóvenes y no tan jóvenes», comparte en diálogo con Sophia la directora de Fundación Pescar Argentina, una organización sin fines de lucro cuyo objetivo principal es formar a personas de escasos recursos para que puedan insertarse en el mundo del trabajo y diseñar así un proyecto de vida realista. De ahí, su nombre: «Dale una caña y enséñale a pescar, y comerá el resto de su vida», reza el antiguo proverbio chino y Silvia comparte esa idea, con la convicción de que brindando herramientas educativas y humanas se puede ayudar a pescar grandes sueños.

Silvia Uranga es la directora de Fundación Pescar, una ONG que trabaja por la educación y la inclusión laboral.

La Fundación Pescar Argentina es una organización de la sociedad civil sin fines de lucro cuyo objetivo principal es formar a personas de escasos recursos económicos para que puedan insertarse en el mundo del trabajo y diseñar un proyecto de vida realista. Para lograrlo, trabaja en alianza con el sector privado, ONGs y organismos gubernamentales como socios estratégicos en la planificación, gestión y evaluación de proyectos que favorezcan la plena inclusión social y laboral. Más información: www.pescar.org.ar

«La palabra que describe mi paso por la fundación es superación», puede leerse en las redes sociales el mensaje de agradecimiento de Mónica López, una de las tantas jóvenes que, gracias a los programas de formación, lograron creer en ellas mismas para capacitarse y luego conseguir un empleo. Para ello, Pescar promueve y ejecuta diversos programas de alcance nacional que brindan formación personal –es decir, en habilidades socioemocionales– como así también formación técnico-profesional en diferentes rubros. Actualmente, tiene más de 20 centros en todo el país, además de otros programas de empleabilidad, y muchos de los egresados de sus capacitaciones lograron hacer carrera en importantes empresas, o bien crearon sus propios emprendimientos. «Les damos las herramientas para que ellos mismos escriban su futuro», asegura Silvia que, a sus 74 años, continúa trabajando sin descanso por la educación y la inclusión, preocupada por la gran crisis que atraviesa nuestra sociedad.

–¿Por qué surgió en vos la vocación de comprometerte con la inclusión laboral de las personas que atraviesan situaciones vulnerables?

–Creo que la persona se reconoce en su trabajo y hoy la brecha entre las posibilidades y las oportunidades se ha agrandado exponencialmente en nuestro país por falta de políticas públicas coherentes. Es por eso que creo indispensable acompañar en esta tarea de encontrar trabajo, con el desarrollo de las competencias que permitan llevarlo adelante y sostener el proyecto de vida de cada una de las personas que se acercan a la fundación para poder elaborar junto a ellas una trayectoria tanto personal como laboral. Y hablando de vocación… creo que todos los seres humanos tenemos algo para dar y si a ese dar se lo lleva adelante con responsabilidad y aceptando la realidad del otro, pero acompañando su crecimiento, se logran resultados inimaginables.

¿Cómo es el trabajo que realizás cada día y qué es lo más difícil y también lo más gratificante de esa tarea que tantas veces te hace tomar contacto con el dolor y la necesidad?

–Para mí, trabajar en equipo es fundamental: confiar en las decisiones del otro, sostenernos y motivarnos es lo que marca la diferencia. También vemos y reconocemos este valor, por ejemplo, en las familias de los jóvenes que se acercan a nosotros. Muchos padres hacen un gran esfuerzo para que sus hijos terminen la secundaria. Mujeres que son jefas de hogar y participan de diferentes cursos y programas tienen que reorganizar la logística del hogar y familiar; además de dejarse ayudar para poder progresar.

–Sumada a la difícil situación económica de nuestro país, la pandemia ha generado una gran crisis. ¿Cuáles son los datos que manejan y qué es lo que requiere un abordaje más urgente?

–Creo que si bien sufrimos la pérdida de seres queridos, de empleos e inclusión social –sobre todo en materia de educación– la pandemia nos trajo grandes desafíos y nos quedamos con muchos aprendizajes. Desde Fundación Pescar, en marzo de 2020 nos adaptamos a la virtualidad y, a pesar de las dificultades que eso implicó, llegamos a las casas de nuestros beneficiarios no solo sin interrumpir la capacitación, sino también acompañando a sus familias. En cuestión de resultados, se mantuvieron las métricas: deserción dentro de los cursos menor al 5% y el 76% de los egresados empleados. Creo que estos números demuestran que hay un interés y una necesidad real de capacitarse, que hay personas con ganas de superarse y que es necesario trabajar en el desarrollo de políticas públicas que apuesten, permitan y cuiden la educación de calidad y la generación de empleo.

