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Sociedad

15 octubre, 2021

Criar en tribu

Los grupos de crianza contienen, acompañan y apoyan a las madres frente a la soledad de la vida moderna, los miedos y las dudas de la maternidad. ¿Por qué la comunidad es fundamental para vivir y disfrutar a pleno de esta etapa?


Una auténtica tribu: no se conocían, pero se unieron a través de una app para dar sus primeros pasos como mamás.

Por Carmen Ochoa

Comenzar a transitar el mundo de la maternidad es adentrarse valientemente por un camino inexplorado, donde cada paso es un misterio. No importa que hayas leído todos los libros sobre puerperio, pediatría o crianza. Cuando sos madre la vida cambia –así de simple e inesperado– y las prioridades comienzan a ser otras. Sin darnos cuenta, nuestro entorno social se ve eclipsado, mientras la vida transcurre entre las horas de amamantar y los cambios de pañales. Los objetivos profesionales quedarán por un tiempo en el olvido, porque lo primordial será poder bañarnos o disfrutar de una siesta. Y hasta cederemos nuestro preciado tiempo libre, para dedicarnos –por completo y felizmente– a nuestro bebé.

Sin embargo, además de la alegría por ser madres, también llegarán el cansancio, la soledad, el sentimiento de responsabilidad extrema, la falta de tiempo, la preocupación constante por saber si estamos criando bien a ese ser indefenso que trajimos al mundo. E incluso la culpa por no parecernos a las madres que vemos en las revistas o en la TV, además de las dudas de si estamos haciendo (o no) las cosas correctamente.

Un proverbio africano dice que “para criar a un niño hace falta una tribu”. Y nada más necesario para afrontar las primeras vivencias como madres, que contar con una red de contención para acompañarnos y aconsejarnos en esta nueva etapa, o compartir experiencias sin filtro. Pero que no solo priorice las necesidades del bebé, sino también nuestra vulnerabilidad como mamás. Es que los tiempos cambiaron, la sociedad creció y la modernidad alejó a las familias y a los afectos cercanos, dejando solas a las madres, sin apoyo ni sostén. “Criar un hijo en la soledad del hogar urbano moderno, y durante las horas que deja libre un trabajo remunerado, es una prueba muy dura, para los padres y para los niños. Una dificultad que en ningún caso se disuelve rebajando las aspiraciones de nuestro modelo educativo o aceptándonos como padres imperfectos”, afirma la escritora española Carolina Del Olmo, autora del libro ¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individualista (Clave intelectual).

Frente a esta necesidad de sentirnos acompañadas – como si viviéramos en tribus modernas– nacieron los grupos de crianza con el objetivo de acompañarse a maternar. Reunidas de forma presencial u online, moderadas por un profesional o simplemente a través de espacios donde buscar información, las madres que participan aprenden sobre nuevas formas de crianza y construyen una auténtica red de contención. “Contar con un punto de apoyo para llevar adelante la maternidad tiene que ver con la naturaleza de nuestra especie. Somos seres sociales que vivimos en comunidad y la tarea de criar niños y niñas no puede quedar por fuera de eso. La crianza demanda muchísimo esfuerzo, puesta del cuerpo, mirada, dedicación, tiempo y puede resultar sumamente avasallante para quienes lo hacen en soledad cada día” opina la puericultora Vanina Schoijett, autora del libro La Revolución de la Crianza (Editorial Vergara) y creadora de @duermetehannibal, un espacio sobre maternidad consciente.

Tribus presenciales y virtuales

“En otros tiempos, los hombres salían a cazar y las mujeres nos quedábamos juntas, criando hijos. Ahora también nos unimos, pero para acompañarnos, apoyarnos y abrazar la maternidad”, cuenta entusiasmada Luchi Bialet, madre de dos hijos e integrante de un grupo de crianza autoconvocado tiempo atrás, cuyas participantes hoy son sus grandes amigas. “Conocí el grupo durante mi segundo embarazo, cuando no me sentía contenida porque, con dos hijos, siempre estaba ocupada. Me invitó mi prima Ati pero, a pesar de que la mayoría éramos desconocidas, nos unió la maternidad y junto a ellas encontré mucha calma. Nos apoyamos un montón, nos enlazamos con nuestras opiniones y consejos. Compartíamos vivencias sobre la crianza, tratando siempre de ayudarnos, e incluso hacíamos catarsis, que también nos reconfortaba. Era un momento de descarga pero, a la vez, de recargar energía entre todas para salir renovadas”, recuerda.

La comunidad que, junto a otras madres, conformó Luchi Bialet para hacer frente a los desafíos y los miedos.

