Sociedad
29 noviembre, 2018
Contar Argentina
El Programa para el Artesanado Argentino recorre el país para poner en valor los productos que se hacen con las manos y recuperan técnicas y saberes ancestrales, con la idea de incorporarlos al mercado desde una perspectiva nueva, cargada de identidad.
«Entre el tiempo sin tiempo del museo y el tiempo acelerado de la técnica, la artesanía palpita el tiempo humano”.
Octavio Paz, escritor mexicano.
Hay una frase preciosa de la arquitecta italiana Lina Bo Bardi (1914-1992), que dijo que “la artesanía es el único antídoto contra la deficiencia del mundo moderno”, cuenta la periodista y curadora argentina Luján Cambariere, moviendo las manos, a puro entusiasmo. Lo dice mientras comparte fotos de los últimos viajes que hizo junto a un equipo que busca dar forma y concreción a una marca y un catálogo de artesanía local como parte de un sueño hilvanado entre mujeres.
El Programa para el Artesanado Argentino fue impulsado por Vicepresidencia de la Nación en 2016 y persigue algo más grande: intenta generar nuevas fuentes de empleo y rescatar nuestra identidad en un hacer sustentable. El objetivo central es fortalecer la artesanía como marca país, poniendo en valor el saber hacer propio de las comunidades de las regiones más representativas de nuestro territorio.
Luján Cambariere lleva veinte años investigando el cruce entre artesanía y diseño, y en 2017 publicó el libro El alma de los objetos (Paidós). “Cuando voy a visitar a los artesanos del norte, me traigo algunas prendas y después quiero usar ese poncho y esa mantita porque sé de dónde vienen. Sé que me protegen, como este anillo de piedra que me hizo uno de los artistas magos del norte. Lo que busco es rescatar eso y hacer que reencante mi día a día, nuestro cotidiano. Creo en esa energía”, dice, y recuerda que un grupo de artesanas amigas vino hace unos días a dar un taller donde enseñaron a hacer tulmas a un grupo de mujeres, y que trajeron también sus tejidos y objetos hechos a mano.
Leé la entrevista a Luján Cambariere haciendo clic acá.
La artesanía, uno de los acervos materiales e inmateriales más valiosos de este país, permite rescatar y atesorar técnicas ancestrales y materiales nobles, como la lana, la madera, el cuero, las piedras y los metales, y también otros inéditos en el mundo, como el chaguar (fibra natural con la que trabaja la comunidad wichi). Además, detrás de los productos están las familias, las historias, los mitos y los ritos; según la curadora, “una fuente inagotable de recursos que nos definen y empoderan”.
Tejiendo lazos
Quien habla ahora es la coordinadora general del proyecto, la socióloga Madeleine Wolff, que viajó primero para “mapear” o relevar las comunidades que trabajan de forma cooperativa en producción textil. Así logró tomar diez comunidades o “casos testigos” que, junto con otros más emblemáticos que llevan años comercializando artesanía, hoy forman parte de un proyecto que busca destacar el trabajo artesanal desde una política que abarca cinco provincias y se extenderá a otras regiones en 2019.
“Nuestra aspiración es que cada vez más personas puedan vivir de lo que hacen sin salir de sus lugares”, dice, y agrega que los emprendimientos logran fortalecer los lazos comunitarios tanto entre mujeres como a través de las distintas generaciones. “En algunas localidades trabaja la familia entera”, agrega.
«Nuestra aspiración es que cada vez más personas puedan vivir de lo que hacen sin salir de sus lugares”, dice Madeleine Wolff, coordinadora del proyecto.
Además de ayudar a las familias a acceder a los materiales y a una mayor capacitación, se busca que puedan comercializarlo, haciendo especial hincapié en que el diseño y la impronta estética sean protagonistas. ¿El objetivo? Crear una línea de artesanía de tradición y otra línea de artesanía contemporánea, atractiva para las mujeres que viven en las grandes ciudades.
El diseño como valor agregado
“Los artesanos tiene un gran virtuosismo al hacer sus piezas, pero a veces está desfasado con lo contemporáneo”, dice Cambariere. Y agrega: «Podés encontrar chales preciosos, por ejemplo, pero la morfología y la forma no se condicen con lo que sabemos que se busca en las tiendas de las ciudades. Por eso, les sugerimos que los tejidos no sean pesados, que no piquen, y que los colores se acerquen a lo que más gusta, que las prendas sean tan vistosas como prácticas, que te las quieras poner”.
¿Qué le aporta el diseño a la artesanía?, se preguntan los que vienen estudiando el tema desde hace tiempo. El debate filosófico asoma en las conversaciones y la especialista es contundente cuando dice que la idea de que el diseño arruina la artesanía es antigua.
“Esa discusión, si artesanía o diseño, pertenece a la prehistoria. Los productos que buscamos comercializar tienen un porcentaje mínimo de diseño y lo demás es empatía, don de gente y estética. La idea es generar un vínculo de máximo respeto con los artesanos. Ellos son los que tienen el saber y lo que les proponemos es que puedan aggiornarse al mercado. No existe más la artesanía versus el diseño. Pueden ir de la mano y potenciarse. Si, por ejemplo, en ciertas comunidades sigue muy en boga el colorido, nosotros sabemos que hoy el mundo urbano busca más los colores tierra y un hilado más cuidado, se los comentamos y así vamos intercambiando experiencias”, dice Cambariere, y adelanta que el catálogo tendrá almohadones, pies de cama, mantas, chales, mitones, bufandas, gorros y suéters, entre otros objetos para la casa.
«La idea es generar un vínculo de máximo respeto con los artesanos. Ellos son los que tienen el saber y lo que les proponemos es que puedan aggiornarse al mercado», señala Luján Cambariere.
Tesoros materiales que pueden posicionarnos en un lugar de privilegio en el diseño, visibilizar materiales innovadores y, sobre todo, ayudar a preservar el estilo de vida y las culturas de comunidades, en su mayoría, rurales. Una oportunidad para que, en este mundo de consumo –volviendo a Lina Bo Bardi y como decía ella–, podamos comprar y vivir “en resonancia con el corazón”.
Los grupos que integran el proyecto buscan preservar la artesanía como oficio. A ellos se sumaron organizaciones que ya venían trabajando según criterios de consumo responsable y comercio justo (Makiwan, Red Puna, La Cum, Siwani, Silatay, y Arte y Esperanza).
La artesanía permite el traspaso del oficio entre generaciones, impulsa el desarrollo del turismo, afirma las identidades ancestrales, fortalece la comunidad, y genera arraigo y pertenencia en zonas rurales. Todo esto, además de brindar autonomía económica a las mujeres artesanas.
El objeto artesanal es único. No hay dos iguales. Ostenta la belleza de la imperfección. Y en un mundo globalizado, eso es un verdadero hallazgo. El sello personal de quien lo ha fabricado es un valor fundamental. Y su destinatario recibe la magia y la energía de la dedicación de ese ser humano.
Fotos: Daniela Macadden
ETIQUETAS Argentina artesanías cultura diseño
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