Sophia - Despliega el Alma

Reflexiones

2 mayo, 2023

Cuando menos significa más

Hacernos fuertes en la soledad del desierto que nos toque atravesar, es la invitación de este texto que nos lleva a preguntarnos quiénes somos y qué necesitamos de verdad para sentirnos a gusto con nuestra existencia.


Abrazar nuestras fortalezas

Por Sergio Sinay

En 1704, el buque británico Cinque ports navegaba entre las islas del archipiélago Juan Fernández, en el Pacífico Sur, a la altura de la región chilena de Valparaíso, un verdadero nirvana hoy declarado Reserva Mundial de la Biósfera por la UNESCO. Por razones que nunca quedaron en claro, se desató una dura pelea entre el capitán de la fragata y uno de los marineros, Alexander Selkirk. Como resultado de la trifulca, el capitán decidió abandonar a Selkirk en una de las islas desiertas del archipiélago, con unas pocas provisiones. Una vez que estas se terminaron el hombre sobrevivió allí por sus propios medios, valiéndose de lo que la naturaleza le ofrecía y aislado de toda presencia humana.

Así fue hasta que en 1709 fue rescatado, casi por casualidad, por otro buque inglés, el Duke. Ni bien fue conocida su historia fascinó a sus compatriotas, y uno de ellos, el escritor y periodista Daniel Defoe (1660-1731), se inspiró en ella para escribir una novela que se convertiría en un clásico de la literatura universal: Robinson Crusoe.

Analizada y discutida desde diferentes perspectivas a lo largo de los tiempos, se trata, en síntesis, del relato de una supervivencia en la que, en plena soledad, un hombre se enfrenta a sus fortalezas y debilidades, a sus temores y esperanzas, a sus creencias y a sus decepciones, a sí mismo y al entorno natural. Reflexionando sobre su propia obra (que alcanzó de inmediato un notable éxito y una gran difusión), Defoe escribió: “Todo nuestro descontento por aquello que no tenemos parece provenir solamente de nuestra falta de gratitud por aquello que tenemos”.

Necesidades y deseos

Las palabras de Defoe, y toda la novela, merecen atención en estos tiempos de crisis social y económica, de deseos y aspiraciones frustrados, de limitaciones que se multiplican. Sobre todo, cuando esto sucede en una era en la que la tecnología nos promete paraísos en la tierra, la ciencia parece poderlo todo, incluso el fin de las enfermedades y acaso la inmortalidad, una época en que se nos ofrece la ilusión de vencer al tiempo y al espacio y de refugiarnos en mundos virtuales, a prueba de incertidumbre y de imponderables, a prueba, en fin, de la indomable realidad.

Esa realidad nos dice cada día que todo no se puede, que muchas de nuestras fantasías no se plasmarán y que, acaso, es momento de prescindir de mucho de lo que tenemos y creemos asegurado para siempre, si queremos mantener a flote la nave de nuestra existencia. Tiempo de estrecheces, de aprender a decir no, a resignar, a desprenderse. Todo eso, que nos ofusca y hasta nos deprime, puede verse también como una oportunidad. ¿Necesitamos todo lo que tenemos? ¿Sabemos distinguir nuestras necesidades de nuestros deseos? ¿No estará nuestra vida sobrecargada de un peso material, fatuo, que bajo la apariencia de un “merecido” confort, nos impide explorar el sentido de nuestra presencia en este mundo?

«Es momento de prescindir de mucho de lo que tenemos y creemos asegurado para siempre, si queremos mantener a flote la nave de nuestra existencia. Tiempo de estrecheces, de aprender a decir no, a resignar, a desprenderse. Todo eso, que nos ofusca y hasta nos deprime, puede verse también como una oportunidad».

Necesidad es aquello que no puede no ser atendido. El hambre (no el apetito), la sed (no el deseo de una gaseosa o una bebida alcohólica), el aire (no la aspiración de refinadas fragancias), la cobertura de la intemperie (no un lujoso departamento en una torre “inteligente”), el vínculo con otros seres humanos (no el mero trato epidérmico ni la relación “social” de conveniencia o el “contacto” en una red social), el reconocimiento (no el éxito, la fama ni el halago), el amor (de pareja, de familia, de amistad), la posibilidad de expresión de nuestras capacidades y dones para ofrecerlos al mundo y sentirnos autorrealizados, como señalaba el gran psicoterapeuta existencial estadounidense Abraham Maslow (1908-1970). No son muchas las necesidades, pero su desatención puede ocasionar la muerte, en el caso de las básicas y fisiológicas, o el padecimiento psíquico y emocional, en el caso de las existenciales.

