Con tu jefe, con tu psicólogo, con ese actor de la última película que viste. Según los expertos, las fantasías son como ventanitas para descifrar qué nos está pasando con nuestra pareja. Por Isabel Martínez de Campos. Foto: Getty Images.
Encontrarse con un ex y sentir que el corazón bombea sin parar, acordarse de una relación sexual de vieja data y querer retroceder en el tiempo, cruzarse con el marido de una amiga y desnudarlo con la mirada, sentir que ese compañero de trabajo puede ser algo más que un compañero… y todo esto estando casada o en pareja desde hace meses, años o décadas. ¿Es normal tener fantasías? ¿A todas nos pasa?
“Hay una estadística que dice que el 70% de las mujeres tiene fantasías, pero yo me atrevo a decir que las tenemos todas en algún momento de la vida”, afirma Lucila Martin, jefa del Servicio de Sexología del área de Ginecología del Hospital de Clínicas.
Las fantasías existen desde que el mundo es mundo. Son universales y están relacionadas con la tendencia natural del ser humano de soñar con lo que no tiene, con lo que no tuvo o con lo que perdió, dicen los expertos.
“Algunas mujeres se asustan mucho cuando fantasean con otro. Se preguntan cómo puede ser que fantaseen con su ex marido, con la pareja de alguna amiga y hasta con una mujer. Otras, en cambio, dan rienda suelta a sus impulsos. Hay mujeres que por Internet largan cosas increíbles que no sueltan nunca en su vida cotidiana. Se permiten escribir o relatar cosas extravagantes y hasta bizarras bajo el anonimato y la máscara del cybersex”, relata Adrián Sapetti, presidente de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana.
Pero la pregunta del millón es ¿por qué sucede esto? ¿Hay alguna hormona que se despierta con el sabor de lo prohibido? ¿Será que tenemos vergüenza de mostrar quiénes somos con la persona que tenemos más cerca o simplemente estamos aburridas, llenas de rutina?
Las fantasías forman parte de la naturaleza humana. Sin embargo, para muchos de los expertos son, como los sueños, oportunidades para descifrar algo más.
“Son como escapismos silenciosos que tiene la mente para no sentirse atrapada en una situación frustrante. Mecanismos de defensa que muchas veces evitan que la persona confronte con su pareja lo que le está pasando y elija el camino más fácil, que es fantasear”, opina la doctora en Psicología Ernestina Arhancet.
Esa loca pasión
A los ojos de los expertos, el tema es complejo. Uno más uno no es dos. Hasta nuestros días aún no se ha descubierto ninguna hormona que entre en acción ante situaciones prohibidas. Pero se sabe, y lo dice la mayoría de los sexólogos, que la pasión no es eterna y que hormonalmente la pareja cae por su propia naturaleza en períodos de meseta. Es en esta etapa cuando por propia gravitación entra a tomar protagonismo el verdadero amor, que se caracteriza por la empatía, el respeto, la comprensión y el abrirse al otro desde la verdad, lo que va mucho más allá de lo sexual. Somos seres espirituales. En las personas hay alma y emoción, y por supuesto amor, que implica cuidarse, protegerse, descubrirse, hacerse vulnerable.
El encuentro
“La atracción sexual es la preciosa trampa que la naturaleza les tiende al varón y a la mujer para que tengan hijos. Se basa en la hormona del deseo: la testosterona. Es muy breve el lapso en que funciona esa hormona: el suficiente para procrear y para que el varón se sienta atraído para fecundarla. A partir de la fecundación empieza a regir para la mujer la oxitocina. Es la hormona del apego, por la cual ella cuida a su bebé y él cuida a la madre de su hijo. Algunos varones abandonan a la mujer en ese lapso porque posiblemente la cultura machista sea superior a la oxitocina. Pero más allá de estas situaciones, la oxitocina prepara a los organismos masculino y femenino para la continuidad de la relación, mientras dura la crianza, lo que sirve para asegurar la continuidad de la especie. Se recuerdan los tiempos apasionados, cuando las hormonas de la atracción sexual unieron a la pareja”, explica Isabel Boschi, presidenta de la fundación que lleva su nombre para Sexualidad, Familia y Educación.