Vanina Schoijett afirma que existen diversas modalidades de “tribus”, que incluso funcionan a través de las redes sociales, y que todas son válidas, porque facilitan el encuentro entre personas que buscan pares con quienes compartir la experiencia de maternar. “En grupos virtuales y multitudinarios, algunos integrantes descubren que tienen una mirada afín y luego arman sus propios grupos autogestionados, que pueden funcionar de manera virtual (por WhatsApp, por ejemplo) o de forma presencial. Otra posibilidad es la que ofrecen algunos profesionales que trabajan en temas relacionados a la crianza, como psicólogas/os, puericultoras, doulas, etc., que convocan y coordinan grupos de crianza a los que las familias pueden asistir. Unos u otros espacios son sumamente beneficiosos y es algo de lo que suelo conversar en las consultas con las familias que asisto, sugiriendo que se acerquen o que incluso se animen a armar sus propios grupos. La maternidad acompañada es una experiencia que, ojalá, no le falte a ninguna persona que forme parte de la vida de niños y niñas”, señala.

En cuanto quedó embarazada, una amiga le recomendó a Marcela Savka la app del popular sitio web Baby Center. Y allí no sólo fue descubriendo el crecimiento de su bebé mes a mes, sino que la app también incluía un foro donde las madres consultaban dudas o exponían miedos, mientras que otras les respondían contándoles sus experiencias, formándose de esa manera un grupo de contención y espacio de charla. “Todas sentíamos que podíamos hablar de lo que nos pasaba sin cargar a la familia o a las amigas que no vivían la misma situación. Me sentí identificada con los sentimientos, temores e ilusiones, y hasta con las situaciones cotidianas que todas vivían. Después se creó un grupo de Facebook paralelo al foro de aquellas que estábamos esperando fecha de parto para el mismo mes, llamado «Mamás de Diciembre». Ahí nos consultábamos sobre estudios médicos, clínicas u obstetras. A medida que los bebés fueron naciendo nos encariñamos tanto que, lo que comenzó como un grupo para atravesar los embarazos, se convirtió en un grupo de WhatsApp de mamás, en su mayoría de Argentina, pero también de Chile, Colombia y Uruguay. Y de charlas sobre amamantar, colecho, noches sin dormir, pasamos a compartir nuestra vida como mujeres, esposas y madres trabajadoras”, cuenta Marcela.

En la pequeña ciudad de Las Parejas, provincia de Santa Fe, y a pesar de contar con una red familiar que la contenía, Micaela Forchino estaba ávida de nueva información sobre crianza respetuosa para maternar junto a su bebé de un año. “Leí el libro La revolución de la Crianza, de Vanina Schoijett, y me abrió un mundo increíble, además de hacerme repensar lo que implementaba en modo automático, con respecto a la crianza de mi hijo. Pero, en ese momento no había talleres presenciales y la mayoría de los talleres online eran de España. Entonces, como soy Ingeniera en Sistemas, se me ocurrió armar una plataforma de cursos, charlas y talleres sobre el tema. Pedí un crédito destinado a emprendedores, me lo aprobaron y comencé a dar marcha a mi proyecto”, recuerda.

Así nació @criarentribu, una plataforma informativa que funciona como una tribu virtual para brindar ayuda, información y soporte de distintos especialistas con gran experiencia. El objetivo es que, en base a la información confiable de los profesionales, cada familia pueda tomar decisiones sobre la crianza de sus hijos. Entre los talleres se puede optar por temas como lactancia y vuelta al trabajo, controles y cuidados para recién nacidos, disciplina positiva, prevención de accidentes en el hogar y más. “La plataforma creció un montón, pero surgió a raíz de mis propias necesidades como mamá. Hoy, los talleres se pueden hacer al ritmo que una quiera, no tienen fecha de caducidad y están siempre disponibles”, cuenta Micaela, ahora madre de dos niños.

Marcela Savka (a la derecha) junto a la tribu de madres que la ayudó a sentirse más segura en la crianza de Santi, su hijo.

Criar, compartir, disfrutar

A pesar de que las mujeres cada vez somos más independientes, o así la sociedad lo impone, existe una mayor toma de consciencia sobre la crianza como un hecho comunitario y compartido. “Aunque sigue bastante instalada la asignación de las tareas de cuidado (y las domésticas, también) a las mujeres, y se da por sentado que el hombre retoma pronto sus actividades luego del nacimiento de los hijos porque él encarna la figura del proveedor de la familia. Entonces, la madre es quien, por definición, queda al cuidado y su retorno al trabajo, al estudio o, simplemente, el necesitar algún tiempo del día para sí misma, implicará pedir ayuda. Una ayuda absolutamente necesaria y legítima, pero que en muchos casos hace emerger la sensación de culpa, por delegar en otro la tarea de cuidado que, culturalmente, ´le corresponde´ a ella” afirma Schoijett.