El perro insaciable

Los deseos, en cambio son innumerables e infinitos. Se reproducen continuamente y toman las formas más curiosas y caprichosas. La función de los deseos no es mantenernos vivos, como en el caso de las necesidades, sino simplemente desear. Por eso, en cuanto un deseo es saciado aquello que lo motivaba deja de interesarnos, lo olvidamos o nos aburre, y de inmediato es remplazado por otro, y así en una serie inacabable. Los deseos no nacen para satisfacernos, sino para mantenernos insatisfechos, para rellenar fugazmente el vacío interior de las preguntas trascendentes no respondidas. ¿Quién soy? (no quién debo ser según mandatos y expectativas ajenas). ¿Para qué vivo? (la respuesta no es “para pasarla bien”, “para ser rico”, “para ser famoso”, “para ser inmortal y eternamente joven”). ¿Cuáles son mis valores y cómo los estoy expresando a través de mis acciones y conductas? ¿Qué huellas estoy dejando en el mundo, en otros, para que mi paso por la vida no haya sido un parpadeo sin sentido?

Los deseos se sacian, y la saciedad es siempre breve. Las necesidades se atienden. Un deseo no saciado nos perturba, nos aparta de lo importante, es un perro que aúlla en la noche al pie de nuestra ventana y el hueso que le tiramos lo calma por un tiempo breve. Una necesidad atendida brinda calma, serenidad, equilibrio, nos permite conectarnos con lo esencial de la vida.

Somos habitantes de una cultura en la que continuamente se nos estimulan deseos disfrazándolos de necesidades. Una cultura consumista, a la que le fastidian las limitaciones, la palabra “no”, la cultura del “tenelo ya”, del “no te lo podés perder”, la cultura del “no te quedes afuera”. Hoy estamos ante una realidad que nos recuerda los límites, que nos enfrenta con la evidencia de que no se puede tenerlo todo, ni de inmediato, y de que hay que quedarse afuera de muchas cosas banales y prescindibles para tener el tiempo, la atención y la posibilidad de entrar en ese espacio tan poco transitado que suele ser nuestra interioridad, y conectar allí con nuestras necesidades. Una realidad que nos propone explorar la posibilidad de que menos sea más. Menos de lo evidente y más de lo trascendente. Así como al marinero Alexander Selkirk y su alter ego Robinson Crusoe no eligieron la experiencia que atravesaron, pero crecieron y se conocieron a sí mismos y a las verdades del mundo en ella, se nos abre el desafío de expandir horizontes donde creemos que se cierran.

El padre de la filosofía occidental, Sócrates, un sabio de verdad, vivía de un modo austero y solía recorrer las calles y el mercado de Atenas, cinco siglos antes de Cristo. Hablaba con la gente, hacía preguntas que obligaban a revisarse a uno mismo y conversaba con las personas a partir de las respuestas. Todas las tardes se aparecía por el mercado y jamás compraba nada. Cuando le preguntaban para qué iba, su respuesta era: “Vengo a comprobar cuán numerosas son las cosas que no necesito”. ¿Sabemos cuántas son las cosas que no necesitamos? Son tiempos aptos para la respuesta.

¿Te gustaría recibir notas como esta en tu e-mail?

Suscribite aquí y te las enviaremos a tu casilla todos los meses

No está conectado a MailChimp. Deberá introducir una clave válida de la API de MailChimp.

Comentarios ()

Más de Reflexiones

«Nosotros» contra «ellos»: dolores de siempre,...

Encontrar en el otro, en el diferente, a un enemigo, se ha convertido en una de las calamidades máximas de la humanidad. En esta reflexión, un llamado al respeto, a la racionalidad y a la tolerancia.

La sombra de este tiempo

Destrucción sistemática del medio ambiente, intolerancia racial y religiosa. De cómo la suma de nuestras sombras individuales impactan a nivel colectivo, pero también nos invitan a ir juntos en busca de la luz.

El machismo libertario

Una radiografía de ese peligro que avanza: la violencia disfrazada de libertad, en un escenario político donde se exacerba el modelo tóxico de las eternas luchas de poder ligadas a las conquistas del «macho alfa».