De la pasión al amor
Según Boschi, la cultura se encarga de hermosear y mistificar el flechazo de la pasión. Lo que viene después de la pasión es una construcción. Es más realista y menos romántica, pero más duradera. Se pretende que la pasión sea eterna, pero es efímera, y con inteligencia y deseo se transforma en un sentimiento estable: el amor. El amor es maravilloso pero no es la pasión. Es la maduración de la pasión. “Todo lo nuevo y desconocido despierta una curiosidad propia de las mentes inquietas. Son nuevos universos para investigar, nuevas personas a quienes seducir. Hay orígenes neurofisiológicos hormonales para el deseo, pero también se incrementa por la prohibición de lograr un objeto apetecido. Las etapas que atraviesa el deseo son los momentos iniciales de pasión impulsiva, de obsesión por estar cerca de la persona amada, de desesperación ante el peligro de distanciarse o de perderla, y paulatinamente, si el vínculo no se quiebra por abandono de alguno de los dos, entra en una meseta de tranquilidad,” agrega Boschi. Así, queda claro desde lo biológico que la intensidad no es eterna. Por eso, aparecen las fantasías, para encender chispas olvidadas o, por qué no, añoradas. “No somos responsables por buscar placer. Es tan natural como eludir el dolor”, concluye Isabel Boschi.
Hay fantasías y fantasías
Muchas mujeres consultadas aseguran que cuando fantasean con otro lo pasan mal. En algunos casos, porque sienten que traicionan al marido; en otros, porque entran en una vorágine de pasión que es difícil de parar; en otros, porque no pueden pensar en otra cosa y seguir su vida cotidiana. Más allá de juzgar si vale la pena o no hacer realidad las fantasías –en cuyo caso dejarían de ser fantasías y se transformarían en realidad–, “la fantasía puede ser buena cuando suma a la realidad, no cuando la suple. Ahora, si la mujer siempre necesita de esa fantasía recurrente y se aisla, está evidenciando una dificultad en los contactos, en lo social, en lo vincular. Quedarse pegada a la fantasía puede ser empobrecedor”, aclara Sapetti. En ese sentido, la psicóloga Patricia Faur también agrega que hay que distinguir dos tipos de fantasía: la que habla del coqueteo con una persona ajena a la propia pareja, y la fantasía amorosa, más relacionada con el amor, donde una desea de verdad que pase algo. “En el consultorio observo muchas fantasías de reencuentro con una ex pareja, pero con el deseo de que esto suceda. Éstas son fantasías amorosas. Y ahí es claro que hay algo que está fallando en la propia pareja. Hay un lugar que esta fantasía está ocupando para taponar alguna otra cosa con la que la persona no se quiere conectar porque le causa dolor, como un temor a afrontar el conflicto en nuestro matrimonio”, explica la psicóloga. Cuando la fantasía empieza a ocupar un lugar preponderante en nuestra vida, es bueno preguntarse de qué estoy escapando, qué aspectos del otro me molestan. En definitiva, es como una ventanita que se nos abre y no tiene que ser tormentosa, sino una alternativa para conocerse y crecer, para saber qué quiero cambiar de mi vida y de mi relación de pareja. “Es bueno preguntarse por qué me viene, qué estoy poniendo en ese personaje, qué me frustra del hoy”, explica la doctora en psicología Ernestina Arhancet.
En la pareja
Muchas veces las fantasías pueden compartirse entre dos. Y en ese sentido es fundamental la confianza, la intimidad emocional, la comunicación más allá del juicio y la vergüenza. Esto se construye a través de los años, a medida que en nuestra relación desnudamos el alma, cuando la mirada del otro no elabora juicios, cuando nos podemos permitir exponernos de cuerpo, mente y corazón. “Una pareja con intimidad emocional puede edificar el erotismo dentro de ella. Primero hay que tener mucha confianza para construir las fantasías. Los miembros de una pareja, cuando están abiertos al diálogo, desnudan su alma y muchas veces cuentan cosas que son vergonzantes o que les dan pudor. Si en algún momento esto es utilizado por el otro para agredir, para descalificar o para desvalorizar fuera del escenario de la sexualidad, se rompe la confianza y nunca más se va a poder restablecer. Intimidad emocional es respeto, apertura y confianza; en una palabra, amor”, dice la psicóloga Patricia Faur.
A la hora de amar en pareja, lo ideal es la intimidad emocional. Sacar la loba interior a veces cuesta. Pero no hablamos de esa loba de mujer sensual, con siliconas, comedora de varones, que incitan los medios de comunicación. “Nos referimos más a la esencia instintiva que hay en nuestro interior, a la que se destapa sin recelo y sin juicio previo. A la que se atreve a ser, sin temores ni imposiciones”, explica la consultora psicológica Mercedes Valls.
Vivimos inmersas en una cultura que exacerba los ideales imposibles, que nos impone un mundo que de tan fantaseoso se vuelve irreal. El mejor estímulo es mirarse mutuamente desde la verdad. ¿Qué nos pasa? ¿Cómo está nuestro vínculo? Quizás ver por qué no nos podemos desnudar con el otro es algo que debemos investigar. Muchos son los prejuicios que venimos acumulando desde hace años como mujeres y es todo un trabajo animarse a derribarlos.
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