Sociedad
27 agosto, 2021
Dar lugar a las personas: ¿qué significa y cómo hacerlo bien?
Caminar junto a otros en cualquier camino que se encuentren, sin juzgarlos, sin hacerlos sentir inadecuados, sin intentar reparar o arreglar sus vidas. De eso se trata abrir las puertas del alma para hacer lugar a los demás...

Fotos: Unsplash
Por Heather Plett
Cuando mi madre se estaba muriendo, mis hermanos y yo nos reunimos para acompañarla durante sus últimos días. Ninguno de nosotros sabía cómo apoyar o estar con alguien durante la transición de esta vida a la otra, pero estábamos seguros de hacerlo en casa y así lo hicimos.
Mientras apoyábamos a nuestra madre, una enfermera paliativa muy talentosa nos apoyaba a nosotros. Ann venía algunos días a cuidarla y a informarnos sobre qué esperar en los próximos días. Nos enseñó cómo inyectarle morfina cuando se sentía dolorida y se ofreció a hacer las tareas difíciles (como bañarla); también nos brindó la información que necesitábamos para saber qué hacer con su cuerpo una vez que su espíritu lo hubiera abandonado.
“Tómense su tiempo”, nos dijo. “No necesitan llamar a la funeraria hasta que estén listos. Junten a la gente que desea despedirse. Siéntense con su madre todo el tiempo que necesiten. Cuando estén listos, llamen y ellos vendrán a recogerla”.
Ann nos dio un regalo increíble en esos últimos días. A pesar de ser una semana dolorosa, sabíamos que había alguien sosteniéndonos y que estaría dispuesta si la necesitábamos.
En los dos años que han pasado desde entonces, pienso a menudo en Ann y en el rol importante que ella tuvo en nuestra vida. Ella hizo mucho más de lo que involucra ser una enfermera paliativa. Ella hizo de facilitadora, entrenadora y guía. Nos ofreció su apoyo y su guía cariñosa y sin juicio. Nos ayudó a caminar el trecho más difícil de nuestras vidas.
El trabajo que hizo Ann puede ser definido por un término de uso común en los círculos en los que trabajo. Ella estaba “haciéndonos un lugar”.
¿Qué significa hacer o guardar un lugar para otra persona? Significa que estamos dispuestos a caminar junto a otra persona en cualquier camino que se encuentre, sin juzgarla, sin hacerla sentir inadecuada, sin intentar reparar o arreglar su vida, sin influenciar en el resultado. Cuando estamos haciendo un lugar para alguien, abrimos nuestros corazones, ofrecemos apoyo incondicional, y abandonamos nuestros juicios y nuestro deseo de controlar.
A veces, nos encontramos haciendo un lugar para alguien, que a su vez hace un lugar para otro, por ejemplo. Ann nos hacía un lugar a nosotros mientras nosotros le brindábamos un lugar a nuestra madre. Aunque no sé nada sobre este sistema de apoyo, sospecho que hay otros que le brindan un lugar a Ann mientras ella hace este trabajo difícil y significativo. Es imposible poder ser un sostén fuerte para otro sin que otros hagan un lugar para nosotros. Incluso las líderes más fuertes, enfermeras, entrenadoras, etc., necesitan saber que tienen gente con la que pueden ser vulnerables y débiles, sin temor a ser juzgadas.
En mi propio papel de profesora, facilitadora, entrenadora, madre, esposa y amiga, hago lo mejor que puedo para “hacer un lugar para otros” de la misma manera en que Ann lo ejemplificó tan bien para mí y para mis hermanos. No siempre es fácil, porque personalmente tengo esa tendencia humana de querer arreglar a la gente, darles consejo o juzgarlos por no avanzar en su camino, aunque lo sigo intentando porque creo que es importante. Al mismo tiempo, hay gente en mi vida en la que puedo confiar para que haga un lugar para mí.
Para apoyar a alguien en su propio crecimiento, transformación, duelo, etc., no podemos hacerlo sacándoles su poder (intentando arreglar sus problemas), avergonzándolos (insinuando que deberían saber más de lo que saben) o abrumándolos (dándoles más información de la que están listos para recibir). Tenemos que estar preparados para dar un paso al costado para que esa persona pueda tomar sus propias decisiones, ofrecerle amor y apoyo incondicional, darle una guía amorosa cuando sea necesario y hacerla sentir segura, aunque comenta errores.
“Hacer lugar a otro” no es algo exclusivo de los facilitadores, entrenadores o enfermeros paliativos. Es algo que todos podemos hacer entre nosotros, a nuestros compañeros, hijos, amigos, vecinos e incluso extraños con los que comenzamos una conversación en nuestro viaje al trabajo.

Aquí comparto las lecciones que he aprendido de Ann y de otros que “me han brindado un lugar”:
Brindar a la gente el permiso para confiar en su propia intuición y sabiduría. Cuando estábamos apoyando a mi madre en sus últimos días, no contábamos con ninguna experiencia, y aun así, intuitivamente sabíamos lo que era necesario. Sabíamos cómo llevar su pequeño cuerpo al baño, sabíamos cómo sentarnos y cantarle canciones y sabíamos cómo darle amor. Incluso sabíamos el momento en el que había que inyectarle el medicamento para calmar el dolor. De una manera muy amable, Ann nos hizo saber que no necesitábamos hacer las cosas siguiendo un protocolo de cuidados sanitarios; simplemente necesitábamos confiar en nuestra intuición y sabiduría acumulada después de muchos años de amar a nuestra madre.
Brindar a la gente solo aquella información que pueda manejar. Ann nos dio solo un poco de instrucciones simples y algunos folletos, pero nunca nos abrumó con más información de la que podíamos procesar en ese momento delicado de duelo. Demasiada información nos hubiera hecho sentir incompetentes e indignos.
