La mitología en Sophia. La mitología es algo vivo, un modo de aproximación a las inquietudes más profundas de la humanidad. Es un proceso siempre abierto y actual; un acontecimiento sagrado en continua reelaboración. Las figuras mitológicas de Eco y Narciso, atados a sus respectivos martirios, pueden servirnos de inspiración todavía hoy. Su historia de amor no correspondido, imposibilitado de concretarse, conserva intacta su fuerza trágica. La psicología moderna ha usado las figuras de este mito para nombrar los trastornos del desarrollo conocidos como “narcisismo” y “ecoísmo”. Las personalidades narcisistas, al igual que el pastor, no pueden dejar de mirarse a sí mismas; las ecoístas, al igual que la ninfa, asienten y consienten en todo porque no soportan el rechazo y la soledad. Necesariamente, la relación entre ambos deviene en un vínculo patológico de dependencia emocional, también conocido como “codependencia afectiva”. Solo superando esta polaridad Narciso-Eco puede surgir un verdadero amor. Por Laura Ponce*. Ilustración de Maite Ortiz.
En la mitología griega, Eco era una ninfa de la montaña que había sido educada por las musas. Era muy elocuente, generaba animadas conversaciones y contaba maravillosas historias, por lo que Zeus le encargó que entretuviera a su esposa, Hera, mientras él visitaba a las ninfas con las que tenía amoríos. Durante un tiempo funcionó, pero cuando Hera descubrió el engaño, castigó a Eco quitándole el don del habla y la obligó a repetir la última palabra que decía la persona con la que quisiera dialogar.
Así fue como Eco se retiró a vivir en el campo, alejándose de todos. Fue allí donde conoció a Narciso, un hermoso pastor que despertaba la fascinación de hombres y mujeres, y se enamoró perdidamente de él. Disimuladamente lo seguía siempre, a todas partes, hasta que un día él la descubrió. Narciso le habló, y como ella no podía responder más que repitiendo las últimas palabras de las frases que le decía, pensó que se burlaba de él. Desesperada, Eco pidió ayuda a los animales del bosque para que le comunicaran a Narciso el amor que sentía. Y cuando por fin se lo hicieron saber, Narciso se rió de ella.
Entonces, Eco huyó devastada, se ocultó en una cueva en las montañas y nunca más salió de allí hasta que su cuerpo se consumió. Desde aquel momento solo su voz permanece, repitiendo todavía la última palabra de quienes se internan en esos parajes.
Con el tiempo, Narciso no quedaría impune. Némesis, quien castiga la soberbia y repara las injusticias, lo maldijo. El joven pastor se acercó al borde de un lago para beber, y al ver su reflejo en el agua, se enamoró de él. Algunos dicen que se dejó morir allí, incapaz de moverse; otros sostienen que murió ahogado intentando alcanzar su propia imagen. Lo cierto es que la maldición de Némesis lo acompañó al Inframundo, donde aún es atormentado por su propio reflejo en el río Estigia.
*Escritora, especialista en mitología y ciencia ficción.
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