
13 marzo, 2023
Ser mujer, y criar mujeres y varones para un mundo más equitativo
Es una tarea de enorme responsabilidad ser mujer en este mundo cambiante. Nuestras hijas nos miran y aprenden de nosotras de qué se trata ser mujer. Y también lo hacen nuestros hijos varones, y nuestros alumnos, y nuestros nietos, ya sean niños, adolescentes o adultos jóvenes.
Es fundamental encontrar un camino que nos permita salir del viejo modelo machista, desvalorizador de lo femenino —muy a menudo arraigado en nuestras mentes con mucha fuerza y poca conciencia— sin seguir sometiéndonos, ya sea por miedo o por falta de confianza, o sin siquiera darnos cuenta. Sin irnos al extremo feminista fanático que busca ponerse por encima del varón, extremo que no parece alimentado por una genuina búsqueda de identidad, sino por el deseo de “tomar las armas” de la venganza ante tantos años de injusticias, e intenta “ponerles la pata encima a los hombres”.
Los hombres no son superiores a nosotras ni son nuestros dueños, pero tampoco son inferiores. Son, simplemente, diferentes y complementarios. Y si la tarea de pararnos en nuestros propios pies es compleja, también lo es la de ellos, al tener que aceptar, con dolor, la igualdad, teniendo modelos internalizados durante muchas generaciones que los hacían sentir “pollerudos” cuando eran respetuosos con sus mujeres y las trataban como pares.
Hoy avanzamos hacia otras complementariedades que pueden ser muy ricas al apartarnos del modelo tradicional, y que nos permiten integrar aspectos antes rechazados y enriquecernos, tanto los varones como las mujeres.
«Es fundamental encontrar un camino que nos permita salir del viejo modelo machista, desvalorizador de lo femenino —muy a menudo arraigado en nuestras mentes con mucha fuerza y poca conciencia— sin seguir sometiéndonos, ya sea por miedo o por falta de confianza, o sin siquiera darnos cuenta».
Aunque parezca increíble, y sin tener conciencia cabal, a veces somos nosotras mismas las que desvalorizamos lo femenino: siglos y generaciones de ser consideradas “chancletas”, de chistes machistas, de no tener voz ni voto, de que los hombres manejaran nuestro dinero, de que ellos fueran la única o la última autoridad en nuestras casas, hacen que no nos resulte sencillo considerarnos merecedoras, agentes de nuestras vidas, dejar de sentirnos incapaces.
Tenemos que trabajar nuestra autoestima para reconocernos nosotras mismas como queridas, queribles y valiosas. Independientemente de lo que considere el entorno, porque seguramente nos sigan gritando en la calle “andá a lavar los platos”, y quizás también, en algún trabajo, nos paguen menos que lo que le pagarían a un hombre. Incluso, podríamos no sentirnos valoradas en nuestras propias casas. Pero lo más grave, y lo que complica el cambio, es que nosotras creamos que somos menos y que merecemos ese trato.
Si nos parece tan injusto, nos duele, nos enoja el viejo modelo, ¿qué nos lleva a buscar el contrario? Superemos la idea de vengarnos, de hacerles a ellos lo que nos hicieron durante tantos siglos. Es suficiente con que nosotras nos consideremos iguales, y que nos hagamos respetar como tales. Que actuemos de acuerdo a ello y que trabajemos sin rendirnos para que toda la sociedad cambie.
Aprendamos a alejarnos honorablemente (mi imagen para ello es “revolear la capa” y retirarme) de quien no nos recibe como pares, si tenemos la suerte de poder darnos ese lujo. O busquemos apoyo si no podemos. Y juntémonos para ayudar a aquellas mujeres que no están en condiciones de hacerlo, ya sea por desconocimiento o por la precariedad de sus condiciones de vida. De todos modos, no es un tema exclusivamente femenino, ya que desde siempre hay quienes se aprovechan de otros… y quienes no lo hacen.
¿Podrá esta generación de hombres y mujeres lograr el equilibrio que las anteriores no logramos? ¿Lo hará dejando de pelear por el poder y la supremacía, funcionando como pares y armando equipo? Parece sencillo, pero está costando más de lo que podríamos suponer.
Me encantaría que la sociedad evolucionara hasta el punto de que no fuera necesario «celebrar» el Día de la Mujer. Que realmente hombres y mujeres lográramos ser semejantes. Es una tarea que todavía va a llevar muchos años y que empieza en casa, con nuestros niños pequeños, que miran a sus padres y madres para aprender de qué se trata ser varón o mujer. Y, sobre todo, que ven día a día cómo se los trata. ¡A no distraernos de esta tarea!13
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