No quitarles el poder. Cuando les sacamos el poder de decidir a las personas, las hacemos sentir inútiles e incompetentes. Hay momentos en los que hay que tomar las riendas y tomar decisiones por otros (cuando se está lidiando con una adicción y una intervención parece lo único que podría salvarles), pero en casi la mayoría de los casos, la gente necesita su autonomía para realizar sus propias elecciones (incluso nuestros hijos). Ann sabía que necesitábamos sentirnos empoderados para tomar decisiones en lugar de nuestra madre, y de esta manera nos ofreció su apoyo, pero jamás intentó controlar o dirigirnos.
Mantener tu ego fuera del asunto. Esto es muy importante. Todos caemos en esta trampa de vez en cuando cuando empezamos a creer que el éxito de una persona depende de nuestra intervención, o cuando creemos que su fracaso habla mal de nosotros, o cuando estamos convencidos que cualquier emoción que puedan descargar en nosotras tiene que ver con nosotros en vez de ellos. Es una trampa en la que suelo caer cuando enseño. Puedo sentirme más preocupada por mi propio éxito (¿les gusto a mis estudiantes? ¿sus notas reflejan mi habilidad como profesora?), que por su éxito. Pero esto no le sirve a nadie, ni siquiera a mí. Para apoyar el crecimiento de verdad, necesito mantener mi ego fuera de la ecuación y crear un espacio en el que los demás puedan crecer y aprender.
Hacerles sentir lo suficientemente seguros para fracasar. Cuando se está aprendiendo, o pasando por un duelo o transición, con seguridad se van a cometer errores en el camino. Cuando nosotros, siendo su sostén, evitamos juzgarlos o humillarlos, les podemos ofrecer una oportunidad para mirar hacia adentro y encontrar el coraje para arriesgarse y la perseverancia para continuar incluso cuando se fracasa.
Aprender. Cuando logramos que puedan entender que el fracaso es simplemente una parte del viaje y no el fin del mundo, pasarán menos tiempo flagelándose por sus errores y más tiempo aprendiendo de ellos.
Brindar guía y ayuda con humildad y consideración. Alguien que es un sostén sabio sabe cuándo no dar consejos (cuando genera que la persona se sienta tonta e inadecuada) y cuándo ofrecerlos amablemente (cuando la persona lo pide, o cuando se siente tan perdida que no sabe qué pedir). Aunque Ann no nos quitó poder ni autonomía, sí se ofreció para venir a ayudarnos a bañar a nuestra mamá y hacer algunas de las tareas más difíciles dentro de los cuidados. Esto fue un gran alivio para nosotros porque no teníamos práctica y no queríamos que nuestra madre se sintiera avergonzada (hacer que sus hijos la vieran desnuda, por ejemplo). Este es un baile cuidadoso que todos tenemos que bailar cuando le hacemos un lugar a otro. Reconocer las áreas en las que se siente más vulnerable e incapaz y ofrecer la ayuda adecuada sin avergonzar, conlleva práctica y humildad.
Crear un espacio para emociones complejas, miedo, trauma, etc. Cuando la gente se siente apoyada de manera profunda, se siente lo suficientemente segura para permitir que otras emociones complejas normalmente escondidas puedan emerger a la superficie. Alguien que es un verdadero sostén de lugar/espacio, sabe que esto puede ocurrir y estará preparado para darle espacio de una forma amable y sin juicios. En “The Circle Way”, hablamos de sostener la orilla del círculo para la gente. El círculo se convierte en el espacio en el que la gente se siente a salvo para desplomarse sin miedo o porque la gente de la habitación la va a avergonzar. Siempre hay alguien allí para ofrecer fuerza y coraje. Este no es un trabajo fácil y es un trabajo del que continuamente voy aprendiendo al dirigir charlas desafiantes. No podemos hacerlo si nos sentimos muy emocionales, si no hemos realizado el trabajo duro de mirar dentro de nuestras propias sombras, o si no confiamos en aquellos a los que les estamos haciendo un lugar. En el caso de Ann, ella hizo todo esto al mostrarse considerada, compasiva y segura en sí misma. Si se hubiera mostrado de otra manera, insegura para manejar situaciones difíciles o temerosa de la muerte, no habríamos podido confiar en ella como lo hicimos.
Permitir que tomen diferentes decisiones y tengan diferentes experiencias a las nuestras. Hacer lugar tiene que ver con respetar las diferencias de los demás y reconocer que esas diferencias pueden llevarlos a tomar decisiones diferentes a las nuestras. Algunas veces, por ejemplo, incluye tomar decisiones basadas en normas culturales difíciles de entender desde nuestra propia experiencia. Cuando le hacemos lugar a alguien, abandonamos el control y honramos nuestras diferencias. Esta fue nuestra experiencia cuando Ann nos apoyó al tomar una decisión sobre qué hacer con el cuerpo de nuestra madre una vez su espíritu ya no estuviera. Nos dio la libertad de realizar cualquier ritual que quisiéramos realizar en la privacidad del hogar de nuestra madre antes de que su cuerpo fuese retirado.
“Hacerle el lugar a alguien” no es algo que se logre dominar de un día para otro, o que pueda explicarse a través de una lista de consejos como los que acabo de dar. Es una práctica compleja que va evolucionando a medida que la practicamos, y es única para cada persona y situación.
Es mi intención aprender a lo largo de mi vida qué significa “hacerle espacio a otra persona”. Así que, si tienes alguna experiencia distinta de la mía y te gustaría añadirla a este post, por favor, puedes hacerlo en los comentarios.
Publicado en inglés en heatherplett.com/2015/03/hold-space con el título Qué significa “Hacerle lugar a alguien”. Ocho consejos para hacerlo bien. Traducido por Raquel López.
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