Sophia - Despliega el Alma

POR Adriana Amado - Columnistas

30 octubre, 2020

Recetas compartidas en la vecindad global

Tutoriales para hacer pan, memes, videollamadas... La vida digital nos impulsa a compartir y de la mano del confinamiento expandimos nuestras conexiones (y conciencias) más allá de todos los límites. ¿Será la tecnología esa fuerza femenina capaz de impulsarnos a cambiar?


La pandemia generó dos movimientos en apariencia contrapuestos pero que, bien vistos, son complementarios. Las cuarentenas guardaron a toda la gente en sus casas, a la vez que conectó más que nunca esos hogares con el mundo. Las actividades y relaciones se digitalizaron y lo presencial se reinventó de manera remota. Mientras descubríamos nuevas formas de estar juntos en la distancia, la virtualización de los vínculos fue un filtro que tamizó las relaciones y sostuvo esas pocas que resisten a cualquier circunstancia. A su vez, la digitalización fue muy terrenal: por ella llegaron las provisiones y descubrimos una corporalidad intimista que no dependía de la rutina social del gimnasio.

Como era de esperarse el primer mes de la cuarentena aumentó el consumo del móvil (79% mujeres y 74% hombres), seguido por la computadora portátil (45% ambos sexos), los televisores inteligentes (32% mujeres y 36% hombres) y la computadora de escritorio (26% mujeres y 37% hombres), según datos del informe WeAreSocial.

«Que sea el teléfono el dispositivo preferido por las mujeres de todo el mundo, que cedieron los aparatos del siglo pasado a los hombres, habla de cambios trascendentes que este lío en el que estamos todavía no nos dejó apreciar.  Por ejemplo, las mujeres de menos de 44 años usaron más el comercio electrónico y los pagos móviles que los hombres».

Que sea el teléfono el dispositivo preferido por las mujeres de todo el mundo, que cedieron los aparatos del siglo pasado a los hombres, habla de cambios trascendentes que este lío en el que estamos todavía no nos dejó apreciar.  Por ejemplo, las mujeres de menos de 44 años usaron más el comercio electrónico y los pagos móviles que los hombres. En un mundo donde las prioridades se reordenaron a la subsistencia, los consumos que más crecieron en esos canales fueron supermercados (siempre hay que comer), tecnología (tuvimos que equiparnos mejor) y contratación de medios y telecomunicaciones (para seguir conectados). Si en el pasado tener la carga de la compra doméstica era vista como una desventaja femenina, en este nuevo entorno digital muestra quién organizó las cosas durante la pandemia.

El móvil también explica el tipo de videos consumidos en 2020, más relacionados con lo práctico que con el pasatiempo. Argentina encabeza el ranking de videos en YouTube de Yoga, junto con España, Francia y Estados Unidos. Estos países tienen en común los índices más dramáticos de Covid19 y la búsqueda masiva en internet de sonidos naturales para relajarse y tutoriales de meditación, rubro que aumentó más del 40%. Cocina, jardinería, consejos para hacer un barbijo también tuvieron récords de búsquedas. Argentina ocupó el primer puesto en visualizaciones de videos para cortar el pelo, que acompañaron un nuevo género que explicaba cómo verse bien en las videollamadas. Obligadas a ver durante horas nuestra cara en tamaño pantalla, entendimos que esa imagen se convirtió en carta de identidad y medida del respeto con que tratamos a ese contacto. La presencia elegida para la conversación delataba si la videollamada era una intrusión inoportuna o una cita tratada como salida dominguera.

Además de los rubros hágalo-por-usted que nos conectaron con el cuerpo, el otro foco de interés fue el hágalo-usted-misma que nos conectó con el hábitat y esos arreglos postergados. Que a su la vez, nos vinculó con personas desconocidas que compartían sus recomendaciones y a la vez nos confirmaban la humanidad común de lo cotidiano, dando un tranquilizador sentido de comunidad opuesto al inquietante índice de contagios que amenazaban las noticias. Con los restaurantes cerrados, las cocinas domésticas fueron el escenario de un concurso improvisado donde especialistas perdían con amateurs más entrenados en compartir recetas infalibles. Como Esbieta, que duplicó su millón de seguidores gracias a sus secretos para hacer pan que se convirtieron en libro durante la pandemia y vio multiplicar por cinco las consultas en Google para saber cómo hacer masa madre.

Dicen que hubo un tiempo en que mandarte a cocinar era un insulto que proferían por las calles.

Que las mujeres sean mayoría en los medios móviles se refuerza con el hecho de que son las que más aumentaron el uso de redes sociales (+30%). En todas las edades superan en más de cinco puntos a los hombres, pero las de menos de 34 años le sacan casi diez puntos de ventaja. Los tutoriales, memes y videos graciosos que nos aliviaron los meses peores, se equipararon en atención a las películas y a los programas clásicos de TV. Esta elección confirma que la humanidad tuvo un giro vitalista en el medio de noticias catastróficas. Y que usamos las pantallas más tiempo para compartir que para mirar.

Casi la mitad de la población mundial utiliza actualmente las redes sociales. Les dedicamos dos horas y media al día de las más de nueve que pasamos en internet en Argentina. En promedio mundial, cada persona tiene más de ocho cuentas en las diferentes plataformas. La pandemia significó un aumento de uso de redes sociales, especialmente para las mujeres que representan el 45% de los usuarios de redes sociales mundiales. Somos mayoría en Pinterest (77%) y en Instagram (51%) y clara minoría en Twitter (30%). En la mayoría estamos ligeramente por debajo de la mitad: Facebook (43%); LinkedInn (43%); YouTube (44%); WhatsApp (46%); TikTok (47%). La explicación para las redes, donde la participación es voluntaria, no responde a decisiones de igualdad de género tomadas desde la autoridad.

Los nuevos contextos nos desafían a salir de esa idea de que todavía tenemos que pedir permiso o tutela para ganar espacios.

La llamada revolución digital adoptó la forma de una mutación silenciosa, que mueve la sociedad a un mundo de vínculos extendidos y de sabiduría transmitida globalmente. Esos consejos que pasaban de generación en generación ahora pasan de gente con espíritu milenial (que no es una edad, sino una actitud), a una humanidad que tardó menos de lo que dura la pandemia en descubrir las bondades de la interconexión digital. Que sea el hogar, el humor y el cuidado lo que circuló prioritariamente, hablan de un giro femenino que va más allá del género que figura en el documento.

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