Por su parte, en un artículo publicado en su sitio web, la terapeuta especializada en maternidad Laura Gutman describe el sentimiento que muchas mamás tenemos frente al único adulto que sentimos cerca: nuestra pareja. “Todas las madres con niños pequeños necesitamos sostén, acompañamiento, solidaridad, comprensión y resguardo de otros miembros de nuestra tribu. Pero claro, en el mundo occidental –especialmente en las grandes ciudades– nos hemos quedado sin tribu. Emprendemos la búsqueda solicitando apoyo y lo que encontramos más cerca es al señor que duerme en nuestra cama, que en la mayoría de los casos ha sido nombrado padre oficial del niño. Llamativamente, suponemos entonces que toda la compañía, el cobijo, la ayuda, la disponibilidad y la empatía que una tribu entera nos hubiera prodigado, ahora debería provenir de una sola persona: el padre del niño. (…) Es tiempo de admitir que somos sólo dos personas  –nada más que dos– y que tanto las madres como los padres estamos demasiado solos en la compleja tarea de acunar a nuestros hijos”.

Vanina Schoijett escribió La revolución de la crianza, donde señala la necesidad de la maternidad compartida.

En coincidencia con Gutman, Vanina afirma que, por más amorosa que sea, la pareja no puede reemplazar a una tribu. “La figura de la pareja es esencial en la vida de los hijos y en la cotidianidad de la crianza, pero estoy convencida de que compartir la experiencia de criar junto con otras personas es enriquecedora. Y no me refiero solamente a integrantes de la familia, sino a otras madres y padres que también estén criando a sus propios hijos. Por eso los grupos de crianza me parecen una herramienta fundamental, y un formato que fue naturalmente copado por las mujeres”.

Aunque suene a frase trillada, sólo las madres sabemos lo que puede sentir otra madre. Es que todas vivimos experiencias similares y nos sentimos comprendidas unas con otras, más allá del puerperio. “La tribu fue hecha para contenernos a nosotras, las madres, y no para los hijos, a pesar de que ellos también se llevan muy bien. Y ese círculo de contención quedó y funciona para otros temas, más allá de la maternidad. Algunas de nosotras tenía más apoyo, más familia, más ayuda, pero otras no. Cada una tenía sus libros, sus problemas, sus médicos, pero todas nos identificábamos con el momento que vivíamos: la crianza. Eso nos igualaba y nos unía, porque todas queríamos lo mejor para nuestras familias. Y, si bien habíamos elegido ser mamás, lo vivíamos como algo difícil aunque no imposible, por eso nos apoyábamos un montón para lograrlo de la mejor manera. Fue una experiencia increíble, la repetiría mil veces y aconsejaría a todas las madres a disfrutar de esta vivencia”, comparte Luchi.

Cuando tuvo a su primer hijo Micaela Forchino decidió crear @criarentribu, un punto de encuentro para mamás.

Por su parte, Micaela cuenta que, a pesar de contar con una familia que la ayudaba mucho, a veces también surgían los consejos no pedidos, con ideas como: “No lo tengas siempre en brazos” o “Que no duerma en tu cama En su segundo embarazo, e informándose un poco más, tomó estas opiniones de forma más tranquila y entendió que, por ejemplo, si su bebé quería estar en brazos era porque lo necesitaba. “Hay que aprender a filtrar lo que nos sirve de lo que no, porque cada casa es un mundo, dependiendo del contexto, las disponibilidades y habilidades de cada uno. Entonces una tiene que tener conocimiento de lo que puede y de lo que es capaz. Por eso, en Criar en Tribu no decimos que para lograr tal cosa tenés que hacer esto o aquello, sino que brindamos información para que cada familia se empodere y la use como herramienta a la hora de tomar una decisión familiar”.

En la tribu de Marcela, donde la mayoría eran mamás primerizas, se enfocaron siempre en contenerse. “Nos resultó gracioso que no competíamos por quién tenía el mejor hijo, ¡sino por ver a quién le pasaban las peores situaciones! Ahora que soy mamá sé que sólo puede entenderte quien pasa por la misma situación al mismo tiempo que vos, porque después, cuando los nenes son grandes, ¡te vas olvidando! Es ir viviendo junto a otras mamás cada etapa, día a día”. Por eso, pedir ayuda, comunicar lo que nos pasa y habilitar un espacio para la contención, es una de las mejores maneras de disfrutar a pleno la maternidad. Sin culpas, escapando de la soledad, compartiendo sentimientos y vivencias, construyendo nuestra propia tribu para ayudar a otras mujeres y también a nosotras mismas.

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