Sophia - Despliega el Alma

POR Miguel Espeche - Columnistas

22 julio, 2015

Varones son los de hoy

Dice Miguel que los progresos evolutivos no son aquellos que feminizan al varón, sino los que lo hacen mejor varón. Y en ese marco, la búsqueda de la armonía parece la mejor opción. ¿Y si nos encontramos en las diferencias?


Difícil generalizar acerca de los varones actuales. De hecho, hoy coexisten todos los estilos masculinos, y en un mismo edificio de cualquier ciudad, viven hombres con estilos muy diferentes. Puedo decir que muchos confunden el cambio de las conductas de los varones con la domesticación de lo masculino, y lo hacen como si fuera la masculinidad misma, y no su distorsión, la que genera los problemas derivados de la filosofía machista de la vida.

He escuchado decir, por ejemplo, que lo que transforma al varón en buen varón es que acepte su lado femenino. Tiendo a creer que un buen varón, en sintonía real con su masculinidad, usa con confianza sus atributos y no requiere el dominio brutal del prójimo o de competir para lograr su lugar en el mundo. Esos varones, por ser realmente varones, no necesitan menoscabar a la mujer para sentirse “machos alfa” o generar guerras para expresar su hombría.

Puede que los varones tengamos un “lado femenino” que, si se desea, vale explorar. No hay que temer ese lado; pero eso no significa que esa exploración en sí misma nos transformará en buena gente. Cuando se piensa así, se apunta a una masculinidad licuada, pasteurizada, domesticada, que tiende a igualarse a lo femenino o a transitar la hibridez, en vez “perseverar en el ser” de su masculinidad, eso sí, honrando lo mejor de esa identidad.

También se confunde aquello de “igualdad de género” con “igualación de atributos”, lo que me parece un error de proporciones. Por eso, al hablar de “nueva masculinidad”, los progresos evolutivos no son aquellos que feminizan al varón, sino, por el contrario, los que lo hacen mejor varón, con su propia idiosincrasia y lugar diferenciado respecto a las mujeres.

Se sabe: el amor real se da entre lo distinto, no entre lo igual. Amar lo similar a uno es como amar una “sucursal” de uno mismo, pero el desafío del amor es ofrecerse a lo diferente, y eso se cuida no pretendiendo igualar las cosas.

El “nuevo varón” no es más sensible que el de antes, pero le da un cauce más libre a esa sensibilidad. Se permite vivirla como parte de su persona y no como algo vergonzante. El “nuevo varón” es también más ambicioso que aquel que profesa el machismo, porque quiere disfrutar a sus hijos y no perdérselos dando batallas y desgastándose en bravuconadas. Además, valora disfrutar de la calidez de los afectos, la amabilidad de la solidaridad cotidiana en los quehaceres hogareños, la paz de no tener que andar siempre buscando su identidad, porque ya la encontró y ahora solo quiere ejercerla, desplegando su vocación con ganas.

¿Implica todo lo dicho que desaparecerá la competencia, el afán territorial, la potencial fiereza del género masculino? No. Solo que se dará “en su medida y armoniosamente”. En tal sentido, la relación entre hombres y mujeres seguirá teniendo una saludable tensión, propia del amor entre lo diverso. Seguiremos los varones siendo un misterio a develar para las mujeres, así como ellas lo son para nosotros. De hecho, dedicamos gran parte de nuestra vida a desentrañar ese misterio que hace que la vida siga su danza mientras aceptamos que esa diferencia es lo que permite que el amor exista y que nosotros, honrando lo que somos, disfrutemos de sus frutos.

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