–¿De qué manera llegan los beneficiarios?

–Trabajamos en articulación con el sector privado, el Estado y otras organizaciones de la sociedad civil. Juntos, difundimos las oportunidades de capacitación. Los beneficiarios llegan libremente: la inscripción a cualquiera de nuestros cursos es libre e individual y luego pasan por un sistema de entrevistas donde se conoce en profundidad a cada postulante para luego asignar las vacantes en función de la información que este proceso de entrevistas arroja.

–¿Cuáles son los sueños y las ganas que tienen y cuáles las limitaciones que ves en general?

–Esta es una pregunta muy linda, porque creo que muchos hemos tenido y tenemos los mismos sueños y ganas: independizarse, poder explotar dones y talentos, retribuir el esfuerzo que hicieron en sus casas por ellos, formar una familia. Creo que quienes se anotan en Pescar tienen muchas ganas de aprender. Pero a veces no saben cómo hacerlo o quizás nunca tuvieron la posibilidad de acceder a un curso gratis de calidad. También ven en nuestras convocatorias desafíos que los mueven a cumplir sus sueños, ya que nuestros programas de formación intensiva son sincrónicos, tienen las mismas horas de formación personal que de formación técnica, más seguimiento posterior y medición de impacto.

–¿Qué es lo más complejo del panorama con el que se encuentran todos los días y cómo logran sortear esos obstáculos?

–Creo que lo más difícil es haber encontrado tantos jóvenes a los que se les ha dicho, en muchas oportunidades, que no hay futuro, que no pueden… Por suerte, no se convence tan fácil a los jóvenes y me he encontrado con cientos y cientos de ellos dispuestos a seguir estudiando, a seguir capacitándose y a trabajar por un futuro mejor para ellos, para su entorno y para nuestro país. Y en este sentido, uno de los temas que más nos motiva a seguir adelante, perfeccionándonos, mejorando como equipo y buscando nuevas donaciones, es que de cada 10 personas que aplican, pasan por las entrevistas y pueden quedar seleccionados, tenemos lugar para 1.

–¿Te gustaría compartirnos alguna linda historia que nos ayude a comprender mejor cómo cambia la vida de quienes reciben por fin una oportunidad?

–Son tantas las historias que es difícil seleccionar una, pero todas tienen un hilo conductor: la esperanza seguida de competencias y habilidades adquiridas en la capacitación para su inclusión social y el esfuerzo que tenemos que hacer para conseguir un trabajo. Pienso en Jesica, egresada del programa Belleza por un Futuro que ejecutamos junto a L’Oréal Argentina, en el que capacitamos en los oficios de peluquería y maquillaje. Ella fue un ejemplo de perseverancia y constancia a lo largo de todo el curso. Por esas cuestiones de la vida, la cursada no fue nada fácil, pero ella no bajó los brazos. Luchó muchísimo y consiguió trabajar para la marca Maybelline como asesora de belleza en un centro comercial. Luego, a partir de una articulación con el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat logró mudarse a una casa con su pareja y hoy está embarazada, esperando el nacimiento de su primer hijo.

–¿De qué manera la gente puede sumarse y ayudar para que Pescar siga adelante con su tarea?

–Hay muchas posibilidades, lo que buscamos es que todos los que compartan nuestra misión puedan sumarse desde su lugar. Puede ser abriendo un programa con la metodología de Centros Pescar, financiando talleres, cursos, programas, contratando egresados. De alguna forma, funcionamos como una consultora de recursos humanos. Contamos con una gran de red de egresados capacitados con muchas ganas de insertarse al mercado laboral. Por eso, ofrecemos a las empresas hacer intermediación laboral: recibimos búsquedas de empleo, las difundimos entre los egresados que cumplen con los requisitos y presentamos al selector los perfiles idóneos.

–¿Por qué una empresa debería darle empleo a alguno de los jóvenes que egresan de la fundación?

–La verdad es que vemos que la incorporación de egresados Pescar cambia la cultura interna de la empresa, al achicar la brecha entre el mundo del trabajo y los jóvenes de sectores vulnerables. Los empleados se comprometen con el progreso y el desempeño de los jóvenes y esto renueva la motivación y el sentido de pertenencia.

ETIQUETAS Argentina educacion pobreza sociedad solidaridad trabajo

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