
18 noviembre, 2020
Perseo y Medusa, un amor indispensable
El valor simbólico de esta historia mitológica se refleja en la reciente inauguración en Nueva York de la escultura "Medusa con cabeza", cuyo mensaje -celebrado por el feminismo- no deja de ser engañoso: al invertir literalmente su sentido mítico, la lectura sigue siendo patriarcal.
Ilustración: Maite Ortiz
A raíz de su reciente emplazamiento en un espacio público frente al Tribunal Penal de Justicia de Nuevo York, la escultura “Medusa con cabeza” (Medusa with head) del escultor argentino Luciano Garbati volvió a ser noticia. La obra, una imagen femenina desnuda con cabellos de serpientes, sostiene en su mano derecha la cabeza de un varón en una clara alusión al mito de Perseo.
En la mitología griega, Palas Atenea es una de las divinidades más importantes del panteón de los dioses e hija favorita de Zeus. Nacida de la cabeza de Zeus –quien previamente había devorado a su madre Tetis– es la diosa de la guerra, la civilización, la sabiduría, las ciencias, la estrategia del combate y la justicia.
Medusa, una bella y temible mujer –símbolo de la fuerza ctónica de la naturaleza– que oficia de cuidadora y sacerdotisa en el templo de Atenea, es violada en ese mismo templo por Poseidón, el dios del mar. La diosa Atenea enfurecida porque sospecha la complicidad de Medusa, toma este ataque como una ofensa y castiga a la mujer transformándola en un monstruo con cabellos de serpientes y con la maldición de convertir en piedra a todo aquel que la mirase. Perseo (hijo también de Zeus, portador de un casco con alas que lo vuelve invisible y lo eleva al rango de lo celestial), con la ayuda de otros dioses y de la propia Atenea, es el encargado de encontrar a Medusa y matarla, lo que consigue decapitándola.
Si bien el mito data de la antigüedad, a lo largo de los siglos ha sido motivo inspirador de muchos artistas, aunque la versión más famosa es la de Benvenuto Cellini, hecha hacia 1550. La obra en bronce representa al héroe Perseo, espada en mano, con su pie apoyado sobre un cuerpo de mujer desnudo y decapitado mientras ostenta en su mano izquierda la cabeza de Medusa en señal de triunfo.
A la izquierda, la obra de Benvenuto Cellini. A la derecha, la reversión del argentino Luciano Garbati.
“Medusa con cabeza”, la versión contemporánea del escultor argentino, ha sido celebrada por el movimiento #MeToo y otros colectivos feministas como una reivindicación de las mujeres frente a los femicidios, abusos sexuales y violaciones de los varones, un flagelo que no para de crecer en todo el mundo. La obra ha catapultado al artista a la fama y le ha dado réditos económicos con la venta de pequeñas réplicas de la escultura a miles de mujeres que ven en esa versión de Medusa la venganza o, al menos, una forma de justicia por los atropellos sufridos por las mujeres desde hace milenios.
El problema es que invertir literalmente el mensaje del mito desde el punto de vista de la elaboración psicológica no sólo es paupérrimo, sino además engañoso. Que las mujeres adopten las conductas más violentas y sanguinarias de los varones sería la mejor prueba del triunfo del patriarcado con su paradigma masculino del poder absoluto, por encima de la sabiduría como principio femenino, que en todas las tradiciones sagradas ha sido simbolizado por una mujer.
Hace unos 4000 años, el mito de la Gran Madre fue progresivamente reemplazado por dioses masculinos y guerreros todopoderosos. Así surge el mito del héroe cuyo paradigma central es el poder absoluto, mito que ha sido el fundamento del patriarcado, la legitimación de las guerras, la intolerancia y la violencia del más poderoso sobre el más débil, ya sean mujeres, niños, esclavos, “infieles”, herejes y todas las minorías en general, además de la misma Naturaleza. La lucha ancestral por el poder y el dominio que todavía vemos encarnada en muchos líderes y pensadores hoy, es un viejo paradigma masculino que solo puede traernos más división, violencia y muerte, y llevarnos a la destrucción del planeta y a la extinción como especie.
Las mujeres no estamos para copiar el patriarcado y decapitar varones. Estamos para proponer algo nuevo. Necesitamos recuperar el principio femenino perdido y sus valores que deben ser integrados para recuperar el equilibrio. Jung describe el proceso de individuación (un camino para llegar a ser indiviso, no escindido) como la integración en la conciencia de los principios opuestos –masculino y femenino, la razón y el alma, el consciente y el inconsciente– que están dentro de la psique de cada uno de nosotros. La simple y burda inversión simbólica del mito no aporta nada a ese proceso, solo oscila al polo contrario. Más de lo mismo. La integración requiere otra visión para superar esas divisiones y polaridades y alcanzar la unidad de la personalidad.
Hay que leer el mito en clave psicológica. El patriarcado y su paradigma del poder está llegando a su fin y las mujeres somos las encargadas de anunciar la nueva era cuyo paradigma es la sabiduría, tanto de varones como de mujeres. Llega el tiempo en que Perseo deponga su espada y reconozca en Medusa la imagen de su propia alma femenina, que no es su enemiga ni ningún monstruo devorador sino la fuerza de su instinto, su guía interior, el ámbito donde se alojan la creatividad y la compasión. Recuperar esa naturaleza espiritual y sagrada que nos hace humanos y que ha sido tan denigrada por la cultura patriarcal y racionalista.
Y como en todo cuento de hadas, Perseo y Medusa se tienen que enamorar y casarse para así dar a luz un nuevo ser, el hijo de la Sabiduría, el filius Sapientia que tanto buscaban los alquimistas. Solo de esa unidad interior puede surgir la hermandad universal y finalmente, la paz.
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